Unos pesados ojos azules se posaron en los míos, era difícil leer en esa mirada como en su rostro. La frialdad lo cubría, lo enmascaraba cerrándolo para mí. Y me hice las dos preguntas más tontas desde que había entrado aquí:
¿Por qué? ¿Y cómo había sucedido?
Pero ambas respuestas eran tan ilógicas como hacerse uno mismo las preguntas en cuanto, yo misma había venido por mi propio pie, y yo misma, ya conocía esa expresión, es más, lo que más me había impresionado de Liam, era eso mismo, el aura demoniaca que lo rodeaba; de hombre oculto entre las sombras con los rasgos afilados, marcados y plenamente atentos a mis movimientos, pero como mi cuerpo no se había meneado ni un solo palmo, el del demonio que tenía delante… Menos.
Y la calma solo es motivo para la tempestad.
-¿Te sientes insegura? –Preguntó con esa voz grabe y ronca que hacía que todas mis extremidades se salieran de mi cuerpo.
-No creo que me hagas daño. –Murmuré débilmente.
Liam alargó solo un lado de su boca en una media sonrisa, y fue un gesto casi imperceptible que no pegaba nada con su postura ni con su mirada y no me infundió tranquilidad si eso es lo que pretendía. Pero me negaba a demostrarle que me sentía algo amenazada.
-Tienes razón, claro que no, ese no es el plan. Infringirte algún daño sería algo irracional, -Ahora se volvía todo un profesional de la psicología. -y eso que así somos todos, estúpidos e irracionales, como tu novio. Aunque… yo lo achaco al miedo, miedo a lo desconocido.
Al nombrar a Ivan me tensé y me di la vuelta buscando aquello que él momentos antes me había mencionado, pero tan solo me di con una sala donde la mitad abarcaba, una serie de mesas y sillas montadas unas encima de otras en una esquina, una pared blanca con cortinas recogidas por cordeles rojos a los lados de varios pilares y toda una enrome cristalera del techo al suelo que daba al exterior, justo a la zona del restaurante.
-Lo tienes a tres mesas a la derecha. –Pronunció Liam con la voz tensa.
Me giré un poco y lo miré por el rabillo del ojo, continuaba en el mismo lado donde lo había dejado, así que me puse a buscar a Ivan según las indicaciones de Liam, algo que me recordó a una información tipo, aviso del encuentro de un enemigo:
<<Sujeto localizado, al norte, punto de encuentro; a trescientas millas de nuestra posición>>
Dejé a un lado mi imaginación de guerrillera y fijé más la vista hasta encontrar a Ivan justo a tres mesas de la entrada y a mi derecha, exactamente en el punto mismo que Liam me había indicado.
Alucinante, solo le faltaba darme las coordenadas exactas para que la cosa me pareciera, aún más fantasiosa.
Ivan compartía mesa con los mismos hombres con quien lo había visto hablar en el vestíbulo, y una mujer más, bien arreglada que aparentaría unos cuarenta años y se encontraba sentada entre los dos hombres más jóvenes, uno de ellos Ivan.
-No te he mentido… Desde aquí lo puedes vigilar, y veo que… Esta cómodamente sentado en una silla, bien acompañado y tomando un bourbon del 83, mientras sabe que, tú estás fuera, sola y sentada en un taburete esperándolo.
Me fascinó la forma de Liam en describir la escena, yo, desde mi lugar casi no podía ver si Ivan estaba tomando algo hasta que, me aproximé al cristal que me lo mostraba y lo vi alzando la copa para darle un trago, pero que Liam lo supiera y no solo eso, que también adivinara la bebida o la marca… Me dio un poco de mala espina.
-¿Cómo sabes…?
-El vaso. –Contestó y su voz sonó muy cerca, demasiado cerca. -El vaso que tiene en la mano solo se utiliza para servir esa bebida.
Ya no solo escuché su voz como si rozara mi oreja, el calor de su cuerpo me golpeó con fuerza contra el cristal, y eso que él no me había tocado, pero sabía que estaba detrás de mí, algo sorpréndete, por lo visto se había movido muy sigiloso, como si fuera un ninja en la noche.
-Eres muy observador. –Murmuré y me cagué en todo lo que se me venía en la cabeza al escuchar el temblor en mi voz.
-Gracias a eso estoy vivo. -Pronunció de una forma que me confundió, ya que parecía hablar y pensar en otra cosa.
Me giré para ver su rostro y me choqué con una vista baja, lo que declaraba, ya que al girarme cara él levantó la mirada y me miró con las cejas alzadas, que le había privado de las vistas de mi trasero.
Lo siento.
-¿Por qué dices eso? –Pregunté sintiendo como vibraba mi voz y notando un nuevo y delicioso calor por el cuerpo.
-Ponte como estabas. –Me ordenó pasando olímpicamente de mi pregunta, como si no hubiera abierto la boca, y algo, algún gesto tuvo que ver en mi rostro porque la suavidad que le daban esas cejas a sus gestos había desaparecido, y de nuevo me encontraba a un hombre peligroso.
-¿Qué? –Pregunté sin comprender pero el brillo que saltó en esos ojos me mostró el mal camino que tomaba todo esto. -No.
Tras mi respuesta, Liam colocó una mano en ese cristal, justo al lado de mi cabeza y acercó su cara a la mía, un gesto intimidador que provocó que me pegara más al cristal, e incluso deseé tener poderes para traspasarlo y largarme de allí cuanto antes.
