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| Abrí los ojos y tomé de nuevo otra
bocanada de aire con agitada exageración. Esto era lo más incómodo que me
había pasado en toda mi vida… No, error, había cosas peores que ni siquiera
recordaba, pero igualmente, esto superaba límites.
Tenía a un hombre espectacular sentado al
otro lado de la mesa hablando con mi madre, una cotorra humana que no paraba
de lanzarle piropos descarados y se reía de los comentarios que él decía.
Vale, yo también me reía, pero no era porque me hiciera gracia precisamente,
al contrario, lo mío era mucho peor. Era exquisito escucharlo hablar, como
verlo lamer la cuchara del té que mi madre había preparado o como ver como se
limpiaba los labios en ese trozo de papel.
Era para comérselo y él, era mi
matrimonio concertado desde que tenía nueve años.
Increíble ¿Verdad?
Aun estando en el siglo XXI, que se
firmaran esas cosas era algo imposible, y realmente lo era, pero, las
familias adineradas unían sangre y poder y les encantaba hacer estas cosas. Y
mi familia continuaba viviendo en el pasado, además de añadirle que una
pequeña parte de mí, y por parte de mamá, era Romaní.
Con lo cual, tenía una madre que
deseaba continuar con la tradición y estaba loca por cazar a todos los
ricachones del entorno con sus dos hijas, ya que mi hermano y su único hijo
varón, se había casado (Enamorado) con una chica simple y sin nombre, según
la Doña toca cojones de mi madre, a quien ya ni le dirigía la palabra y ni
quería ni verla (aunque no solo mi
hermano tenía ganas de perderla de
vista), había proclamado a los cuatro vientos, que la esposa de mi
hermano, no era de su gusto ni de su mismo status social para poder codearse con nuestra familia.
Estefan, en siete palabras; Había barrido
su culo de su casa.
Mi hermano había marcado una diferencia y
le había plantado cara a esa bruja de Hansel
y Gretel y se había convertido en mi mayor héroe.
Me parecía a él, mamá siempre lo decía,
que era tan huraña como Estefan, pero en esto, no tenía muchas salidas, ni
valor, para poder plantar le cara a dos familias.
La mía y la del italiano que tenía
sentado delante de mí.
Yo, que nunca había creído en el
matrimonio, que me parecía algo ridículo y sin ningún significado, cuando lo
conocí, el mismo día que me dispuse a enviarlo a la mierda, mi opinión cambio
radicalmente ya que, de pronto, joder, tenía un gran interés en él, en su
cuerpo y en practicar sexo con ese hombre todos los días.
Pero todo se fue al traste cuando mi
querido prometido me había dicho en toda mi cara que yo no le interesaba y
que esto sería un matrimonio de palabra, nada más.
Un auténtico cabrón de mierda, pero
realmente, un señor moja bragas.
Que suerte la mía, para uno que me
interesaba, resulta que yo no le interesaba nada en absoluto, y si no me
quedó claro cuando él me habló, todas las mujeres que se había restregado por
la piedra, me lo dejaron totalmente claro.
Estas
muy jodida Gaela.
-¿Tú qué
opinas Gaela?
Su voz me sacó de mis ensoñaciones, de
mis pensamientos y de mi retaría de tacos. Miré a Ivan y me dieron ganas de
estamparlo contra la pared a la vez que enredar mis manos en su cabello.
Era un hombre impresionante, atractivo a
la vez que guapo, exudaba sexo por cada poro de su cuerpo como si fuera un perfume de colección inédita, y parecía que
llevara un letrero en la frente que marcara: Atrápame si puedes. Y
así era, un coleccionista de corazones que tenía lo que quería y lo que
pedía, con un cuerpo fibroso, bronceado y unas manos grandes que sabían coger
bien todo, todo lo que sus dedos tomaran. El pelo castaño, a veces incluso cobrizo, según la luz, le daba un toque elegante en una apariencia salvaje, y tenía unos ojos
grises que te dejaban maullando a la luna. Era inteligente, sabía lo que decir
y como decirlo para triunfar en su carrera de ser, ante todo un
sobresaliente.
