BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

miércoles, 23 de abril de 2014

SAGA LA ESTRELLA ESPARTANA





ADELANTO

                PROLOGO

 


    -Despierta, mi pequeña estrella.

     Lo oí sonar en mi cabeza, vibrar por mi cuerpo, la sensación de que alguien me llamaba, me pedía que despertara, me llenaba los oídos envolviéndolos en una calidez absoluta y abrí los ojos para volverlos a cerrar al instante por una luz cegadora que me daba directamente. Intenté levantar mis brazos para cubrirme, pero un gruñido salió de mis labios. Tenía el cuerpo engarrotado, dormido. Intenté moverme poco a poco, apoyando mis codos hasta que conseguí incorporarme solo un poco y poder estar sentada. Abrí los ojos de nuevo, la luz radiante había desaparecido dejando el rastro de pequeñas llamas de velas que alumbraba lo poco que podía ver.

 Entonces, miré a mí alrededor.

 
                                      

                                        

                                                       Capítulo 1

 
Mi nombre es Alaya Verona, nací a las afueras de Esparta en una humilde choza sin ningún recuerdo de nuestro paso, ni ningún material familiar que arrastrar de nuestros días de vida, la pequeña choza ni siquiera tenía algo de valor que nos acompañara, nuestras pertenencias eran escasas, así que solo vivíamos rodeadas de lo más necesario.
    Viví dos años de mi vida escondida para el mundo, mi madre me tenía encerrada, solo me sacaba fuera de la casa cuando viajábamos a otro poblado, que se convirtió en algo constante. Viajábamos de pueblo en pueblo huyendo de algo o de alguien. Yo era muy pequeña y no me enteraba de nada. Solo recordaba estar entre sus brazos, escucharla llorar en silencio y sentir como sus lágrimas caían sobre mí, la sentía temblar y suspirar mientras yo jugaba con sus mechones en bucles negros y brillantes que caían hacia mí, acariciando mi nariz o mi mejilla regordeta. Ella me miraba y besaba mi carita mientras me decía que me quería una y otra vez.
Cuando cumplí cuatro años mi madre me dejó en los exteriores de Grecia, en los brazos de un hombre que decía ser  mi tío, con un camafeo enrollado en mi pequeña manita y un tierno beso en mi moflete donde sentí sus lágrimas cálidas caer sobre mí por última vez.
Epicydes Verona, mi tío, me crio con su gran familia en su gran castillo. Él era príncipe, hermano de mi padre y aunque no me conocía me acogió con cariño. Ese día dormí en sus brazos y ese día me enteré de quien era yo,  porque mi vida era tan importante y porque mi madre me había traído a él.
Mi padre era futuro rey de Roma y mi madre era hija del emperador del Olimpo y yo era la heredera de estos dos reinos. Solo que no era una realeza normal, mi padre pertenece a la Alianza Real, los Dragones, mitad vampiros mitad licántropos. Y mi madre pertenece al lado Celestial, los Victorianos, dioses y semidioses. Mi padre es nacido de maestros Dragones, portando sangre real y mi madre es nacida de dioses portando sangre celestial y yo soy mitad de cada uno. Tengo la fuerza y la vista de un vampiro, pero no su sed, tengo la rapidez y el olfato de un lobo, pero no me transformo, tengo el poder de un dios, pero no conozco toda su magnitud, y tengo  una de las cosas más importantes de todas ellas, el corazón de un humano.
Olvidada por mi padre y abandonada por mi madre, crecí junto mi tío Epicydes, él nunca me hablaba de ellos, no supe si se habían casado, si mi padre había amado a mi madre o si simplemente fui el fruto de una noche de calurosa e incontrolable pasión. Yo le preguntaba pero él me cambiaba de tema o simplemente no contestaba, con lo cual, al cabo del tiempo dejé de preguntar, al menos sabía quiénes eran, los tenía retratados en el camafeo que mi madre me había dejado y que siempre llevaba al cuello. Crecí sin sus amores y un rencor y dolor creció dentro de mí, me habían olvidado, era lo único que tenía grabado en mi corazón.
Era una extraña donde me críe, todos eran lobos, menos mi tío que era un Dragón, no sabía a qué mundo pertenecía yo, todos me daban de lado, nadie quería estar conmigo, era el bicho raro de la manada. Por lo cual me pasaba todo el día sola menos cuando mi tío o Drumon (su mano derecha) me entrenaban a aprender a manejar mi fuerza, a saber defenderme, a ser más rápida y aumentar mis reflejos. O también estaba con él cuándo me hablaba de nuestra descendencia, los seres que había a mi alrededor,  los tres mundos que nos rodeaban.
Uno era el lado Celestial, los dioses, donde los más ancianos se hacían llamar Baurones, ellos eran los Emperadores. Luego estaban sus descendientes, de sangre real, los cuales se les llamaban los Victorianos, y los nacidos de dioses y humanos se llamaban los Alfa. Mi madre era una Victoriana, hija de un Emperador Bauron y muy antiguo. El otro mundo era el lado Real, son los vampiros,  licántropos y la Alianza Real, esta última son la mezcla de estas dos sangres, que son los antiguos, los más poderosos y de sangre más pura. Estos se llaman los Dragones y aquí pertenece mi padre,  él es un Dragón, de linaje de reyes antiguos. Y el último mundo son los humanos, ajenos a estos reinos menos unos pocos que son los que utilizan estos dos reinos como siervos.
Entonces comprendí porque mi vida era tan valiosa, soy única, nunca ha existido un descendiente con mi mezcla de sangres, aunque se hubieran unido estas dos razas la mujer nunca se había quedado en estado, eran sangres incompatibles, se destruían mutuamente, yo era la excepción de la regla, la única superviviente y a la vez una bomba. No se sabía hasta donde podía alcanzar mi poder o si alguien quisiera utilizarme para destruir o hacer daño. Luego también era la única mujer que tenía los genes de los Dragones, había vampiras nacidas y lobas, pero no había en el mundo una mujer Dragón. Y eso me hacía aún más valiosa.
Por eso mi tío no quería que saliera del recinto, me tenía clausurada, encerrada entre las murallas, pero me quería, me adoraba y me daba amor mientras que el resto me daba la espalda.