-Hazlo. –Marcó la orden con la barbilla tensa. Igualmente no me moví, pero si sentí un ligero temblor que terminó en mis piernas, y al moverse, como tratando de quitarme de encima esa sensación, mis rodillas chocaron con las de él.
Liam sonrió de nuevo de lado, orgulloso de provocar esos temblores en mí.
Desgraciado.
-A pesar de ser lista, de venir aquí decidida, veo que tienes miedo.
-No tengo miedo. –Contesté con algo llamado supervivencia.
La necesidad básica de sobrevivir fue lo que me animó a hablar y mantener al menos parte de su mirada, porque uno de mis ojos padecía un tic extraño y junto con la valía, cosa que perdía por segundos, vacilar en un momento así sería como cavar mi propia deshonra hacia las mujeres al poder.
-No, solo me tienes miedo a mí. –Pronunció con lentitud, no alargaba las palabras, era como si el tiempo las marcara.
Cuando terminó de hablar, justo al llegar a la última palabra, Liam me dio una pequeña embestida, como un juego, un empuje débil a través de un vaivén de cadera, y se mantuvo pegado a mí, así que lo noté, lo noté con intensidad, tanto como el escalofrío que me recorrió por todo el cuerpo.
Todos mis pensamientos, mis miedos y la única razón que existía en mi cabeza desaparecieron completamente, se esfumaron, se evaporaron fugazmente, ya que, ese bulto que se aprisionaba contra su pantalón, se convirtió en la causa, el pensamiento y mi alboroto.
Algo malo… muy malo.
-No Gaela, no es malo, es totalmente lógico. –Estaba tan perdida que se me escapaban los pensamientos en voz alta. -Te sientes amenazada y… mi querida morena, eso es ahora mismo lo que menos quiero, que me temas. Así que ¿Que sugieres? ¿Cómo puedo hacer para que te sientas más calmada?
Ronroneó con mucha provocación al tiempo que posaba una mano en mi cadera. Lo miré con atención y contuve la respiración. Liam me dirigió una sonrisa lenta que exudaba sexo.
-Lo ideal sería que te quitaras de encima y me dejaras ir. –Le dije recuperando algo de cordura.
-Eso sería perfecto y muy corto. –Contestó él, y entonces la mano que había en mi cadera comenzó a bajar, con lentitud hasta la orilla de mi vestido, se mantuvo ahí, unos segundos mientras jugaba con la tela. -Pero, su pon que, prefiero no elegir esa opción, que tengo algo en la mente que nos calmará a ambos.
Su voz vibró en mi interior y me estremecí con cada silaba. Dios, aquel hombre era tremendamente increíble, una bestia dominante y cargada de testosterona, repartía sensualidad por todas partes, por su voz, su mirada de infarto, su cuerpo y su aroma.
Madre mía, ese olor era una etiqueta especial e imposible de encontrar, única perfecta y detallada para gente exclusiva, era su exclusividad marcada y etiquetada sin sacar a la venta, porque si llegaran a sacar ese aroma… Las mujeres se volverían locas.
-¿Te refieres a jugar? –Pregunté y aunque me faltaba el aire, noté la timidez en mi voz.
-Yo no juego, Gaela. –Contestó arrastrando cada palabra mientras esa mano que había estado jugando con mi vestido se deslizaba por el interior con los dedos por delante.
Acarició mi muslo tan solo con las yemas de sus dedos y las rodillas me fallaron, con rapidez, Liam introdujo una de sus rodillas entre mis piernas y me sujetó tomándome de la cadera con la otra mano libre.
Cuerpo contra cuerpo, respiración contra respiración y tención contra tensión. Cada músculo de Liam se marcaba alrededor de mi cuerpo, las venas de su cuello se hinchaban y su pecho, sólido y hecho de hierro se presionaba contra la tela de su camisa haciendo que los botones tiraran de la tela. Los dedos me temblaron por abrir o rasgar la camisa y tocar la calidez de su piel. Apreté los puños y evité esa magnífica y tentadora visión.
Liam tomó una intensa bocanada y se colocó mejor entre mis piernas para no perder el equilibrio. Una vez recuperado y centrado, apretó las yemas para continuar, y gruñó al sentir el tacto de mi piel al paso que sus dedos tomaban posesión de mi muslo, un poco más arriba.
-Eres suave, delicada… te fundes bajo mis caricias.
Mientras hablaba, era eso lo que me pasaba, me ardía la carne que sus dedos rozaban, y esos dedos, estaban haciendo maravillas. Habían llegado ya a una zona sensible, la ingle, pero la tela de mis bragas le impedía subir más, o eso me pensaba yo.
En el momento que sus dedos se introdujeron bajo la capa de encaje y volantes que bloqueaban su camino, me arqueé y tuve que apoyarme a sus hombros porque esta vez me veía comiéndome el suelo de boca, ya que, aunque no hubiese tocado nada, esa tentación que se acercaba, me arrollaba a necesitarla. Y para colmo, el tacto de Liam estaba tenso y su respiración salía a presión, como si bufara en vez de soltar el aire.
¿Qué estás haciendo, Gaela? Páralo.
¿De dónde demonios salía esa voz? ¿De mi cabeza? Tenía que serlo, solo había una mujer en la sala y era yo, pero parecía un eco lejano, como el sonido estridente y molesto salido de una máquina de discos viejos donde la voz femenina no hablaba, gritaba formando gallos insoportables.