Era un diez sobre diez, y un peligro metido en una pesadilla. Mi pesadilla.
Como ahora. Se había camelado a todo el
mundo que estaba en esta misma sala.
El tío era todo un actor, disimulaba
adecuadamente que esto le parecía genial, y en verdad, esto para él era solo
una puta tapadera y yo era su mejor coartada.
Pero que bien lo haces. Pensé con dureza mientras aplastaba la pequeña taza
en mis manos para controlar tanto mi ira como mi depravado cuerpo.
Pero es que Ivan sabía cómo atraer a su
terreno a las personas. Tenía tanto a mis padres como a mi hermana embobados
con su forma de hablar, su forma de moverse y su forma de pensar…
Vale, yo también estaba embobada
mirándolo, pero una parte de mí se sentía traicionada y quería entrar en
pelea, saltar sobre él y darle una paliza de las buenas al tiempo que me lo
comía a besos, tocaba su piel, atrapaba esa dura mandíbula…
Para Gaela, que te pierdes.
-Querida
¿Estas bien?
La que había preguntado era mi futura
suegra. Sacudí al cabeza y miré a Ivan, no parecía muy contento con mi falta
de educación, sus ojos me taladraban y no exactamente con pasión, sino con
algo de petulancia.
Dirigí mi mirada mostrando una sonrisa
realmente falsa ya que la mirada de Ivan me había dejado mal cuerpo y… No
sabía que me había preguntado.
-Perdón ¿De que hablaban? –Pregunté con
educación.
La señora Toscana sonrió con ternura, mi
madre abrió los ojos espantada y los caballeros de la sala, exceptuando Ivan
que meneaba la cabeza negativamente, estallaron en una carcajada.
-Gaela, como siempre, en las nubes. –Bromeó
mi padre, mi salvador y mi único cobijo en todo este asunto, igualmente, en
este caso, no podía ayudarme mucho, ya que él apoyaba a mi madre en este
matrimonio, pensaba que era lo mejor para mí.
-Hijo, tendrás que enseñar mucho a esta
jovencita. –Se mofó el señor Toscana dándole una palmada en la espalda a su
hijo, Ivan, sin embargo me dedicó una mirada mordaz e incrédula que decía:
“¿Y
tú vas a ser mi mujer?”
-Hablábamos
de la ceremonia. –Aclaró la señora Toscana aun conservando la sonrisa en sus
labios. –Decíamos que tal sería celebrarlo todo al aire libre. Quedaría
preciosa, si a ti te parece bien.
-Claro. Yo no soy muy buena organizando
esas cosas…
-Por supuesto, déjalo en nuestras manos.
–Intervino mi madre con ese tono de voz que me tensaba los dedos como si
hubiese arañado hierro con las uñas. -Gaela tendrá una boda de ensueño.
Tu
sueño mamá, porque yo tendré una mierda de boda llena de lazos rosas con un
maniquí de novio.
Gruñí y cerré los ojos. Cuando los abrí,
todos ellos estaban de nuevo mirándome, así que, disimulé y con unas
disculpas y una sonrisa, salí a paso ligero del salón para llegar a la
cocina.
Un par de horas más, solo un poco más y pronto llegarás a casa,
cogerás una botella de alcohol de alto voltaje de aniquilación y beberás hasta caer en coma.
Por fin se
me ocurría un plan genial.
El resplandor del sol se filtraba por
toda una cocina cuidada, limpia y envuelta en colores cremas. Llegué a la isleta
central donde se disponía los dulces para ser presentados ante las visitas y
me quité los stilettos de una
patada al aire, después me apoyé en el fregadero.
