BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

viernes, 4 de julio de 2014

CAPÍTULO 1 y 2




GAELA


    

 

Capítulo 1
 
 

    Uno, dos y tres… Inspira.
    Uno, dos y tres… Expira.
    Uno, dos y tres… ¿Dónde está la puta pistola para darme un tiro en la cabeza?
    Abrí los ojos y tomé de nuevo otra bocanada de aire con agitada exageración. Esto era lo más incómodo que me había pasado en toda mi vida… No, error, había cosas peores que ni siquiera recordaba, pero igualmente, esto superaba límites.
    Tenía a un hombre espectacular sentado al otro lado de la mesa hablando con mi madre, una cotorra humana que no paraba de lanzarle piropos descarados y se reía de los comentarios que él decía. Vale, yo también me reía, pero no era porque me hiciera gracia precisamente, al contrario, lo mío era mucho peor. Era exquisito escucharlo hablar, como verlo lamer la cuchara del té que mi madre había preparado o como ver como se limpiaba los labios en ese trozo de papel.
    Era para comérselo y él, era mi matrimonio concertado desde que tenía nueve años.
    Increíble ¿Verdad?
    Aun estando en el siglo XXI, que se firmaran esas cosas era algo imposible, y realmente lo era, pero, las familias adineradas unían sangre y poder y les encantaba hacer estas cosas. Y mi familia continuaba viviendo en el pasado, además de añadirle que una pequeña parte de mí, y por parte de mamá, era Romaní.
    Con lo cual, tenía una madre que deseaba continuar con la tradición  y estaba loca por cazar a todos los ricachones del entorno con sus dos hijas, ya que mi hermano y su único hijo varón, se había casado (Enamorado) con una chica simple y sin nombre, según la Doña toca cojones de mi madre, a quien ya ni le dirigía la palabra y ni quería ni verla (aunque no solo mi hermano tenía ganas de perderla de vista), había proclamado a los cuatro vientos, que la esposa de mi hermano, no era de su gusto ni de su mismo status social para poder codearse con nuestra familia.
    Estefan, en siete palabras; Había barrido su culo de su casa.
    Mi hermano había marcado una diferencia y le había plantado cara a esa bruja de Hansel y Gretel y se había convertido en mi mayor héroe.
    Me parecía a él, mamá siempre lo decía, que era tan huraña como Estefan, pero en esto, no tenía muchas salidas, ni valor, para poder plantar le cara a dos familias.
    La mía y la del italiano que tenía sentado delante de mí.
    Yo, que nunca había creído en el matrimonio, que me parecía algo ridículo y sin ningún significado, cuando lo conocí, el mismo día que me dispuse a enviarlo a la mierda, mi opinión cambio radicalmente ya que, de pronto, joder, tenía un gran interés en él, en su cuerpo y en practicar sexo con ese hombre todos los días.
    Pero todo se fue al traste cuando mi querido prometido me había dicho en toda mi cara que yo no le interesaba y que esto sería un matrimonio de palabra, nada más.
    Un auténtico cabrón de mierda, pero realmente, un señor moja bragas.
    Que suerte la mía, para uno que me interesaba, resulta que yo no le interesaba nada en absoluto, y si no me quedó claro cuando él me habló, todas las mujeres que se había restregado por la piedra, me lo dejaron totalmente claro.
    Estas muy jodida Gaela.
  -¿Tú qué opinas Gaela?
    Su voz me sacó de mis ensoñaciones, de mis pensamientos y de mi retaría de tacos. Miré a Ivan y me dieron ganas de estamparlo contra la pared a la vez que enredar mis manos en su cabello.
    Era un hombre impresionante, atractivo a la vez que guapo, exudaba sexo por cada poro de su cuerpo como si fuera un perfume de colección inédita, y parecía que llevara un letrero en la frente que marcara: Atrápame si puedes. Y así era, un coleccionista de corazones que tenía lo que quería y lo que pedía, con un cuerpo fibroso, bronceado y unas manos grandes que sabían coger bien todo, todo lo que sus dedos tomaran. El pelo castaño, a veces incluso cobrizo, según la luz, le daba un toque elegante en una apariencia salvaje, y tenía unos ojos grises que te dejaban maullando a la luna. Era inteligente, sabía lo que decir y como decirlo para triunfar en su carrera de ser, ante todo un sobresaliente.
    Era un diez sobre diez, y un peligro metido en una pesadilla.
    Mi pesadilla.
 
 

 
 
