BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

martes, 25 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 18 (Una fantasía de ojos negros)


   El murmullo del sonido de una campanilla me animó a despertarme. Me desperecé estirando todo mi cuerpo, alargando mis brazos y choqué con la madera que había en mis pies y sobre mi cabeza. Levanté la cabeza y me incorporé con los codos. Con mi cuerpo boca abajo me vi en medio de la cama completamente sola. Miré a un lado y al otro, después torcí un poco el cuello y abarqué parte de la habitación…y estaba sola.


    Me di la vuelta con rapidez y sentí como cada músculo se quejaba dolorosamente. Me topé con una habitación a oscuras y solitaria…
  –Morena… Estoy aquí.
   Entre las sombras, en una esquina y sentado en una silla vi la silueta de Liam menearse. Me acomodé mejor y me tapé con las sabanas hasta el cuello. La silla crujió cuando se levantó para descorrer las cortinas. El sol entró con todo su resplandor e iluminó la estancia. Gruñí por la intensa molestia que me derritió las retinas y me tiré en la cama con un gruñido de frustración cuando sentí como mi cuerpo se sacudía con unas terribles agujetas de miedo.
  –Te gusta dormir. Eh –se burló.
    Gruñí de nuevo y subí la sabana hasta enterrarme completamente por debajo de ella.
  –Apaga la luz, por favor –gruñí sin voz.
    Escuché una risita baja, pero grabe. Hasta el sonido tonto de su risa me parecía un eco sensual traído del infierno.
  –Por qué no te levantas y desayunas conmigo –ordenó a forma de sugerencia.
  –Mi cuerpo tiene resaca, déjame en paz –puntualicé, dejando claro que ayer Liam, había dejado la marca de la bestia en todas partes.
    Estaba molida. Como si me hubieran pegado una paliza de las buenas o hubiera sufrido una borrachera de las de coma etílico. No recordaba la última vez que me había sentido así de agotada, de magullada, hasta me dolían partes del cuerpo que no conocía y de las que no imaginaba que podían haber músculo.
  –Sí, bueno –pronunció tímidamente pero orgulloso consigo mismo de ver el precario estado en el que estaba–, para mí también fue bastante intenso, y nuevo –añadió–, pero está mañana me he levantado con una energía increíble.
  –Qué suerte la tuya –murmuré con un bufido.
    Dios, me dolía, inclusive, abrir la boca para hablar. Pero si es que tenía agujetas hasta en los labios.
  –Qué humos, y yo que te había traído un delicioso festín de dulces de chocolate y un café cargado.
  –No me gusta el café… ni los hombres de buena mañana dándome por saco.
    Escuché los pasos de él, al acercarse a la cama.
  – ¿Cómo vas a saber eso, si soy el primer hombre con el que te acuestas? –preguntó con esa voz que sobresalía de todo.
    Egocéntrico.
  –No eres el primer hombre con el que me despierto –pinché.
  – ¿Cómo?
  –Vaya, y yo que pensaba que estabas cargado de energía…
    Liam arrancó la sabana de mis manos y mi cuerpo desnudo, quedó más expuesto de lo que hubiese querido. Me quejé e inmediatamente me incorporé para poder robarle la tela y cubrirme, pero él la tiró volando y esta cayó entre la esquina de la cama y el suelo.
    Tasté la idea de reptar por el colchón hasta llegar a ella, pero la posibilidad de ofrecer mi trasero al aire con una pequeña indirecta equivocada a ese hombre, cerró completamente el cajón de tal estrategia, que en cuyo caso, me hubiese salido penosamente mal. Así pues, apreté mis rodillas contra mi cuerpo y me aseguré de camuflar la carne dañada lo máximo posible mientras, me abrazaba yo misma.
    Su mandíbula se tensó al ver ese gesto y me dedicó una mirada fulminante.
  – ¿Cuántos hombres han compartido cama contigo?
    Mi cerebro confuso volvió a funcionar.
  –Uno, y dos veces –esto ya lo hacía para joder.
  – ¿Quién? –Exigió Don todopoderoso.
    Alcé el mentón de lo más desafiante.