Con lo cual la desconecté.
-Cada vez estas más caliente… -Gruñó entre dientes, como si le faltara a él también el aire.
Las manos de Liam me abandonaron, soltaron completamente mi cuerpo y antes de que me venciera hacia delante, me tomó de la cintura y me giró colocándome cara el cristal.
Esos movimientos rudos me devolvieron a la tierra y a la escena que estábamos dando a todos los comensales que estaban en el restaurante.
Y ha Ivan… Me iba a matar.
-La gente…
-Nadie nos ve. –Me cortó Liam, que dio unos golpecitos al cristal con los nudillos y el camarero que pasó justamente por delante de nosotros, se giró, pero solo echó un vistazo, se encogió de hombros y continuó hacia delante. -Al otro lado solo hay un espejo.
Eso me relajó solo en parte, solo un segundo hasta que mis ojos, como si trataran de advertirme, se dirigieron directos a la mesa donde estaba Ivan. Entonces me di cuenta de todo lo que estaba haciendo y algo dentro de mí se revolvió, como mi cuerpo, que en un momento de estrés trató de empujar a Liam de mí para salir de su jaula.
-Esto no está bien… Ivan…
-No. –Cortó severamente.
Me sujetó con fuerza y aplastó mi cuerpo con el suyo contra ese cristal, tuve que ladear la cabeza para no darme con los morros, sin embargo, mi mejilla si se quedó presionada contra el cristal, como todo mi cuerpo. Esto parecía más un intento de arresto que un acto erótico…
Bueno, algo erótico sí que había: que mis esposas eran carne y el poli que me tenía atrapada, estaba muy bueno.
Liam colocó su nariz en mi mejilla y sentí su tensa respiración con gran intensidad chocar contra mi piel, pero no me produjo ninguna amenaza, al contrario, esa agresividad y su postura hizo que se me erizara el bello.
-Ahora estás conmigo, él ya ha tenido su oportunidad en el ascensor y no ha sabido aprovecharla, ahora yo te voy a enseñar lo que es que un hombre te de placer.
Dio otra embestida, un poco más fuerte que la anterior para mostrarme de lo que era capaz, y sentí como todo el cuerpo se me quedaba inútil.
-Muy bien. –Apremió mi rendición. Se separó, solo un poco y me cogió de las muñecas para colocarlas por encima de mi cabeza con los brazos estirados. –Mantén las manos apegadas al cristal, y por nada del mundo te atrevas a quitarlas de ahí.
Obedecí. La dominación que salía de su voz era algo antinatural, me bloqueaba mentalmente, era como si su sonido no solo resbalara por mi cuerpo, también se introducía dentro y hacia que todo vibrara.
Las manos dejaron mis muñecas y bajaron por los brazos en suculentas caricias, después se demoraron en mis hombros, lugar que apretó como un masaje pausado y profesional, y esa deliciosa fricción me relajó cada célula. Encorvé la cabeza hacia arriba con los ojos cerrados y solté la respiración con un gruñido.
Esos dedos deberían de estar bendecidos.
En el mejor momento dejó el masaje y me quejé. Escuché la risa baja de Liam, satisfecho de mi queja, pero me mantuve callada y seguí el ritmo de sus dedos por mi espalda. Liam se retiró de mi trasero para no estorbarse a él mismo y continuó con ese masaje por el lateral de mi cintura, más lentamente hasta llegar a mis nalgas.
Entonces el masaje comenzó de verdad y yo, tras otro estremecimiento, vi las estrellas del desierto, porque me sentía a ese punto, quemándome como una polilla.
-La primera vez que vi tu trasero, sentí una pequeña molestia en los pantalones, la segunda, se me empalmó entera, pero la tercera… Sentí un intenso dolor en los huevos.-Pues yo sentí casi lo mismo cuando vi el tuyo. Pensé. -Y me prometí a mí mismo que, lo primero que haría nada más te tuviera desnuda en la cama, sería ponerte a cuatro patas y darte por detrás mientras veo como mis caderas chocan contra esas nalgas, y mis huevos contra tu coño… -Soltó un gruñido que salió de su garganta y se unió al mío. -Me dan temblores de solo pensarlo.
Esa grosería me ponía a mil, como una moto, y miedo me daba ver todos los espasmos que estaba sufriendo. Parecía que me volvía loca, loca de remate, pero era algo de lo más natural, yo era una novata, y aunque en mi juventud algunos chicos con los que salía me hubiesen metido mano, esto no era ni remotamente comparable.
Ese hombre era un artista con las manos, con su cuerpo. Sabía lo que hacía y como lo hacía, tan solo tenía que presionar un poco para inflamar partes del cuerpo que ni siquiera sabía que existían y conseguía un resultado óptimo como: dejar muy tonta a la mujer a la que le estaba metiendo mano sin consideraciones.
Solo que yo había pasado de la tontuna a la esquizofrenia.
Remitente: Asistencia asistida de inmediato.
Liam dejó de tocar y pegó sus caderas a las mías, me movió con la ayuda de sus manos y la fuerza de sus dedos para sacar un poco fuera mi trasero y dejarlo más que empinado cara él, después lo noté, presionándose y moviéndose en círculos sobre mi culo.
Santo cielo… Estaba perdida.