    Como ahora. Se había camelado a todo el mundo que estaba en esta misma sala.
    El tío era todo un actor, disimulaba adecuadamente que esto le parecía genial, y en verdad, esto para él era solo una puta tapadera y yo era su mejor coartada.
    Pero que bien lo haces. Pensé con dureza mientras aplastaba la pequeña taza en mis manos para controlar tanto mi ira como mi depravado cuerpo.
    Pero es que Ivan sabía cómo atraer a su terreno a las personas. Tenía tanto a mis padres como a mi hermana embobados con su forma de hablar, su forma de moverse y su forma de pensar…
    Vale, yo también estaba embobada mirándolo, pero una parte de mí se sentía traicionada y quería entrar en pelea, saltar sobre él y darle una paliza de las buenas al tiempo que me lo comía a besos, tocaba su piel, atrapaba esa dura mandíbula…
    Para Gaela, que te pierdes.
  -Querida ¿Estas bien?
    La que había preguntado era mi futura suegra. Sacudí al cabeza y miré a Ivan, no parecía muy contento con mi falta de educación, sus ojos me taladraban y no exactamente con pasión, sino con algo de petulancia.
   Dirigí mi mirada mostrando una sonrisa realmente falsa ya que la mirada de Ivan me había dejado mal cuerpo y… No sabía que me había preguntado.
  -Perdón ¿De que hablaban? –Pregunté con educación.
    La señora Toscana sonrió con ternura, mi madre abrió los ojos espantada y los caballeros de la sala, exceptuando Ivan que meneaba la cabeza negativamente, estallaron en una carcajada.
  -Gaela, como siempre, en las nubes. –Bromeó mi padre, mi salvador y mi único cobijo en todo este asunto, igualmente, en este caso, no podía ayudarme mucho, ya que él apoyaba a mi madre en este matrimonio, pensaba que era lo mejor para mí.
  -Hijo, tendrás que enseñar mucho a esta jovencita. –Se mofó el señor Toscana dándole una palmada en la espalda a su hijo, Ivan, sin embargo me dedicó una mirada mordaz e incrédula que decía:
    ¿Y tú vas a ser mi mujer?”
  -Hablábamos de la ceremonia. –Aclaró la señora Toscana aun conservando la sonrisa en sus labios. –Decíamos que tal sería celebrarlo todo al aire libre. Quedaría preciosa, si a ti te parece bien.
  -Claro. Yo no soy muy buena organizando esas cosas…
  -Por supuesto, déjalo en nuestras manos. –Intervino mi madre con ese tono de voz que me tensaba los dedos como si hubiese arañado hierro con las uñas. -Gaela tendrá una boda de ensueño.
    Tu sueño mamá, porque yo tendré una mierda de boda llena de lazos rosas con un maniquí de novio.
    Gruñí y cerré los ojos. Cuando los abrí, todos ellos estaban de nuevo mirándome, así que, disimulé y con unas disculpas y una sonrisa, salí a paso ligero del salón para llegar a la cocina.
    Un par de horas más, solo un poco más y pronto llegarás a casa, cogerás una botella de alcohol de alto voltaje de aniquilación y beberás hasta caer en coma.
    Por fin se me ocurría un plan genial.
    El resplandor del sol se filtraba por toda una cocina cuidada, limpia y envuelta en colores cremas. Llegué a la isleta central donde se disponía los dulces para ser presentados ante las visitas y me quité los stilettos de una patada al aire, después me apoyé en el fregadero.
    Tensa como estaba solo podía desear darme de cabezazos contra cada mueble hasta que, una de dos; o me quedaba sin conocimiento, o me quedaba inútil para toda mi vida y de esa forma no viviría la maldita pesadilla en la que se convertía mi vida al estar encariñándome de un cerdo arrogante que lo único que quería de mí, era a una mujer que sonriera, se relacionara con otras personas diciéndoles lo felices que eran y actuara como una autentica tonta del culo…mientras él, era vanagloriado por ser un perfecto marido…
  -Pues cómprate una muñeca hinchable. –Rajé el aire con la voz.
    Una mentira, eso era lo que iba a vivir, una mentira.
    Mierda, mierda, mierda y más MIERDA.
    Grité mentalmente mientras le daba patadas al mueble que había bajo mis pies.
  -¿Este es el comportamiento que me espera de mi futura esposa?
    Di un salto y ahogué un grito que por suerte amortizó mi lengua entre mis dientes. Ese dolor ya terminó de enfurecerme.
  -Sí, así que, aún estas a tiempo de decir que no. –Contesté, con un poco de amortiguación para mi gusto, pero con la barbilla en alto mientras me giraba cara él.
    La sonrisa de él fue prepotente, pero esa sonrisa me hizo tambalearme y apoyarme en uno de los extremos de la encimera a mi espalda. Ivan, con una mirada oscura, la más provocativa que jamás había visto, avanzó hacia delante, con su porte elegante, recto y seguro de sí mismo hasta pararse delante de mí, a escasos centímetros de mi cuerpo y esa cercanía provocó que mi corazón se acelerara.
    Así eran mis reacciones cuando él estaba cerca, alteradas, locas y jodidamente crueles.
  -De verdad, después de todas las molestias que nuestras familias se están dando, piensas que voy a decir que no.
  -No losé, la salvación depende de ti. -Contraataqué.
  -Quiétate eso de la cabeza. Quieras o no, este matrimonio se va a celebrar, y sinceramente me da igual tu opinión. -Ivan dio un paso hacia delante y sus labios se ladearon sensualmente hacia un lado. -Te casaras conmigo y terminaras acostumbrándote a mi vida.
    Esas palabras podían llegar a tener varios significados, e incluso podía llegar a convertirse en una revelación romántica, pero esa no era la intención de Ivan. Él era un coleccionista de arte y yo una obra más que colgar en una pared, solo que la pared que había elegido esta vez para mí, era una solitaria pared, tres habitaciones alejadas de la suya, porque ni siquiera compartiríamos cama.
    Nuestro matrimonio era solo de palabra y papeles que firmar.
    Una bendición.
  -No pienso ser una mujer florero que esperé sentada en su casa a que su maridito…
    Mis quejas fueron selladas por sus dedos, que aterrizaron levemente sobre mi boca.
  -Tendrás todos lo que me pidas, conmigo serás una mujer…
    Esta vez lo corté yo dándole un manotazo a esos dedos. Me retiré de esa cercanía que me afectaba y de nuevo le planté cara.
  -Puedes engañar a mi familia, hasta a la tuya, pero a mí nunca me engañarás, porque…
    No me lo esperaba, al igual que no me esperaba que su brazo alrededor de mi cintura para tirar de mi cuerpo y pegarlo al suyo, me dejara no solo callada, sino muda totalmente, y después, cuando dejé de respirar, sus labios se lanzaron a los míos.
    Ivan me estaba besando…
 