  –Logan…
    Un segundo después, me vi empotrada contra la cama con su cuerpo sobre el mío. Esta vez fue listo y atrapó mis muñecas antes de que le clavara las uñas en la cara. Presionó mis brazos contra el colchón a cada lado de mi cabeza.
  –Dime que únicamente me dices eso porque tienes muy mal despertar.
  – ¿Quieres que te mienta? –lo tenté.
  –Procura –ronroneó peligrosamente.
  –Bueno…pues, literalmente, él me metió en mi cama ambas veces y luego se metió él, en calzoncillos.
    Una sonrisa de lo más feroz apareció en esos carnosos labios. La calculada precisión de sus actos era una auténtica pesadilla. Nunca podía leer lo que se le pasaba por la cabeza, porque cuando trataba de mirar en su rostro me topaba con algo completamente vacío y frío, y cuando subía mi mirada y alcanzaba a fijarme en su mirada, la cosa se complicaba completamente para mí.
    Directamente me perdía, y con ello, lo perdía todo; la forma de respirar bien, el control del corazón, el picor del cuerpo, la ola de calor y el temblor. Y eso precisamente, el último síntoma era el peor, porque mostraba claramente como caía ante él.
    Su ancho hombro se movió cuando respiró hondo para inhalar las emociones que le había provocado a mi cuerpo y se condesaban pesadamente por la habitación.
    Inmediatamente la presión que ejercían sus manos sobre mis muñecas, disminuyó.
  –Ese cabrón cada día me cae peor ¿te molestaría que le desinflara sus musculitos de pajillero?
    Chasqueé con la boca al escuchar el tono vacilón de su voz. Difícilmente apostaría en contra de Liam, pero Logan, sabia defenderse y le dedicaba una hora al día al gimnasio y a unas cuantas clases extras de artes marciales, desde luego que, su entrenador personal podría estar orgulloso de los músculitos que había en el cuerpo de Logan.
  –Yo de ti no menospreciaría la valía de Logan –defendí a mi amigo y fue como encender un interruptor en el rostro de Liam. Esa dura mandíbula se tensó y la respiración salió forzada de las fosas nasales hinchadas.
  –Y yo de ti no tentaría al hombre que guarda tres condones en la mesa y cuatro en el bolsillo.
    ¿Más? ¿De dónde demonios había sacado más?
    Mierda de Moteles de carreta con auto servicio en los baños.
  – ¿Eso es una amenaza directa? –pregunté.
  –Yo no diría que es una amenaza, es una advertencia –su voz grabe mostró un tono ronco que acarició cada trozo de mi piel.
  –No es así como yo lo interpreto –dije sin aliento.
    Ya estaba sufriendo las consecuencias de tener a Liam cerca, provocativo y buscando la forma de embelesarme.
    Misión cumplida. Ya estaba tontita.
  –Veamos como lo interpreta tu cuerpo.
    Se las arregló para tirar de mis muñecas, estirando mi cuerpo hasta dejarlas por encima de mi cabeza, luego las juntó, y como si sus dedos fueran una cuerda irrompible e inamovible, me sujetó con una simple mano y deslizó, la otra libre por mi cuerpo.
    Primero pasó la mirada por mi cuerpo. Mis pechos estaban tan expuestos que cuando sus ojos se fijaron en ellos, los muy cabrones se hincharon tanto que prácticamente se le ofrecieron.
  –Interesante –murmuró después de hacer un gesto egocéntrico con la boca.
    Era todo un personaje; presuntuoso y fanfarrón. Y lo envidiaba. La seguridad que desprendía era admirable y desearía que una parte de mí fuese tan despreocupada como lo era él.
  –Vale, y ahora veremos que dice tu cuerpo.
    Tomé una intensa bocanada de aire y me mordí la lengua antes de comenzar a maullar como una loca cuando su mano se dispuso a encontrar la respuesta que necesitaba. No hizo falta mucho. En el momento que colocó la palma abierta en mi cintura, me estremecí.
    Las manos bajaron en una línea provocativa, rozando un lateral; perversas caricias y calculados toques, midiendo cada zona con las yemas como si necesitara guardar en su memoria su recorrido para encontrar cada punto que me hacía estremecer o doblarme con dolor hacia arriba.