La fuerza grabe y ronca de su voz ya era motivo para estar tan caliente como una olla a presión, pero el baile que se cernía sobre la parte de atrás de mi cuerpo me mareó y tuve que apoyar la frente contra el cristal, Liam me siguió y sentí todo su cuerpo sobre mí, al igual que el aliento caer contra mi oreja.
Gruñí e hice fuerza para que los brazos no me cayeran muerto a los lados del cuerpo.
-Dime una cosa, ¿De qué color son tus bragas? –Murmuró al oído mientras me acariciaba la cadera de nuevo, solo que esta vez con las dos manos. –Ya noto que son de encaje ¿pero blancas como tu vestido? ¿Quizás negras porque eres una chica desobediente?
Los dedos de Liam se deslizaron con facilidad por dentro, tan solo levantando un poco mi vestido, se movieron por mi culo en círculos, sobándolo como antes pero retirando a un lado la braga, convirtiéndola de pronto, en un tanga, y volvieron de nuevo a las caderas para comenzar a dejar un rastro de marcas calientes hasta llegar, cada vez más cerca, a la unión de mis piernas.
Por favor que me toque… que me toque ahí…TÓCAME
No lo hizo.
-Estoy esperando. –Exigió.
-Por favor… -Maullé.
-Respóndeme.
La orden fue taxativa, aunque no pude evitar el escalofrió que me entró, como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Una sacudida o un destello de deseo.
-Blancas.
Santo Dios, sonaba jadeante y ansiosa, parecía una enferma rogando por un chute para el dolor.
-Muy bien, morena. –Pronuncio con voz victoriosa.
Como recompensa, Liam deslizó los dedos por debajo del elástico de las braguitas y rozó mi clítoris.
Se me detuvo la respiración literalmente, y mi corazón comenzó a latir alocadamente mientras él trazaba un círculo en el vórtice de mi sexo. Justo donde más lo necesitaba, pero con demasiada suavidad para lanzarme por el borde. Se me hinchó el clítoris como si ese bulto saliera en propulsión y jadeé cuando el dolor intenso que sentía se propagó por todo mi vientre.
-Liam…
El nombrado se tensó, hasta incluso, frenó esa caricia.
-Vuelve a decirlo. –Ordenó con una voz falta de aire.
-Liam. –Repetí y noté como esa mano que tenía entre mis piernas temblaba.
-Gaela… Como me gusta que seas la única que me llame así.
Y en agradecimiento, su toque personal se hizo más intenso, más loco, más perturbado. Uno de sus dedos se mantuvo en mi clítoris, pero dos de ellos se encargaron de presionas mientras subían y bajaban por toda la zona de los labios vaginales, como abriendo un hueco y cerrándolo al mismo tiempo, como rascando con insistencia para después marcar la ruta de entrada. Me removí mientras dejaba salir un gruñido detrás de otro, en más de una ocasión, cuando el dedo que se mantenía en mi botón lo golpeaba, me estampé, dándome un cabezazo contra el cristal. Pero es que no sabía que era lo que me pesaba, que era esa sensación de angustia que se centraba en mi estómago.
-Estas tan mojada… Tengo los dedos empapados con tus jugos. Necesito tocarte más, tocarte mejor, necesito sentirte entera.
Se calló y quitó esa mano, pero cuando quise quejarme, Liam se arrodillo a mi espalda y me levantó la falda de un tirón.
-Oh… ¿Pero? –Preguntó para sí mismo mientras admiraba mi trasero envuelto con la tela blanca. –Esto no me lo esperaba… Me encanta que mimes tu cuerpo con esos detalles. –Me ruboricé cuando halagó mis bragas.
Era una especie de culote lleno de volantes y encajes que hacían juego con el vestido, una especie de braga baby-doll que usan las madres para ponerles a sus pequeñinas cuando el vestido es muy corto, pero es que tenía devoción por la ropa interior un tanto extravagante. Mi colección empezaba desde los colores llamativos, pedrerías e incluso mix de tela y piel negra, hasta, como no, picardías sexys, pero eso a Liam no pensaba decírselo.
Liam metió los dedos y me bajó las bragas con tan solo dos movimientos.
Me levantó una pierna y luego la otra y no me opuse, y antes de que me moviera de nuevo, lo tenía otra vez pegado a mi espalda con sus caderas restregándose con las mías y su mano, entre mis piernas.
Di un grito por la violencia de esa posesión, en menos de un segundo sus dedos estaban en el mismo lugar que antes y juro que al sentir el primer roce, toque y caria, me puse bizca. Tuve que morderme los labios para que esos gritos alocados que nacían de mi garganta salieran al exterior, porque que no nos viesen no significaba que nos escucharan, y notando el nivel de leona que rugía en mi interior, el grito hubiese salido de la sala hasta escamparse por todo el edificio.
-Esto… de recuerdo. –Murmuró con agresividad, como si fuera algo indiscutible.
Se refería a mis bragas, pude ver por debajo de mi brazo como se metía la tela blanca en el bolsillo delantero de su pantalón. En ese momento no me importaba nada, podía quitarme el vestido de la misma forma y guardárselo en el mismo bolsillo si a cambio, me permita llegar al clímax de una maldita vez.
-Liam. -Gruñí con los dientes apretados.
