ADELANTO
PROLOGO
-Despierta, mi pequeña estrella.
Lo oí sonar en mi cabeza, vibrar por mi
cuerpo, la sensación de que alguien me llamaba, me pedía que despertara, me
llenaba los oídos envolviéndolos en una calidez absoluta y abrí los ojos para
volverlos a cerrar al instante por una luz cegadora que me daba directamente.
Intenté levantar mis brazos para cubrirme, pero un gruñido salió de mis labios.
Tenía el cuerpo engarrotado, dormido. Intenté moverme poco a poco, apoyando mis
codos hasta que conseguí incorporarme solo un poco y poder estar sentada. Abrí
los ojos de nuevo, la luz radiante había desaparecido dejando el rastro de
pequeñas llamas de velas que alumbraba lo poco que podía ver.
Entonces,
miré a mí alrededor.
Capítulo 1
Mi nombre es Alaya Verona, nací a las
afueras de Esparta en una humilde choza sin ningún recuerdo de nuestro paso, ni
ningún material familiar que arrastrar de nuestros días de vida, la pequeña
choza ni siquiera tenía algo de valor que nos acompañara, nuestras pertenencias
eran escasas, así que solo vivíamos rodeadas de lo más necesario.
Viví dos años de mi vida escondida para el
mundo, mi madre me tenía encerrada, solo me sacaba fuera de la casa cuando
viajábamos a otro poblado, que se convirtió en algo constante. Viajábamos de
pueblo en pueblo huyendo de algo o de alguien. Yo era muy pequeña y no me
enteraba de nada. Solo recordaba estar entre sus brazos, escucharla llorar en
silencio y sentir como sus lágrimas caían sobre mí, la sentía temblar y
suspirar mientras yo jugaba con sus mechones en bucles negros y brillantes que
caían hacia mí, acariciando mi nariz o mi mejilla regordeta. Ella me miraba y
besaba mi carita mientras me decía que me quería una y otra vez.
Cuando cumplí cuatro años mi madre me
dejó en los exteriores de Grecia, en los brazos de un hombre que decía ser mi tío, con un camafeo enrollado en mi
pequeña manita y un tierno beso en mi moflete donde sentí sus lágrimas cálidas
caer sobre mí por última vez.
Epicydes Verona, mi tío, me crio con su
gran familia en su gran castillo. Él era príncipe, hermano de mi padre y aunque
no me conocía me acogió con cariño. Ese día dormí en sus brazos y ese día me
enteré de quien era yo, porque mi vida
era tan importante y porque mi madre me había traído a él.
Mi padre era futuro rey de Roma y mi
madre era hija del emperador del Olimpo y yo era la heredera de estos dos
reinos. Solo que no era una realeza normal, mi padre pertenece a la Alianza
Real, los Dragones, mitad vampiros mitad licántropos. Y mi madre pertenece al
lado Celestial, los Victorianos, dioses y semidioses. Mi padre es nacido de
maestros Dragones, portando sangre real y mi madre es nacida de dioses portando
sangre celestial y yo soy mitad de cada uno. Tengo la fuerza y la vista de un
vampiro, pero no su sed, tengo la rapidez y el olfato de un lobo, pero no me
transformo, tengo el poder de un dios, pero no conozco toda su magnitud, y
tengo una de las cosas más importantes
de todas ellas, el corazón de un humano.
Olvidada por mi padre y abandonada por
mi madre, crecí junto mi tío Epicydes, él nunca me hablaba de ellos, no supe si se
habían casado, si mi padre había amado a mi madre o si simplemente fui el fruto
de una noche de calurosa e incontrolable pasión. Yo le preguntaba pero él me
cambiaba de tema o simplemente no contestaba, con lo cual, al cabo del tiempo
dejé de preguntar, al menos sabía quiénes eran, los tenía retratados en el
camafeo que mi madre me había dejado y que siempre llevaba al cuello. Crecí sin
sus amores y un rencor y dolor creció dentro de mí, me habían olvidado, era lo
único que tenía grabado en mi corazón.
Era una extraña donde me críe, todos
eran lobos, menos mi tío que era un Dragón, no sabía a qué mundo pertenecía yo,
todos me daban de lado, nadie quería estar conmigo, era el bicho raro de la
manada. Por lo cual me pasaba todo el día sola menos cuando mi tío o Drumon (su
mano derecha) me entrenaban a aprender a manejar mi fuerza, a saber defenderme,
a ser más rápida y aumentar mis reflejos. O también estaba con él cuándo me
hablaba de nuestra descendencia, los seres que había a mi alrededor, los tres mundos que nos rodeaban.
Uno era el lado Celestial, los dioses,
donde los más ancianos se hacían llamar Baurones, ellos eran los Emperadores.