 
    Estaba alucinando.
    Si esto era el resultado de pelearme con él… Ya se podía preparar, porque me prepararía una artillería pesada para discutir con ese hombre continuamente.
    No fue un beso con lengua incorporada, pero fue carne contra carne y me dejó tan desorientada que cuando me soltó no sabía el tiempo que había pasado o si las bragas aún estaban en mi cintura ya que de pronto, mi parte baja del cuerpo me pesaba demasiado.
  -Bien. –Dijo él alargando la boca en una sonrisa de satisfacción. -Ese es el comportamiento que deseo de mi esposa. ¿Crees que puedes actuar a partir de ahora con tanta obediencia?
    Parpadeé no por la sorpresa o porque dejara de besarme y necesitara centrar la luz que me rodeaba, fue por las palabras que utilizó. Me puse, tanto roja por la vergüenza de haber caído en esa trampa con tanta rapidez como morada por la rabia que esas palabras dichas me proporcionaron.
    Una autentica mierda para él que me quedara callada y…
    Mierda, le estaba diciendo que con la cabeza sin recibir una orden de mi cerebro.
    ¿Es que estaba alelá?
    Sí, debía estarlo. No solo había aceptado, es más, me había callado, yo, la que le soltaba una barbaridad de mi cosecha personal a la primera persona que me ordenaba algo, hasta me negaba con esmero y patinando sobre una cara pasmada tras otra. Yo que me había creado una fama gracias a mi comportamiento y que pasaba de todo eso de la aristocracia simplemente por darme el placer de joder a mi madre, ahora, en ese momento, acataba esa reflexión de parte de un gilipollas que se creía el Dios del mundo…
  -Y una buena mierda…
    Mi queja tan solo como había salido se había quedado, como yo. Me había quedado sola en la cocina.
    Perdía facultades. Tenía que ir pensando en organizar mi cerebro y comenzar a patear culos que no me hacían nada bueno.
    Me arreglé el vestido, elegido por mi madre, me puse esos taconazos de nuevo y salí a la sala donde los invitados en ese momento reían.
    Me dieron ganas de ahorcarme en la lámpara de araña que mi madre mantenía pulcramente limpia justo encima del piano de cola que decoraba el salón, pero decidí que era una lástima ofrecer tal espectáculo gratuito, al menos, si la sociedad quería alguna noticia de las buenas, que no fuera la mía colgada de una lámpara el día que conozco a mis futuros suegros.
    Sonreí a ese pensamiento y de pronto, no se me hacía mala idea, mi madre e Ivan, desde luego, saldrían escaldados.
    Con un ánimo un poco más positivo llegué hasta mi silla y me senté, pero la mirada que Ivan me estaba dedicando, baja y de advertencia, me recordó el beso que me había dado. Sin darme cuenta me rocé los labios con los besos y ese gesto le sacó una sonrisa de victoria que me mosqueó.
    Cerdo arrogante.
    Disimuladamente le planté el dedo corazón contra mis labios como centrando una cruz, sin ser vista y lanzándole una dedicatoria simplemente a él.
    Bien hecho.
    Su sonrisa desapareció y mi ánimo volvió.
    Dos horas más tarde Ivan me dejaba en casa sin un beso, ni un hasta luego, solamente un; te llamaré, después salió volando por la calle oscura con su Bugatti clavando ruedas en la cera.
  -Hasta luego chaval. –Susurré al viento con una voz desconsolada.
    Siempre sucedía lo mismo, después de aparentar ser una pareja formal y educada que no se dedicaban ni un beso ni una mirada, terminábamos convirtiéndonos en desconocidos, aunque, verdaderamente; yo babeaba mirándolo y él simplemente se encontraba con un bulto en el coche del que ansiaba deshacerse.
    Lo peor es que no seguí mi instinto, ignoraba mi carácter, mi forma de ser, mi independencia, lo dejaba todo atrás imaginándome que esto, tal vez algún día dejara de suceder y que Ivan se diera cuenta de que la mujer invisible existía, estaba a su lado, de que me encontraría y tal vez, solo tal vez, pudiésemos tener una historia.
    Pero Ivan era así, y me utilizaba. Fin de la historia. Y yo, bueno, era idiota.
    Sí Gaela, no eres muy lista. Y das pena.
    Entrar en casa fue como deslizarme por un templo. Mi hogar era mi burbuja y mi establo a la vez. La casa, el regalo que me hizo mi padre cuando cumplí dieciocho años, se había convertido en el mejor regalo de mi vida. No estaba en su mejor momento y tampoco recordaba el día que lo dejé pulcramente limpio, y no es que tuviese mala memoria, es que hacía mucho tiempo que no le daba una mano de limpieza a todo esto.
    Me senté en el sofá encima de unas revistas viejas que retiré de un tirón de debajo de mi culo, y me tapé la cara con las manos para tratar de borrar todo el asqueroso día que llevaba. Imposible. De pronto, el teléfono de casa comenzó a sonar y no me hizo falta asomarme a la pantalla para saber quién era.
  -¿Qué tal tu día amiga?
  -Bueno, aún quedan un par de horas y mirando cómo ha comenzado y el transcurso que lo ha sumado…mmm… me parece que me queda una desgracia más por superar.
  -Las desgracias van de tres en tres…
  -Bien, yo llevo cinco. –La corté para explicarle la conclusión de mis incidentes.
  -Gaela, hablas como mi madre.
     Sonreí y escuché una risa por el altavoz. Adriana bromeaba, su carácter era similar al mío, solo que un poco más descontrolado.
    Cuando la conocí, mi madre ya me dijo que no le gustaba la influencia que esa chica ejercía en mí, pero como en ese momento tenía cinco años ¿Qué coño iba yo a entender a qué demonios se refería? Ahora, unos cuantos años atrás, por fin lo comprendía, pero… mi madre se había equivocado. La influencia era mutua y las dos formábamos un dúo de lo más… Terrible.
    Diferentes pero a la vez iguales, dos hermanas separadas al nacer. Correcto, ese era el término con el cual nos diferenciábamos.
  -¿Y qué quieres? Desde que lo he conocido a él, he envejecido diez años de golpe. –Le contesté riendo.
  -Yo también. Ivan saca a la bestia que hay en mí. –Rugió imitando a una leona enfurecida y solté una carcajada.
  -En ese caso yo soy un pez Globo, a veces hinchado, otras desinflándose como un globo.
    Y ese era el término coloquial adecuado para mi comportamiento cuando él estaba cerca. Me hinchaba cuando me envalentonaba y después, como si hubiese sufrido un pinchazo con esa mirada o ese tacto, Plof, me convertía en gelatina insensible.
  -Un pez sexy. -Me corrigió Adriana con énfasis. -No lo olvides, que lo que este tipo se pierde, otro lo recogerá y entonces, se joderá…
  -Pa-san-do. –La corté arrastrando la palabra. –Paso de los tíos y sus cambios de humor. Con uno tengo más que suficiente.