Él apretó los dedos, presionando y comenzó a mover el que se cernía sobre mi clítoris en círculos, más rápidos, mas suculentos. Casi al instante, el resto de dedos se frenaron y se centraron todos en el mismo lugar mientras su otra mano libre comenzó a tirar de mi cabello para ladear mi cabeza. Sus labios comenzaron a mordisquear mi oreja, lamiendo el lóbulo como si fuera admirara esa zona. Me apoyé a él, a sus pantalones, estaba perdiendo el equilibrio y me agarré a esa tela con fuerza mientras notaba, con extasiada felicidad como me arrasaba una corriente mágica de colores y cosquillas que se centraban en mi vagina y por mi estómago.
-Córrete para mí. –Me exigía mientras volaba. Su tacto continuaba, no había bajado el ritmo, aunque su respiración estaba tan loca como la mía. –Córrete y grita mi nombre, Gaela. Di el nombre del hombre que te está llevando al clímax.
Y así lo hice, correrme con su voz mientras gritaba como un animal su nombre.
Me giró de nuevo, con brusquedad y me pegó al cristal, sentí la fría base contra la mitad mi culo y esa quemazón, fue como recibir un pequeño azote, algo que me gustó tanto como la mirada perturbada de ese hombre puesta en mí.
-Voy hacerte disfrutar una vez más… Pero necesito que seas muy receptiva.
-Liam… espera. –Me costaba hablar casi más que respirar, aun no me había recuperado de ese bestial orgasmo cuando ya lo tenía otra vez encima exigiéndome su atención.
Si casi no podía prestarme yo misma atención… ¿Cómo podía concentrarme en él?
No obstante a Liam le dio exactamente igual, o simplemente se lo pasó por la bragueta.
-Cuanto antes te dejes llevar por mí… Antes tendrás mi boca en tu coño.
La madre que lo parió.
Vale, esto no estaba funcionando muy bien, se me estaba escapando de las manos y aceptar ese delicioso placer era como aceptar dinero de la mafia, siempre quieren una devolución y con impuesto, uno alto por supuesto por el medio, así que… era hora de informar de algunas cosas.
Como por ejemplo; de mi inexperiencia en el juego del mete y saca.
-Liam…no…- Tartamudeaba, no conseguía aclararme con las palabras. -…un segundo…
Me tomó una mano y me la colocó en ese paquete hinchado que tenía entre las piernas, después la mantuvo en ese lugar presionando la suya con la mía para que no la quitara, pero al notar lo que tenía entra las manos, no hacía falta presionar mucho, me había quedado alucinada.
-Notas como tengo la polla… - Ya te digo que sí. – Después, tú me darás el mismo placer que yo te voy a dar a ti.
Las alarmas en mi cabeza saltaron como si de un coche de bomberos se tratara. No era que dudara de sus palabras, era simplemente que en mi condición de virgen hasta los veintidós años, no era un buen plan asustar al hombre con un chorro de sangre.
-Liam. –Lo llamé al mismo tiempo que quitaba esa mano de su pene.
Liam forcejeó conmigo, y en un acto de violencia, me soltó la mano y la llevó a mi cabello, tiró con fuerza y mi cuello se dobló de tal forma que pasé de ver sus ojos a estar con la vista clavada en el techo.
-No te me vas a negar. –Me advirtió. –Después de lo que yo he hecho por ti, quiero una recompensa.
A continuación, pasó toda su lengua desde mi canalillo, subiendo por el cuello hasta la punta de mi barbilla, lugar que mordió tras guardar la húmeda lengua. Las hormonas se me dispararon y tuve que cerrar los ojos y morderme los labios para no gritar de puro placer.
-Ni en tus sueños me vas a negar tu sabor. –Rugió con ferocidad.
Me soltó con rapidez y me cogió de las caderas, después me levantó, tomándome en brazos como si fuera una muñeca y me llevó a una de las mesas para tirarme en ella con las piernas en alto, abiertas y él se colocó en el medio en seguida.
Traté de incorporarme, pero en ese preciso instante, Liam rozó la zona hipersensible de mi sexo y caí de espaldas encima de la mensa de nuevo con un grito en la boca. Comencé a respirar como una embarazada en la camilla de parto y poco a poco sentí como mi corazón encontraba el término medio de la respiración correcta.
Unas manos fuertes me alzaron y terminé sentada con el cuerpo de Liam aun entre mis piernas.
-Gaela, mírame.
Levanté la vista y la clave en esos ojos azules, brillante con las pupilas dilatadas completamente. Hubo un silencio, solo unos segundos donde nuestras mitrada parecían estar perpetuas unidas por un hilo invisible, pero solo yo notaba ese estado de inútil total, una de las manos de Liam cayó en mi muslo y la otra subió por mi espalda, moviendo sus dedos como si mi espina dorsal fuera un teclado. Llegó hasta mi cuello y sus dedos se abrieron para abarcar más zona y continuar con el masaje. Y en ningún momento retiré mi mirada de la de él.
-Relájate y disfruta. Escucha solo el sonido de mi voz. –Le dije que si con la cabeza mientras notaba como esos dedos pasaban por debajo de la zona de mi oreja. –Cierra los ojos. –Dijo suevamente, casi en un susurro rebosante de serenidad.
Cerré los ojos, escuché su voz, como una cuenta y cuando el tres se hizo eco, los abrí y una cortina de colores, como los puntos en un televisor apagado llenos de arcoíris me invadió la mirada. La cortina fue desapareciendo poco a poco, al tiempo que sentí un cambio brusco en el peso de mi cuerpo. Me sentí pluma y llena de electricidad, parpadeé para centrar mi mirada y de pronto Liam había desaparecido, estaba sentada en la mesa con las piernas colgando y sola.