Fui creciendo y aprendí muchas cosas sobre mí, aunque mi tío no quería que utilizara mi poder Victoriano para no despertarlo yo lo usaba pero con cuidado para no llamar la atención, ya que nadie sabía lo que era realmente. Era la mejor tirando al arco sin entrenarme, sabia montar y controlar a un caballo sin haber montado nunca en él, sabía que ponía en cada libro de la grandísima biblioteca del castillo sin haber leído ninguno. Eso lo sabía con solo tocar, cuando quería saber algo, aprender a usarlo, o aprender una nueva lengua, tocaba el objeto que precisaba y a mi mente venían en imágenes toda su historia, controlaba la visión hasta encontrar lo que quería. Esto no funcionaba con los vivos ni con los animales. También podía hacer invisible un objeto grande o pequeño solo con la mente sin necesitar tocarlo. Me encantaba, era poco lo que sabía pero lo ejercía e intentaba averiguar que más poderes tenía escondidos en mi interior.
   Pasaron los años y mi cuerpo iba cambiando, donde antes había carne y nada de formas, ahora había curvas y piel suave, dorada y sin ninguna marca o cicatriz, mi cuerpo se había reformado y atenuado cada forma perfeccionándolo, lo que provocaba que las miradas de los hombres se posaran en mí de otra manera, ya fueran jóvenes o ancianos, sus miradas se hacían más lascivas, me miraban tan fijamente que a veces me asustaban, ningún hombre se me acercaba, dos guerreros me seguían a todos lados e incluso ellos se quedaban embobados mirándome y eso me ponía nerviosa, aunque no me tocaran notaba que lo deseaban. Intentaba salir lo mínimo para no cruzarme con esas miradas y no lo entendía, evitaba mirarme en un espejo, me sentía un monstruo y aunque mi tío me decía que era la mujer más hermosa que él había visto en su vida yo no me veía así, me veía diferente.
En esa época mi tío me tenía más controlada, más vigilada y eso me agobiaba, me sentía enjaulada como las águilas que habitaban por el castillo y solo salían de sus jaulas para enviar un mensaje algún reino vecino, pero luego regresaban a su humilde y pequeña habitación de hierro. No podía vivir así y comencé a escaparme algunas noches al exterior de las murallas, en los bosques, donde había un lago escondido entre los árboles llamado Raso Lunar. Lo llamaban así porque decían que la luna se miraba por las noches en él y lo alumbraba dándole un brillo y un color mágico. Una de las noches que me escapé y me dirigí al lago, era luna llena y el agua brillaba en magnificas burbujas, dándole vida a todo a su alrededor, me agaché y vi mi reflejo en el agua, metí la mano en ella y estaba tibia, atrayente para darse un corto baño. De pronto, debajo del tranquilo silencio escuché un crujido a mi espalda y sentí un escalofrió recorrer mi espina dorsal, me giré y me levanté lentamente. Una sombra alta con los ojos brillantes me miraba fijamente, su mirada me hipnotizó atrapándome intensamente, el corazón comenzó a bombearme muy deprisa y mi respiración se aceleró sin control, la sombra avanzó hacia mí y me asusté de su cercanía, estaba aterrada y comencé a correr hacia el castillo lo más deprisa que pude sin mirar atrás. No sabía quién era, solo sabía que no era humano y olía como mi tío, como un Dragón.                                      
 Llegué al castillo y me encerré en mi habitación, me dije que nunca más volvería a salir del castillo. Fuera quien fuera, esa mirada se grabó en mi mente y el cosquilleo que me había provocado no se fue de mi cuerpo en toda la noche, recordando a esa sombra hasta en mis sueños.
Una semana después del incidente en el bosque todo cambió, nos atacaron al caer la luna y salir el sol, vampiros, lobos y alfas, no entendía que estaba sucediendo, nuestras  propias razas nos atacaban sin compasión, yo me encontraba en el patio de fuera protegida por cuatro guerreros lobos del ejército de mi tío a mi alrededor, viendo a cámara lenta como masacraban todo sin poder hacer nada, veía como atacaban, dañaban y quemaban todo lo que había visto crecer conmigo, como intentaban destruir a la única familia que tenía y el alma me dolía.
-No permitáis que nadie se acerque Alaya, protegerla con vuestra vida.- Gritaba mi tío una y otra vez, sin que nadie se opusiera a su orden y arriesgando su vida por mí.
Los guerreros se acercaban más a mí, cerrándome dentro de un  círculo perfecto que me protegía como una muralla fuerte y alta e imposible de derrumbar, con sus espadas en las manos mataban a todo aquel que se atrevía acercarse tan solo a un metro, yo, sin embargo, no podía retirar la mirada del poderoso y musculado cuerpo de Epicydes.
   -¿Os envía la maldita bruja Esbeltina?- Preguntó Epicydes a un vampiro que acababa de derribar.
¿Esbeltina?, pero quien era esa bruja, ni siquiera sabía que existieran brujas, me pregunté. De pronto, dos lobos atacaron a Epicydes por la espalda hiriéndolo, Epicydes cayó al suelo desarmado, los lobos volvían atacarlo de nuevo por la espalda como traidores acechando a su presa. Al verlo grité angustiada extendiendo mi brazo hacia él mientras dos lobos que me protegían me cogieron intentándome mantener dentro del círculo.
Silencio, todo se quedó parado, los que nos atacaban se quedaron congelados en el tiempo, mi tío se giró sorprendido hacia mí, sus ojos brillaban, yo lo miraba con lágrimas en los míos y el corazón en un puño sintiendo los latidos de mi corazón en los tímpanos retumbando como tambores.
  -¡Matarlos a todos, rápido, no dejéis uno vivo! –Gritó Epicydes.
Notaba como mi energía me agotaba, no podía aguantar mucho, pero sacaba fuerzas de mi interior pensando que yo era la última oportunidad para que mi gente ganara esta batalla, no los podía dejar sin mi ayuda, no los podía abandonar ahora, cada uno de ellos dependía de mí, de mi poder.
    Caí al suelo de rodillas, la pelea terminaba, estaban acabando con todos. Mi tío se acercó a mí y me cogió justo en el momento que caía, le sonreí y él alzándome en sus brazos me sonrió, me llevó a mi cuarto, me acostó en la cama y me dio un beso en la frente, oí los vítores de fuera, habíamos ganado, todo había acabado.
   -Todo se ha terminado, ahora descansa pequeña. Te quiero.
Le sonreí y le cogí la mano para que se quedara un rato conmigo, se apoyó a un lado de la cama y me dio el amor del padre que nunca tuve, pero que jamás me hizo falta estando él conmigo.
   -Yo también te quiero.- Le dije y a los segundos me dormí.

