Capítulo 3
La pelea, cuando
llegamos, llegaba ya a los puños. Por lo visto mi amiga Adriana era toda una
matona de primera generación. Sentí incluso vértigo cuando conseguí coger al
vuelo una de sus manos y llevármela a mi lado para ver un matojo –Y no miento- de pelo rubio platino. Miré
esa mano con los ojos abiertos e inmediatamente sentí un tirón en el brazo.
Logan y Ete sostenía a una Adriana totalmente
trasformada; en una loba, mientras la rubia operada se arreglaba el pelo, o lo
que le quedaba de él, con las manos. Después miró a mi amiga.
-Suéltame, que me sueltes…aajjjjj. –Gritó
Adriana haciendo todo lo imposible por librarse de sus carceleros.
Las piernas de Adriana volaban por el aire
y temí que todo el círculo que nos rodeaba le viera hasta las entrañas, pero
Gina, una de las más centradas, se puso delante de ella y tapó la gloriosa
visión a alguno que, hasta habían bajado la cabeza con intención de poder ver
mejor.
Salidos.
-¿Se puede saber qué demonios ha pasado?
–Preguntó Gina, tratando al menos en solucionar esto como las personas
decentes.
Doña estirada alzó la barbilla y tuve que
admitir que, aun después de ver las pintas que Adriana le había dejado, esa
mujer era ante todo elegante.
-Tú amiga estaba ligando con mi hombre, aun
después de decirle él, que no le
interesaba, ella se ha lanzado.
-¿Y tú como sabes que él me había dicho que no? –Hurgó Adriana en la herida
provocando que la rubia se tiñera de rojo.
-Porque él no se fijaría en una ramerilla de poca monta como tú.
-Serás…
El gran insulto que Adriana iba a soltar
fue silenciado por una mano alzada de Gina, después la pelirroja se giró hacia
la rubia y habló con la misma educación que una madre ante una pelea de niñas
de diez años.
-Perdona,
no tienes por qué faltar el respeto…
-Tú te callas taruga. –Cortó la rubia la
educada respuesta de la pelirroja.
Gina abrió la boca y pude escuchar cómo se
le desencajaba la mandíbula. En ese momento Ete soltó el brazo de Adriana que
parecía tan perpleja como el resto, y solo Logan, aunque no hacía mucho
esfuerzo, la mantuvo cogida pero la dejó en el suelo. Sin embargo, todos
parecíamos sufrir un espasmo de perplejidad.
-¿Perdón? –Preguntó una estupefacta Gina.
Yo también lo hubiese preguntado ya que me
parecía increíble que esa petarda hubiese insultado a una mujer como Gina, ella
que era la única que había intervenido de forma educada para poder continuar
con la noche.
Y mira por donde, le habían pegado una
patada en toda la boca.
-Ya me has escuchado.
–La rubia más altiva que antes (ya que cuatro de sus amigas la rodearon, junto
con dos tíos tipo armarios), apoyó la mano en su cadera y sonrió de una forma
que me dieron ganas de metérsela por el culo. –Ta-ru-ga. –Repitió con más lentitud
y mucha más chulería.
El silencio nos rodeó a todos literalmente,
incluso la música parecía haber dejado de sonar, y los cuerpo, que eran de mi
equipo, estaban tan tensos como el mío.
Ya había escuchado suficiente, doña
perfecta necesitaba una lección de educación.
-¡A por ella! –Grité y me lancé a por las súper
Barbys siliconadas.
Mi cuerpo, el que tenía detrás y la
pelirroja de mi izquierda, se lanzaron sobre las cuatro chicas, como leonas
hambrientas y más preparadas en la lucha que todas ellas ya que, el suelo las
había atrapado entre gritos y lamentos mientras nuestros cuerpos las pateaban
las arañaban y les proporcionaban una buena dosis de moratones.
Si no
hubiese sido porque yo era una de las que metían caña, hubiese sacado mi móvil para
grabar la pelea del siglo y colgarla en You
tube mañana como:
“batalla
de gatas”
Pero mis manos estaban muy ocupadas y
entretenidas como las de mis amigas, ganábamos con diferencia, e incluso hizo
falta que los armarios terminaran con la pelea, llevándose a mis amigas bajo
sus brazos y…
El resto lo tenía un poco borroso, ya que
un brazo de hierro que me quemó en la piel me rodeó la cintura y me sacó de esa
maraña de gatas para arrastrarme él mismo, fuera del local.
Cuando me di la vuelta para enfrentar a mi
agresor, literalmente me quedé sin aliento, sin palabras y… se me cayeron las
bragas.
El jinete del apocalipsis.
De cerca impactaba más, casi igual como si
te abofetearan en toda la cara, te arrojaran agua caliente con una manguera y
te aplastaran en una máquina para convertir un cuerpo metálico en un cubo de
desechos…
La
leche, que bueno estaba.
-Morena. –Arrastró la
palabra con ese vozarrón ronco y me entró un nervio de esos epilépticos. –Me
has decepcionado mucho.
Y con esas palabras se dio media vuelta y
avanzó de nuevo hacia la entrada del local. Boquiabierta y con el corazón tan
acelerado como una locomotora, no perdí detalle de ese cuerpo ni cuando se
tensó, se frenó y giró su cabeza hacia la derecha.
-¡Gaela! –Gritó histérico Logan, pero mis ojos
estaban atentos a la reacción de ese hombre y la composición perfecta de cada
ángulo que Dios había creado con ese magnífico espécimen masculino. -¡Gaela! –Y
el trasero… Dios bendito, era tan
tentador como una tableta del mejor chocolate del mundo, que seguro que sería
la envidia de los mejores modelos de calzoncillos de Calvin Klein. -¡GAELA!
Me fue imposible dejar a un lado los gritos
de Logan, ya que si continuaba boceando mi nombre a los cuatro vientos, haría
salir hasta los vecinos de la otra parte del país porque, en ese momento,
estaba siendo el centro de atención.
-¡Ya voy! –Contesté con un bufido.
Pero antes de girarme y retirar la mirada
de esa espalda ancha y ese culito prieto, el gesto del individuó me llamó a
mirarlo y me tropecé con unos ojos que me miraban inquisitivos con una morena
ceja alzada.
-¡GAELA!
Esta vez el grito había sonado en mis
propios tímpanos ya que Logan, harto de llamarme había decidido venir a por mí,
y el gesto posesivo que tomó su mano con mi brazo, me hizo abandonar esos ojos
para fijarlos en mi amigo, pero antes de que pudiera decir nada, Logan me cortó
más mordaz que de costumbre:
-¿Qué coño te pasa? ¿Es que ahora pasas de
tus amigos?
Su pregunta me molestó muchísimo, y más en
la forma en que la expresó. Logan parecía rabioso y lo único que conseguía con
ese comportamiento mientras me arrastraba por toda la calle delante de todo el
mundo como si fuera mi hermano mayor, era subir mi rabia y que me dieran ganas de
entonarme unas sevillanas en su cara.
-No. Solo pasaría de ti. –Me quité esa mano
de un violento tirón y avancé hacia delante marcando los tacones fuertemente
contra el asfalto de la carretera, solo para desquitarme las ganas de estampárselos
a él.
Últimamente no solo tenía que soportar la cacería
de Logan, también ese carácter, ese detalle en su voz y esas miradas. Esta
noche se estaba pasando de la raya, y si la cosa no se detenía por completo,
Logan y yo terminaríamos muy mal la noche.
Pensaba que con el compromiso de Ivan tan
próximo, sus planes de conquista cesarían, pero parecía mentira que no lo
conociera y lo peor de todo es que, Ivan nunca le decía nada ya que, como no
sentía celos, no le importaba una mierda que los tíos me echaran los trastos
con descaro. Según él, yo lo hacía muy bien y había demostrado saber defenderme
de esos depravados que me pedían el teléfono sin su ayuda.
