Era imposible que hoy fuera a convertirse en el día de mi vida, porque estaba sumida en una pesadilla desde que me había despertado, y todavía no había comenzado lo peor.
Un instante, solo un instante después y nunca me hubiese cruzado con él, pero ahora, ahora era demasiado tarde. Ivan estaba delante de mí, a unos seis metros hablando con dos hombres más.
Di un paso hacia atrás, y otro, y otro hasta chocar con una pared, le di al botón del ascensor sin mirar, solo golpeando la pared como si estuviera loca hasta que finalmente conseguí darle. Las puertas se abrieron de inmediato con el din reconocible, solo que, cuando me metí dentro, en ese preciso instante, donde hubiese deseado con toda mi alma ser invisible para él, Ivan se giró y me vio.
Mierda. Mi maldito ángel de la guarda se estaba dando unas vacaciones que yo no había consentido.
En un principio me observó como si no se lo creyera, pero, tras fruncir el ceño, por lo visto cayó en su error y comenzó avanzar hacia mí.
Me arrastré hasta el interior del ascensor, justo a un lateral, como si pensara que ese pequeño pilar de metal pudiese esconder mi cuerpo, pero de nuevo, me equivocaba una vez más. Me quedé paralizada cuando lo vi avanzando con paso ligero en mi dirección.
Ciérrate, ciérrate, ciérrate…
Las puertas comenzaron a cerrarse, más lentamente que nunca, pero casi estaba, casi estaba…
Ivan se coló dentro con un arte innegable. Observó cómo esas cabronas terminaban de cerrarse y después fijó la mirada en mí. Retrocedí al ver como esa expresión cambiaba, de la sorpresa a la rabia tras echarme un vistazo. Choqué contra una de las paredes a mi espalda y me tensé cuando él dio un paso hacia delante, como si fuera una bestia plantándole cara a su enemigo.
-¿Huías de mí? –Su voz sonó diferente, como ronca, pero deduje que sería a causa de la carrera que se había dado. Esa voz fatigada, podía engañar hasta al más listo. Negué con la cabeza aun sabiendo que mi cara era todo un poema de revelación. –Pues ese comportamiento declara todo lo contrario.
-Quizás… Es que no te había visto. –Murmuré con debilidad, en un mero susurro que se cortó, cuando el gris de su mirada vibró a causa de escuchar mi mentira.
-Aun de lejos, reconozco tus ojos cuando me ven. Así que, no intentes engañarme.
No contesté a eso, era una tontería negar lo más evidente, solo que me hubiese encantado decirle que si huía de él en voz alta para ver qué cara ponía.
Me la imaginaba: Una ceja alzada y la prepotencia marcando todos sus rasgos afilados.
Enternecedor.
Al continuar callada, Ivan dio un bufido y se dio la espalda para mirar todo menos a mí, y yo, sin darme cuenta, lo miré a él.
Rara vez Ivan vestía con traje, solo en ocasiones que le obligaban a ponerse uno, y por lo visto, hoy no era una de ellas, pero eso es lo que más me gustaba de él, su informalidad y lo bien que le quedaban esos tejanos oscuros a ese perfecto culo. Igualmente, cuando ese cuerpo se embutía un traje a medida, tenía que reconocer que la boca se me desplomaba. Impresionaba tanto verlo embutido en un impresionante Armani como ver un tío en pelotas.
Y entonces me hice la pregunta más caliente y menos inoportuna del mundo:
¿Cómo sería ver ese cuerpo completamente desnudo? ¿O ese culo?
-¿Gaela? ¿Me estas escuchando?
Mmm, pues no, no mucho, es que se me había metido un culo en el ojo.
Dejé mis preguntas por contestar y lo miré a los ojos a la espera de que repitiera la pregunta o ese típico comentario impertinente sobre mi asqueroso e infantil carácter o simplemente, una conversación tan recatada de la que había perdido el hilo nada más fijarme en su cuerpo.
Como siempre.
-¿Qué haces aquí? –Preguntó y una extraña sensación, como un bloqueo mental se interpuso en mi cabeza al comprender que no sabía que contestar.
-¿No venias a la noche? –Una pregunta por otra pregunta…
Vale, no es que fuera mi mejor salida pero era algo.