 

Ahora acabo de despertar con la voz de un hombre que no sé quién era y que nunca había escuchado en mi vida, un sonido que aún retumbaba en mi cabeza y que me llamaba su estrella, en un lugar que no conocía y en una cama donde no me acosté y donde no recuerdo haber llegado. Me sentía entumecida, con el cuerpo engarrotado y dormido. Rodeada de cinco vampiros, apuntándome a la cabeza con algo plateado del que salía humo y cinco bolitas plateadas a seis centímetros alrededor de mi cabeza paralizadas en el tiempo como los vampiros.
    Y sobre todo con dos preguntas en mi cabeza
    ¿Quiénes son? Y ¿Cómo he llegado a este lugar?

 

ESTA OBRA ESTA REGISTRADA EN SAFE CREATIVE Y TIENE LOS DERECHOS COMPRADOS EN TOTAL DEL DICHO MANUSCRITO


sábado, 12 de abril de 2014

NOVELA TERMINADA

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Encadenados

 

             SINOPSIS

 

La vida es así.

Dana jugó con el fuego demasiado tiempo, ahora su padre, tras un ultimátum, la obliga a casarse con un hombre que no conoce durante dos años. Ella cree que será algo fácil, ya que él parece tan poco interesado en ella como ella en él. El problema es que aparece un tercer hombre que parece interesado en Dana y esa intromisión hará que su flamante marido comience a interesarse en el bulto que le han adjudicado por culpa de deberle un favor al padre de dicha molestia.

Ella pondrá sus vidas patas arriba, mientras que…

El derecho por ella crecerá, el amor por ellos aumentara, el odio alimentara sus corazones y el triángulo se convertirá en una red de extraños sucesos que desencadenará la historia de amor jamás contada.

 

 

 

EL DESENCADENANTE

 

    Sentada en el porche de mi antigua casa (Porque así seria a partir de hoy) pensaba en todo. Todo lo que había hecho para merecer el maldito castigo que mi padre me había infringido hace ya dos semanas.

    Estaba realmente jodida.

    Apagué el cigarrillo con la suela de mi zapato de mil doscientos dólares (regalo de papi) y me enchufé otro. Había deseado haber cogido la botella de tequila y amorrarme un rato a ella hasta perder el conocimiento, solo el mínimo para no recordar esta mierda de día, el día de mi despedida de la soltería, de mi nueva vida…¿? MMMM…En este caso debería pronunciarlo como mi nueva entrada a una cárcel de máxima seguridad.

    Sacudí la cabeza y solté una larga retaría de tacos que me salió directamente del corazón. No sabía en qué punto había comenzado a alejarme del camino correcto, jamás lo sabes, pero si mi padre me había dado este ultimátum, es que la cosa se había desmadrado de una manera catastrófica, y en verdad, lo peor de todo es que el viejo tenía razón.

    Había nacido en una familia muy acomodada, no nos faltaba de nada, ni a mí, ni a mis padres ni a mis dos hermanos mayores, pero por lo visto, no era suficiente para mí. Mi madre murió cuando yo tenía diez años, me dolió en el alma perderla, toda la familia superó el dolor a su manera, pero eso no fue el interruptor que me hizo cambiar a mí, continué con mi vida, asistiendo a los mejores colegios, las mejores escuelas de baile, de natación, de violín y mierda de esa de los pijos… el tiempo pasó, lento y aburrido, todos días la misma mierda, no encontraba nada que me llenara, todo me aburría tanto que comencé a faltar a esas putas clases que le habían costado un riñón a mi padre.

    Y como no. Mis ausencias injustificadas fueron a parar a sus oídos y la situación fue de mal en peor para mí.

    Los  castigos se iban profundizando y, aunque al principio me amargaban y deseaba matarlos a todos, descubrí que… era fácil escaparse de casa en cualquier momento. Mi padre trabajaba demasiado y casi no se percataba de mi estancia en casa y mis hermanos…, bueno, para esos lameculos yo prácticamente era el órgano mal trasplantado de la familia, así que, me olvidaban completamente.

    Una noche, en una de mis millones escapadas conocí a una pareja, una pareja poco común que vivían al día como podían con poca pasta y disfrutaban de cada momento. Salí con ellos esa misma noche y me llevaron a un antro bajo las calles de Manhattan, donde había peleas de todas las clases; desde animales, hasta lucha libre y bailes. Ese detalle me enamoró al instante y decidí, meterme dentro de ese mundo. Conocí a más gente de toda clase, mala para mí, perjudicial para mí y problemática que te cagas para mí, pero todo era diferente, emocionante y por primera vez sentí una intensa adrenalina por el cuerpo que me movía a vivir a tope cada día. Entre toda la nueva revolución de mi nuevo mundo conocí a un chico, un chico malo, cabrón y realmente sexy en todos los aspectos, él también me enamoró al instante y por suerte o desgracia… nuestros caminos se cruzaron y ahí comenzó mi carril a desviarse.