    Su tacto era un masaje, daba placer al paso que relajaba. Tenía dedos expertos, trazaba círculos y recogía la piel en pellizcos suculentos para soltarla de un leve tirón y continuar bajando, torturando la carne que hacia enrojecer.
    Solté un sonido con una descompensada y alargada bocal. Era tremendo y lo sabía, leía mi cuerpo, sentía mis movimientos y escuchaba mi voz como si le susurrara al oído todo lo que me hacía sentir.
    Llegó hasta mi trasero y lo ahuecó, ese fue el único movimiento salvaje que rompió la cadena de masajes, pero fue tan beneficioso como los otros.
    Me arqueé otra vez y arañé la madera del cabezal con las uñas.
  –Veredicto a mi favor –declaró– Tiemblas, no puedes respirar bien, el corazón te va a mil y tu cuerpo está ardiendo–. Su boca se ladeó en una sonrisa de victoria y sentí un escalofrío–. Me parece que tu mente y tú cuerpo no estáis coordinados. Tu boca dice una cosa y este–, Liam se restregó levemente sobre mí, presionando su cuerpo con el mío, señalando a lo que se refería–, me grita, desesperadamente otra cosa muy diferente.
  –Miente –mentí descaradamente y sin aliento–. Te está tomando el pelo.
  –Pues me encanta la forma que tiene de tomarme el pelo.
    Se restregó más fuerte, dejando la marca de su tejano en mi vagina. El botón hinchado tembló y me proporcionó un intenso dolor que se expandió, como una onda de fuego en un campo de maíz, por cada uno de mis músculos.
    Me quejé poniendo una mueca y tensé mi cuerpo evitando más roces, más torturas y más pinchazos. Estaba excitada, muy excitada, pero también estaba dolorida y ese efecto, por suerte, fue visible y Liam, aceptó la tregua. Se despegó un poco de mi cuerpo soltando una maldición.
  –Me cabrea mucho esa mueca, –dijo y negó con la cabeza soltando un bufido de frustración–, y sepa Dios que hoy te mereces un castigo de los buenos, tus provocativas palabras me excitan a la vez que me declaran la guerra–, me dedicó una mirada profunda antes de cambiar su cara, como si se quitara un velo de la cara y sonrió–, pero comienzo a entenderme con tu cuerpo, y aunque deseo estar dentro de ti, te voy a dar un respiro para que cojas fuerzas. Después de estar bien alimentada… Tu otra boca, también la alimentaré igual de bien.
    Se quitó completamente de encima y se levantó alargando su formidable cuerpo vértebra a vértebra, para dirigirse a la mesa, donde había una bolsa y una bandeja con dos vasos. Lo miré atentamente, llenándome la vista con él y pensando en que podría aguantar sin comer para poder comérmelo a él.
    Posiblemente mi cuerpo estaría de acuerdo conmigo y la dieta única de; Liam a la barbacoa.
    Vi algo diferente y, tonta de mí, al estar babeando mientras lo devoraba, no me había dado cuenta de que se había cambiado de ropa.
    Arrogante, presumido, presuntuoso…mucho más… y prevenido. Lo tenía todo, lo bueno y lo malo.
    Los vaqueros claros se le ajustaban a sus hermosas piernas, moldeaban sus caderas estrechas, y la camisa dejaba entrever todos sus músculos.
    Mientras que él lucia perfecto, yo estaba completamente desnuda y con la ropa desperdigada por algún rincón del suelo.
    Volvió de nuevo.
  –Me gusta tu camisa –le dije señalando con la cabeza la prenda de cuadros en varias tonalidades de azules.
    Liam levantó una ceja y sonrió de lado.
  –Es un diseño único del antiguo oeste –bromeó mientras me tendía la bolsa para que me sirviera yo misma–. Así que, ¿no te gusta el café?–. Negué con la cabeza–. ¿Y el zumo de naranja?
  –Me gusta más el de uva, pero me conformaré.
    Me dio el vaso e inmediatamente le di un trago. Su sabor dulce entró de maravilla por mi garganta y me relajó una parte del cuerpo, solo una leve, porque la otra continuaba tan caliente como Liam la había dejado.
    Él cogió el otro vaso y se sentó delante de mí.