Inventar no era lo mío e Ivan tenía un sexto sentido para pillar a un mentirosos que utilizaba en las finanzas y prácticamente en sus día a día, por eso le iba tan bien. Y confesar la verdad, no entraba en mis planes.
¿Cómo iba a decirle al hombre con el que me iba a casar que había quedado con otro hombre que no conocía de nada?
Mierda, y hacerme esa pregunta me puso nerviosa ya que, de pronto, recordé a Liam y sus repentinos comentarios.
-No te dije cuando regresaría, solo que el viernes estuvieras preparada para… No me cambies de tema. –Ivan sacudió la cabeza y después clavó unos ojos cargados de rabia en mí. -¿Qué demonios haces aquí? –Preguntó con intimidación.
Venga Gaela, tu puedes hacerlo, solo que… Miente mejor.
-Trabajo. –Respondí lo primero que se me vino a la cabeza.
-¿Qué trabajo?
-Una reunión.
-¿Con quién?
A la tercera pregunta ya me recompuse. Ivan no era de los que te interrogaban sobre tu paradero, era más de hacer una pregunta y cuando recibía la contestación, pues, simplemente te cambiaba de tema o se dedicaba a ordenarte algo paras seguir con su ciclo de vida controlada e inamovible donde mis responsabilidad quedaba por debajo de su lista -si es que me tenía en esa lista-, pero esta insistencia era sospechosa, hasta parecíamos un matrimonio en toda regla, y él, un hombre desconfiado.
Lo cual, realmente no se alejaba mucho de la realidad… Gaela, este tío empieza a conocerte bien.
Lo dudaba, no creía que el súper Ivan, don lo veo todo y lo leo todo, supiera, siquiera, cual era mi color preferido o que me encantaba bailar en casa cuando estaba sola.
Cosa que te encantaría, imagínate ese culito bailando a tu alrededor y tu drogada mirando sus movimientos, ese vaivén, ese…
¡CALLATE!
Grité mentalmente para callar mi voz interior y saqué las garras.
-Con un cliente… ¿Qué más te da?
La reacción de Ivan fue la de siempre: me miró fijamente, analizando todas mis reacciones y después, cuando obtuvo una respuesta, cosa que no podía imaginarme cual, sus ojos me miraron de nuevo y de la misma forma que antes cuando había entrado, por los pelos, en el ascensor: desde los zapatos hasta los cuatro pelillos de las raíces de la frente que se me habían plantado cuando mi cuerpo, tras ver ese gris brillante observándome detenidamente, recibió una descarga eléctrica llena de calor sofocante.
Quise soltar un suspiro, pero me lo tragué porque si ese oxígeno hubiese salido de mis labios, el sonido correcto que se hubiese producido sería un silbido largo y ahogado.
-¿Y porque te has vestido así? –Preguntó de repente desconcertándome.
El ascensor dio un tirón cuando alguien lo llamó, ya que nosotros ni siquiera marcamos algún botón, es más, ninguno de los dos nos habíamos movido del sitio, pero Ivan parecía demasiado centrado en mí como para darse cuenta siquiera de que nos movíamos hacía arriba.
-Porque era una reunión importante. –Me temblaba la voz y mi respuesta no salió de mis labios como me esperaba. -Ya te lo he dicho. –Repuse con rapidez y con la voz un poco más clara.
-Importante. –Repitió con una voz cargada de incredulidad. -¿Y a quien pretendías impresionar?
-¿Qué? –Dije confusa.
En un movimiento tan grácil, idéntico a todos sus pasos, me intimidó contra el ascensor, colocando un brazo a cada lado de mi cabeza y apresándome, luego, sin mi resistencia que se había perdido por el camino cuando lo sentí tan cerca, hincó sus ojos en los míos. Tuve que levantar la cabeza para poder mantener su mirada, pero me fue imposible respirar porque su aroma me invadió de inmediato, y el efecto Ivan me dejó KO.
-¿Ahora te haces la tonta? –La pregunta fue hecha de una forma muy perversa.
-No. –Dije sin aliento y sentí el suyo chocar contra mis labios.
Las piernas me temblaron como si estuviesen bailando la salsa y el corazón latía tan fuerte como si hubiese recibido descargas eléctricas.
Ivan se acercó un poco más, con lentitud y una de sus piernas se metió entre las mías. Ya estaba viendo las estrellas. El cuerpo no solo me dio un latigazo eléctrico, sino que un rayo me golpeó con fuerza contra la pared, tanta que, por un momento me sentí volar.