    Me metí de todo y bebí hasta no saber en qué día estábamos, me largaba del país a conocer otros mundos o directamente desaparecía del mundo sin dejar ninguna nota a mi padre. Más de una vez la pasma me había buscado por denuncias que mi padre había interpuesto por desaparecida. Los esquivaba y la lucha era insistente, hasta que me aburría y decidía caerme por casa, pero cuando llegaba a casa mi padre me echaba el maldito sermón de siempre, una misa que me entraba por una oreja y me salía por la otra.

    Vivir la vida, no quedarse en el mismo lugar… El movimiento es vida.

    Ese era mi lema, no hacía daño a nadie, prácticamente me lo hacía a mí misma.

    Hasta que un día mi chico se enrolló con otra tía delante de mis morros.

    Esa noche llovía, todavía lo recuerdo, caminé durante horas hasta que los rayos del sol iluminaron el cielo, hasta que ya no me quedaron lágrimas en los ojos, hasta que se me fueron las ganas de vivir, eso era el amor, el primer amor nunca se olvida y es el más dañino y aunque creas que no puedes más entonces aparece algo que lo cambia todo. Para mí fue un ángel vestido con mallas. Ese día o noche, a ese punto ya no lo recordaba todo muy bien, solo los cuernos que llevaba puestos y que estaba en toda mi cima de colocación… me desperté en otra casa siendo cuidada por una chica menuda con un cabello rojo como la sangre. Amapola, así se llama mi mejor amiga ahora mismo. Nos hicimos inseparables, le presenté a toda mi gente y ella me presentó a la suya, continué conservando mis peligrosas amistades pero comencé a pensar antes de actuar. Amapola era mi controladora, pero, por una aspirina que fuera abecés deben dejarte unos días y, es ahí donde apareció mi sentencia, la culpa de la mierda de donde estaba metida ahora.

    Amapola se fue fuera a ver a su familia unos días y yo la cagué al máximo.

    Apareció él, el cabrón, y como siempre caí en su red, la jodí hasta tal punto que terminé en urgencias con un maldito gotero en el brazo. Cuando desperté las únicas personas que había a mi lado era mi padre y dos policías.

    No recordaba nada de nada. Por lo visto, lo que había podido escuchar a los agentes en una conversación que habían mantenido con mi padre, era que me habían pillado hasta arriba de todo tratando de robar un coche, me habían tratado de detener pero había huido y después de unas horas me habían encontrado tirada en un puto parque.

    Ni idea, esto no era nuevo para mí, pero si una auténtica pesadilla.

    A partir de ahí todo comenzó a cambiar y, ahora aunque habían pasado dos semanas, la maldita ansiedad no se me había pasado nada de nada. Cuando conseguí recuperarme no fui a mi casa a descansar, por lo visto mi padre había vendido mi piso (Herencia de mamá) Y había trasladado todas mis cosas a una guardilla de mierda justo encima del súper-pisazo donde vivía uno de mis hermanos. Me lo había quitado todo, dinero, coche, casa y libertad.

    Libertad sí. Eso principalmente.

    Había tenido que hacer un trato con él o se desentendía de mí, me denegaba como hija, me dejaba sin herencia y muerta del asco en la puta calle. Olvidada por todos.

    El contrato que había firmado una semana antes tenía siete cláusulas y una, la primera de todas esas estúpidas normas legales, la tenía que cumplir hoy.

    Casarme con un millonario viejo verde y limpiar el nombre de la familia que gracias  a mí estaba por los suelos y más abajo.

      Increíble ¿Verdad?

 

  DANA

 

  -Venga… Loca ¡Que te esperan para la gran boda! – Puta Amapola. Su grito no solo me había sobresaltado, sino que encima me había proporcionado un espeluznante cosquilleo helado por toda la espina dorsal.

  -Ya voy coño.

    Tiré el cigarro al suelo, lo aplasté, me levanté y me arreglé el carísimo vestido, modosito, blanco nuclear ceñido al cuerpo y por la rodilla que papi me había regalado (Y que por primera vez me había hecho llorar al ver la caja con un lazo rojo, pero no de alegría, eso era la prueba irrefutable de la maldita vida que me esperaba) miré por última vez el que había sido mi hogar durante cinco años y caminé hacia el coche de mi amiga.

  -Estas que te cagas de sexy. –Le dediqué una mirada fulminante y me mordí los labios por no enviarla a la mierda. –En serio, tu novio va a desear que comience la noche de bodas.

  -Que te jodan. –Miré hacia delante y me crucé de brazos. –El contrato no estipula que me tenga que montar encima de un viejo para hacérselo pasar bien.

  -No puedes estar hablando en serio… -Amapola soltó una carcajada y luego me miró. –No te adelanto nada, deseo que te lleves tú la sorpresa pero… -Se cayó. –El viejo te va a dar una buena sorpresa.

  -¿Esto te divierte? –Le pregunté seriamente, ella solo me sonrió. – Estoy segura que te has confabulado con mi padre en arreglar esta boda.

  -Que no te siente mal, pero estoy de acuerdo con él en esto. Sinceramente, creo que es lo mejor que te podía haber pasado.

   -Sabes que te digo. –Le dije con una mirada de lo más amenazadora. –Vete a la mierda.

    Amapola arrancó y salimos disparadas. Mi amiga era un trocito de nube caído del cielo, tenía sus defectos como todos, pero era, dentro de todo lo malo de mi vida, lo más sano y en su sano juicio que había conocido. Pero desde que se había enterado de que me iba a casar se había convertido en un maldito incordio, abecés pensaba que mi padre la deseaba a ella más como a su propia hija que a mí, si es que aún me quería.