Tensa como estaba solo podía desear darme
de cabezazos contra cada mueble hasta que, una de dos; o me quedaba sin conocimiento,
o me quedaba inútil para toda mi vida y de esa forma no viviría la maldita
pesadilla en la que se convertía mi vida al estar encariñándome de un cerdo
arrogante que lo único que quería de mí, era a una mujer que sonriera, se
relacionara con otras personas diciéndoles lo felices que eran y actuara como
una autentica tonta del culo…mientras él, era vanagloriado por ser un
perfecto marido…
-Pues cómprate una muñeca hinchable. –Rajé
el aire con la voz.
Una mentira, eso era lo que iba a vivir,
una mentira.
Mierda,
mierda, mierda y más MIERDA.
Grité mentalmente mientras le daba
patadas al mueble que había bajo mis pies.
-¿Este es el comportamiento que me espera
de mi futura esposa?
Di un salto y ahogué un grito que por
suerte amortizó mi lengua entre mis dientes. Ese dolor ya terminó de
enfurecerme.
-Sí, así que, aún estas a tiempo de decir
que no. –Contesté, con un poco de amortiguación para mi gusto, pero con la
barbilla en alto mientras me giraba cara él.
La sonrisa de él fue prepotente, pero esa
sonrisa me hizo tambalearme y apoyarme en uno de los extremos de la encimera
a mi espalda. Ivan, con una mirada oscura, la más provocativa que jamás había
visto, avanzó hacia delante, con su porte elegante, recto y seguro de sí mismo hasta pararse delante de
mí, a escasos centímetros de mi cuerpo y esa cercanía provocó que mi corazón
se acelerara.
Así eran mis reacciones cuando él estaba
cerca, alteradas, locas y jodidamente crueles.
-De verdad, después de todas las molestias
que nuestras familias se están dando, piensas que voy a decir que no.
-No losé, la salvación depende de ti. -Contraataqué. -Quiétate eso de la cabeza. Quieras o no, este matrimonio se va a celebrar, y sinceramente me da igual tu opinión. -Ivan dio un paso hacia delante y sus labios se ladearon sensualmente hacia un lado. -Te casaras conmigo y terminaras acostumbrándote a mi vida. Esas palabras podían llegar a tener varios significados, e incluso podía llegar a convertirse en una revelación romántica, pero esa no era la intención de Ivan. Él era un coleccionista de arte y yo una obra más que colgar en una pared, solo que la pared que había elegido esta vez para mí, era una solitaria pared, tres habitaciones alejadas de la suya, porque ni siquiera compartiríamos cama. Nuestro matrimonio era solo de palabra y papeles que firmar. Una bendición.
-No pienso ser una mujer florero que esperé
sentada en su casa a que su maridito…
Mis quejas fueron selladas por sus dedos,
que aterrizaron levemente sobre mi boca.
-Tendrás todos lo que me pidas, conmigo
serás una mujer…
Esta vez lo corté yo dándole un manotazo
a esos dedos. Me retiré de esa cercanía que me afectaba y de nuevo le planté
cara.
-Puedes engañar a mi familia, hasta a la
tuya, pero a mí nunca me engañarás, porque…
No me lo esperaba, al igual que no me
esperaba que su brazo alrededor de mi cintura para tirar de mi cuerpo y
pegarlo al suyo, me dejara no solo callada, sino muda totalmente, y después,
cuando dejé de respirar, sus labios se lanzaron a los míos.
Ivan me estaba besando…
Estaba alucinando.
Si esto era el resultado de pelearme con
él… Ya se podía preparar, porque me prepararía una artillería pesada para
discutir con ese hombre continuamente.
No fue un beso con lengua incorporada,
pero fue carne contra carne y me dejó tan desorientada que cuando me soltó no
sabía el tiempo que había pasado o si las bragas aún estaban en mi cintura ya
que de pronto, mi parte baja del cuerpo me pesaba demasiado.