  – ¿Me puedes acercar la sabana?
  –No –contestó rotundamente sin opción a debatir su respuesta.
  –Me siento incomoda –insistí.
  –Por mí no te preocupes. No hay nada en ti que no haya visto.
    Le dio un trago a mi café sin dejar de mirarme fijamente con un brillo acentuado en su mirada. Nerviosa por esa persistente mirada, disimulé retirando mi mirada y fijándola en la distracción de la comida. Abrí la bolsa que me había traído y saqué unos donuts de chocolate que habían enrollados en papel.
  –Son caseros –mencionó.
    Genial.
    Me llevé uno a la boca y… casi muero de placer, estaban deliciosos. El segundo bocado no se hizo de esperar, prácticamente me olvidé de que estaba desnuda y comiendo chocolate delante de un hombre que llenaba toda la habitación con su energía.
    Dios, estos donuts estaban de infarto.
  –Sabes que duermes profundamente –comentó–. Ya pueden estar lanzando fuegos artificiales justo a tu lado que ni te inmutas.
    Sentí un pequeño cosquilleo de ilusión en el estómago al darme cuenta de que me había estado observando mientras dormía.
  –Sí, mi madre también lo decía cuando era pequeña a la hora de despertarme. Casi siempre me dejaba para el final y prácticamente me arrastraba de la cama al baño, después me vestía y continuaba arrastrándome hasta la cocina –negué con la cabeza mientras sonreía al recordar esos viejos tiempos.
  –Serias todo un bicho de pequeña –adjuntó dulcemente.
    Lo miré y sonreí. Por su rostro pasó un sentimiento tan dulce que por un momento su cara se deformó al no encajar dicho rasgo con su marca afilada, pero pasó tan fugaz que creí imaginarlo. Sacudí la cabeza para retirar las mariposas que me rodeaban nerviosas.
  –Un poco –reconocí.
    Hubo unos segundos de silencio, solo se escuchaba el movimiento al masticar de mi mandíbula y el piar de los pájaros fuera.
  – ¿Y qué opina tu prometido de que te lleves hombres a casa? –preguntó tan de repente que el bocado se me quedó a mitad de camino. Liam enseguida me animó a beber del zumo, levantando el vaso de plástico a mis labios.
    Menudo cambio de conversación, completamente inesperado. Me aclaré la garganta y contesté:
  –Nada, él no lo sabe.
  – ¿Y no crees que se enfadará si se entera?
  –Me da igual. –Me encogí de hombros–. Él también reparte amor a diestro y siniestro.
  –Un auténtico imbécil que no sabe lo que tiene –susurró para sí mismo echándole una rápida ojeada a mi coraza de brazos y piernas, después, con una sonrisa me devolvió la mirada. Retiré mis ojos con rapidez de esas cuencas azules que comenzaban adquirir un tono ardiente–. Ayer le diste una buena dosis de venganza –lo dijo con una doble intención que no me pasó desapercibida.
    Lo miré abruptamente, y de pronto, deseé terminar con la conversación.
  – ¿Podemos dejar a Ivan fuera de nuestras conversaciones?
  –No.
    Fruncí el ceño.
  – ¿Te pone hablar de mi prometido? –marqué la palabra “prometido” apostas para soltarle una indirecta y provocarlo un rato.
    Liam levantó el mentón y dibujó una sonrisa de lo más traviesa en sus labios.
  –No. La que me pone eres tú, lo único que trato es buscar un tema lo bastante raro como para distraerme de lo que realmente me gustaría hacer.

    Lo miré y la palabra “sexo duro y a lo guarro”, la llevaba grabada en la frente.
  – ¿Nunca te han dicho que eres un salido?
    Catástrofe… Me estaba fallando la voz.
  –Nunca había desayunado con una mujer desnuda que me provocara tanto.
    El corazón comenzó a latirme tan deprisa que comencé a sentir mareos. Sentí esa energía peligrosa que me había impulsado a estampar el coche de mi padre contra la verja, o la misma sensación que me impulsó a tirar de la alarma de incendios en el instituto.
    Era alucinante y muy perturbador, una señal de que una zorra mala, habitaba en mi interior y Liam, el día de ayer la había resucitado para dejarla despierta y cuando él la necesitara, dentro de mi cuerpo.