    Llegamos al lugar, una capilla civil dentro de un ayuntamiento. El lugar estaba despejado, varios coches, supongo que los de mi familia política y los de mi futura familia, ya que aparcamos en una zona reservada. Amapola salió del coche y por un momento, viendo ese gran y elegante edificio me quedé de piedra. No por su exuberante estilo barroco, sino por el estado de putos nervios que llevaba encima.

  -Danatella. Sal del coche. –La voz autoritaria de mi padre, inconfundible. Era la única persona en este mundo que me llamaba así y la única también que podía hacer que mi nombre sonara tan violento. Pero ni eso me infundió el ánimo que necesitaba, realmente lo único que provocó es que deseara salir disparada de ese lugar, fugarme y esconderme a conciencia profundamente bajo un montón de arena del desierto. –Danatella…

  -Señor Divoua, -La voz de mi amiga tranquilizó a mi padre, que le dedicó una tierna sonrisa. Esto era el colmo. -déjeme a mí por favor. – Amapola volvió a meterse dentro del coche y mi padre, junto con mis hermanos que esperaban atrás, se dieron la vuelta y se dirigieron hacia la puerta del ayuntamiento. –Oye Dana, tienes que… -Se calló ya que algo en mi rostro tubo que silenciarla, me tomó de la mano y comenzó acariciarla. –Solo será unos segundos, después volverás a casa y te comportarás para que tu padre no vuelva a joderte de nuevo, será fácil, más que fácil.

  -Son dos años casada con un hombre que ni conozco.

  -Sí, y que verás ahora y no volverás a ver hasta que tengas que presentarte en uno de tantos actos sociales que él este invitado, nada más Dana. –Le dio una palmadita a mi mano cariñosamente. –Tú puedes hacerlo, eres muy fuerte, no me defraudes amiga. –La miré y la sinceridad que había en su mirada me animó, solo un poco. –Sabes, lo guardaba para después pero… -Me soltó y se asomó a los asientos de atrás, después sacó una caja de regalo y me la mostró. –Creo que ahora te vendrá de lujo.

  -¿Qué es? –Pregunté con la caja en la mano.

  -Ábrela. -Me animó Ama mientras comenzaba a rebuscar por los sillones traseros de nuevo.

    Deslicé mis dedos por la suavidad del lazo hasta la punta, después tiré deshaciéndolo y finalmente rompí el papel. Una caja transparente me presentaba la etiqueta amarilla sobre un vidrio de forma rectangular de una de las mejores botellas de tequila que había visto en mi vida. Miré a mi amiga con las cejas alzadas. Otra de las normas que mi padre me había interpuesto era cortar por lo sano con todos mis asquerosos vicios, por eso había comenzado a fumar, ese vicio era nuevo. Amapola me sonrió y con dos vasos pequeños tipo chupitos meneó los hombros como bailando cutremente.

  -¿Un chupito? –Canturreó.

    Le sonreí y luego miré la botella.

  -Prefiero la botella…

  -Ni en broma. –Amapola había aparcado las risas y me miraba como una madre mira a su hija después de decir algo malo. –Uno solo…

  -Dos. –Le supliqué poniéndole pucheros. -¿Recuerdas? –Imité el bailecillo tonto que había utilizado ella antes para mostrarme los vasos. –Hoy es mi súper día. –Terminé la frase con un UUAAUU, muy irónico.

  -Está bien.

    Me ofreció el vaso, tomó la botella de tequila antes de que yo la abriera y sirvió dos copazos bien cargados, después alzó el vaso y yo la imité.

  -Por tu nuevo matrimonio y tú esplendido marido.

    Puse los ojos es blanco.

  -¿En serio? –Ella solo me guiñó un ojo.

    Sacudí los hombros restándole importancia y me bebí esa bomba de un trago, el siguiente entró de maravilla y el tercero tras una súplica entró mucho mejor que nunca. Amapola guardó los vasos y salimos del coche. Avanzamos hasta el edificio y entramos, una mujer con unos tacones de miedo nos condujo al salón donde se iba a celebrar las nupcias legales. Antes de entrar un tremendo cosquilleó me recorrió el cuerpo entero… ¿Estaba nerviosa?

    Amapola entró y por un momento me quedé en la entrada paralizada, tastando los estragos de esa extraña sensación, las manos comenzaron a temblarme y las apreté convirtiéndolas en dos puños apretados, tanto que me clavé las uñas.

  -Ni se te ocurra.

    Mi padre, tal vez al darse cuenta de mi estado y por miedo a que saliera corriendo me tomó del brazo y me metió a la fuerza, tirando de mí con estilo, dentro de lo que se puede decir un estilo autoritario de un padre arrastrando a la fuerza a su niña de diez años inmadura y llorica…

    Admito mis defectos.

    Escuché murmullos, voces, varias masculinas que no reconocía y otras que me eran familiares como Amapola animándome a que avanzará, pero, no levanté la cara de mi pecho. Mi vista principal era el adoquinado suelo marrón. Frenamos frente a una tarima, mi padre me dio un empujón y subí ese escalón que se convirtió en el pico más alto de todo el mundo.

  -Puede comenzar. –Ordenó el viejo gruñón que tenía pegado a mi espalda.