Hasta recordé una de las fiestas donde el hermano
del marido de mi hermana había demostrado cierto interés en mí, y ese interés
se había convertido en una persecución toda la noche; bailando demasiado pegado
a mi cuerpo, tomando mi mano como si fuera suya, susurrándome al oído
comentarios tontos, mandándome guiños… E Ivan, como si nada. Fui yo la que giré
la cara de ese idiota con mi mano y la que salió con el mote de “espanta moscas” de esa importante
celebración, a, pero, ese apodo sí que le molestó a Ivan.
El
puto mote fue lo que le jodio de todo lo ocurrido, no que un hombre me tocara el
culo. Increíble.
Sin embargo, en mi caso pasaba todo lo
contrario. Cuando veía a Ivan hablando, sonriendo, bailando o tomando un brazo
de otra mujer que no era yo… ardía Troya, Grecia, Roma… Y EL PLANETA ENTERO.
Me tomé unos segundos para centrar mi
respiración y borrar el rencor de mi cabeza, y continué caminando.
-¿Estáis bien?
Pregunté a las chicas nada más llegar al
banquito que habían abordado, aunque solo Gina estaba sentada, Adriana paseaba
de un lado a otro con nervio y agitando los brazos como si quisiera quitarse
algo del cuerpo mientras bailaba una jota, no obstante, decidí sentarme al lado
de la pelirroja aunque, extrañamente era la que mejor cara tenía, parecía hasta
divertirse.
-Sí…
-Yo no. Necesito cargarme a alguien. –Graznó
Adriana cortando a Gina. –No deberíais haberme separado…
-Relájate Adriana. –Le pidió Gina medio en
risa.
La histérica chica se hizo la sorda y
reanudó su histérico paseo, un poco más alejada de nosotras.
-¿Y Ete? –Pregunté echándole un vistazo a
Logan que se apoyaba en el respaldo del banco dándonos la espalda en sumo
silencio.
-Dentro, solucionando todo esto.
-Lo siento. –Dije, pensando que necesitaba
escucharlo, pero Gina me sonrió.
-Tranquila, él lo arreglará todo… Por cierto.
–Gina abrió su bolso y sacó mi móvil. –Ha vuelto a sonar otra vez.
Tomé de nuevo el móvil y lo miré con
tristeza. De nuevo me había vuelto a olvidar de Ivan, y sabía que esto me iba a
traer problemas. Ivan no estaría muy contento con mi pasividad, pero yo no tenía
la culpa de esas interrupciones…
Pues eres una de las protagonistas…
Cállate.
No tenía ganas ni de discutir con mi propia
conciencia como para discutir con mi prometido.
Me armé de valor, respiré y marqué. Al
segundo toque contestó.
-Cada vez me decepcionas más. –Rugió a su forma, con su típica educación y
solo para que me sintiera mal.
Menudo
saludo… Y otro que tal.
De pronto caí en esa frase y en que no
hacía más de dos minutos otro tío bueno también me lo había dicho.
-Ivan…
-¿Dónde estás? –Me cortó mandándome una
descarga eléctrica por todo el cuerpo. El efecto Ivan ya comenzaba hacer su
trabajo.
-En el local de Ete, en Malabella.
-Quédate ahí, ahora
voy, y… No hagas que a la próxima te ponga un rastreador.
-¿Qué?
No hubo contestación, tan solo el “pin” del colgado.
-Menudo cabrón. –Alcé la vista y miré a Gina
que miraba a Adriana, la protagonista del comentario, con los ojos en blanco.
Mis ojos también se dirigieron a mi amiga,
que tras mirarme su rostro se llenó de prudencia y culpabilidad.
-Tenías el manos libre…
-Adriana. –Le pidió Gina soltando un ruego,
pidiéndole que se callara.
-No la calles, todos pensamos lo mismo de él.
–Esta vez fue Logan el que dio su opinión.
No me lo podía creer… ¿Tenía que ser él el
que comenzara la guerra?
-Sobre todo tú, Logan, el magnífico. –Acusé
porque él era el menos indicado para hablar.
Logan abrió los ojos y le dio la vuelta al
banco para colocarse delante de mí. Mis ojos no solo lo miraron, lo acribillaron.
Si mi amigo quería guerra estaba dispuesta a brindarle una batalla.
-Al menos yo no te trataría como una mierda.
-¿De verdad te crees mejor que él? –Le
pregunté levantándome del banco y enfrentándome a él.
-Por supuesto, y te pido por favor que no me compares
con ese desgraciado. –Logan se cernió contra mí con una mirada amenazante.
-No eres comparable. –Murmuró Adriana a
nuestra espalda. Pero Logan no podía retirar los ojos de los míos al igual que
yo de los suyos.
-Eres mi amigo y hoy pareces un…
-Chicos basta. –Pidió Gina colocándose en
medio de los dos y mirándonos de uno al otro con una súplica en sus ojos.
–Gaela, estamos preocupados por ti. Mira cómo te pones ahora que todavía no os
habéis casado, ¿Cómo será luego? ¿Qué pasará cuando os deis el; Sí quiero?
Ahora llegaba en debate de mi relación con
Ivan y eso era lo que más odiaba. Sabia de sobra la que se me avecinaba, no
hacía falta que todos ellos me lo restregaran por la cara.
-Ese es mi problema, y las cosas seguirán
igual.
-No Gaela, ese hombre te cambiará. –Susurró Adriana
acariciando mi cabello. Ese gesto me relajó solo un poco.
-No lo hará. –Murmuré porque los dedos de
Adriana me hacían cosquillas.
-Ojala fuera verdad. –Murmuró también Gina.
-¿Y que queréis que haga? –Me dije más para
mí misma hundiendo mis hombros con todo el peso del mundo sobre mi espalda.
-¿No hay alguna manera de anular ese
matrimonio? –Preguntó Adriana de pronto, dejando mi cabello y colocándose
delante de mí.
-No. Esto es algo que se le llama deber
familiar, es decir… El honor de la familia. Un contrato firmado desde hace
años…
-Tiene que haber alguna forma para romper ese
compromiso, y la buscaré. –Me consoló Gina cortándome y poniendo a trabajar su
cabeza a toda velocidad.
-Yo te ayudaré, puedo consultárselo a mi
padre. –Participó Adriana con una amplia sonrisa. –Un juez lo sabe todo. –Y me
guiñó un ojo.
Parpadeé por la propuesta, dudaba que
encontraran algo ya que una parte de mí deseaba ese matrimonio porque esperaba
que las cosas entre Ivan y yo cambiaran, la otra parte era realista y dio
saltitos al alegrarse de poder contar con amigas como ellas por tratar de
ayudar en mantener mi vida tal y como estaba y darme una esperanza de poder
disfrutar.
-Os lo agradezco, pero os pido que no os
metáis. La familia Toscana es muy persuasiva y se las sabe todas. Ellos fueron
los que decidieron este compromiso. Y mi madre, que entusiasmada lo aceptó,
será otro problema de los gordos.
-Tu madre solo es un pequeño obstáculo fácil
de derrumbar. –Opinó Gina.
¿Obstáculo?
Tenía gracia, mi madre era una muralla de acero, cristal, piedra, agua y fuego…
Todo mezclado y era imparable e inamovible.
El verdadero reto era la señora Olimpia Nicola-Lee.
Mi querida mami.
-Hacer lo que os dé la
gana pero…
-Ya te avisaremos, tranquila.
Gina y Adriana se sentaron en el banquito
de nuevo para hablar entre ellas. Me pasé la mano por el pelo retirándomelo de la
cara y sentí unos dedos acariciar mi brazo. Sabía que era Logan, de algún modo
pidiéndome perdón, pero me dio igual, mucho tenía que hacer para que lo
perdonara.
Rechacé esa ofrenda de paz y me alejé un
poco caminando hacia delante, casi de vuelta a la entrada del local. No sabía
muy bien dónde dirigirme, solo necesitaba poner un espacio entre esa colmena de
abejas en que se habían convertido mis amigos, y yo. Pero el bocinazo de un
coche me detuvo abruptamente y mis ojos se dirigieron a la dirección de ese
sonido.
Implacablemente, un Aston Martin db9 en negro, con unas llantas que envidiaría Hello Kitty, fue aparcado a mi derecha.