-¿Liam? –Murmuré mientras buscaba a mis lados o a mi espalda y escuché mi voz en ecos, como si fuera un sonido lejano.
-Estoy aquí.
Me giré y me lo encontré, como si hubiese aparecido de la nada delante de mí, justo entre mis piernas con esa oscura y feroz mirada llena de sexo prometedor. Mi pulso se aceleró y mi respiración se volvió loca. Liam se acercó un poco y rozó sus labios con los míos, soltó un gruñido y se retiró. Aturdida por lo lentos que pasaban los movimientos ante mí, me apoyé con los brazos, y vi con gran claridad como si se tratara de una escena exagerada de 3d, algo sobre natural, como Liam se agachaba, apoyaba sus manos en cada muslo y me habría más de piernas, des `pues sacó su lengua y es movimiento se ralentizó de una forma inexplicable, hasta que lo sentí, como una batida de aire en mi pliegues.
Me caí de nuevo a la mesa, solo que la caída fue diferente, frenada, lenta y como siendo mecida por el viento. Cuando choqué sentía la brisa que hace la arena cuando un golpe la levanta y la escampa por todas partes.
Flotar, sí, esa sería la palabra correcta.
-Gaela, mírame.
Levanté la vista y me fijé en esos ojos azules, pero algo, un cuerpo a su espalda llamó mi atención.
Era Ivan…
Quise incorporarme pero ese cuerpo se duplicó, y entonces Ivan, varios de ellos, copias perfectas, nos rodearon. Tal vez ocho, o siete, o cinco, todo eran ojos grises clavando sus ojos en nosotros.
Tenía que estar alucinando y más, cuando Liam comenzó su juego, su tortura y su muestra del placer sin sentirse nervioso porque otro hombre nos observara.
Soltó el aire y dio un lametazo, me arqueé gruñendo mientras Liam olía con intensidad mi aroma. En un principio sentí vergüenza de estar tan a la vista, de que un hombre me viera tan desnuda, pero había algo, una voz en mi cabeza que me decía que esto no era real. Pero sí que lo era, lo sentía con gran intensidad, ya que aun pensando que estaba soñando por el ambiente de desconcierto que me rodeaba, el aliento de Liam continuaba cayendo y era demasiado cálido como para negar todo lo que estaba sucediendo.
-Tu sabor es idéntico a la droga… Me está volviendo adicto.
Su lengua se metió por los pliegues, jugando con ellos, mordiéndolos y no pude evitar arquearme con más fuerza, obligando a mi cuerpo a colocarse en una postura que debería de haberme hecho daño, pero en mi cuerpo solo había placer.
Esto solo era el principio, me comunicó mi cabeza para disfrutar de la envolvente sensación que era tener su boca, sus labios y su lengua en mí.
Liam pasó la lengua por toda la zona, de abajo arriba y llegó hasta mi punto débil, le dio unos golpecitos al principio, como para acentuar su tacto y después los succionó con calma.
Abrí los ojos con la cabeza de lazo, casi sin fuerzas y me choque con un Ivan puesto cara mí, el de al lado también me miraba a mí… Todos me miraban a mí, y me pregunté porque mi imaginación me metía a ese hombre en la cabeza, pero entonces Liam, como si supiera que no estaba pensando en él, succionó con más fuerza. Grité de dolor e inmediatamente su lengua curó la herida infringida con una seria de lengüetazos lentos y pausados, aún más enloquecedores que los de antes.
-¿Te gusta esto, Gaela?
-Zea. –Mi respuesta fue un grito inteligible.
-¿Quieres que me detenga?
-Te mataré…
La risa de Liam chocó contra esa zona y me estremecí.
-Apenas puedo esperar a oírte implorar cuando ya no puedas soportar el deseo. -Me rozó de nuevo el clítoris con la punta de su lengua y yo gemí de nuevo. –Y lo harás.
Esto era increíble, fascinante. No podía describirlo, me sentía volar, flotar. Lo veía a él entre mis piernas, mientras que Ivan estaba en todas partes, mirando la escena con cara de ira… Era tan loco como alucinante. No entendía como era posible, como podía estar pensando tales cosas, como tenía tanta imaginación como para disfrutar del placer de un hombre mientras mi cabeza me mostraba a otro, jodido mientras observaba lo que le hacían a su futura mujer.
Ohhh, y Liam.
Desde luego que para ser mi primera vez, estaba deseando probar el sexo, sentir por fin un pene dentro de mí y quien mejor que Liam para desflorarme…
Sentí un leve tirón, y Liam despareció de ese escenario. Me incorporé y de pronto, las imágenes de Ivan también desaparecieron con un velo de colores. Inmediatamente, escuché un golpe, como una palmada o un chasquido de dedos y caí, caí de una gran altura a la mesa, choqué casi estampándome contra la madera, pero todo se trataba de mi imaginación, porque estaba en el mismo salón, encima de la misma mesa y con la misma postura, solo que Liam se encontraba a unos dos metros alejado de mí, cabizbajo y dándome la espalda.
Aturdida por la sensación extraña de estar perdida me pasé la mano por la cara y miré a mí alrededor. Otra vez me sentía yo misma, pesada y con todo pasando a un ritmo normal. Miré a Liam de nuevo.
-¿Liam? –Mi voz, aunque con el matiz de la preocupación resonando, sonó alta y clara.
Se giró con cara incrédula y clavó sus ojos en mí.