-Bien. –Dijo él alargando la boca en una
sonrisa de satisfacción. -Ese es el comportamiento que deseo de mi esposa.
¿Crees que puedes actuar a partir de ahora con tanta obediencia?
Parpadeé no por la sorpresa o porque
dejara de besarme y necesitara centrar la luz que me rodeaba, fue por las
palabras que utilizó. Me puse, tanto roja por la vergüenza de haber caído en
esa trampa con tanta rapidez como morada por la rabia que esas palabras
dichas me proporcionaron.
Una autentica mierda para él que me
quedara callada y…
Mierda, le estaba diciendo que sí con la cabeza sin recibir una orden
de mi cerebro.
¿Es
que estaba alelá?
Sí, debía estarlo. No solo había
aceptado, es más, me había callado, yo, la que le soltaba una barbaridad de
mi cosecha personal a la primera persona que me ordenaba algo, hasta me
negaba con esmero y patinando sobre una cara pasmada tras otra. Yo que me
había creado una fama gracias a mi comportamiento y que pasaba de todo eso de
la aristocracia simplemente por darme el placer de joder a mi madre, ahora,
en ese momento, acataba esa reflexión de parte de un gilipollas que se creía
el Dios del mundo…
-Y una buena mierda…
Mi queja tan solo como había salido se
había quedado, como yo. Me había quedado sola en la cocina.
Perdía facultades. Tenía que ir pensando en organizar mi cerebro y
comenzar a patear culos que no me hacían nada bueno.
Me arreglé el vestido, elegido por mi
madre, me puse esos taconazos de nuevo y salí a la sala donde los invitados
en ese momento reían.
Me dieron ganas de ahorcarme en la
lámpara de araña que mi madre mantenía pulcramente limpia justo encima del
piano de cola que decoraba el salón, pero decidí que era una lástima ofrecer
tal espectáculo gratuito, al menos, si la sociedad quería alguna noticia de
las buenas, que no fuera la mía colgada de una lámpara el día que conozco a
mis futuros suegros.
Sonreí a ese pensamiento y de pronto, no
se me hacía mala idea, mi madre e Ivan, desde luego, saldrían escaldados.
Con un ánimo un poco más positivo llegué
hasta mi silla y me senté, pero la mirada que Ivan me estaba dedicando, baja
y de advertencia, me recordó el beso que me había dado. Sin darme cuenta me
rocé los labios con los besos y ese gesto le sacó una sonrisa de victoria que
me mosqueó.
Cerdo
arrogante.
Disimuladamente le planté el dedo corazón
contra mis labios como centrando una cruz, sin ser vista y lanzándole una
dedicatoria simplemente a él.
Bien
hecho.
Su sonrisa desapareció y mi ánimo volvió.
Dos horas más tarde Ivan me dejaba en
casa sin un beso, ni un hasta luego, solamente un; te llamaré, después salió volando por la calle oscura con su Bugatti clavando ruedas en la cera.
-Hasta
luego chaval. –Susurré al viento con una voz desconsolada.
Siempre sucedía lo mismo, después de
aparentar ser una pareja formal y educada que no se dedicaban ni un beso ni
una mirada, terminábamos convirtiéndonos en desconocidos, aunque,
verdaderamente; yo babeaba mirándolo y él simplemente se encontraba con un
bulto en el coche del que ansiaba deshacerse.
Lo peor es que no seguí mi instinto,
ignoraba mi carácter, mi forma de ser, mi independencia, lo dejaba todo atrás
imaginándome que esto, tal vez algún día dejara de suceder y que Ivan se
diera cuenta de que la mujer invisible existía, estaba a su lado, de que me
encontraría y tal vez, solo tal vez, pudiésemos tener una historia.
Pero Ivan era así, y me utilizaba. Fin de
la historia. Y yo, bueno, era idiota.
Sí
Gaela, no eres muy lista. Y das pena.