    Hubo un momento de silencio, como si Adriana me diera unos segundos para ahuyentar el luto de mi voz. Mis palabras habían salido con sinceridad, pero mi voz escondía un matiz de pesar que, arrastraba desde que me enteré en que se convertiría mi futuro matrimonio, por suerte, mi amiga me conocía y respetó mi propio ahogamiento unos segundos, unos segundos que aproveché para tragar saliva con dolor antes de dar comienzo con la conversación.
  -No te desperdicies. –Susurró levemente para animarme.
  -No lo hago, solo me están cambiando por una muñeca de porcelana. –Le dije para cambiar de tema.
    Necesitaba que me animara, no que me deprimiera más.
  -¿Ya te han cambiado el vestuario? –Preguntó arrastrando una risilla.
    Adriana conocía a mi madre y sabía que teniendo un apoyo más en contra de mi forma de vestir, estaba dispuesta a luchar esa guerra. Pero se equivocaba, mi forma de vestir era mi firma, señalaba como era yo, y no estaba dispuesta a ponerme trajes, faldas de tubo, americanas o rollos de esos de gasa, puntillas o rasos.
    Ni en broma.
    No abandonaría los vaqueros ni las camisetas de colores por nada del mundo. Y definitivamente me podía besar el culo aquel que me mirara con desacuerdo, incluida mi madre, porque me la traía floja lo que esos estirados pensaran de mí.
    Yo era así y a quien no le gustara, pues que no mirara.
  -No pero, ha sido un tema de conversación esta tarde junto con el pelo…
  -¿Qué le pasa a tu pelo? –Cortó incrédula con un tono alto de voz.
  -Quieren que me lo corte.
    Lo dije con resentimiento mientras enrollaba una mecha en mis dedos y la apretaba notando la suavidad de mi cabello.
     Mi madre odiaba el pelo largo, decía que era vulgar, yo me reía y casi siempre lo llevaba suelto, aunque hiciese un día de estos que te queman la piel y el pelo alrededor de mi cara parecía una ventosa húmeda, pero con tal de perturbar su estado, estaba dispuesta hacer de todo. Y esa larga melena negra hasta mi cintura, era una pancarta de letras mayúsculas en contra de ella.
    Mi venganza y mi declaración de guerra para ella.
  -¿Has aceptado? –Preguntó Adriana.
  -¿Tú que crees?
    La pregunta ya me parecía tonta hasta para mí, pero la respuesta, que necesitara una respuesta después de lo mucho que me encantaba mi pelo, ¿Es que Adriana estaba perdiendo neuronas a corto plazo por todos los pedos que se enganchaba de fin de semana en fin del siguiente?
    Había pensado incluso que los empalmaba, porque durante un mes entero no se dejó ver mucho, y cuando fui a su casa para ver si se la había tragado la tierra, los ojos, inyectados en sangre que me miraron cuando abrió la puerta, me asustaron terriblemente, y el caso es que, no sabía ni en qué día de la semana estaba.
  -Cambiando de tema. –Replicó por mi forma de preguntarle anteriormente. –Esta noche desahogo. ¿Te apuntas?
    Traducción de la frase;
    Esta noche borrachera y amnesia”
  -¿Dónde?
  -Cenamos en Picolos, y luego vamos al local de Ete.
    Ete, era uno de nuestros mejores amigos, un dg fanático de los alienígenas, y con tanta ilusión por ver un ovni alguna vez, se le quedó desde pequeño ese nombre. Ahora no tan fanático de ese fenómeno, era dueño de una cuarta parte de un local con un resultado óptimo, que era el que más estaba de moda para todos los públicos que se pudieran permitir pagar la cara entrada, ya que el local disponía de grandes variedades de escenarios.
  -Eso suena genial. –Dije más para mí misma que para ella. Verdaderamente lo necesitaba.
  -¿Cuánto contigo?
    Quise contestarle, pero mi teléfono móvil comenzó a sonar. Con el inalámbrico en la oreja me levanté del sofá y fui en busca de mi bolso, nada más ver el nombre en la pantalla las piernas me temblaron.
  -Oye Adriana, luego te llamo, Ivan me está llamando al móvil.
  -¿Pero cuento contigo o no? –Insistió con nervio en la voz.
  -Sí, ahora quedamos.
    Me despedí de Adriana y con el dedo tembloroso descolgué el otro teléfono.
  -Diga. –Pedí tragando saliva.
  -Gaela, disculpa, no quería molestarte, pero se me olvidó darte el anillo de compromiso.
    Tuve que parpadear para entender que me decía, su voz y escuchar mi nombre, todo a la vez, me había vencido hacia delante.
  -¿Y?
  -Esta noche tengo una cena importante. Te importaría si después, me paso por tu casa y te lo acerco. Será algo rápido.
    Eso de algo rápido seguramente se refería a que: llamaría al timbre, bajaría al portal, me daría la caja sin siquiera mostrarme la pieza y se largaría quemando ruedas como siempre hacía. Para su mala suerte es que… Esta noche tenía planes y no tenía pensado quedarme en casa para esperarlo toda la noche.
  -Mmm, pues, es que…
  -¿Qué? –Preguntó ansioso y bufando.
  -He quedado con Adriana para salir…
  -Entonces llévate el móvil, cuando termine la cena te llamaré para saber dónde estás, y me reuniré contigo para entregártelo. –Me ponía de los nervios la forma elegante que tenia de hablar, la educación controlada y esa voz grabe.
    Uffff.
  -Y si estoy…
  -¿Cómo? –Otra vez.
    No me dejaba terminar la frase y solo para cortarme mordaz y un poco asqueado.
  -A ti qué coño te importa. –Le repliqué igual de mordaz, después continué con el mismo tono de voz. -¿Porque no lo dejas para mañana…?
  -Mañana me voy de viaje, y quiero que cuando tus padres te vean el fin de semana, lo lleves puesto.
    Esto ya era una discusión en toda regla. Él hablaba mal y yo contestaba igual, solo que todavía no habíamos llegado ni a los gritos ni a los insultos, de todas formas, era yo la única que llegaría a ese estado, Ivan, ante todo, guardaba la compostura.
  -Entrégaselo a alguien que me lo pueda acercar, o déjaselo al portero de tu edificio, me puedo pasar mañana a recogerlo…
  -No. –Me interrumpió duro y autoritario. -Quiero dejar esto claro y solucionado hoy. Tú madre ya me ha preguntado por él, y no quiero mentir más. –Ivan parecía un poco más alterado de lo normal.
  -Oye, eres tú quien no me lo ha dado, yo ni siquiera sabía que tenías un anillo de compromiso.
    Mi grito lo siguió un silencio y varias respiraciones aceleradas a través del altavoz. Después, cuando habló de nuevo, estaba más calmado.
  -Podemos llegar a un maldito acuerdo de una vez. En este momento estoy ocupado y perder el tiempo es lo que menos necesito.
  -Vale. –Yo también podía tranquilizarme si se me hablaba bien. -Estaré pendiente del móvil.
  -Gracias. –Y colgó, e incluso, sentí que había estampado el móvil contra la base.
    Inmediatamente le envié un mensaje a Adriana para quedar con ella y me fui al armario para buscar el vestido más provocativo, y de zorrón que tuviese dentro. No sé si sería una buena idea, pero estaba dispuesta a ver qué cara mostraba Ivan cuando me viera.
    Y de pronto me encontraba súper emocionada y con unas ganas horribles de que llegara esa noche…
    Y el encuentro con Ivan…
 