-¿Eres virgen?
Me tensé del mismo modo que si me hubiese golpeado con fuerza en la cara. Mierda había vuelto hablar en voz alta. Bajé de la mesa, me coloqué el vestido y levanté la vista hacia él.
-Sí. –Contesté como algo natural.
Vale, no era algo tan natural, pero en mi condición y con la corta lista de novios nada duraderos que había tenido, la ocasión tampoco se había presentado. Y tampoco esperaba que fuera con velas, flores o cosas románticas… bueno, algo romántico no me importaría. Pero aun así no entendí el motivo de esa cara, parecía pasmado.
-¿Qué edad tienes? ¿Quince? –Preguntó con sarcasmo.
-¿Qué? No. Tengo veintidós. –Me miró más incrédulo y con los ojos tan abiertos que casi se le salen de sus cuencas.
Respiró con fuerza, prácticamente castigando a sus pulmones para que entrara y saliera el aire cuando a él le diera la gana y no por la necesidad de respirar.
-Puedo tolerar a otro hombre ¿Pero que sigas intacta?…No, eso no…Ni siquiera puedo creerme que te reserves para ese gilipollas. –Me dio la espalda de nuevo y se pasó las manos por el pelo, como tratando de relajarse. -Es increíble… ¡Mierda! –Se giró cara mí y me miró con unos ojos fríos como el acero de una espada. -¿Sabes lo que he estado a punto de hacerte? ¿En una puta mesa? ¿O cómo te lo iba hacer?
-No soy una cría. Se lo que iba a pasar y como. –Le grité rabiosa por ese comportamiento.
Me hacía sentir tan culpable como humillada, insultada, como si fuera una incrédula que no entendía nada.
-No, no tienes ni idea. –Rugió como una bestia con la mandíbula temblándole.
Se transformó. El demonio estaba de vuelta. Todo su cuerpo se tensó, sus puños se apretaron con fuerza y sus labios se convirtieron en una línea recta y apretada.
-Lárgate. –Me ordenó más rudo que nunca y esta vez no había ni rastro erótico en su voz, todo era rabia y violencia.
Esta vez no solo había recibido un golpe en toda la cara, es que el golpe me había girada la cabeza y me había dejado la marca de su mano ardiendo en mi mejilla.
Me tragué el nudo en la garganta y avancé, pero al llegar a su altura me frené y me giré cara él con la barbilla alta.
-No vuelvas a buscarme. –Le escupí con rabia.
-Tranquila, que no lo haré. Tengo a otras, más experimentadas, que me ayudaran.
Sentí la mandíbula temblar y como mis dientes chocaron unos con otros. Cerré los ojos al ver como la imagen de la última rubia, la misma con la que se había ido lo satisfacía y cuando los abrí lo miré con furia renovada.
-Tu inteligencia emocional es la de un niño de cinco años consentido. Y para tu información, no estoy a tu altura…
-No, desde luego que no lo estas. –Me cortó y me mordí la lengua aguantando un grito.
-Alucino contigo.
Apreté los puños y me di la vuelta para salir de ahí cuanto antes, solo quería perderlo de vista y correr, correr todo lo que mis piernas me permitieran para poder descargar, de alguna forma, toda la ira, el dolor y la humillación que sentía.
-Por cierto. –Me llamó antes de llegar a la puerta, tan solo lo miré por encima del hombro, ese tío no se merecía ni mi plena atención. -Olvida todo lo que te he dicho. No pienso follar contigo ni ahora ni nunca. No voy desvirgando a mujercitas.
Eso sí que me motivó a girarme cara él y dar un paso al frente, pero me tuve que controlar apretando los brazos contra mi cuerpo para no meterle un golpe y dejarlo tonto.
No flipes, solo conseguirías hacerle cosquillas.
-Bien. ¿Ponemos punto y final?
-Por favor, no deseo otra cosa. –Dijo con chulería y sentí como todos los pelillos de la nuca se me plantaban.
-Que te den… Payaso salido de un manicomio.
Liam apretó la mandíbula y vi como su vena en el cuello rebotaba contra su cuello.
-Sayonara Teletubbie… Vuelve con tu novio “Don dibujo animado”.
-Gilipollas. –Siseé entre dientes.
Liam abrió la boca para dedicarme otra belleza más, pero la puerta de la sala se abrió y un cuerpo casi tan grande como el del demonio que tenía delante apareció cortando sus palabras.
El desconocido inspeccionó el lugar hasta dar con Liam, su mirada se relajó completamente y sus labios se ensancharon en una leve sonrisa.
-Aquí estas. Te he buscado por todo el edificio y… -Ese hombre se fijó en mí. Me miró de arriba abajo y una sonrisa de lo más seductora curvó sus labios.
Tenía que reconocer que el desconocido no estaba tan mal, era muy guapo y bastante atractivo. Era de una altura similar a la de Liam, solo que Liam lo superaba. Sus ojos eran de un color entre el azul y el verde, y su cabello, rizado y negro se enrollaba alrededor de sus orejas. Al igual que Liam, este también se cuidaba físicamente, el traje que llevaba le sentaba realmente bien, marcando una espalda ancha sobre unos brazos musculados y realzaba ese broceado de su piel. Pero lo más sorprendente fue el aspecto. Ese desconocido me inspiró el mismo síntoma que Liam cuando lo vi por primera vez:
Cuidadito, es peligroso.