Entrar en
casa fue como deslizarme por un templo. Mi hogar era mi burbuja y mi establo
a la vez. La casa, el regalo que me hizo mi padre cuando cumplí dieciocho
años, se había convertido en el mejor regalo de mi vida. No estaba en su
mejor momento y tampoco recordaba el día que lo dejé pulcramente limpio, y no
es que tuviese mala memoria, es que hacía mucho tiempo que no le daba una
mano de limpieza a todo esto.
Me senté en el sofá encima de unas
revistas viejas que retiré de un tirón de debajo de mi culo, y me tapé la
cara con las manos para tratar de borrar todo el asqueroso día que llevaba.
Imposible. De pronto, el teléfono de casa comenzó a sonar y no me hizo falta
asomarme a la pantalla para saber quién era.
-¿Qué tal tu día amiga?
-Bueno, aún quedan un par de horas y
mirando cómo ha comenzado y el transcurso que lo ha sumado…mmm… me parece que
me queda una desgracia más por superar.
-Las desgracias van de tres en tres…
-Bien, yo llevo cinco. –La corté para
explicarle la conclusión de mis incidentes.
-Gaela, hablas como mi madre.
Sonreí y escuché una risa por el
altavoz. Adriana bromeaba, su carácter era similar al mío, solo que un poco
más descontrolado.
Cuando la conocí, mi madre ya me dijo que
no le gustaba la influencia que esa chica ejercía en mí, pero como en ese
momento tenía cinco años ¿Qué coño iba yo a entender a qué demonios se
refería? Ahora, unos cuantos años atrás, por fin lo comprendía, pero… mi
madre se había equivocado. La influencia era mutua y las dos formábamos un
dúo de lo más… Terrible.
Diferentes pero a la vez iguales, dos
hermanas separadas al nacer. Correcto, ese era el término con el cual nos
diferenciábamos.
-¿Y qué quieres? Desde que lo he conocido a
él, he envejecido diez años de golpe. –Le contesté riendo.
-Yo también. Ivan saca a la bestia que hay
en mí. –Rugió imitando a una leona enfurecida y solté una carcajada.
-En ese caso yo soy un pez Globo, a veces hinchado, otras desinflándose como un globo.
Y ese era el término coloquial adecuado
para mi comportamiento cuando él estaba cerca. Me hinchaba cuando me
envalentonaba y después, como si hubiese sufrido un pinchazo con esa mirada o
ese tacto, Plof, me convertía en
gelatina insensible.
-Un pez sexy. -Me corrigió Adriana con
énfasis. -No lo olvides, que lo que este tipo se pierde, otro lo recogerá y
entonces, se joderá…
-Pa-san-do. –La corté arrastrando la
palabra. –Paso de los tíos y sus cambios de humor. Con uno tengo más que
suficiente.
Hubo un momento de silencio, como si
Adriana me diera unos segundos para ahuyentar el luto de mi voz. Mis palabras
habían salido con sinceridad, pero mi voz escondía un matiz de pesar que,
arrastraba desde que me enteré en que se convertiría mi futuro matrimonio,
por suerte, mi amiga me conocía y respetó mi propio ahogamiento unos
segundos, unos segundos que aproveché para tragar saliva con dolor antes de
dar comienzo con la conversación.
-No te desperdicies. –Susurró levemente
para animarme.
-No lo hago, solo me están cambiando por
una muñeca de porcelana. –Le dije para cambiar de tema.
Necesitaba que me animara, no que me
deprimiera más.
-¿Ya te han cambiado el vestuario?
–Preguntó arrastrando una risilla.
Adriana conocía a mi madre y sabía que
teniendo un apoyo más en contra de mi forma de vestir, estaba dispuesta a
luchar esa guerra. Pero se equivocaba, mi forma de vestir era mi firma,
señalaba como era yo, y no estaba dispuesta a ponerme trajes, faldas de tubo,
americanas o rollos de esos de gasa, puntillas o rasos.