    Las voces de fondo se silenciaron automáticamente como si el profesor acabara de entrar en el aula. Alcé la vista lentamente y el hombre que estaba al otro lado de la mesa, pulcramente vestido con un traje, demasiado mustio que le quedaba del culo comenzó hablar. Miré por el rabillo del ojo al hombre que había a mi lado, recto, con los brazos en la espalda y la vista clavada en la imitación a sacerdote que teníamos delante. Era un hombre alto y muy bien formado, es decir, buen cuerpo, musculado pero delgado, olía de maravilla, tal vez un perfume caro y su pose era totalmente segura, no estaba nervioso, pero si un poco tenso, tal vez por la situación. Giré mi rostro para observarlo mejor, no entendía por qué pero, había llamado mi atención. No era un viejo, ni era un apelmazado, estirado hombre de negocios, era totalmente un hombre atractivo, de piel morena, cabello corto negro carbón, rasgos duros pero a la vez tiernos que te inspiraba serenidad y con un perfil definitivamente sexy. Tenía que reconocerlo era muy guapo. Me quedé tan embobada mirándolo que tuvo que notarlo, porque inmediatamente se giró y me miró. Me quedé pasmada, unos ojos verdes se clavaron en los míos, su pupila se dilató y ese hecho se prolongó aumentado, como un reflejo que mi vista quisiera que viera con plena atención. Se dibujó en esos labios una preciosa y perfecta sonrisa, tal era mi estado de shock, que mi vergüenza consiguió ayudarme a retirarle la mirada y clavarla en el suplente a sacerdote que habían elegido para casarnos. Quien a ese punto ya había llegado a los votos.

  -Danatella Divoua, ¿aceptas a Dante Le-Blanc como esposo?

  -Si… -Mi palabra había sonado como un carraspeo, como una tos cortada, como un chillido ahogado, era extraño, pero estaba más nerviosa que antes. El hombre sonrió y luego se giró hacia la dirección de mi acompañante.

  -Dalif, como hermano de Dante y su testigo personal a sus ordenanzas ¿Tendrás que contestar a esta pregunta tú?

    ¿Cómo? ¿Este tipejo no era el tal Dante?

    Estaba alucinando. Si el hombre que tenía al lado no era mi futuro marido, si no su hermano… ¿Con quién coño me estaba casando?

    Los nervios se convirtieron en rabia, algo dentro de mí se removió con violencia, me giré y miré a mi padre lanzándole una apuñalada con los ojos.

  -No hay problema señor Torne. –Joder, menuda voz, ese sonido me devolvió la vista a mi acompañante. -Mi hermano acepta los términos de este matrimonio y como tal, aceptará a Danatella como esposa. –Terminó la frase mirándome y aunque me hubiera derretido en ese intenso verde, la rabia estaba presente (solo un poco, porque el tío este estaba buenísimo).

  -Bien, -Continuó el medio sacerdote. -si los presentes están de acuerdo, yo hoy, declaro que Dante Le-Blanc y Danatella Divoua son legalmente marido y mujer.

    Si no hubiera dicho la frase tan de carrerilla tal vez yo lo hubiera interrumpido, me hubiera girado cara Dalif con una sonrisa y le hubiera pedido perdón por rechazar al miedica de su hermano por no presentarse en su boda y luego me hubiera girado y hubiera enviado a la mierda a mi padre diciéndole que se metiera por el culo toda su fortuna. Tras mi espectáculo, tan merecido, habría alzado la mano con el dedo corazón en todo lo alto para que todos los presentes lo contemplaran y me hubiera largado de allí, pero como el mierdecilla del sacerdote se había metido caña al hablar, cuando pude recapacitarlo todo y terminar de verlo en mi mente ya estaba casada y este, a su vez, había salido perdiendo el culo de la sala.

    Bufé exasperada.

  -Bienvenida a la familia Danatella. –Me giré para ver a Dalif sonriéndome y con la mano alzada esperando a que se la estrujara… lo que realmente me apetecía era estrujar el cuello de alguien y el suyo estaba tan cerca… Tragué aire y me mordí la lengua. Dalif esperó pacientemente a que yo le agradeciera el gesto, pero, no me dio la gana.

  -Así que, tu hermano estaba muy ocupado para presentarse aquí y firmar ese puto papel.

    Mi nuevo cuñado abrió los ojos sorprendido y bajó esa mano. Su expresión era la misma o similar a la que expresas después de que alguien te arroje un vaso de agua fría en toda la cara.

  -No, no…

  -No, no, no. –Repetí con sorna y me acerqué un poco a él. –Sé que solo es un acuerdo y a mí me hace tan poca gracia como a él, pero yo doy la cara y sin embargo… con toda la mierda de respeto que se merece, dile de mi parte que es un cobarde que ni siquiera da la cara. -Hablaba atropelladamente y sin parar. El tequila me hacía efecto. -Y se dice de él que es un hombre de negocios… pues menudos negocios hace que ni siquiera se presente el día que se casa y manda al guaperas de su hermano a que le cubra el marrón y…

  -¡Danatella! –Mi padre con un grito de exasperación me cortó separándome de Dalif y se interpuso entre los dos. –Señor Le-Blanc, perdone a mi hija, tiene un temperamento…Es un poco difícil, pero le prometo que no ejecutará estos espectáculos en público. –Mi padre me miró, con la vista cansada pero el semblante sombrío. –Le aseguro que mi hija actuará adecuadamente a partir de ahora.

    Si, una vez os pierda a todos de vista cerdos insensibles.

  -Señor Divoua, no se preocupe. –Dalif le sonrió a mi padre y luego me miró a mí, clavando esos ojos verdes con intensidad. –Danatella tiene razón, y creo que debo disculparme por mi hermano con ella. –Hizo un gesto de cabeza para que mi padre se retirara y luego, tras echarse a un lado mi padre, Dalif se me acercó con suma elegancia. –Danatella…

  -Dana. –Lo corté bruscamente, él simplemente sonrió más ampliamente.

  -Dana. –Repitió con acentuada forma y prosiguió: -Mi hermano se encuentra de viaje de negocios. Es el dueño de la empresa, tiene muchos compromisos a los cuales no puede faltar, su trabajo lo absorbe y este, especialmente que lo ha interrumpido de improvisto era uno de los más importantes. Le trasmito una disculpa de parte de él, pero, verdaderamente no ha podido asistir, aunque, estoy seguro que querrá conocerla para disculparse personalmente. –Su última frase fue hecha de una forma jocosa que no me gustó nada de nada.