El coche llamaba tanto la atención como la rubia que se montó en el lado del
copiloto, pero quien llamó realmente mi atención fue quien abría la puerta de
esa bestia de cuatro ruedas para entrar dentro y domar su cuerpo lleno de
curvas de acero inoxidable.
Él, que captó mi mirada y la de muchos
otros; las mujeres por la aura de magnetismo y salvajismo erótico que
desprendía y la de los hombres, por la dominación y la envidia, y yo, por…
todo.
Resbalé con los ojos hambrientos por todo
ese cuerpo, era la cuarta vez que me lo cruzaba y el impacto de sus ojos mejoraba
con cada momento ya que el coche no era el único que rugía, mi yo misma interna
estaba al cien por cien de adrenalina y a la vez elevándose y desmayándose como
un chorro de agua contra el suelo.
Podía verlo perfectamente, esta vez nos
separaban unos diez metros y aunque la mitad de su cuerpo era tapado por esa
puerta abierta donde uno de sus brazos musculados se apoyaban, su cara no. De
todas formas, no leía nada en ese rostro completamente vacío, pero me llené con
su belleza y con el placer que me causaba ver sus ojos mirándome, y esta vez no
era una alucinación, el jinete me miraba a mí, lo malo es que no podía deducir
que significaba esa mirada.
Una intensa mirada que se rompió cuando un
coche frenó delante de mis narices, casi a un metro de distancia de mi cuerpo.
Debería de haber reconocido el sonido del Bugatti de Ivan, me lo sabía de memoria,
siempre que lo esperaba en el portal de mi edificio, con tan solo escuchar ese
motor, ya sabía que se acercaba y todavía no se había mostrado. Pero ahora el
dueño del Aston Martin había
conseguido hasta que ese detalle se me olvidara.
Antes de ver salir a Ivan por la puerta le
eché un último vistazo de soslayo al desconocido…
Ya no estaba donde lo había dejado, pero lo
encontré de nuevo y...
No solo se había alejado de su coche, sino
que se acercaba y ahora estaba a unos cinco metros de distancia de mí. Me tensé
y luché por controlar mi cuerpo, mi respiración y mi corazón, pero me resultó
imposible cuando me giré de nuevo hacia delante y pude ver como Ivan también se
me acercaba con una mirada que podía congelar el mismísimo infierno.
El cuerpo comenzó a temblar, no encontraba la respiración, se acercaban y algo dentro de mi parecía histérico y descontrolado.....
Todo se ralentizó a mí alrededor, ellos se
acercaban, cada uno tenso y con la mirada puesta en mí, pero de pronto, sucedió
algo que realmente no me esperaba y que dejó mi ánimo tan por los suelos como
cualquier chicle pegado que ya no se puede quitar ni haciendo palanca.
Mi jinete se frenó delante de una rubia
explosiva, la tomó de la cintura y la arrimó a su cuerpo para susurrarle algo
en la oreja mientras…
Fui arrollada por un todoterreno que me
acorraló con sus brazos, me empotró contra su cuerpo duro y me hincó la mirada
con una violencia que seguro me dejaría marca porque, de pronto, sentí que los
ojos me escocían.
-Esta noche no solo has traspasado el límite
de mi paciencia, sino que además, has conseguido que deseé palmear tu trasero
hasta dejarlo al rojo vivo…
Miré a Ivan y podía decirse que su nariz se
rozaba con la mía, pero no era en el sentido coqueteo, al contrario, era la típica
amenaza de choque de cabezas, como si quisiera darme a entender que él era el
más fuerte. Y sin lugar a dudas lo era, porque su tacto sobre mi cuerpo me había
dejado completamente debilitada y magullada al sentir su presencia dominándome.
-¿Eso es una proposición? –Pregunté por una
boca que parecía adelantarse a mis pensamientos, pero…
¿Qué podía decir?
Me había dado dos veces con un canto en los
dientes. El primero; al pensar que el jinete venía a por mí, y lo que realmente
hacía era ir a por una de sus rubias, y el segundo; en pensar que el atropello
que había sufrido tan violento era llevado por el deseo de recibir un beso de
Ivan, y otra vez…ERROR.
Hoy
no era mi noche.
-No Gaela. –Contestó Ivan con una voz oscura.
-Es una advertencia. Una putada más de las tuyas y te arrepentirás.
Estaba sumamente cerca, lo tenía casi
pegado a mi cara, pero no ardía el fuego en él, ardía la ira, la rabia y la
tensión que pendía de un hilo por el poco control que le quedaba a esa vena en
su cuello.
Mi
vestido rojo no había funcionado ni una mierda.
-Puedes soltarme, me haces daño. –Le pedí
cuando sentí que sus dedos se clavaban en mis antebrazos.
-Solo quiero saber si te ha quedado claro.
-Trasparente. –Repuse como un soldado a su
general.
Ivan me soltó los brazos y dio un paso
hacia atrás, luego se arregló las arrugas que se habían formado en su americana
al cogerme violentamente y volvió a clavar sus ojos en mí. Aunque parecía más
relajado no me podía engañar, si las miradas mataran… sería imposible
encontrarme bajo tierra de lo profundo que esos ojos me estaban enterrando.
-Me gustaría recibir una explicación de porqué
has tardado tanto en devolver mis llamadas.
-¿Ahora? –Pregunté incrédula.
Por un breve segundo pensé que esto sería
rápido, pero de nuevo me equivocaba, y era normal. Ivan estaba acostumbrado a
tenerlo todo bajo control y una vida totalmente organizad, y yo me había
convertido en su piedra en el suelo, una piedra que le hacía tropezar una y
otra vez.
-Sí, ahora. –Ordenó tranquilamente y se cruzó
de brazos esperando mi respuesta.
-La noche se complicó. –Comencé creyéndome
que sería suficiente.
-Define claramente esa complicación.
Me mordí los labios y pensé en que debía
callarme y que debía decir, ya que ambas cosas me parecían peligrosas
comentarlas. No obstante y sin poder controlarlo, mi mirada se dirigió a mi
derecha, al Aston Martin.
El jinete no solo había llegado a su coche,
estaba dentro, con la ventanilla bajada y uno de sus brazos colgando. Tanto la
rubia que ya había montado antes como la segunda a la que él había ido a buscar
también estaban dentro, una retocándose los labios mientras se miraba en un
pequeño espejo y la otra detrás de él, haciéndole un masaje con unos delicados
dedos, y él… mirándome, mientras su coche, parado, rugía de vez en cuando
quejándose de que su dueño no lo sacara a pasear, pero su dueño estaba más
ocupado en mí. Y no lo entendía, no sabía que le llamaba tanto la atención como
para no retirar su mirada y fijarla en las mujeres que lo rodeaban dentro del
coche.
-Gaela. –Ivan posó sus dedos en mi barbilla y
me giró para que lo mirara. –Puedes empezar, por favor.
Me lamí los labios y aguanté la tentación
de volver a mirar a ese pecado ya que, tenía otro pecado igual de tormentoso
delante de mí, y comencé con mi explicación antes de permitirle a Ivan hacer
una escena delante de toda esa gente que había a nuestro alrededor.
-Bueno… -Me aclaré la garganta, la tenía tan
seca como si hubiese pasado todo el día en el desierto. -…perdí mi bolso de vista
y cuando me di cuenta vi tus llamadas, pero entonces…
Tragué saliva y me retiré hacia atrás, esos
dedos bajo mi barbilla estaban complicando un poco mi forma de pensar.
-Entonces ¿Qué? –Repitió Ivan dejando caer su
mano a un lado de su cuerpo.
-Adriana estaba en apuros y… Se me fue de la
cabeza.
-¿Qué se te fue de la cabeza? –Ivan frunció
el ceño atónito.
-No pude pensar mucho mientras una rubia
oxigenada trataba de arrancarme la cabeza. –Le expliqué para que no pensara que
estaba loca.
Aunque
esta noche se me estaba hiendo un poco la cabeza con todo lo sucedido.
-¿Te has involucrado en
una discusión? –Preguntó con los ojos como platos y de una forma tan aristocrática
que se me puso la piel de gallina.