-Te lo recordaré. –Ronroneó. -Ese vestido blanco, junto con los zapatos, los llevabas puestos el mismo día que nos conocimos. –Abrí los ojos sorprendía porque era verdad, pero mi sorpresa fue aun mayor al darme cuenta de que, él lo recordará porque, en cuanto a ese día, casi ni me había mirado, y tan solo en dos ocasiones se había acercado a mí, una cuando nos habían presentado por segunda vez, y la segunda cuando, él me había dicho lo que sería nuestro matrimonio. –Veo que lo recuerdas. –Dijo con gran satisfacción. –Yo lo recuerdo perfectamente bien porque, fue lo que decidió que me tenía que casar contigo.
-¿Qu….e…qué? –Sé que había hablado, había escuchado, aunque de lejos el sonido de mi voz, pero estaba tan pasmada que comenzaba a dudar de mí misma.
Esa revelación no me la esperaría ni en un millón de años. Jamás había pensado que mis zapatos habían funcionado ese día.
-Gaela. –Alargó mi nombre al tiempo que me acarició la mejilla, con un leve roce y retiró mi cabello para colocarlo detrás de la oreja. –Aunque no eres mi tipo, no estoy ciego, eres una mujer muy atractiva y con un cuerpo que incita a observarlo. Aunque no te mire, se siempre donde estas porque, otras miradas me señalan siempre el lugar donde encontrarte.
La mano que había mecido mi cabello bajó hasta chocar con mi hombro, lo rodeó y bajó por mi brazo. Cerré los ojos porque no pude evitarlo, me estaba volviendo loca. Su roce era afrodisiaco, tentador, era como si mi cerebro hubiese apretado el botón rec de grabación para mantenerlo todo en mis recuerdos y poder buscar la información en mis sueños, recrear tal fantasía una y otra vez, porque, aunque me doliera y me humillara a mí misma, sabía que Ivan estaba manipulándome, pero me resultaba imposible negarme tal placer y poder disfrutarlo en mis sueños sin él.
Al menos me llevaría algo de todo esto.
-Ahora dime… -Continuó y gruñí débilmente, pero el sonido llegó a él y lo supe porque sus dedos se presionaron en mi piel, como marcando la caricia. -¿Por qué te has puesto ese vestido?
La puerta del ascensor se abrió y el sonido del metal rozando más metal me instó a abrir los ojos. Ivan alzó la vista, aun pegado a mi cuerpo y miró hacia el iluminado pasillo.
-…buscarla ahora mismo… -Un cuerpo grande entró arreglándose el pelo con paso marcado y todo mis músculos se tensaron cuando me di cuenta de quién era. -…y como dejéis que se os escape… -El rostro de Liam estaba furioso cuando se colocó, de espaldas, apoyado en el metal de la pared, entonces, sus ojos nos miraron, primero; a Ivan, segundo; la mano que tenía apoyada en la pared y tercero y último; a mí.
Y todo eso mientras continuaba hablando. - juro que os…
Se cortó y sus ojos se abrieron sorprendidos, pero la sorpresa pasó fugaz y fue sustituida por una mirada dudosa al principio, después y finalmente, pasó a la frialdad carente de emoción, pero eso no le impidió quitarnos la mirada de encima y menos a mí.
-Dejarlo, yo me encargo a partir de ahora. –Habló con voz grabe. Paró unos segundos, tal vez para escuchar que le decían al otro lado y continuó: –Sí. –Colgó.
Ivan, ajeno a todo, se quitó de encima de mí y se colocó a mi lado. Sentí el roce de su americana en mi brazo desnudo, un roce que se convirtió en algo espeso, como si un peso muerto se apoyara en esa parte del cuerpo, pero era solo el hecho de que mis extremidades anteriormente estaban tan llenas de adrenalina, que la aparición de Liam, no solo había conseguido bloquearlas, sino que se me habían dormido a causa de que, la sangre se movía aturdida y desviándose por el camino, por mis venas.