    Y antes de que me diera cuenta…lo estaba haciendo…
    Estaba abriendo las piernas mostrándole todo el producto sin cortarme ni un pelo.
  –A la mierda –espetó de improvisto–. Aceptó la invitación.
    Me quitó mi delicioso afrodisiaco privado de una mano y el zumo, de la otra. Tres segundos después estaba encima de mí con una pierna alrededor de mi muslo.
    Solté una carcajada y pasé mis brazos por sus hombros hasta rodear su cuello.
  –No sabes controlarte bien –dije.
  –A mi control no le pasa nada.
  – ¿A no? Explícame entonces porque estás encima de mí y no me dejas comer como habías prometido.
  –Yo no te he prometido nada, simplemente lo he sugerido.
  –Y yo te sugiero que te quites de encima y me dejes comer, o…te prometo que me quedaré inútil y tú, –pasé un dedo por todo el puente de su nariz y noté un pequeño bulto similar a un desvío. A simple vista, Liam, no lo aparentaba pero supe, que en algún momento de su vida se había partido la nariz, sólo que esa herida ya estaba curada, como todas las cicatrices de su cuerpo–, terminarás montado a un postizo de silicona.
  –No me importa. La experiencia de estar dentro de ti, ya me es más que satisfactoria.
    Me besó, un corto beso que inflamó cada palmo de mi cuerpo y me obligó a tomar una intensa bocanada de aire.

    Olerlo era maravilloso, y un poco extraño. Dentro de su especial fragancia el aroma del jabón me penetró en el cerebro.
  – ¿Te has duchado?
  –Sí –murmuró mientras comenzaba besarme desde el cuello hasta llegar al lóbulo de mi oreja.
    La idea de meterme en la ducha y darme un baño relajante fue deliciosa y muy necesitada.
  – ¿Hay agua caliente?
  –No lo sé.
    Lo detuve y lo empujé un poco para mirarlo a la cara.
  –Te acabas de duchar, ¿y no lo sabes?
  –No me he duchado aquí, me he duchado en mi casa –sonrió y me dio un beso.
    El beso se prolongó tanto que aprovechó para colocarse mejor entre mis piernas, apoyó sus mansos en mis caderas elevándome mientras sus rodillas, lentamente, separaban mis piernas y se introdujo como una serpiente en el centro, con ese paquete marcado contra mi sexo.
  – ¿Has ido apostas a tú casa para darte un baño? –murmuré débilmente, sintiendo con intensidad como restregaba su pene contra la hinchada vagina.
    Madre mía, la idea del bañó se evaporizó. De sólo imaginarme la estampa de lo que sería ese pequeño cubilete para que Liam, viajara más de una hora en moto por el hecho de tener un aseo decente, me hizo estremecerme
  –No, después de que te durmieras, volví a casa porque tenía que solucionar unas cosas, se me hizo tarde y me quedé allí, así, de ese modo, he podido cómprate el desayuno esta mañana.
    Lo explicó con total tranquilidad al tiempo que pasaba su mano por mi cadera. No sabía con seguridad si era una forma de manipularme o de provocarme, de todas formas, si ese era su intento lo daba por fallido ya que mi sentido decente se puso en guardia de inmediato.
    Lo retiré de nuevo dándole otro empujón con la mano. Liam me miró con ceño, como si no comprendiera porque lo molestaba tanto en cortarle el ritmo de sus caricias.
  – ¿No has dormido aquí? –Mi voz, aunque no sonaba fuerte mostró el sentimiento incrédulo que sentía.
  –No –asumió.
    Un tendón me dio un tirón de muerte tras escucharlo.
  –Me estás diciendo que: ¿he dormido sola toda la noche en medio de un destartalado Motel?
    Liam se me acercó. Estaba tan anonadada que ni me inmuté para retirarlo.
  –No ha pasado nada y tú, ni siquiera te has dado cuenta –dijo como si nada mientras, pasaba su lengua por mí cuello provocándome otro estremecimiento.
    ¿Qué?