-¿Discusión? –Pregunté con sarcasmo. -Eso
parecía la matanza de Texas…
-Vale. –Me cortó levantando una mano para que
me callara. Después sacudió la cabeza con decepción, y continuó: -Verdaderamente
no quiero saber nada más. Una vez nos casemos solucionaremos esos problemas
impulsivos.
-¿Perdón? –Esta vez la atónita fui yo, que
abrí los ojos casi tanto como la boca.
-¿Hay algo más que deba saber? –Preguntó él
pasando totalmente de mi pregunta anterior y cambiando de tema como si nada.
Y una mierda como tú coche de grande.
-No, pero me gustaría que me explicaras eso
de mis impulsos. –Insistí. Necesitaba una explicación.
-En otro momento…
-No. Ahora. –Ordené y me crucé de brazos
imitando su anterior comportamiento, a la espera de que comenzara.
Pero Ivan tan solo se pasó la mano por el
pelo deshaciéndoselo y mostrándome una deliciosa escena de ese pelo cayendo y
brillando por el toque que le daba las luces de las farolas. Una sombra que se
apoderó de la mitad de su rostro lo mostró, por un momento vulnerable, pero
solo un segundo, aun así, el suficiente tiempo para que perdiera el hilo de la
conversación.
-Ivan.
¿Nos vamos? –Una preciosa voz femenina se metió por mis oídos como una cantante
de Country. Alcé la vista y miré por
encima del hombro de Ivan, quien extrañamente se había tensado.
Una joven muchacha de cabello oscuro y
belleza infantil, salió del Bugatti
con una preciosa sonrisa en los labios mientras dirigía sus ojos claros a la
espalda del hombre que había delante de mí.
-¿Ivan?
–Repitió esa voz dulcemente y juro que vi las estrellas y sentí la sangre en mi
boca cuando dirigí mi mirada al llamado.
-Espera dentro del coche. –Rugió Ivan en una
orden sin retirar los ojos de mí. La joven obedeció inmediatamente y se metió
de nuevo en el coche.
Todo a mi alrededor comenzó a dar vueltas,
estaba dolida, cabreada y con ganas de salir corriendo para agarrarme a mi almohada
y no salir durante un largo tiempo de casa. Sentí que mi corazón daba un salto
pero no de entusiasmo, sino, como si se hubiese roto una válvula y la sangre se
desparramara por dentro de mi cuerpo inservible.
-Eso es lo que te ha fastidiado ¿Verdad?
–Exploté sin darme cuenta. Deseaba que explotara él de la misma forma y llegará
a estar tan perturbado como yo para poder tener una pelea de las que terminaban
en un ring de boxeo.
-¿Qué insinúas? –Preguntó alterado.
Bien, había conseguido que esa vena por fin
actuara a mi favor. Ivan no estaba tan controlado como aparentaba, y por fin,
la naturaleza de Ivan se destapaba ante mí.
Los hombres también sangran.
-Te he torcido los planes con tu amiga…
-Gaela…
-No.
Déjame hablar. –Le pedí con el mentón en alto. Después de ver esto, era una tontería callarme todo. -No te
preocupes por la intromisión, es más, debería decirte que una de las
complicaciones que he sufrido esta noche ha sido que he perdido el culo detrás
de un hombre que me ha puesto como una moto…
-Gaela…
-No soy tan inmune a ti como pensaba, y te
agradezco que la trajeras a ella hasta aquí. –Continué sin hacerle caso, sin
escuchar mi nombre ardiendo en su voz, sin ver esa cara roja llena de ira y sin
ver como sus ojos se oscurecían cada vez más: -Es la prueba que necesitaba para
saber que tengo carta blanca para…
-No se te ocurra. –Me cortó con una voz que
podía haber fundido el metal de su propio coche, porque la ola de rabia que nacía
de su cuerpo era arrolladora. –Que no me intereses como mujer no significa que
vaya a permitir que te rías de mí.
-Tranquilo, seré discreta. –Le dije con una
sonrisa en los labios que provocó que su labio inferior temblara de rabia.
-Gaela…
-¿Me das mi anillo? –Lo corté para no
continuar con esta discusión, tenía que admitir que me encantaba provocar a
Ivan, pero esa provocación me iba a dejar huella, ya que pensar que él iba a
disfrutar con otra mujer, en verdad me rompía el alma. -Mis amigos me esperan y
tu chica se está impacientando.
Ivan miró por encima de mi hombro, y
cierto, mis amigos estaban vigilando, observando la escena como espectadores de
cine, solo les faltaba las palomitas y el refresco. Luego me miró y finalmente
decidió que él también quería terminar con esto porque se llevó la mano al
interior de la americana y sacó una cajita negra que me tendió sin gesto alguno
en la cara.
Igual que me lo había imaginado: Él a un
metro de distancia del suelo, con la rodilla hincada en el suelo y la cajita
abierta mientras que con una sonrisa me lo pedía…
La imaginación hacia maravillas y la ironía
también.
La abrí y… Que joya. La belleza en esa pieza era algo increíble, pero de
pronto, me mareé y no quise ponérmela. Cerré la caja.
-¿No te la pones? –Me preguntó con la ceja
alzada y una voz completamente calmada. Alcé la vista para mirarlo y sí, se había
relajado y la tensión había desaparecido… ¿Cómo era posible ese cambio de humor
tan radical?
-Cuando llegue a casa. –Le dije apretando
fuertemente el terciopelo que vestía esa caja, contra la palma de mi mano.
-¿Te ha gustado…?
-Ivan. –Lo corté bruscamente porque la
sonrisa en esa boca de superioridad me comió por dentro. -Que tengas un buen
viaje… y tranquilo, no te apresures en llegar, me voy a mantener muy ocupada
estos días para no pensar en ti.
Me di la vuelta y me largué con la cabeza
bien alta y una preciosa sonrisa en mis labios. Pero todavía no había terminado,
había otro al que deseaba darle un escarmiento.
El Aston
Martin continuaba ahí, y él dentro mirándome, lo sabía aunque no le dirigí
ni una sola mirada, no obstante, notaba la suya detrás de mí, sentía esa
intensidad clavada en mi cuerpo, en mi piel y en mi trasero, así que, aproveché
el segundo round, tanto para él como
para Ivan, que también continuaba mirándome.
Pasé por
delante de ese coche negro con un contoneo de lo más sexy, tanto que, hasta recibí
algún que otro piropo de un grupo de chicos que pasó por mi lado, e incluso me
atreví a sonreír a uno de ellos que pasó por mi lado tan pegado que, nuestros
cuerpos se rozaron y participaron en un medio baile donde, yo terminé dándome
una media vuelta siguiendo su torso para después terminar la vuelta entera sola,
tipo bailarina, y finalmente darle la espalda para continuar caminando,
sabiendo que otros ojos diferentes también me miraban…
Inmediatamente no solo un coche salió
quemando ruedas, en este caso fueron dos, dos bestias que desprendieron el
fuego que sus amos le indicaron al salir escopetados del lugar, y cuando me
giré satisfecha, observé que los dos coches que quemaban ruedas eran de los dos
hombres que me habían perturbado…
Vale, esto no era una conquista del todo,
pero yo había tenido la última palabra y había ganado.
Me frené y me crucé de brazos, mis amigos
llegaron hasta mí. Gina me levantó la mano para que se la chocara.
-Ole, ole y ole. –Dijo. –Ivan se ha quedado
pasmado, furioso y lo ha visto todo sin perderse ningún detalle mientras el
cuerpo le daba latigazos. –Me describió Gina entre carcajadas.
Quise alégrame, me había salido genial, le
había dado una buena lección, pero entonces… ¿Por qué demonios tenía los
nervios destrozados y quería tirarme al suelo y gritar hasta quedarme afónica?
-Sí ha sido genial, pero, hay algo que no
entiendo. –Prosiguió Gina mientras arrugaba la frente. -¿Qué ha pasado con ese
tío del Aston Martin?
-Oh, eso te lo puedo explicar yo. –Se ofreció
Gina confundiéndome. –Quería llamar mi atención. Ya le dije a la rubia que su
chico no me había dicho que no.
Mi mente recordó cada detalle, cada imagen
y cada sensación que ese hombre me había proporcionado y de pronto lo vi todo de
otra manera.