 

 


 



Capítulo 2

 
    El vestido, desde luego, era lo más acertado que me podía poner para esa noche, no era en si lo mucho que se me acoplaba al cuerpo, o lo provocador de su pico donde una pequeña puntilla tapada mis pezones, sino el color. Había elegido el rojo porque sabía que a Ivan le encantaba ese color, incluso la ropa interior, de seda y puntillas, era en un rojo como la sangre y resaltaba el color pálido de mi piel.
    Subí la cremallera trasera de las tiras de las sandalias doradas y entré de nuevo al baño para pintar mis labios de rojo, para terminar el conjunto entero y poder dar más brillo a mis ojos negros.
  -¿Cómo lo llevas? –Preguntó Adriana apoyada en el marco de la puerta, después silbó mientras me miraba de arriba abajo. -¿Estas segura que quieres salir así?
    Me giré y la miré. Adriana tampoco se había optado por una túnica de monje. Su vestido azul royal, mostraba más de lo que quería tapar.
  -Tú también has seguido las instrucciones del informe pasado por puerta para pillar algo esta noche.
  -Tú estás prometida, yo ni siquiera tengo un amigo con derecho a roce. –Se quejó poniendo un mohín en sus labios brillantes.
  -¿Y Míster tatuajes?
    Le pregunté por su nueva conquista, ese mismo chico de dos metros de altura que había conquistado su corazón no hacía más de un mes y con el cual había compartido más de una cita, cuya cita no solo no había comenzado, sino que, ni siquiera había llegado al restaurante la primera vez, el resto de citas, ni habían salido de la casa, más exactamente, de la cama.
  -Demasiado casero. –Contestó guiñándome un ojo.
  -¿En serio? No sabía que eso te preocupara mucho. –Adjunté con otro guiño.
  -Y no me preocupa, siempre y cuando, no sea siempre igual. –Adriana se colocó detrás de mí y se miró en el espejo para después repasar el brillo de sus labios.
  -¿Siempre igual?
  -Ya sabes. Juegos eróticos, miles de posiciones, torturas, el Kamasultra perfeccionado… ¿Lo entiendes?
  -No, no tengo ni idea.
    Mi matrimonio concertado con Ivan, me tenía muy controlada por parte de mi madre en cuanto a novios se trataba, sí, había besado a otros hombres y había metido las manos en la masa, pero nunca había pasado de la tercera base.
    Mis relaciones duraban más o menos siete días, ya que de pronto, como por arte de magia, me dejaban y pasaban olímpicamente de mí (Cosa que nunca entendí), así que, mi manzana estaba entera y sin cortar.
  -Mmm, perdona… -Consoló Adriana colocando sus manos encima de mis hombros, después me dio una palmadita. -¿Sabes que lo tuyo es un problema?
    Sí lo era, pero, creía que pronto se solucionaría y pronto practicaría sexo de una vez, sin embargo, de nuevo, me equivocaba. Ivan no estaba interesado en mí ni siquiera en ese tema.
    Ni si quiera en un polvete rápido.
  -Pensé que lo solucionaría con Ivan…
  -Ivan esta noche está prohibido. –Anunció una voz diferente a la nuestra.
    Ambas nos giramos directas a esa voz masculina que había entrado en mi casa sin ser del todo invitado.
  -¿Cómo demonios has entrado? –Le pregunté a Logan dedicándole una mirada curiosa.
    Él simplemente se encogió de hombros, después se apoyó en el marco de la puerta, en el mismo lugar que Adriana había ocupado y se cruzó de brazos.
  -Tu portero me conoce, y la puerta de tu casa no es un rompecabezas. Ya te dije que la cambiaras. -Se defendió Logan con gesto despreocupado.
    Ese hombre podía ser el sueño de cualquier mujer. Un metro ochenta y siete de músculos, piel morena, ojos castaños como esas cejas y ese corto cabello y rizado. Su rostro era bello, duro a la vez que tierno y sus labios carnosos escondían una preciosa sonrisa que hacía que las mujeres temblaran al verla. Pero ese no era mi caso.
    Logan me caía muy bien pero nunca llegaría a tener aquello que él deseaba, y había insistido, no era de los que aceptaban un no como tampoco de los que necesitarán insistir mucho para conseguir lo que querían, exceptuando conmigo. Yo había roto todos sus esquemas al plantarle un no detrás de otro, aunque… Había otra que nunca le hacía ascos, pero a Adriana, le sucedía todo lo contrario.
     Logan pasaba de ella hasta en ese momento ya que sus ojos todavía no habían dejado de inspeccionar mi cuerpo y más especialmente mi escote.
  -Teniendo amigos como tú, ¿Para qué queremos puertas nuevas? –Ronroneó Adriana lanzándole un beso cuando pasó justo por su lado.
  -Para proteger. –Le contestó Logan a su trasero contoneándose. Luego se giró hacia mí con esa sonrisa seductora. –Esta noche tendré que espantar muchas moscas…
  -No. -Lo interrumpí, me subí el escote y avancé hasta colocarme a su lado. Me giré para mirarlo. -Preocúpate por las tuyas, que a los míos, yo me los quitaré de encima.
     Logan soltó una carcajada y tan descarado como siempre me tomó del brazo y me giró cara él.
  -Me encanta que te pongas borde conmigo. –Susurró con voz seductora, la misma que me provocaba un bostezo detrás de otro.
  -De verdad, nunca he conocido a un hombre que sea tan cabezón como tú.
  -Lo mismo digo. –Contratacó Logan con la barbilla alta y una sonrisa de lado.
  -Chicos, Gina está esperando. –Adriana se plantó delante de nosotros con las cejas alzadas y las manos apoyadas en sus caderas mostrando su molestia claramente. -¿Nos vamos?
    De un tirón me solté de Logan y avancé para coger el mini bolso que exigía el protocolo y, donde no cabía una mierda, mientras lanzaba mi último comentario a Logan.
  -Sí, por favor, sino vomitaré antes de ponerme a beber…
  -Muy graciosa Gaela, tu chispa es muy contagiosa. –Fue su contestación antes de pasar por mi lado, tomar a Andriana de la cintura y sacarnos todos de allí.
    Una vez fuera, los tres nos separamos, bueno, más bien fui yo la que se separó para acercarme a Gina que nos esperaba apoyada en su coche, un precioso Mustang del 67, de un color rosa chicle que no pasaba desapercibido, pero que cantaba menos que las llantas de aleación cromadas en Ónix de una edición limitada y que creaba más expectación que el color cantarín de su carrocería, aunque, el interior dejaba a esos locos por los tuneados babeando y paralizados.
  -Yo llevo mi coche. –Señaló Logan poniendo los ojos en blanco al ver que todas nos dirigíamos al coche de Hello Kitty.
  -Voy contigo. –Se ofreció Adriana, como siempre, babeando detrás de él.
    Una parte de mí se sintió impulsada a cogerla de la coleta y tirarla hacia atrás o pegarle dos tortas para que espabilara, pero dentro de mí, una vocecilla me indicó que yo también hacía lo mismo con Ivan.
    Las dos teníamos algo en común. Ambas seguíamos a dos hombres que pasaban de nosotras.
    Inspiré y dejé a mi amiga marchar mientras abría la puerta del coche, pero, por un momento me quedé mirando la noche, la oscuridad del cielo y las estrellas que brillaban sobre un manto negro sobre nuestras cabezas.
    No sabía cómo resultaría la noche, no sabía cómo terminaría, pero tenía algo dentro, una sensación extraña que desembocaba a un pequeño nervio en el estómago, y eso solo podía significar una cosa.
    Algo bueno iba a pasar.
    La noche transcurrió como siempre cada vez que nos juntábamos. Ete, se unió a nosotros al principio pero se marchó a la mitad dándole un beso a su chica Gina y dándonos los pases vips para que entráramos sin hacer cola.