Igualmente, Liam lo superaba en todos los aspectos y con gran diferencia. Desde luego que, el demonio que tenía a mi espalda no tenía mucha competencia.
-¿Y tú quién eres, morena?
Ronroneó de una forma que haría que a las mujeres se les cayera la baba, sin embargo, estaba tan dolida emocionalmente y con un alto subidón de adrenalina que solo me inflamó la mala hostia.
Otro que tal.
¿Es que no había otra forma de diferenciar a las mujeres? ¿Solo por el color de su cabello?
-Louise. –Siseó Liam detrás de mí.
El aludido desvió su mirada y levantó las cejas sorprendido cuando miró a Liam.
-Tranquilo. –Le dijo con voz neutral, como mostrando una bandera de paz, y me devolvió la mirada.-Solo quería conocer a esta preciosa mujer…
-Ella ya se iba. –Informó al tiempo que lo cortaba.
Advertí un tono furioso en la voz de Liam, pero después de nuestra discusión, comprendía que no encontrara el botón de stop con un amigo. Yo tampoco estaba muy calmada.
La voz de Liam que a mí me había producido un estremecimiento, a Louise no le produjo nada, ya que sonrió de nuevo con picardía y se acercó a mí.
-Louise. –Amenazó Liam con insistencia.
-Me llamó Louise Born. –Levantó la mano y la dejó en el aire. -¿Y tú eres?
Miré esa mano y sonreí con sarcasmo.
-Encantada Louise… -Escuché un rugido de fondo que chocó contra mi espalda, pero me la bufó.-…Me llamo: Ala Mierda.
Choqué esa mano y me largué.
No me podía imaginar cómo le había sentado a Louise mi respuesta, y aunque me hubiese encantado ver la cara de ambos, tenía otro problema entre manos.
En el momento que salí fuera me encontré a Ivan hablando con uno de los componentes de seguridad. Aligeré mi paso y me acerqué a él.
-…No quiero que me diga que me relaje… quiero que se ponga a buscarla de inmediato.
Estaban a mitad de conversación, y escuchado como criticaba al hombre, la cosa no pintaba muy bien.
-Señor Toscana.
-No, es que está sordo…
Lo tomé del brazo y con gran disimuló lo giré. Ivan estaba a punto de retirar mi mano de un tirón cuando se dio cuenta de que era yo. Entonces, me choqué con otra bestia.
-Lo siento…
-¿Se puede saber dónde demonios estabas? –La cosa no pintaba muy bien, nada bien. Ivan estaba más enfadado que antes.
-Estaba en el baño…
-Mentira. ¿Dónde estabas?
Como había dicho antes no se me daba bien mentir, así que hice algo muy imprudente y arriesgado que me iba a destrozar por completo…
Seguramente hoy terminaría en “Cuidados intensivos”
Lo tomé de los hombros, tiré de él y lo besé. Ivan, por supuesto como no se lo esperaba, se dejó, pero para mí mala suerte ya que sus labios borraron todo el dolor pasado, Ivan reaccionó y me separó de inmediato, ni siquiera me dio tiempo a saborear ese bourbon en sus labios cuando el aire rozó el calor que habían dejado
No dijo nada, me miró alucinado y con el pulso retumbando en su pecho. Parpadeó y sacudió la cabeza. Cuando comprendió lo sucedido su mirada me taladró, pero antes de que se pusiera a decirme un millón de cosas… Lo cogí del brazo y con una sonrisa fingida lo arrastré hasta la salida.
Él no se opuso, pero una vez llegamos al coche, me abrió la puerta y me dirigió una mirada oscura.
-Ahora en mi casa, hablaremos de lo que acabas de hacer. –Eso me sonó a amenaza.
Acto seguido rodeó el coche y para llegar a la zona del piloto. Yo respiré, ya que había estado aguantando la respiración, pero en la segunda bocanada me atraganté, porque al alzar la vista, me crucé con los ojos de Liam, apoyado en la puerta abierta de un coche mientras me taladraba con la mirada.
Me estremecí, sentí un calor horrible en la zona que él había hurgado tanto con sus manos como con sus labios, pero entonces recordé el resto del encuentro más sensual de mi vida y retiré la mirada.
-Gaela. –Me llamó Ivan con voz autoritaria. –Entra en el coche de una vez. –Me ordenó rabioso después de dirigir una mirada aquello que me había quitado el aliento. Lo vi tensarse y a continuación me miró a mí. -¿Quieres que te meta yo?
Entré en el coche cerrando la puerta de un portazo e Ivan, tras unos segundos fuera, cosa que no sé qué hizo, entró. Farfulló unos cuantos insultos, arrancó el coche y tras soltar un suspiro dejó caer las manos encima de sus muslos.
-Hijo de…
Sin que me lo esperara yo esta vez, Ivan me tomó de la barbilla y arremetió contra mis labios.
Fue un beso agresivo y aunque quise pararlo -no porque no me hiciera sentir nervio o el calor efecto de su contacto (Que fue algo demoledor como siempre), sino por, la agresividad del beso en sí-, él me lo impidió posando una de sus manos en mi nuca y alargando ese beso salido del maldito infierno. Cuando me soltó, pude respirar y aunque mis neuronas estaba locas dando saltos de vértigo, me sentí un poco utilizada ya que Ivan no me miró y se limitó a meter la primera marcha y salir de ahí disparado, sin embargo, en un auto reflejo, pude ver como la mirada oscura de Liam nos siguió.
Continuará......................