¿Él nunca me había mirado a mí? ¿Él había
mirado a mi amiga?
Había sufrido alucinaciones de las buenas
que me habían dejado un mal gusto en la boca, un odioso sabor agrio que ni la
pasta dentífrica de menta podía quemar.
-¿Ese es el tío por el que te has peleado? –Preguntó Gina y de
pronto mi amargura aumentó.
-Claro. –Aclaró con una sonrisa de oreja a
oreja. -Dios ¿Has visto cómo está? Es el padre de mis hijos. –Juntó las manos
mientras soltaba un suspiro y pestañeó como si fuera un querubín regordete
soñando con un futuro lleno de arcoíris.
Gina aplaudió el tema del gesto de Adriana
con un comentario jocoso, pero no pude escuchar bien porque Logan eligió ese
momento para abordarme cogiéndome de la cintura y retirándome del lado de las
chicas.
-Hoy me has dejado muy sorprendido. Estoy orgulloso
de ti.
Necesitando un apoyo moral me lancé a sus
brazos, tal vez fue un error, pero en ese momento necesitaba que alguien me
diera un abrazo. Logan no dijo nada aunque al principio se tensara, luego me
abrazó para ofrecerme ese consuelo que necesitaba.
-¿Esto significa que me perdonas? –Lo miré
retirándome de su pecho y le dije que si con la cabeza, Logan agradecido me dio
otro abrazo más fuerte. –Creo que eso me sirve.
-Bueno. –Gina interrumpió la reconciliación
con un carraspeo. -Se terminó la noche para nosotros.
Ete rodeó los hombros de su chica y le dio
un beso en la frente, después me miró.
-Gaela, mañana cuando te despiertes llámame.
Quiero hablar contigo. –Me dijo y aunque me pareció extraño no le di
importancia porque a los cinco minutos nos despedimos y nos dirigimos al coche
de Logan.
-¿Y nosotros que hacemos? ¿Nos vamos a casa?
-No. –Le dije a Adriana. Si me iba a casa
ahora explotaría en un llanto que no podía permitirme. -Necesito olvidar esta
noche, y si no te atreves a darme un golpe con una botella, cómprame una que me
la beberé y yo misma me daré el golpe contra el suelo cuando la terminé.
-Bien chicas, pues conozco un local que nos
darán de beber hasta hacernos reventar.
Y eso esperaba porque más que necesitarlo,
era una supervivencia al igual que respirar.
Hoy había ganado a la vez que había perdido
mucho más.
Capítulo 4
Una leve caricia subiendo por mi muslo fue
tan deliciosa recibirla como una respiración acariciando mi oreja. Me estremecí
y solté un suspiro mientras dejaba que esos dedos continuaran su camino, que esas
caricias me relajaran, me adormilaran y me espabilaran, ese masaje que ahora se
centraba en una de mis nalgas con la palma entera de una mano grande.
-¿Te gusta?
Abrí los ojos abruptamente no solo al
escuchar esa voz ronca, sino al sentir como, algo duro se restregaba contra la
nalga donde antes había estado una mano. Me levanté de la cama de un salto y
caí al suelo como si me hubiesen dado un martillazo en toda la cabeza. Escuché
una carcajada y una cabeza con el pelo rizado completamente desecho y
alborotado se asomó por la orilla.
-Eso es un despertar con alegría. –Se burló
Logan soltando otra carcajada.
La respiración se me aceleró e
inmediatamente miré hacia abajo. Solté un suspiro o un gemido, con el dolor que
tenia de cabeza ya no sabía que era lo que salía de mi boca, pero al menos,
estaba vestida, con ropa interior, pero vestida y eso era lo más importante…
Mierda, esta ropa interior no era la misma
con la que me había vestido la noche anterior.
Recapacité mentalmente
para sacar algo de provecho de mis recuerdos y me encontré con enormes lagunas vacías
desde que Gina se había largado. Me esforcé un poco más pero la habitación
comenzó a darme vueltas y a temblarme, me parece, no sabía realmente decir si
estábamos sufriendo un terremoto o la resaca me estada dando un viaje de los
buenos.
Cerré los ojos pero la cosa empeoró mucho.
Los abrí de nuevo y traté de mirar a mí alrededor para saber dónde estábamos…
En mi piso.
Gracias
a Dios.
-¿Y Gaela? –La voz adormilada de Adriana
llenó mis sentidos de esperanzas.
-En el suelo. –Le contestó Logan.
Otra cabeza se asomó y esta con una sonrisa
en los labios.
-¿Qué haces ahí? –Preguntó Adriana con los
ojos negros por culpa de no quitarse el maquillaje la noche anterior. Si ella
tenía esa pinta, de señor Potato,
solo había que imaginar que pintas tenía yo.
Aunque la opción de mirarme en un espejo,
quedaba, por todo el día, fuera de mis tareas de hoy, y de mis ganas.
-¿Qué pasó anoche? –Pregunté con la voz tan
pastosa que parecía que en vez de lengua, tuviese una lija.
-¿No te acuerdas? –Negué con la cabeza. -¿De
verdad que no? –Preguntó Gina de nuevo con un mohín apenado en sus labios. –Con
lo magnífico que fue…
-¿Qué hemos hecho? –Lo grité, boceé como un
gato herido en un callejón oscuro.
-¿Tú que crees Gaela? –Insinuó Adriana de una
forma que no me gustó mientras me miraba de otra forma que me gustó mucho menos.
-Nada… -Me quedé sin voz. Todo esto, ellos y
sus comentarios o sus gestos me daban muy mala espina, tan mala que sentí esa
pínchate espina clavarse en mi pecho.
-Nena, ¿De verdad no recuerdas nada?
–Preguntó Logan asomándose de nuevo y colocándose al lado de Adriana.
-Que lamentable noticia con lo bien que nos
lo pasamos anoche, en especial yo. –Se lamentó Adriana con una voz de
desilusión total.
Y la espina había atravesado el tórax y se
abría camino entre mis pulmones.
-Si es lamentable. –Coincidió
Logan con una voz similar. –Y yo que pensaba que lo repetiríamos hoy también.
Me quedé sin aire cuando sentí que esa
espina atravesó sin problemas un pulmón, lentamente y dejándome avergonzada,
aterrada y estupefacta.
-¿Paso…? –No podía ni decirlo.
No me podía creer que hubiese perdido la
virginidad con mis mejores amigos y encima con Logan, después de enviarlo
tantas veces a la mierda, al fin lo había conseguido, y no solo eso, se había
hecho con un trío…
Madre mía, ya no estaba tan segura de saber
qué había sucedido.
-Por favor Gaela, lo atrevida que eres para
unas cosas y lo reacia que eres para otras. –Se quejó Adriana bufando.
No era una estrecha, conocía el placer y
sabía más cosas del sexo que cualquier información de internet podía darte, y
desde luego, estaba ansiosa de disfrutar de ese ejercicio. El problema era no
recordar algo que para mí era importante, no es que esperara que mi primera vez
fuese de ensueño, con un príncipe azul dándome besos, diciéndome que me quería
o abrazándome, con el paso de los años esas cosas pierden interés y la idea de
que los príncipes azules existen se extinguía penosamente. Lo único que quieres
es quitarte de encima ese problema.
Yo ya lo había hecho, por lo visto. Lo
único, es que al menos, me hubiese gustado recordar la noche que se comían mi
manzana y, por no decir, también estar al cien por cien para poder disfrutarlo.
Joder, quería estar presente y no perdida
por el alcohol en una noche loca.
Tendrás
que dejar de beber Gaela.
Pues sí, un poco no estaría mal.
-No me esperaba esa
reacción de parte de ti, amiga. –Me recriminó Adriana.
-Joder ¿Qué quieres que te diga? –Me quejé,
no solo me sentía como si un tráiler me hubiese pasado por encima un par de
veces, mi amiga repasaba mi cuerpo aplastado y descuartizado con sus palabras,
y ver su rostro, aun me hacía sentir peor. -Me despierto en una cama con
vosotros dos… -De pronto la cabeza comenzó a darme vueltas a gran velocidad y
me quedé sin respiración ya que mis pensamientos me invadieron de ideas malas
malísimas. -Por qué… ¿Hay alguien más encima de la cama? –Pregunté angustiosa.