    Al igual que no recordaba cuando había sido la última vez que había limpiado mi casa, tampoco sabía cuándo había sido la última vez que me lo había pasado tan bien en una simple cena. Las risas, el alcohol, hasta la música que el dueño nos había puesto para animarnos, fue algo muy contagioso y resultó ser que, lo necesitábamos. Igualmente no pude evitar echarle un ojo de vez en cuando al teléfono para ver si había alguna llamada perdida…
    Cero, no había nada todavía.
  -Deja el teléfono, quieres. –Me pidió Gina una vez arrancó el coche. Logan nos adelantó, y comenzó lo que podía llamarse la carrera del siglo ya que se puso a esquivar y adelantar como un profesional conductor de coches de carreras y solo para llegar al local de Ete. –Este tío está loco. –Comentó más para sí misma que para compartir opinión sobre la conducción de Logan.
  -Ivan me tiene que llamar, -le dije sin mirarla, tan solo podía ver esa pantalla con los ojos fijos, como si lograra que con la mente pudiese conectarme con él para avisarle de que me llamara de una vez. -y no sé a qué hora se decidirá…
  -Eso no es una excusa. Pareces una desesperada. –Esta vez sí que la miré.
    Me parecía increíble que estuviese tan al loro de mis movimientos ya que su concentración era implacable hacia la carretera, por lo visto, seguir a Logan se estaba convirtiendo en todo un reto.
  -No parezco una desesperada, solo deseo que me llame ahora que todavía no estoy tan pedo…
  -Mec. –No solo lo dijo, también tocó la bocina para dar énfasis a ese tic. -Error. Cuanto más pedo estés, mejor.
  -¿Por qué? Sabes que no le intereso nada, y si me ve en todo lo alto, aun caeré más bajo…
  -Y le dirás cuatro cosas bien dichas, le plantarás cara sin caer perdida bajo sus pies mientras babeas como un dromeriado.
  -¿Qué dices? –Estaba alucinando de que mi amiga me viera de esa forma.
    ¿Es que era tan evidente que ese hombre me tenía comiendo de su mano?
    Sí, lo es y te lo dice la sabia.
    Gina de todas nosotras era la más centrada. Con su melena pelirroja, unos ojos azul tan oscuros como el cielo en la noche, un cuerpo de infarto que provocaba que todas las cabezas masculinas se parecieran a la niña del exorcista para poder seguirla a sus espaldas cuando entraba en un local, y no olvidar que tenía una mente maravillosa. Se había convertido en la psicóloga del grupo. Se hizo novia de Ete cuando tan solo tenían, ambos, quince años, y aunque habían sucedido miles de cosas entre los dos, continuaban juntos y enamorados.
    Una parte de mí los envidiaba, pero envidia sana. Solo soñaba en tener alguna vez la complicidad que ellos tenían, compartir sus miradas, sus pensamientos y sobre todo esa concesión que los diferenciaba de todos.
    Algún día Gaela, algún día.
  -Cuando tomas unas copas de más… -Contestó Gina a mi pregunta anterior, la que no había podido contestar hasta el momento por esquivar dos coches parados. -Te transformas en Tormenta de X-men y los truenos caen como guijarros de hierro para aquel que este delante de ti.
  -¿De verdad? –Pregunté asombrada.
  -En serio. Y te pido por favor que cuando eso suceda… -Se giró y me miró con una sonrisa perversa. –Me avises. No me gustaría perdérmelo.
    Le sonreí a Gina y tiré el móvil dentro del bolso. Al fin y al cabo ella tenía razón, estar pendiente de esa llamada era todo lo contrario de mí. No podía estar pendiente de un hombre que pasaba de mí como de un nuevo reloj. Después me acomodé en el sillón y disfruté del recorrido en coche que se había convertido en una carrera a causa de la velocidad que había adoptado Logan.
    Era difícil seguirle el ritmo, pero era algo muy normal. Logan era un experto en coches tanto en mecánica como ponerse al volante. Era su profesión, él era un piloto profesional de coches de carreras y aunque Hello Kitty era la envidia de las carreras ilegales, no tenía nada que hacer en contra de las manos y los pies de Logan.
    Llegamos al local en doce minutos de veinte que deberíamos haber tardado. La puerta trasera Vip estaba iluminada por dos farolillos en color azul oceánica y una mujer conversaba con un hombre vestido completamente de negro. Gina saludó al gorila que había en la entrada y a continuación las puertas fueron abiertas para nosotros. La entrada Vip que Ete nos había dado, nos daba exclusividad a una mesa en uno de los palcos del piso de arriba con dos botellas de champagne “Pernod-Ricard” (Que valía su peso en oro) y tres rondas de chupitos a elegir.
    Ahora entendía la urgencia de Ete en que no llegáramos muy tarde. Esto estaba a reventar (Y eso que solo era mitad de la noche) y todo por la clase alta de la ciudad. Todo era gobernada por mujeres con vestidos de firmas y enjoyadas por todas partes hombres, la mayoría con trajes a medida. Los pocos que habían en la pista bailando eran los más informales, aunque no dejaban la firma de su ropa a un lado, sus ropas eran realmente caras igualmente.
    Después de vaciar las dos botellas y pasar a la cuarta ronda de tequilas, Gina nos animó a salir a la pista de baile.
    Mi amiga tenía razón, cuando bebía me perdía y no solo un poco, demasiado. Ni vergüenza, ni el sentido de ella se encontraba en ese momento dentro de mi cabeza la que, solo podía albergar a la música que estaba sonando.
    Y ahora solo faltaba que Ete se pusiera a pinchar, entonces, el descontrol estaba garantizado, no solo sobre nosotros, también aquellos que nos rodeaban vitorearon su nombre y Gina le mandó un beso cuando él le dedicó la primera canción de su sesión.
    En la pista en ese momento nos encontrábamos Logan y yo, bailando cara cara, pero sin nada raro, tanto Gina como Adriana se habían ido a pedir a la barra.
    Las mujeres que nos rodeaban se arrimaban tanto que Logan sonreía sin disimulo, en mi caso pasaba todo lo contrario. Cuando sentía la atención de otro hombre me giraba y cuando dicho personaje se creía superior y me tomaba de la cintura me retiraba, el problema es que con tanto escaquearme de esos pulpos, había llegado a los tentáculos de otro peor, Logan.
    Con gran disimulo y empujándolo hacia una rubia que había formado un charco de babas a nuestro alrededor, me libré de esas garras.
    Pero entonces pasó algo totalmente extraño y muy, pero que muy raro, porque de pronto me encontraba parada y mirando hacia delante sin saber muy bien porque, hasta que tropecé con lo que parecía salido del mismo infierno.
    Un demonio con cazadora de piel negra y una rubia enganchada de su brazo.
    La parada la había causado el que nuestros cuerpo se chocaran cuando me retiré de Logan, pero fue su aroma, su deliciosa fragancia lo que me dejó temporalmente Kao. Me giré para darme con unos impactantes ojos azules llenos de oscuridad y una eterna sombra de miedo edulcorada con salvajismo. Noté como salía un suspiro de mis labios y no supe si se trataba de miedo o admiración.
    Él, sin ningún cambio en esa mirada, ni en ese rostro de rasgos afilados, duros, marcados y tremendamente bellos, se acercó un poco y no solo las piernas me temblaron, el cuerpo me sacudía y el corazón me avisaba de que estaba a punto de sufrir un infarto al corazón.
 