    Sabía que era yo la que tenía que detener aquello. Liam era fuerte, su cuerpo sobre el mío era demasiado tentador y ahora mismo tenía ganas de ser súper Woman para destrozar cada uno de sus huesos con miles de golpes.
    Sin esperar ni un segundo más, me escurrí bajo el cuerpo de él, tiré de la sabana que estaba caída en la esquina de la cama, cubrí mi cuerpo y me levanté con las piernas temblorosas. Sin decir ni una palabra comencé a buscar mi ropa como una loca. Terminé encontrándola desperdigada por el suelo. Agarrándome la sabana bien al pecho me agaché para recogerla y aguanté como una campeona cada tortura de dolor que me infringía mi propio cuerpo cada vez que lo obligaba a menearse.
  – ¿Qué haces? –preguntó confundido.
    Hay que joderse, si aún se pensaría que estaba loca.
  –Recoger mi ropa.
  –Sí ya lo veo, pero, ¿por qué?
  –Porque tú estás vestido y yo también quiero estarlo.
  –Eso tiene fácil solución, morena. Deja la ropa en el suelo, yo me quitaré la mía.
    Lo miré furiosa, con los labios temblando y me mordí la lengua para no enviarlo a tomar por culo. El muy cabrón se estaba quitando la camiseta con un descaro total, como si lo que me acaba de decir no valiese ni una mierda para él, sólo pensaba en gastar esos siete condones que le quedaban.
  –No te molestes –dije con sarcasmo–. Deja te la camisa puesta… Yo paso de continuar con tu sesión porno.
    Me di la vuelta y entré en el baño. Cerré la puerta con pestillo y comencé a vestirme.
  –Gaela. –Liam golpeó tres veces–. ¿Qué es lo que pasa?
    Miré esa puerta deseando que me salieran láseres por los ojos para atravesar la madera y quemarlo vivo.
  –Gaela –insistió con una entonación marcada–. Abre la puerta–. Me mantuve callada mientras me colocaba la ropa interior, comenzando por los calcetines para tocar lo menos posible ese suelo lleno de mosaicos–. Gaela –alargó mi nombre con un detonante amenazante–, abre al puerta de una vez.
    Sentí un nervio subirme por la espina dorsal, ese mismo escalofrío fue el que habló.
  –Que te jodan. 
  –Á-bre-me –insistió con el mismo nivel de voz.
  –No –marqué esa negación con fuerza.
  – ¡Abre la puta puerta o la abro yo! –gritó dando un fuerte golpe contra la madera.
  –A ver si tienes huevos…
    El pestillo se corrió delante de mis narices, como si fuera algo mágico y la puerta se abrió. Liam desenganchó algo tan fino de ese trozo alargado de metal que no pude diferenciar lo que era, y se dio la vuelta con el rostro impasible, en mi dirección.
  – ¿Cómo…? –estaba tan alucinada que no supe continuar la pregunta.
  –Quiero saber a qué viene está rabieta.
    Miré la puerta de nuevo, y lo miré a él, parpadeé y terminé sacudiendo la cabeza. ¿Para qué molestarme en preguntar? Seguramente sacaría otro misterio más que añadir a la lista.
  –Me has dejado sola –le escupí.
  – ¿Por eso te has enfadado?
  –No, que va –solté con sarcasmo a la vez que gesticulaba exageradamente con los brazos agitando los pantalones–, pero si eso me ha encantado, lo que me ha molestado es que me trajeras un café –brutalmente irónico.
    Liam bufó impacientándose.
  –Venga ya, sabía que no ocurriría nada, estabas completamente a salvo.
  – ¿Y tú qué sabes? –Metí un pie a presión en los pantalones y luego el otro sin mirarle, después, comencé a balbucear–. Podrían haber entrado, haberme sodomizado y haberme violado mientras dormía… es más, me duele el cuerpo a rabiar, puede que no esté tan loca y…
    Dejé la frase a medias porque de solo pensarlo se me ponía la piel de gallina.
  –Deja de imaginarte cosas que no han sucedido, doña peliculera.
    Lo miré con los ojos tan abiertos como la boca.