-No tranquila, estamos nosotros tres solos.
–Respondió Logan tratando de aguantar una risa. –Continua Gaela, por favor.
Rebobiné mentalmente para saber dónde me
había quedado y continué:
-Pues que, al menos me gustaría recordar que
tal fue, si lo hice bien, si dolió si… Dios, necesito una pistola.
Camuflé mi cara bajo mis manos y me
restregué el rostro tapando mi vergüenza y el sentimiento ajeno que sentía,
como un extraño vértigo.
-Gaela. –Me llamó mi amiga con cariño, me
quité el peso muerto de mis manos de encima y la miré.-Fue de diez, estuviste
genial y… -Adriana se giró hacia mi amigo, quien había desaparecido de mi campo
de visión. -¿Bueno tu qué opinas Logan?
-Impresionante Gaela, muy impresionanteeeeee…
De pronto estallaron los dos en una
carcajada, una que me dio a entender que aquí pasaba algo ya que Adriana no
tardó en caerse de la cama también por estar partiéndose de risa a mi costa.
-¿Qué demonios os hace tanta gracia?
–Pregunté, pero no recibí respuesta, tan solo las risas que ambos compartían y
que no llegaba a entender. –Eh, basta.
-Bajemos al salón y te daré algo para que te
recuperes de la noche.
Logan saltó de la cama y me cogió en
brazos, después bajó las escaleras y me llevó al comedor para terminar sentándome
en el sofá con mucho cariño. No me quejé ni una sola vez porque no me sentía
con muchas ganas de menearme, y reptar de un lado a otro como una serpiente
agonizando, no me parecía muy buena idea. Adriana salió a los segundos detrás
de nosotros, riéndose todavía y se tiró a mi lado.
-¿Y bien? Me contáis el chiste y nos reímos
los tres.
-Díselo. –Le dijo Logan a Adriana con las
cejas alzadas, después nos dio la espalda y se metió en la cocina.
Me giré cara Adriana y la miré.
-Pues que anoche… Perdiste el bolso, y Logan,
con esas manos abrió la puerta de tu casa.
Eso no era algo nuevo. Logan nunca llamaba
para entrar en mi casa, tan solo hacía magia como un buen ladrón de guante
blanco, abría la puerta de casa y entraba como si fuera el dueño de ella.
Algo que me recordó que tenía que cambiar
la puerta por una blindada.
-¿Y? –Insistí ansiosa.
-Y te caíste en el ascensor… -Adriana paró
por que otra arrolladora carcajada la silenció.
-No llegaste al suelo. Te cogí al vuelo. –Me
indicó Logan, que apareció de nuevo con dos vasos en la mano, uno con un líquido
blanco y el otro con un líquido naranja. –Continua Adriana.
-Pero si no hay más que contar, el resto ya
lo sabe. –Argumentó ella riéndose por lo bajo.
-No, no losé. –Me quejé aceptando los vasos
que me daba Logan.
-Tómate primero el blanco, después date un
respiro y bébete el zumo de un trago. Te aliviará. –Me aconsejó Logan, después
le dedicó una mirada de advertencia a mi amiga.
-Vale, ¿Pero qué pasó anoche? –Insistí.
-Dirás esta madrugada. –Me corrigió Adriana desesperándome
porque la tía no decía nada y estaba sacándome de quicio.
-Adriana, por favor, no seas cría. –Logan la
criticó con severidad y eso bastó para cortar las risas de mi amiga.
-Gaela, te estábamos tomando el pelo.
–Declaró finalmente Adriana. -Anoche no sucedió nada…
-Por desgracia. –Se lamentó Logan, igualmente
Adriana continuó hablando.
-En el momento que Logan te tomó en brazos en
el ascensor caíste como; La bella
durmiente, y como nos sabia mal dejarte sola, pues nos quedamos…
-¿Los tres en la misma cama? –Pregunté de
nuevo confundida.
-Sí.
-Así que, tengo un enorme sofá, una habitación
de invitados y decidisteis que lo mejor era; dormir los tres juntos. –Lo
afirmé, no lo pregunté y los dos contestaron con un:
-Sí. –Al unísono.
-Sois unos cabrones. Porque no tengo fuerzas
ni para parpadear, que sino, de una patada os echaría de mi casa. –Dije rabiosa
pero de pronto me sentí muy aliviada, hasta que me di cuenta de una cosa que
había mencionado Adriana. -¿Cómo que perdí mi bolso?
La historia era corta en mi cabeza.
Recordaba todo lo sucedido antes de que Logan nos llevara en coche a una fiesta
que organizaba un amigo suyo en una enorme casa de la playa, pero sin embargo,
el detalle de mi bolso… Exactamente, no sabía que había sido de él, ni donde me
lo dejé, ni cuando…
La última vez que lo vi fue en el local de
Ete.
-Yo creo que fue por culpa de la pelea en el
local de Ete. Pero no te preocupes, ahora lo llamaré y le diré si lo han visto.
–Se ofreció Logan quien se había convertido en esta mañana en mi salvador
personal.
-Gracias. –Le dije a Logan con una sonrisa, o
al menos con algo parecido. Mis labios compartían el mismo dolor punzante que
mi cabeza.
-Ahora bébete esto. –Me ordenó con una
sonrisa.
Miré a uno y después al otro extrañándome
de porque yo estaba tan hecha mierda y ellos tan enteros.
-Metabolismo, nena. –Me dijo Logan que me
leyó el pensamiento.
-Lo mío es el hábito. Mi cuerpo ya se ha
acostumbrado a las resacas como a la aspirina. –Aclaró Gina y por un momento no
solo me lo creí, sabía que eso era verdad. La colega tenía un aguante envidiable.
Me bebí la primera inyección asquerosa que me
provocó arcadas del horrible olor y sabor, pero como dijo Logan, después del
zumo, comencé a sentir una mejora increíble, así que, dejando que cada uno se
diera una ducha en mis únicos dos baños, me dirigí a la cocina para prepararme
algo de comer.
Saqué unos panecillos y jamón de la nevera,
después me preparé un refresco con mucho hielo para coger energías y finalmente
me senté en la mesa, pero el timbre de casa sonó, regalándome un horrible
pinchazo en la cabeza y un rugido en mí estómago, ya que tuve que dejar mi
bocadillo para después.
Solo
rezaba que no fuese mi madre, seguramente el portero del edificio al verme como
llegaría esta mañana le habría ido con el cuento a mi madre y esta, preocupada
se había vuelto loca por ser la primera en sermonearme.
Tenía veintidós años y mi madre todavía se
comportaba conmigo como si tuviese dieciséis.
Era tan maravilloso como desear tirarse por
un barranco con una moto llena de gasolina y mechas por si acaso fallaba la
primera chispa que iniciara el fuego.
Contraje el cuello rodando la cabeza, tomé
una gran bocanada de aire y abrí la puerta de mi ático con la mejor sonrisa que
podía poner en ese momento, pero lo que había al otro lado no se parecía en
nada a mi madre, es más, no me resultaba nada familiar y juraría que nunca en
mi vida lo había visto.
Era
un hombre de unos cuarenta años, vestido con un traje oscuro, alto, atractivo
para su edad, con ojos oscuros y un gesto en su cara de desaprobación total
cuando vio mi aspecto. Me encogí de hombros, para lo que a él podía parecerle
unas bragas y una camiseta interior, para mí era mi pijama que se trataba de un
pantaloncito muy corto con un top estrecho.
Con lo cual, y junto que no lo conocía de
nada, me dio exactamente igual, y si mi madre lo había enviado por algo, que
más me daba un escándalo más sobre, como recibo a mis visitas, el sermón estaba
asegurado.
-¿Puedo ayudarlo? –Le pregunté con una voz
mejorada.
Por lo visto la mezcla curativa de Logan
funcionaba a las mil maravillas.