  -No me jodas. –Se escuchó un rumor de risas a nuestra espalda y todas venían de los dos acompañantes de Dalif. –En serio, después de esto te crees que yo tengo ganas de conocer a ese…

  -Danatella…

  -Hombre. –Mi padre me había interrumpido, iba a soltar uno de mis tacos ofensivos, pero en cierto modo estaba dando todo un espectáculo gratuito que comenzaba a molestarme.

    Odiaba ser el maldito centro de atención.

  -Mal empezamos. –Murmuré mientras miraba de un lado a otro.

  -Estoy de acuerdo. –Contribuyó Dalif con una comprensiva sonrisa, lo miré dudando en confiar en ese gesto o… pegarle una patada y largarme de allí de una vez. –Me gustaría invitarte a comer Dana y poder de ese modo… conocernos mejor…

  -No. –Sentencié cortándolo. Él se sorprendió. –Estoy ocupada.

   Y lo estaba. Tenía que ponerme manos a la obra con la lista de reglas que mi padre me había asignado, solo que mi cuñado parecía no creérselo.

  -Es cierto señor Le-Blanc. –Contribuyó mi padre dándome la razón, gracias a Dios, mientras yo miraba a mi hermano mayor con una intensa súplica para que me sacara de ese lugar. –Danatella tiene que organizar su casa nueva…

  -Que espero que me de la dirección. –Cortó Dalif hablándole a mi padre como si fuera su jefe.

  -Por supuesto, le daré todas las indicaciones que quiera. –El viejo parecía estar fuera de su ámbito, e incluso me pareció verle realmente demasiado educado con este hombre… ¿Es que la familia Le-Blanc era más importante que la mía en sociedad?

    Por lo visto sí.

  -Ahora si me disculpa, debo arreglar unas cosas con mi hija, después vendré y terminaremos de conformar esta nueva situación.

  -Aquí estaré. –Sentenció Dalif y después me dirigió una tierna mirada. –Dana, ha sido un placer. Mañana te haré llegar unas cuantas cosas que necesitaras para que estés en contacto con nosotros. Recuerda que ahora, aunque sea por dos años, eres una Le-Blanc y tendrás que actuar como uno de los nuestros.

    Lo miré de arriba a abajo, un poco con chulería y terminé en su mirada. Continuaba con la misma sonrisa en los labios. Se lo estaba pasando bien. Alcé la barbilla me di la vuelta y salí de ese lugar con mis hermanos pisándome los talones.

 
                    
DANTE

 

    Solo hacía tres horas que había llegado. Estaba demasiado agotado, tanto mental como físicamente y lo que menos me apetecía ahora era contestar a Cloe. Desde que se había enterado de que me iba a casar no había parado de llamarme con lamentos histéricos pidiéndome que no me casara. Me encantaba esa mujer, era una autentica amazonas en la cama, pero comenzaba a aburrirme. Mi inesperado matrimonio, aunque no era de mi agrado, me había servido de excusa para dejarla temporalmente. No tenía pensado deshacerme de todas ellas, pero especialmente que una mujer se enamorara de mi era lo peor que podía hacer. Me aburría tan pronto de ellas como de un traje cuando lo repetía varias veces.

    Y ninguna seria especial, como mi nueva mujer.

    Mi nuevo matrimonio solo se trataba de un contrato más, similar al de un teléfono, aunque este, en mi caso no me beneficiaba en nada.

    Le debía un enorme favor a Víctor Divoua y ahora lo pagaba con creces, pero no tenía pensado tomarme cada letra firmada en ese contrato seriamente. Es más, tenía calculado y preparado cada paso para poder evitar a esa niña durante los dos años que nos concernían como marido y mujer. Y mi primera medida había salido a la perfección.

    El teléfono volvió a sonar de nuevo, exasperado me quité la corbata de un tirón y le quité el sonido.

  -¿Cloe? –Alcé la vista y vi a mi hermano pequeño apoyado en el marco de la puerta, le dediqué una mirada turbada contestando a su pregunta y después me senté en el sillón que había detrás del escritorio. -¿Cuándo has vuelto? –Continuaba de pie, con los brazos cruzados y mirándome atentamente, me pasé las manos por el pelo y reposé mi espalda en el respaldo.

  -Hace un par de horas. –Conteste pesadamente. -¿Qué tal todo?

  -Podrías haber venido y lo sabrías. –Su contestación me sorprendió.

  -¿Eso es sarcasmo hermano? –Lo miré con atención y sin dejar a un lado mi mal estar.

  -Solo digo que, -Se descruzó de brazos y comenzó a caminar hasta la silla que había delante de mí, después la arrastró y se sentó en ella. – no te hubiera costado mucho presentarte el día de tu boda… -Se calló y sonrió. -¿Sabes lo que piensa tu mujer de ti?

    Apoyé de nuevo la cabeza en el respaldo y cerré los ojos.

  -Crees que me importa.

  -Pues debería, Mac y Sean se han reído a tu costa durante todo el almuerzo…mmm, la verdad es que, aun sabiendo que sus insultos no eran para mí, ha sido humillante recibirlos, pero reconozco que me reído bastante…

  -¿Te ha insultado? –Abrí un ojo y lo miré.

  -A mí no, a ti.

    Ese comentario me hizo abrir los dos ojos y mirarlo con inquisición.

  -¿A si? –Dalif sonrió más ampliamente y me contestó con tan solo un movimiento de cabeza.

  -¿Ahora te interesa?

  -No más que ayer, pero… ¿Crees que debería preocuparme?

  -No, bueno… no me mal intérpretes, es una mujer un poco impulsiva, pero a la vez carismática. –Se golpeó la rodilla para enfatizar la declaración. -Te aseguro que te dejaría callado a ti también.

    Y me lo creía, su hermano Leon ya me había avisado junto con unas cuantas amenazadas para proteger a su hermana, cuya simple reflexión podía haberse ahorrado, no obstante, tras mi responsable respuesta de infundir tranquilidad, volvió a advertirme hasta el aburrimiento.