Ni
en broma.
No abandonaría los vaqueros ni las
camisetas de colores por nada del mundo. Y definitivamente me podía besar el
culo aquel que me mirara con desacuerdo, incluida mi madre, porque me la
traía floja lo que esos estirados pensaran de mí.
Yo era así y a quien no le gustara, pues
que no mirara.
-No pero, ha sido un tema de conversación
esta tarde junto con el pelo…
-¿Qué le pasa a tu pelo? –Cortó incrédula
con un tono alto de voz.
-Quieren que me lo corte.
Lo dije con resentimiento mientras
enrollaba una mecha en mis dedos y la apretaba notando la suavidad de mi
cabello.
Mi madre odiaba el pelo largo, decía que
era vulgar, yo me reía y casi siempre lo llevaba suelto, aunque hiciese un
día de estos que te queman la piel y el pelo alrededor de mi cara parecía una
ventosa húmeda, pero con tal de perturbar su estado, estaba dispuesta hacer
de todo. Y esa larga melena negra hasta mi cintura, era una pancarta de
letras mayúsculas en contra de ella.
Mi
venganza y mi declaración de guerra para ella.
-¿Has aceptado? –Preguntó Adriana.
-¿Tú que crees?
La pregunta ya me parecía tonta hasta
para mí, pero la respuesta, que necesitara una respuesta después de lo mucho
que me encantaba mi pelo, ¿Es que Adriana estaba perdiendo neuronas a corto
plazo por todos los pedos que se enganchaba de fin de semana en fin del siguiente?
Había pensado incluso que los empalmaba,
porque durante un mes entero no se dejó ver mucho, y cuando fui a su casa
para ver si se la había tragado la tierra, los ojos, inyectados en sangre que
me miraron cuando abrió la puerta, me asustaron terriblemente, y el caso es
que, no sabía ni en qué día de la semana estaba.
-Cambiando de tema. –Replicó por mi forma
de preguntarle anteriormente. –Esta noche desahogo. ¿Te apuntas?
Traducción de la frase;
“Esta
noche borrachera y amnesia”
-¿Dónde?
-Cenamos en Picolos, y luego vamos al local de Ete.
Ete, era uno de nuestros mejores amigos,
un dg fanático de los alienígenas,
y con tanta ilusión por ver un ovni alguna vez, se le quedó desde pequeño ese
nombre. Ahora no tan fanático de ese fenómeno, era dueño de una cuarta parte
de un local con un resultado óptimo, que era el que más estaba de moda para
todos los públicos que se pudieran permitir pagar la cara entrada, ya que el
local disponía de grandes variedades de escenarios.
-Eso suena genial. –Dije más para mí misma
que para ella. Verdaderamente lo necesitaba.
-¿Cuánto contigo?
Quise contestarle, pero mi teléfono móvil
comenzó a sonar. Con el inalámbrico en la oreja me levanté del sofá y fui en
busca de mi bolso, nada más ver el nombre en la pantalla las piernas me
temblaron.
-Oye Adriana, luego te llamo, Ivan me está
llamando al móvil.
-¿Pero cuento contigo o no? –Insistió con
nervio en la voz.
-Sí, ahora quedamos.
Me despedí de Adriana y con el dedo
tembloroso descolgué el otro teléfono.
-Diga. –Pedí tragando saliva.
-Gaela, disculpa, no quería molestarte,
pero se me olvidó darte el anillo de compromiso.
Tuve que parpadear para entender que me
decía, su voz y escuchar mi nombre, todo a la vez, me había vencido hacia
delante.
-¿Y?
-Esta noche tengo una cena importante. Te
importaría si después, me paso por tu casa y te lo acerco. Será algo rápido.
Eso de algo rápido seguramente se refería
a que: llamaría al timbre, bajaría al portal, me daría la caja sin siquiera
mostrarme la pieza y se largaría quemando ruedas como siempre hacía. Para su
mala suerte es que… Esta noche tenía planes y no tenía pensado quedarme en
casa para esperarlo toda la noche.