 
  -Ten cuidado, morena. –Arrastró las palabras y juro que tuve un pequeño orgasmo al escuchar su voz.
    Después, aunque todo ralentizado, se retiró, me dedicó una última mirada que no decía nada y se giró como si nada para largarse. Ese enorme cuerpo de un metro noventa, se abrió paso entre la gente que se retiraba a su lado, formando un pasillo como si él fuera un caballero de la realeza, solo que, a mí me parecía un siniestro jinete del apocalipsis.
    No te vayas, no, no, no…
     Mis gritos desesperados me acojonaron, pero no hice nada… salvo mirarlo como todas las mujeres que estaban a su alrededor y, aunque fuera difícil de creer, me encontraba formando, no un charco, sino una laguna de babas mientras miraba una parte de ese enorme cuerpo, ya que la otra parte me la tapaba la Barby rubia que cogía su brazo con las dos manos señalando a todas que era su dueña.
  -Hey.
    Una mano pasó por delante de mi cara de arriaba abajo, después un cuerpo se posicionó delante de mí y dio una palmada. Parpadeé para salir de ese trance y volver a mi mundo.
  -¿Que mierda te ha pasado? –El rostro de Adriana señalaba una preocupación que no entendí.
  -Na… -Me aclaré la garganta porque esta parecía ir fallando por momento ya fuese por el alcohol o por el shock de cruzarme con un tío tan bueno que me había enterrado bajo tierra. –Nada.
  -¿En serio? –Después se giró hacia Logan con las cejas alzadas. –Dame lo que le has dado a ella, quiero flipar igual.
  -No digas tonterías. –Gina se interpuso entre Adriana y yo y nos rodeó con los hombros. -Volvamos a la mesa que he pedido otra rueda de cinco rondas.
    Sonreí, simplemente por disimular pero mi mirada se dirigió a Logan, quien me miraba con mucha, demasiada tal vez, intensidad, sus ojos estaban fijos y constante en mi dirección, y esa mirada no me gustó absolutamente nada, así que se la retiré y me dejé llevar por mis amigas.
    Dos rondas más y ya estaba como nueva, las reacciones que habían sufrido mi cuerpo solo eran humo disipándose y Logan parecía volver a la normalidad animándonos como siempre con sus comentarios hasta que una de sus fans, la misma rubia a la que yo lo había empujado se lo llevó… Digamos que, fuera de nuestra visión.
  -Voy al baño, me meo viva. –Dijo Adriana mientras nos mostraba un bailecito de lo menos seductor.
    Mi amiga a toda prisa bajando los escalones y Ete haciendo su aparición tras tomarse un descanso. Saludó, besó a su novia y se sentó a su lado. Dejé de mirarlos porque sentía que invadía la intimidada que ellos compartían y me dediqué a observar todo a mí alrededor. Vi a Logan, bajo, en la pista bailando con la rubia y otra de pelo corto caoba detrás de él haciendo algo parecido al trenecito. Tres más los imitaban y casi se había parecido a una conga en toda regla. Sonreí y continué mirando pero Gina a ese punto gemía y mi incomodidad subía doce escalones de golpe.
    Me sentí totalmente marginada ya que la pareja se estaba comiendo la boca de una forma obscena.
  -Podéis respirar. –Les dije pero estaban demasiado ocupados como para prestarme atención.
    Sobras Gaela… Sal de ahí.
    Me levanté para dirigirme a la barandilla que estaba justo delante de nosotros y me apoyé. No buscaba nada en particular, solo hacía tiempo hasta que Adriana se dignara en aparecer y así no ser el farolillo de la pareja que se comía la boca en la mesa, con lo cual, no fue algo intencionado fijarme en el privado que había al otro lado del mismo piso donde me encontraba yo, solo que en la zona más glamurosa de todo el local y nada menos que, justo delante de mí.