-Buscaba a la señorita Gaela Nicola-Lee. –La
educación de ese hombre era soberbia y su voz llegaba a intimidar tanto como su
aspecto y me mantuve callada por unos segundos.
-Le puede decir a la señorita que por favor…
-Soy yo. –Corté al caballero e inmediatamente
me arrepentí ya que recibí otra mirada de desaprobación.
-Esto es para usted. –Me dio mi bolso y me
quedé muerta. Sin palabras. El hombre carraspeó y lo miré de nuevo. –Mi señor
lo recogió donde se lo dejó y ha estado guardándolo todo este tiempo.
-¿Ete? –Pregunté pensándome que sería mi
amigo, pero mi error me dio en toda la cara.
Después
de pensarlo bien, era imposible, si el novio de Gina hubiese tenido mi bolso
desde el principio, él mismo, antes de largarse con Gina me lo hubiese dado.
-¿Perdón? –Preguntó sin rastro alguno de
sentimiento en se cara, llegué a preguntarme si esa falta de gestos era por
alguna que otra inyección al Botox.
-Nada, nada, perdone. –Me mordí los labios y
continué: -Gracias… Eh… ¿Cómo podía agradecérselo a tu señor?
“A tu
señor”, como sonaba eso.
Me encontraba realmente impresionada, no
conocía a este hombre y no tenía ni idea de quién podía ser ese samaritano que
había guardado mi bolso.
El hombre sonrió y se puso a rebuscar en
los bolsillos internos de su chaqueta, después de hurgar unos segundos sacó un
sobre en blanco y me lo tendió.
-Mi señor quiere que le comuniqué que
aceptando esto, él se sentirá muy agradecido.
Tras coger ese fino sobre el hombre
misterioso se despidió con una pequeña reverencia y se dio media vuelta para
marcharse. Cerré la puerta y me llevé a la cocina ese sobre conmigo. Lo dejé
encima de la encimera mientras lo miraba atentamente. No era dinero, no pesaba
y era muy fino, sin embargo, sí que contenía un papel.
Tras dudarlo unos minutos al fin me animé y
rompí una esquina del sobre, luego saqué lo que resultó ser un papel doblado
que se describía como, una carta por la escritura que me encontré al
desdoblarlo.
Volví a leer la carta dos, tres e incluso
cuatro veces porque no me podía creer nada de lo que ponía. Tal samaritano, con
una caligrafía impresionante, había comenzado con una educación sorprendente,
hasta me intimidó la persistente caballerosidad que existía al formar una
frase, su reconocimiento había sido supremo hasta el final. Donde tanto la
tipografía, como la escritura, estaban más marcadas, como si me hubiese
enfocado en letras llamativas una especie de orden mezclado entre una
advertencia y una señal de comportamiento soberbio.
No era una experta en leer las personalidades
de las personas a través del arco de sus letras, pero este estaba entre el
misterio y el peligro, y algo me decía que era una carta trampa de Ivan.
Arrugué ese papel y lo tiré a la basura, no
sabía si Ivan me estaba poniendo a prueba con esta tontería, según él, estaba
de viaje, así que, si me decidía y asistía, otra persona diferente estaría
esperándome para luego informar a su jefe, igualmente, también podía pensar que
fuera él mismo a esa cena, pero tendría que haber actuado en contra de su
personalidad ya que, no solo era retrasar un vuelo, era retrasar toda su
organizada agenda, ese intocable libro que controlaba todas las horas de su
día.
A lo que todo eso me llevaba a: que todo esto se trataba de una trampa,
la cuestión que me hacía era:
¿Voy a mi propia trampa y fastidio a Ivan
con algo más? Oooo ¿Me quedo en casa como una chica obediente y le doy una
felicidad a mi querido prometido?
-Vaya, estoy entre la espada y la pared…
Solté una carcajada por la ironía que había
en mi voz. Antes de hacerme yo misma la segunda pregunta ya tenía la
contestación para ambas y era un sí a
la primera y un no a la segunda.
Cogí de nuevo mi delicioso bocadillo para
darle el primer bocado cuando una segunda duda me asaltó:
¿Cómo demonios se había hecho Ivan con mi
bolso?
Eso dejó el pan de nuevo encima del plato
que había en la encimera. Eso no tenía muchas respuestas, pero Ivan era un
hombre de recursos, unos recursos tan favorables que, a veces me dejaba alucinando
cuando conseguía hacerle un favor, imposible de cumplir a algún componente de mi
familia, es más, así se había ganado a toda la familia Nicola-Lee, solucionando
problemas y consiguiendo regalos imposibles de encontrar, con lo cual,
seguramente y con su don de gentes, había conseguido menear algunos hilos a
través de cualquier cosa a su favor para conseguir mi bolso…
Me estaba montando una película de gangsters impresionante yo sola, y en
ese momento, iniciar una investigación era lo que menos necesitaba para darle a
mi cabeza resacosa un motivo más de dolor.
Mi vida era toda una paradoja y suficientemente
complicada para mí como para intentar investigar las otras, total, esta noche
me enteraría.
-Estoy famélico.
Logan hizo su aparición por la cocina totalmente
trasformado y más despierto que antes. Su cabello continuaba húmedo y esos rizos
se esparcían por toda su cabeza como pequeños caracoles.
-Come lo que quieras. –Ofrecí comenzando a
comer yo misma de mi elaborado pan con jamón.
Buenísimo.
-No, me
aguantaré, tengo que ir a por mi sobrino y llegó un poco tarde.
-¿Te vas?
-Sí. ¿Adriana aún no ha terminado? –Le negué
con la cabeza. –Me ha dicho que la lleve a casa. Y como no sé de prisa me
parece que se ira caminando.
-Vete si quieres, puedo llevarla yo. –Me
ofrecí.
Conocía muy bien a Logan desde los
dieciséis años, y cuando sus dedos rascaban varias veces su barbilla, eso significaba
que se estaba poniendo nervioso y ya iba por el segundo siete practicando ese movimiento.
-No déjalo, tú…Estas hecha un asco.
Tras su precioso halago le dirigí una
mirada entre la sorpresa y la indignación.
-Gracias, yo también te aprecio mucho. –Le
dije con una sonrisa falsa mientras le daba un bocado a mi soso y simple sándwich.
Logan apoyó los codos encima de la encimera
central que tenía en la cocina, donde me había sentado para comer y me miró con
las cejas alzadas.
-Gaela, solo digo que deberías ducharte,
descansar y relajarte un poco antes de salir de casa. ¿Por qué todo tienes que
interpretarlo tan mal?
Dejé mi bocadillo en el plato y apoyé mis
codos encima del mármol imitando su postura.
-Bueno, que te diga una mujer con la que has
dormido que das pena y encima debas sentirte agradecido de que ella te informé
de lo que tiene delante de sus morros, que el hombre sexy con el que se fue a
dormir la noche de antes, ahora resulta que da asco.
En los labios de Logan se dibujó una
sonrisa de lado.
-Es imposible que yo te diga a ti algo malo sobre
tu aspecto, porque cada vez que te miro se me cae la baba. En cuanto a lo de
despertar… Bueno, he tenido un magnífico despertar esta mañana a tu lado…
-¿También me vas a decir eso a mí?
Y por fin, Adriana se dejó caer, con una
sonrisa en los labios, una cara llena de luz y vida, y vestida completamente
con mi ropa. Mi amiga me giñó un ojo, me robó la mitad de mi bocadillo, y
después le culeó la cadera a Logan.
-La verdad es que, reconozco que nunca me he
despertado con dos mujeres con las que no practicara sexo la noche anterior, y…
eso me da mal rollo. –Lo último lo dijo con una entonación diferente, achacando
una pequeña preocupación para interpretar sus palabras.
-Pues no te acostumbres. –Le dijo Adriana que
lo miró con esos ojos de cordero degollado.
-Con una vez tengo suficiente. –La cara de
Logan se aproximó a la de Adriana con una mirada oscura, mi amiga sacó pecho y
lo enfrentó.
-Eso se puede solucionar. –Insinuó mi amiga
con voz seductora.
-¿Y cómo? -Insinuó él.
-Tengo mucha imaginación. –Le respondió ella
lamiéndose el labio…
Oh,
por favor que estoy delante.