Moví los dedos, en compas seguido uno detrás de otro para hacer funcionar desde el codo hasta las uñas, mandando una señal para que todo se agilizara y me devolviera de entre los muertos. Tomé una bocanada, pero hasta el aire, un oxigeno que se centraba en ese pequeño hueco cerrado, se había vuelto pesado y coger un poco para poder respirar fue tan difícil como menearse en un espacio cerrado lleno de descargas y chispazos que me levantaban hasta los pelos de las cejas.
Me centré en la pared de metal que había delante de mí, buscando algún defecto o mancha o abolladura, pero eso de que las miradas pesan demasiado para evitarlas es algo real, porque yo sentía una mirada, una energía envolverme, abofetearme con fuerza y cuando levanté la vista, aun lado, lo comprendí.
Liam hacia que todo el ascensor fuese aún más pequeño, esos ojos azules intimidaban y te empequeñecían sin remedio, y él no se cortaba ni un pelo, ahí estaba, sin quitarme la mirada de encima, una mirada que no decía nada pero la sentía tan intensa que me cortaba el aire.
La tensión vino sin más, pero la tensión que se prolongó en el cuerpo que tenía al lado, fue suficiente para quitarle la mirada y fijarla en Ivan.
Había visto mil facetas, mil caras y mil comportamientos en ese rostro, pero jamás había visto esta nueva cara de Ivan. Era igual de agresiva que la de Liam, pero descargaba amenaza, hasta su pecho, siempre sereno se alzaba como si fuera un guerrero divisando a su enemigo de lejos.
Miré de nuevo a Liam y me choqué con la imagen más aterradora de la historia. Estaba claro que el papel de malo era demasiado bueno para él, eso era sacado del mismísimo infierno, por suerte, esos ojos no estaban puestos en mí, sino, creo que en ese momento estaría sufriendo un ataque de pánico terrible, pero que ese azul se clavara en Ivan…
Mierda, también me acojonó.
Las manos me temblaban, los dedos se agarraban a la orilla de mi vestido como si se tratara de un trozo de hierro apoyado a la pared, pero es que ni eso me ayudó. Busqué la mirada de Ivan de nuevo, y parecía pegada a Liam. Sus pupilas se habían dilatado, e incluso me pareció ver sangre en ellas. Pero un gesto, un movimiento brusco en la mandíbula de Ivan, me motivó, otra vez, a mirar a Liam y me choqué con esos descarados ojos azules.
Solo le faltaba guiñarme un ojo.
Era impresionante el efecto de su intensidad y lo mucho que me quemaba, me intimidaba tan al límite de querer subirme, a cuatro patas, por las paredes como la niña poseída de una película de terror que termina en la esquina del techo, gruñendo mientras mira, desde arriba al sacerdote que intenta devolverla a su sitio.
Vale, no me sentía poseída, pero si amenazada, amenazada en convertirme en agua, porque mi cuerpo ya estaba chorreando por todas partes.
Ya no lo soporté más y me di la vuelta, cara las puertas del ascensor, de espaldas a ellos y recé mentalmente para que los números pasaran más rápidos, pero no, el viaje estaba sumido al desastre.
Cerré los ojos, prácticamente era lo que siempre hacía, aplastar los parpados con fuerza hasta que algo, dentro de mi cabeza, se espabilara y me echara una mano fuera, hoy, sin embargo, y creo que ya lo decía por décima vez. No era mi día.
Maldita sea.
Farfullé.
-Gaela.
Escuché la voz de Ivan cerca, suave y con una amabilidad sorprendente, después sentí una corriente de aire leve, como si un simple soplo de viento me hubiese rodeado de cintura para abajo durante unos segundos, y solo se trataba de un movimiento, un cuerpo que se había movido para colocarse a mi lado, justo pegado a mi espalda y al brazo, que de nuevo se llenó de hormigas revoltosas que me provocaron cosquillas.
-¿Te encuentras bien?
El tacto de una mano en mi espalda, justo en la zona de la curvatura me motivó, como el lanzamiento de un cohete, en una propulsión bestial de perdida de concentración a una entera tensión. Las hormigas no solo estaban en mi brazo, ya habían pasado por todo mi cuerpo.
A la mierda mi motivación.
Abrí los ojos y sin darme cuenta volteé a mi derecha, siguiendo el rastro de respiración que chocaba contra mi mejilla y me crucé con ese gris perlado en el brillo típico y más desgarrador, que siempre arremetía contra mí.