 
    Si la primera vez que lo había visto me había impactado, la segunda no se quedó muy corta.
    Parecía un rey de reyes, rodeado de un sequito de mujeres y hombres y, de todos ellos se podía decir que era la alta gama senior, de la ciudad, asquerosamente ricos, todos con lustrosos y caros trajes exceptuando él, mi misterioso efecto infarto llevaba una camisa negra y unos tejanos desgastados.
    Don terremoto de faldas estaba sentado en el centro con las piernas abiertas y apoyado cómodamente en el respaldo mientras, sus brazos estirados se alargaban en la cabecera de ese redondo sofá simulando como si estuviese rodeando los hombros de las dos rubias que había a cada lado de su cuerpo. Alcé mi vista solo por darme el placer de volver a ver ese rostro delicioso y de pronto, sentí que esos ojos azules me miraban a mí.
    El escalofrío fue total, me arrasó como una enorme ola a presión tipo tsunami, contra mi cuerpo.
    No te mira a ti, no te lo tengas tan creído.
    Decirme eso a mí misma tenía su lógica, el local era enorme y no solo estaba yo, a aparte de tener a las dos Barbys perfectas que tenía a cada lado nadando por su cuerpo tanto con sus manos como con sus miradas, había más mujeres a mi alrededor, pero extrañamente y no sabía el porqué, sentí que esa mirada penetrante era para mí, y más la sentí cuando me incorporé un poco recta, mi mínimo movimiento parecía a ver tocado un interruptor de los suyos. Él se echó hacia delante pasando los brazos por encima de las cabezas de las mujeres y terminó apoyando los codos en sus muslos mientras, continuaba manteniendo esa mirada en mi dirección.
    No pude evita el cosquilleo por mi cuerpo al ver como se movía, igual que mi mente enferma me la mostró con una lentitud peligrosa. Me tenía enjaulada, dominada y presa de él, era imposible menearme ni dejar de mirar un rostro que parecía calcularlo todo pero con total naturalidad sin mostrar ningún sentimiento en esa cara inflexible… o eso me pareció a mí.
    Podía equivocarme, al fin y al cabo, él estaba a unos veinte o más metros de distancia y yo ya rondaba el límite de mi resistencia al alcohol.
    Estas desvariando Gaela, relájate un poco sino caerás muerta al suelo.
    Que yo misma también me dijera eso ya resultaba hasta incomodo, pero era como si hubiese inspirado gas radiactivo que me centrara únicamente en él, ya que de pronto se repitió de nuevo, otro movimiento y tuve que cogerme a esa barandilla con fuerza para no caerme de boca a la pista de baile.
    Esta vez él alargaba una mano para coger una copa que había en una mesa baja a sus pies, le dio un trago y después se pasó la mano por la barbilla.
    Quien fuera copa, cristal, hielo o líquido para rozar sus labios…
   Otro estremecimiento y ya sentí que las bragas se me mojaban. Y ni siquiera alcanzaba a ver bien ese cuerpo, pero sabía que era de piel morena, ya lo había visto en su cuello cuando se había aproximado a mí, pero ahora diferenciaba algo en contraste con esa camisa negra que llevaba arremangada por los codos, también sabía que era alto, yo media un metro setenta y tres y aun así, con mis tacones de diez centímetros, ese tío buenorro me superaba, y también sabía que era fuerte, su torso duro con el que había chocado, me lo había demostrado.
    Pero lo que más me había impactado eran sus ojos, ese azul en contraste con el negro azabache de su cabello, aun lo hacía no peligroso, sino un depredador de placer incansable.
   Y entonces pasó algo que podía haber sido causado por mi imaginación, pero de pronto, vi como esa masa musculosa se tensaba y su mirada se oscurecía más todavía, mostrándome un signo que me heló la sangre y que me tensó esta vez a mí, tan rápido que, me choqué contra un cuerpo a mi espalda y unos brazos rodeándome que estaban apoyados en la misma barandilla que yo, solo que, a cada lado de mis manos.
  -¿Estabas vigilándome? –Esa voz en ese momento me crispó los nervios, y no solo porque había interrumpido ese contacto con el hombre misterioso que tenía delante, sino porque me había pillado más alterada que nunca.
  -No te vigilaba, Logan. –Carraspeé porque mi voz parecía salir de mí a gritos.
  -¿Te he puesto nerviosa?
    Miré hacia delante y mis ojos descuartizaron a la rubia, que se creía su dueña, llevarse al veneno placentero que me había vuelto loca lejos de mi visión. De todos modos, él ya ni me dirigió una última mirada, tomó la mano que se le ofrecía en el aire y se fue con ella volviendo de nuevo a un rostro sin signos de vida.
    Decidí no mirar más, no solo porque me privaran de ese atracción, también estaba que quería ponerme a respirar con normalidad y deseaba darle una tregua a mi corazón, aunque también deseaba girarme para empujar a Logan y poder darme el gustazo de estamparlo por todo el primer piso.
    Aun así, deseándolo en mi interior, retiré esas manos para salir de esa cárcel y dejé mi maquiavélica conspiración en divagar junto con todas las otras escenas asesinas, y me comporté como una amiga.
  -Eres un pesado…
  -Solo contigo. –Ronroneó Logan contra mi oreja.
    Joder, que pedo llevaba el chaval, ahora entendía este comportamiento extra.
  -Logan, compórtate. Vale. –Le dije dándole un empujón en el pecho.
  -No vale. –Replicó con la lengua enredándose en su boca y tomando mi muñeca para llevársela a sus labios.
  -Mañana te arrepentirás. –Me quejé tirando de esa mano y deshaciéndome de ese agarre.
  -No creo…
  -¡Gaela!
    Logan lo intentó de nuevo, pero el grito de Gina lo detuvo. Gina balanceaba mi móvil en su mano mostrándomelo. Le di otro empujón a Logan que se retiró poniendo los ojos en blanco y bufando molesto por la interrupción de Gina…
    Como si pensara que con esa interrupción o sin ella tenía algo que hacer conmigo… Incrédulo.
    Y me acerqué a la mesa donde estaba Gina y Ete.
  -¿Qué pasa? –Le pregunté.
  -Ten, no para de sonar.
    Cogí el móvil y vi que tenía seis llamadas perdidas de Ivan…
    Mierda, me había olvidado de él…
    ¿Me había olvidado de él?
    No me lo podía creer. Había pensado en Ivan durante toda la noche y de pronto, había desaparecido de mis pensamientos…
    Porque tenías otro espectáculo delante sacado de las mil y una noches.
    Me estremecí al recordar mi distracción y me organicé mentalmente para poder llamar a Ivan y quedar con él, pero cuando me giré para informar de mi salida a mis amigos un tremendo jaleo, en la zona de la pista de baile, acaparó sus atenciones, y lo que vimos los tres, solo empeoró la situación.
  -Joder con Adriana, esa rubia se va a quedar sin extensiones. –Dijo Logan. Y tenía razón y si la vista no me engañaba mucho, esa rubia me sonaba demasiado.
  -La madre que la…
   Ya no me quedé a escuchar la queja de Ete, antes de que me diera cuenta me encontraba bajando por las escaleras con Gina pisándome los talones.
   

                                                      CONTINUARÁ.......................

4 comentarios:

  1. Un adelanto. Cuando termine las novelas dd Wattpad, me pondré con esta. Por ahora subiré de sorpresa algún que otro capítulo pero sin fecha, todo sera una sorpresa.
    Y por cierto...... Os gustará si os gustó ENCADENADOS.
    Un súper beso y opinar, no os contéis!!!!!!

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  2. Que es la hipnosis si no un arte o un don. Como puedes jugar con ella, te puedes fiar, puede ser peligroso, o simplemente un delicioso juego.
    Hay miles de placeres en muestra imaginación...... Sólo piensa en hacerlos realidades desde cualquier lado, tan solo cerrando los ojos y dejándote llebar por todo lo que él te ordene.
    SEXO E HIPNOSIS..... Puedes hacerse?

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  3. Me encanta, de verdad, sólo que el principio, cuando habla él, que significa?
    De todos modos, por favor sigue con esta historia, te lo ruego!!!!:'(

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    1. Hola!!!!
      El prólogo, donde habla él, sería ssupuestamente el final, sólo que no sabrá hasta el final, cual de los dos es..... Y ya he dicho mucho!!!!!
      Jajajajajajaja
      Un beso!!!!!!

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