Pensé que se habían olvidado de mí, el
coqueteo con el que jugaban era realmente provocativo, pero entre ellos eso era
lo máximo que había, un juego de palabras y punto, por desgracia para Adriana.
Sus cuerpos se acercaron un poco más, más
de lo que podía soportar. Me encantaba que se llevaran tan bien, pero no a un
metro de mí, y tampoco provocando que mi bocadillo quisiera salir por donde
había entrado.
Carraspeé para llamar sus atenciones y que
dejaran sus depravaciones fuera de mi vista.
Los dos me miraron, bueno, Logan me miró y
sonrió, Adriana continuaba comiéndoselo con los ojos…
Para
no perder la costumbre.
…pero al menos habían dejado a un lado ese
juego que se traían.
-Vámonos, anda, que ya me has retrasado
demasiado. –Logan le dio un golpe suave en el brazo y salió de la cocina
cogiendo una bolsa de deporte que había en el suelo.
-Se ha asustado. –Susurró Adriana con una
sonrisa en los labios.
-Eso será. -Le dije a Adriana mirando la
espalda de Logan. Adriana se encogió de hombros y me dedicó una sonrisa.
-Algún día se arrepentirá, hasta entonces…
Tengo a otro al acecho. –Me guiñó un ojo y se colgó el bolso en el hombro.
–Mañana te traeré la ropa lavada y planchada.
-Tranquila, no te preocupes.
-¡Adriana! –Gritó Logan desde la entrada.
-Te das cuenta, al final, no puede vivir sin
mí. –Se vanaglorió Adriana con un baile de pestañas.
-No creo que sea eso…
-No me lo estropees. –Me cortó con un mohín
que yo compensé con un perdón silencioso y ella agradecida me mandó un beso y
se dio la vuelta para marcharse. -Descansa, luego te llamo.
Después, tras dedicarle una sonrisa a
Adriana, Logan, terminó viniendo él mismo a por ella y la tomó del brazo. Con
una despedida a base de gritos, salieron de casa a toda velocidad.
Me terminé el penoso bocadillo que me
quedaba y con el estómago medio lleno me fui directa al baño para darme una
larga ducha caliente de una hora como máximo, hasta que mi piel no fuera una pasa, no tenía pensamientos de salir.
La alegría se me esfumó, cuando, más
relajada tras mi pequeño baño, el teléfono fijo comenzó a sonar
estrepitosamente por toda la casa.
Mal asunto.
Había muy pocas personas que sabían ese número
y eso significaba que la llamada que me esperaba no iba a ser de las mejores,
acaso que Gina, una mujer preocupada, hubiese madrugado, y por desgracia, eso
lo dudaba.
Mientas
buscaba el teléfono inalámbrico solo recé mentalmente para que no fuera mi
madre, no podía soportar en ese momento una metralleta histérica recordándome
lo inmadura que era y lo a la deriva que iba mi vida.
Encontré el teléfono y leí en la pantalla
el número y…
-Mierda. –Este era a un peor.
-Ivan. –Contesté arrastrando su nombre con
pesar, como si sufriera un terrible dolor de muelas.
-Se puede hablar contigo o ¿Vale la pena que
llame más tarde?
-¿Puedo elegir?
Hubo unos segundos de silencio, un silencio
donde pude escuchar a través del altavoz, como Ivan exhalaba varias veces e
incluso, ese sonido se alejó un momento como si él hubiese alejado el aparato
de su oreja.
-Gaela, no sé qué te sucede últimamente, pero
comienzo a preocuparme. –Dijo al fin cortando el silencio con un comentario que
no me esperaba y que en cierto modo, me hizo flaquera y bajar la guardia.
-No te preocupes por mí. -Mi voz había
cambiado al leve matiz de agradecimiento.
-Tienes que madurar. –Eso fue como un
guantazo en toda la cara. -Necesito confiar en ti, saber que puedo viajar
tranquilo porque sé que, tendré la seguridad de que no cometerás una estupidez…
-¿Cómo liarme con otros tíos? –Grazné
cortando su estúpida perorata.
-Por ejemplo. –Contestó tan tranquilamente
que me dieron ganas de colgarle.
-No me acuses de inmadura porque en ese caso tú
también lo eres, yo solo imito a mi prometido…
-Gaela, esto no es una democracia donde cada
uno puede decidir lo quiera.
Será
desgraciado. Mierda, Él hacia todo lo contrario y…
-Pues tú lo haces, no solo sobre ti mismo y
también lo haces conmigo.
-No es así. Yo... lo único que te pido es que te
comportes como una mujer decente esperándome en casa, no como una furcia con las
piernas abiertas en camas ajenas.
Exploté como una bomba radiactiva.
-Y yo quiero a un hombre que solo quiera
abrirme a mí de piernas, que solo quiera compartir la cama conmigo, que duerma
cada noche a mi lado, que me dé un beso nada más me vea, ¡que me ame!
Otro silencio, pero este fue peor que el
anterior, un silencio que me dejó sin aliento tras mi último grito. La había
cagado, fastidiado hasta lo máximo y más hondo. Mis sentimientos se habían
expresado en voz alta sin mi consentimiento.
No, no, no, nooooo…
Tenía ganas de llorar,
estamparme contra una pared o estampar el teléfono, gritar rabiosa mil y unas
barbaridades, todo el diccionario de tacos que conociera, volver a llenar la
bañera y sumergirme en ella hasta ahogarme, perder el conocimiento y olvidar
todo esto. Quería hacer mil cosas, pero no salió nada de mí, ni la respiración.
-Gaela, lo siento, no puedo darte nada de eso
que quieres, no puedo mentirme a mí mismo y a ti.
Me tragué la bola de pelo que tenía en la
garganta y apreté el aparato con fuerza. Su voz había sonado consoladora y el
hecho de que tratara de animarme, me molestaba mucho más a que me gritara o me
rechazara.
-Pues rompe el contrato…
-No, el matrimonio seguirá adelante, nunca
fallo a mi palabra.
Pasé mis dedos por la mejilla para
rascármela y me di cuenta que la molestia que sentía era una lágrima. Ya estaba
llorando. Me aclaré la garganta y continué rezando para que él no se diera
cuenta de mi estado.
-Podemos inventar algo, decirles cualquier
cosa a nuestras familias para que no te juzguen y…
-He dicho que no. –Esta vez lo había gritado
y ese gritó disipó parte de mi pena y reanudó mi ira de nuevo.
-Entonces no esperes nada de mí. –Sentencié
con voz firme.
-Pues entonces haz todo lo posible para que
no me entere Gaela, porque si llegara a enterarme algún día de ese desliz, y te
aviso con antelación, me las pagareis, tú y él. Te doy mi palabra de italiano.
Tranquilo
Ivan. No te enteraras.
Pensé, pero no pude
evitar estremecerme por dentro, de todas formas no dije nada y mi silencio le valió
como aceptación a esa amenaza.
-Una cosa más… ¿Te has puesto el anillo?
-¿Qué? –Un segundo pasado y pensaba que me
hablaba en otro idioma.
-El anillo de compromiso que te di anoche.
¿Lo llevas puesto?
Me miré la mano alzándola en el aire y, ahí
estaba, lo llevaba en uno de los dedos, esa preciosa joya que Ivan me regaló la
noche anterior, ya estaba puesta en mi mano y no recordaba en que momento tomé
la decisión de marcarme como casa fuera del mercado.
Sí, exacto, ya estaba comprada.
-Sí. –Contesté.
-De acuerdo. Gracias Gaela. Mañana te
llamaré.
Ivan colgó y yo me derrumbé en el sofá. Me clavaba
en la espalda un álbum de fotos que había mal tirado entre los cojines, pero no
me apetecía nada menearme para retirarlo, al menos el dolor me hacía sentir
viva, y la molestia no era tan punzante como el dolor que se centró en mi
cabeza y en mi pecho.
Mierda
de vida.
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Me encantaaaa!!! Q días subes capítulos? Y otra cosilla....q pasa con no te encadenes? Por que de esa estoy deseando saber mas!!! Mis felicitaciones, me encanto
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