Luego estaban sus descendientes, de sangre real, los cuales se les llamaban los
Victorianos, y los nacidos de dioses y humanos se llamaban los Alfa. Mi madre
era una Victoriana, hija de un Emperador Bauron y muy antiguo. El otro mundo
era el lado Real, son los vampiros,
licántropos y la Alianza Real, esta última son la mezcla de estas dos
sangres, que son los antiguos, los más poderosos y de sangre más pura. Estos se
llaman los Dragones y aquí pertenece mi padre,
él es un Dragón, de linaje de reyes antiguos. Y el último mundo son los
humanos, ajenos a estos reinos menos unos pocos que son los que utilizan estos
dos reinos como siervos.
Entonces comprendí porque mi vida era
tan valiosa, soy única, nunca ha existido un descendiente con mi mezcla de
sangres, aunque se hubieran unido estas dos razas la mujer nunca se había
quedado en estado, eran sangres incompatibles, se destruían mutuamente, yo era
la excepción de la regla, la única superviviente y a la vez una bomba. No se
sabía hasta donde podía alcanzar mi poder o si alguien quisiera utilizarme para
destruir o hacer daño. Luego también era la única mujer que tenía los genes de
los Dragones, había vampiras nacidas y lobas, pero no había en el mundo una
mujer Dragón. Y eso me hacía aún más valiosa.
Por eso mi tío no quería que saliera del
recinto, me tenía clausurada, encerrada entre las murallas, pero me quería, me
adoraba y me daba amor mientras que el resto me daba la espalda.
Fui creciendo y aprendí muchas cosas
sobre mí, aunque mi tío no quería que utilizara mi poder Victoriano para no
despertarlo yo lo usaba pero con cuidado para no llamar la atención, ya que
nadie sabía lo que era realmente. Era la mejor tirando al arco sin entrenarme,
sabia montar y controlar a un caballo sin haber montado nunca en él, sabía que
ponía en cada libro de la grandísima biblioteca del castillo sin haber leído
ninguno. Eso lo sabía con solo tocar, cuando quería saber algo, aprender a
usarlo, o aprender una nueva lengua, tocaba el objeto que precisaba y a mi
mente venían en imágenes toda su historia, controlaba la visión hasta encontrar
lo que quería. Esto no funcionaba con los vivos ni con los animales. También
podía hacer invisible un objeto grande o pequeño solo con la mente sin
necesitar tocarlo. Me encantaba, era poco lo que sabía pero lo ejercía e
intentaba averiguar que más poderes tenía escondidos en mi interior.
Pasaron los años y mi cuerpo iba cambiando,
donde antes había carne y nada de formas, ahora había curvas y piel suave,
dorada y sin ninguna marca o cicatriz, mi cuerpo se había reformado y atenuado
cada forma perfeccionándolo, lo que provocaba que las miradas de los hombres se
posaran en mí de otra manera, ya fueran jóvenes o ancianos, sus miradas se
hacían más lascivas, me miraban tan fijamente que a veces me asustaban, ningún
hombre se me acercaba, dos guerreros me seguían a todos lados e incluso ellos
se quedaban embobados mirándome y eso me ponía nerviosa, aunque no me tocaran
notaba que lo deseaban. Intentaba salir lo mínimo para no cruzarme con esas
miradas y no lo entendía, evitaba mirarme en un espejo, me sentía un monstruo y
aunque mi tío me decía que era la mujer más hermosa que él había visto en su
vida yo no me veía así, me veía diferente.
En esa época mi tío me tenía más
controlada, más vigilada y eso me agobiaba, me sentía enjaulada como las
águilas que habitaban por el castillo y solo salían de sus jaulas para enviar
un mensaje algún reino vecino, pero luego regresaban a su humilde y pequeña
habitación de hierro. No podía vivir así y comencé a escaparme algunas noches
al exterior de las murallas, en los bosques, donde había un lago escondido
entre los árboles llamado Raso Lunar. Lo llamaban así porque decían que la luna
se miraba por las noches en él y lo alumbraba dándole un brillo y un color
mágico. Una de las noches que me escapé y me dirigí al lago, era luna llena y
el agua brillaba en magnificas burbujas, dándole vida a todo a su alrededor, me
agaché y vi mi reflejo en el agua, metí la mano en ella y estaba tibia,
atrayente para darse un corto baño. De pronto, debajo del tranquilo silencio
escuché un crujido a mi espalda y sentí un escalofrió recorrer mi espina
dorsal, me giré y me levanté lentamente. Una sombra alta con los ojos
brillantes me miraba fijamente, su mirada me hipnotizó atrapándome
intensamente, el corazón comenzó a bombearme muy deprisa y mi respiración se
aceleró sin control, la sombra avanzó hacia mí y me asusté de su cercanía,
estaba aterrada y comencé a correr hacia el castillo lo más deprisa que pude
sin mirar atrás. No sabía quién era, solo sabía que no era humano y olía como
mi tío, como un Dragón.