    Sentía un gran respeto por el padre de esta familia, por desgracia de sus hijos no podía decir lo mismo, había coincidido con Leon en alguna que otra reunión y casi siempre habíamos terminado discutiendo, tenía mucho temperamento, supongo que su hermana tenía a quien parecerse, sin embargo lo evitaba cada vez que me lo cruzaba, como si no existiera, mientras que con Andreas, bueno, el muy cerdo me había quitado uno de mis proyectos hacía mucho tiempo, en ese momento no le había dado importancia, solo esperaba a encontrar mi propia revancha, y la conseguí un par de años más tarde cuando, su novia se fugó conmigo a una Isla de Tailandia. Había sido divertido, pero había durado lo mismo que un café caliente sobre la mesa de una terraza. Como siempre, ninguna mujer había captado ningún interés sobre mí que no fuera el simple sexo.

    Y ahora la última de la rama, Danatella, otra molestia ininterrumpida con una sorprendente mala educación que se colaba en mi vida sin remedio.

  -Su padre ya me dijo que clase de mujer era, me avisó que tenía un carácter muy fuerte. –Le dije recordando la conversación que mantuve con Víctor sobre su hija.

  -Y lo tiene. –Dalif no dejaba de sonreír y ese gesto comenzó a molestarme. –Pero, no te lo esperas. –Se silenció y por un momento su mirada se perdió. –Cuando entró dentro de la sala, parecía un ángel, vestida de blanco, una mujer alta, delgada, de piernas largas y estilizadas, un poco delgada pero excepcional, con el cabello negro, largo y suelto por toda su espalda, parecía una mujer frágil, iba cabizbaja, nerviosa, por un momento pensé que el tiempo se detenía y que cada segundo estaba pendiente de toda ella, pero cuando me miró, con esos ojos grises, grandes… -Dalif me devolvió la vista de nuevo y pude percibir ese brillo que caracterizaba a mi hermano el haber descubierto un diamante nuevo. -…Te puedo asegurar que ahí sí que se paró el tiempo verdaderamente y aunque me dejó cautivado, no puedo negar que cuando nos mostró su verdadero carácter, coño, me quedé pasmado, no sabía que decir. –Soltó una carcajada.

  -Por lo que oigo, al final te lo pasaste bien.

  -Verdaderamente ¡Sí! No voy a negarlo. –Continuó sonriendo como un niño pequeño que le acaban de regalar un nuevo juguete.

    Lo único que pude hacer fue enderezarme y apoyar mis brazos en la mesa de caoba que había delante de mí. Dalif ni si quiera parecía él, por lo visto la loca esa lo había dejado un poco KO.

  -Si llego a saber que tanto te gusta esa mujer, le hubiera propuesto a Víctor que tú te casaras con ella.

  -No, demasiado temperamento para mí, ella es como una Valquiria descontrolada, sin tope en esa boca y con… Un cuerpo de infarto. –Soltó otra carcajada. –Deberías conocerla y…

    Alcé la mano para acallar su siguiente comentario. Mi vida estaba perfectamente controlada y me gustaba tal y como estaba, sin un medio que lo cortara todo, no podía entretenerme con una mujer que no sabía mantener la cabeza sobre los hombros.

  -¿Podrás controlar a la fierecilla? –Le pregunté. Dalif frunció el ceño.

  -¿Qué significa eso?

  -Que a partir de ahora tú te encargaras de ella, ¿Crees que podrás hacerlo?

    El rostro de mi hermano pasó de la media sonrisa a la incredulidad, parecía que le hablara en otro idioma y mi paciencia, junto con mi pesado cansancio, se estaba agotando.

  -¿Me hablas en serio? ¿No vas a intentar conocerla? –Le dije que no con la cabeza, Dalif pasó de estar incrédulo a estar perplejo. -¿Por qué?

  -Porque no tengo tiempo libre…

  -Y las fiestas a las cuales tienes que presentarte por…

  -Iras tú con ella…

  -Como que…

  -¡Basta Dalif! –Lo corté, comenzaba a cabrearme y no tenía ganas de discutir con mi hermano por una mujer que ni conocía, ni se merecía nada de nosotros. –No pienso implicarme en este matrimonio más de lo que ya lo he hecho, esto para mí no significa nada, solo una devolución de un favor a un viejo amigo. Fin de la historia. –Lo miré de la misma forma que miro a uno de mis empleados cuando hacen algo mal, con intensidad y seriedad, casi tanto como si lo amenazara.

  -¿Estás seguro?

  -Completamente. –Me parecía ridículo estar discutiendo sobre esto. Él me conocía, sabía como era y como iba a actuar en este caso… ¿Es que se pensaba que iba a cambiar por una unión que para nada, por nada del mundo había deseado?

  -Como quieras. –Mi hermano me habló con rudeza mientras arrastraba la silla para levantarse, después me dio la espalda para salir del despacho, pero cuando llegó al nivel de la salida se detuvo y giró su rostro para mirarme por encima del hombro. –Sabes una cosa, es una lástima que no quieras conocerla, porque sois iguales, ella tampoco quiere conocerte a ti. –Y se marchó.

    Me apoyé de nuevo en el respaldo dejándome caer con fuerza y me pasé las manos por el pelo mientras cerraba los ojos y soltaba un largo y profundo suspiro…

    Solo llevaba cuatro horas casado con ella, y ya estaba perjudicándome esta maldita decisión.

    Bufé de nuevo y salté del sillón como un resorte, necesitaba despejarme, después de todo, Cloe no iba a desaparecer de mi agenda tan pronto. Me duche, me cambié de ropa y cogí uno de mis deportivos para dirigirme a la casa de una de mis preciosas amantes. Esto era lo bueno de que nadie me controlara, mi vida siempre funcionaria de bien.