  – ¿Peliculera? –Y encima se atrevía a burlarse de mí–. Podría haber pasado mil cosas, Liam, estamos en el culo del mundo–. Negué con la cabeza y me retiré el pelo, violentamente de la cara–. No me lo puedo creer, te has largado a tu casa, después de desahogarte, para dormir tranquilamente en tu confortable cama–. Lo miré directamente a la cara, rabiosa y escuchando una sirena en mi cabeza–. Eres un impresentable que no piensa en las consecuencias…
  – ¡No hubiese sucedido nada! –interrumpió con un feroz grito
    No me amedrenté. Tomé la camiseta y después de pasarla por mi cabeza lo miré para dedicarle una mirada fría como el acero. Liam seguía al lado de la puerta. Tan alto y perfectamente arreglado como si acabara de salir de una sesión de fotos. Estaba realmente guapo y, como siempre, me robaba el aliento. Sin embargo, en mi interior había una bola molesta que se accionaba sin piedad aumentando mi rabia hasta términos locos, y esa locura se estaba convirtiendo en unas ganas horribles de coger la cadena oxidada de la cisterna y ahogarle con ella lentamente.
  – ¿Acaso estabas aquí para asegurarlo? –repliqué furiosa.
  –No, pero nadie ha entrado en esta habitación, eso sí que te lo puedo asegurar –admitió rotundamente–. No soy tan imbécil como para largarme sin más y dejarte al alcance de cualquiera. Avisé al recepcionista y…
    Se silenció y tragó saliva, pero antes de que pronunciara una palabra más lo corté.
  –Pagar a un recepcionista para que me vigile no te exhume de tus actos.
  –Lo interpretas todo bastante mal.
    Se pasó las manos por la cabeza, echándose el pelo hacia atrás y soltando unas cuantas maldiciones, después, apretó los puños.
  –Dime una cosa: ¿Lo tenías planeado? –pregunté intencionadamente.
    Se giró abruptamente clavando sus ojos azules en los míos, negros y apagados.
  – ¿Qué quieres decir?
  –Ya lo sabes. Lo de irte después de…
    El labio inferior me tembló. Me sentía utilizada, sucia, manchada de vergüenza y asqueada conmigo misma.
    ¿Cómo había sido tan tonta como para acostarme con él? ¿Cómo para permitirle que me utilizara de esa forma?
  –Soy un idiota al pensar que serias más madura al aceptar esto como algo casual.
    El corazón se me paró en seco y la vista se me nubló.
  –No eres idiota, eres el mayor de ellos –escupí–. Eres un cabrón egocéntrico que buscaba un polvo y se ha llevado tres sesiones de porno duro con una mujer a la que acaba de desvirgar sin mostrar la mínima suavidad. –Sentí un pequeño mareo que fue desencadenado por un leve vértigo, pero conseguí recuperarme y continué–: Fuiste egoísta. Me follaste sin parar y sin cuidado, únicamente pensaste en ti y en tu placer…
  –Te di placer –dijo, como si mordiera cada palabra–. Ahora no te atrevas a decirme que fingiste cada orgasmo –exclamó sin disimular su rabia.
  –No, no lo fingí –declaré porque, era imposible negarlo, él los había sentido en directo y en contacto, pero no le permitiría que se creyera mejor que yo–, pero por muy cabrón que seas, no me esperaba que fueras tan cerdo como para abandonarme en medio de la carretera…
  –No me ofendas más cuestionando mi integridad.
 – ¿Integridad? –Indignada por su cometario solté una carcajada amarga–. Ten decencia y admite que no soportas compartir la cama con una mujer si no es más qué para revolcarte. Admite que pasar a ese extremo es asumir una responsabilidad que tú no quieres.
  – ¡Pues sí! –gritó encolerizo. Liam acababa de perder el control–. Me largué porque no podía dormir contigo. Adoro dormir solo y en mi colchón.
    Palidecí. Esa frase era como una bofetada. No me respetaba, eso estaba claro, desde que lo conocía no me había respetado. Virgen o no, simplemente era una conquista más que añadir a su larga lista.
  –No sé por qué me sorprende tanto. La gente me advirtió sobre ti.
  – ¿Quién te ha hablado de mí? –preguntó con agresividad. De pronto, parecía muy interesado en el tema.
    ¿Qué escondes Liam? ¿Quién eres realmente?