Llegué
al castillo y me encerré en mi habitación, me dije que nunca más volvería a
salir del castillo. Fuera quien fuera, esa mirada se grabó en mi mente y el
cosquilleo que me había provocado no se fue de mi cuerpo en toda la noche,
recordando a esa sombra hasta en mis sueños.
Una semana después del incidente en el
bosque todo cambió, nos atacaron al caer la luna y salir el sol, vampiros,
lobos y alfas, no entendía que estaba sucediendo, nuestras propias razas nos atacaban sin compasión, yo
me encontraba en el patio de fuera protegida por cuatro guerreros lobos del
ejército de mi tío a mi alrededor, viendo a cámara lenta como masacraban todo
sin poder hacer nada, veía como atacaban, dañaban y quemaban todo lo que había
visto crecer conmigo, como intentaban destruir a la única familia que tenía y
el alma me dolía.
-No permitáis que nadie se acerque
Alaya, protegerla con vuestra vida.- Gritaba mi tío una y otra vez, sin que
nadie se opusiera a su orden y arriesgando su vida por mí.
Los guerreros se acercaban más a mí,
cerrándome dentro de un círculo perfecto
que me protegía como una muralla fuerte y alta e imposible de derrumbar, con sus
espadas en las manos mataban a todo aquel que se atrevía acercarse tan solo a
un metro, yo, sin embargo, no podía retirar la mirada del poderoso y musculado
cuerpo de Epicydes.
-¿Os envía la maldita bruja Esbeltina?-
Preguntó Epicydes a un vampiro que acababa de derribar.
¿Esbeltina?, pero quien era esa bruja,
ni siquiera sabía que existieran brujas, me pregunté. De pronto, dos lobos
atacaron a Epicydes por la espalda hiriéndolo, Epicydes cayó al suelo
desarmado, los lobos volvían atacarlo de nuevo por la espalda como traidores
acechando a su presa. Al verlo grité angustiada extendiendo mi brazo hacia él
mientras dos lobos que me protegían me cogieron intentándome mantener dentro
del círculo.
Silencio, todo se quedó parado, los que
nos atacaban se quedaron congelados en el tiempo, mi tío se giró sorprendido
hacia mí, sus ojos brillaban, yo lo miraba con lágrimas en los míos y el
corazón en un puño sintiendo los latidos de mi corazón en los tímpanos
retumbando como tambores.
-¡Matarlos a todos, rápido, no dejéis uno
vivo! –Gritó Epicydes.
Notaba como mi energía me agotaba, no
podía aguantar mucho, pero sacaba fuerzas de mi interior pensando que yo era la
última oportunidad para que mi gente ganara esta batalla, no los podía dejar
sin mi ayuda, no los podía abandonar ahora, cada uno de ellos dependía de mí,
de mi poder.
Caí al suelo de rodillas, la pelea
terminaba, estaban acabando con todos. Mi tío se acercó a mí y me cogió justo
en el momento que caía, le sonreí y él alzándome en sus brazos me sonrió, me
llevó a mi cuarto, me acostó en la cama y me dio un beso en la frente, oí los
vítores de fuera, habíamos ganado, todo había acabado.
-Todo se ha terminado, ahora descansa
pequeña. Te quiero.
Le sonreí y le cogí la mano para que se
quedara un rato conmigo, se apoyó a un lado de la cama y me dio el amor del
padre que nunca tuve, pero que jamás me hizo falta estando él conmigo.
-Yo también te quiero.- Le dije y a los
segundos me dormí.
Ahora acabo de despertar con la voz de
un hombre que no sé quién era y que nunca había escuchado en mi vida, un sonido
que aún retumbaba en mi cabeza y que me llamaba su estrella, en un lugar que no
conocía y en una cama donde no me acosté y donde no recuerdo haber llegado. Me
sentía entumecida, con el cuerpo engarrotado y dormido. Rodeada de cinco
vampiros, apuntándome a la cabeza con algo plateado del que salía humo y cinco
bolitas plateadas a seis centímetros alrededor de mi cabeza paralizadas en el
tiempo como los vampiros.
Y sobre todo con dos preguntas en mi cabeza
¿Quiénes son? Y ¿Cómo he llegado a este
lugar?
ESTA OBRA ESTA REGISTRADA EN SAFE CREATIVE Y TIENE LOS DERECHOS COMPRADOS EN TOTAL DEL DICHO MANUSCRITO
Muy buenas novee!! Ojala la sigas!
ResponderEliminarComo la puedo leer? Ono hay mas cap?..
ResponderEliminarBea, pedona. ¿Como puedo seguir leyendo los siguientes cap?
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