-Mmm, pues, es que…
-¿Qué? –Preguntó ansioso y bufando.
-He quedado con Adriana para salir…
-Entonces llévate el móvil, cuando termine
la cena te llamaré para saber dónde estás, y me reuniré contigo para
entregártelo. –Me ponía de los nervios la forma elegante que tenia de hablar,
la educación controlada y esa voz grabe.
Uffff.
-Y si estoy…
-¿Cómo? –Otra vez.
No me dejaba terminar la frase y solo
para cortarme mordaz y un poco asqueado.
-A ti qué coño te importa. –Le repliqué
igual de mordaz, después continué con el mismo tono de voz. -¿Porque no lo
dejas para mañana…?
-Mañana me voy de viaje, y quiero que
cuando tus padres te vean el fin de semana, lo lleves puesto.
Esto ya era una discusión en toda regla.
Él hablaba mal y yo contestaba igual, solo que todavía no habíamos llegado ni
a los gritos ni a los insultos, de todas formas, era yo la única que llegaría
a ese estado, Ivan, ante todo, guardaba la compostura.
-Entrégaselo a alguien que me lo pueda
acercar, o déjaselo al portero de tu edificio, me puedo pasar mañana a
recogerlo…
-No. –Me interrumpió duro y autoritario. -Quiero
dejar esto claro y solucionado hoy. Tú madre ya me ha preguntado por él, y no
quiero mentir más. –Ivan parecía un poco más alterado de lo normal.
-Oye, eres tú quien no me lo ha dado, yo ni
siquiera sabía que tenías un anillo de compromiso.
Mi grito lo siguió un silencio y varias
respiraciones aceleradas a través del altavoz. Después, cuando habló de
nuevo, estaba más calmado.
-Podemos llegar a un maldito acuerdo de una
vez. En este momento estoy ocupado y perder el tiempo es lo que menos necesito.
-Vale. –Yo también podía tranquilizarme si
se me hablaba bien. -Estaré pendiente del móvil.
-Gracias. –Y colgó, e incluso, sentí que
había estampado el móvil contra la base.
Inmediatamente le envié un mensaje a
Adriana para quedar con ella y me fui al armario para buscar el vestido más
provocativo, y de zorrón que
tuviese dentro. No sé si sería una buena idea, pero estaba dispuesta a ver
qué cara mostraba Ivan cuando me viera.
Y de pronto me encontraba súper
emocionada y con unas ganas horribles de que llegara esa noche…
Y
el encuentro con Ivan…
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CONTINUARÁ.......................










Un adelanto. Cuando termine las novelas dd Wattpad, me pondré con esta. Por ahora subiré de sorpresa algún que otro capítulo pero sin fecha, todo sera una sorpresa.
ResponderEliminarY por cierto...... Os gustará si os gustó ENCADENADOS.
Un súper beso y opinar, no os contéis!!!!!!
Que es la hipnosis si no un arte o un don. Como puedes jugar con ella, te puedes fiar, puede ser peligroso, o simplemente un delicioso juego.
ResponderEliminarHay miles de placeres en muestra imaginación...... Sólo piensa en hacerlos realidades desde cualquier lado, tan solo cerrando los ojos y dejándote llebar por todo lo que él te ordene.
SEXO E HIPNOSIS..... Puedes hacerse?
Me encanta, de verdad, sólo que el principio, cuando habla él, que significa?
ResponderEliminarDe todos modos, por favor sigue con esta historia, te lo ruego!!!!:'(
Hola!!!!
EliminarEl prólogo, donde habla él, sería ssupuestamente el final, sólo que no sabrá hasta el final, cual de los dos es..... Y ya he dicho mucho!!!!!
Jajajajajajaja
Un beso!!!!!!