    Me senté en la orilla de la bañera, mostrando una completa pasividad y sin dirigirle ni una sola mirada a su rostro me puse las deportivas.
  –Eso no te importa una mierda…
    Un momento después, y completamente helada por la agresividad de su comportamiento, me encontraba estampada, de espaldas contra la pared con él encima de mí. Pero no era un gesto erótico, esto estaba sacado de una escena de tensa intimidación donde el atacante quería sacar su información fortuitamente y acojonando a su víctima.
  –No hay nadie en este mundo que me conozca bien –dijo entre dientes y con la mirada completamente encendida–, y las pocas personas que podían haber mencionado algo de mi vida privada, no arriesgarían su propia vida en contárselo a una desconocida, así que, asumo que, tus comentarios son sacados de unos rumores venidos de gente que no sabe y no pueden, meterse en su jodida vida únicamente.
    Su respiración se había acelerado y todo su cuerpo irradiaba ira, la furia contenida que resurgía como el fuego en las brasas. Ya había visto ese rostro descompuesto por la rabia cuando había tomado al joven en el festival, pero ahora lo enfocaba hacia mí, y no me gustó.
  –Eres peligroso –murmuré con voz asustada–. Y ahora te tengo miedo.
    Liam se retiró soltándome y retrocediendo como si le hubiera pegado una patada en estómago. Aproveché que fijaba la mirada en el suelo y me escabullí fuera del baño. Él me siguió y antes de que colocara mi mano en el pomo de la puerta sentí su presencia justo en la espalda.
  –No te vayas –rogó con una voz completamente diferente.
    No caigas, no seas tonta. Ese hombre está loco.
  –Gaela, perdona…No quería decirte eso…No así, no es lo que…
  –No me toques –interrumpí con brusquedad soltando un grito cuando noté sus dedos justo en la nuca.
    No le permitiría que me volviera a tocar. Había conseguido recuperar las fuerzas y el impulso necesario para salir de ahí corriendo… Sin embargo, no me movía. La mano flotaba en el aire, a un milímetro de mi salvación, tan solo tenía que dejarla caer, ejecutar un movimiento circular y fin, pero…
    No reaccionaba.
  –Espera un momento. –Liam se acercó más a mí–. No te vayas así, Gaela, por favor–. Cerré los ojos porque ya comenzaba a sentir la delicada vibración del pétalo de una flor sobre toda mi piel–. Déjame solucionar esto–. Finalmente acarició mi espalda. Me estremecí como una idiota–. Discutamos esto de una forma que nos guste a los dos–. Me dio la vuelta y presionó su cuerpo contra el mío. Después colocó una mano en mi cadera y la otra, bajo mi barbilla para obligarme a mirarlo–. Te quitaré ese miedo–, su boca, lentamente cayó sobre la mía, pero no me besó, la dejó pesada sobre mis labios–, y te mostraré lo mucho que mimo tu cuerpo y lo mucho que lo deseo–, mordió el labio inferior, tirando de él y provocándome un temblor detrás de otro–, está vez lo haremos a tu manera, te follaré como tú quieras.
    Din.
    Te está utilizando.
    Y faltó esa palabra para que me diera un golpe contra el suelo y me despertara de este sueño. Nada con él era realidad. El hombre dulce no existía, no tenía sentimientos simplemente era un artista a la hora de currarse un polvo asegurado. Pero se había equivocado conmigo.
    Deslicé mi rodilla entre sus piernas y en el momento que la decisión de su boca tomó el poder. Levanté la pierna y le di con todas mis fuerzas a su gran tesoro mundial.
    La entre pierna.
    Liam retrocedió venciéndose hacia delante y aguantándose sus testículos como si se le fueran a caer. Viendo como maullaba de dolor hasta caer al suelo de rodillas retrocedí, levanté el mentón y con orgullo me di la vuelta para abrir esa puerta. Lo conseguí y antes de salir lo miré por encima del hombro por última vez.
  –Vete a la mierda y olvídate de mí.
  –Hija de…
    Ya no terminé de escuchar su queja. Salí corriendo de ese lugar y no frené hasta que ese odioso Motel hubo desaparecido de mi vista.
Continuará...... Hasta el lunes.