Estaba pedida, aun sabiendo de sobra que tenía a otra deliciosa bestia detrás, Ivan siempre causaba un efecto abrasante en mi cuerpo. Moví la cabeza, de arriba a abajo, como un robot y a base de una orden salida casi a gritos de mi cabeza para poder contestar a su pregunta. Ivan se acercó un poco más, su cuerpo desprendía mucho calor y noté como me sudaban las piernas.
-¿Seguro que estas bien?
-Sí.
Respondí en un jadeo y, sin remedio, deslicé mi mirada por su nariz hasta llegar a sus labios. Ivan ladeó la cabeza y acercó la tentación de sus labios a los míos, solo un poco, pero suficiente como para perderme en esa imagen de 3d. Se lamió los labios en una provocación intencionada y yo, lo imité, solo por la penosa imaginación de que su lengua era la mía y mis labios los suyos.
Patético, pero así estaba yo, daba pena de ver.
Y entonces vi esa sonrisa, esos labios alargándose en una sonrisa victoriosa y la cosa fue aun para peor, al paso que su sonrisa se ampliaba, esa mano apoyada en mí, comenzó a bajar por mi espalda hasta llegar al trasero… ¿Qué estaba haciendo? ¿Y yo?
Lo dejé, dejé que dejara esa mano en mi trasero sin impedírselo, tan solo, como si hubiese recibido un golpe en mi vagina, temblé y dirigí mi mirada hacia delante, no solo por lo nerviosa que estaba, el recuerdo de que Liam lo estaba viendo…
Joder. Me puso a tono y de mil colores.
No obstante no pude evitar los mil y un sentimientos que me pasaron a tal velocidad como si estuviera dentro de un Kayak haciendo rafting a toda potencia por Salmon River (En Idaho), ya que pasaba de sentir vergüenza a estar completamente acalorada y de repente, enfadada conmigo misma por dejar jugar a Ivan conmigo de esa manea, pero, esa mano ahí, donde estaba… Sentaba tan bien.
Nunca me había tocado, jamás lo había hecho de una forma fuera de la cortesía o la imagen de hombre perfecto, y ahora, no sabía porque motivo lo hacía, acaso que, todo fuera por mostrar algo a la persona que teníamos detrás…
Mi concentración se esfumó de nuevo y con tanta rapidez como antes, pero, en un momento vulnerable ahuecó mi trasero, como queriendo llamar mi atención y la caída a la siguiente cascada fue mortal. Me mordí el labio cuando sentí el cosquilleo, el frenesí y el placer de ese apretón, y me amarré a sus pantalones para no caerme, lo que provocó que me pegara más a él con el cuerpo completamente debilitado.
-Relájate, Gaela… -Susurró contra mi oído. –Estas armando un circo.
Vaya, aquello sí que era un buen cambio y todo un motivo que aceleró a mi calentón personal a enfriarse… Solo un poco.
Le eché un vistazo y deseé arrancarle esa prepotencia de una patada, pero Ivan volvió a sorprenderme tomando posesión de mi muñeca. Quise evitarlo, evitar ese contacto, y lo prometo, en un principio reaccioné, pero cuando sus dedos roderón mi mano, ya me resultó imposible y menos al ver sorprendida e inmóvil, como subía esa mano hasta sus labios y le dio un beso, después retiró los ojos de mí, solo un segundo, para mirar mis dedos y de nuevo volvió a mirarme con una decisión implacable.
-Me gusta cómo te sienta mi anillo en tu dedo.
Esa mención activó a las pocas neuronas que me quedaban en la cabeza, las pobres, aunque estaban, más que solas me ayudaron a reaccionar y a darme cuenta de lo que conllevaba tal declaración, no solo una reflexión de posesión, sino que Liam, por fin tenía su respuesta y de boca de la misma persona dueña del objeto en cuestión.
Retiré mis ojos del anillo y los fijé en Liam, la persona que durante unos segundos había olvidado.
Esperé encontrarme con algo vacío, un rostro frío, y sin embargó me choqué con una mirada llena de ira. Me sobrecogió al mismo tiempo que me aterrorizó, pero después de recordar su trato personal y todas las veces que me había echado de su lado, me sentí victoriosa de verlo así y tuve que esforzarme mucho para contener una sonrisa.
Me regodeé de mi satisfacción solo un segundo, porque por fin, el viaje en ascensor más largo de la historia tocó a su fin y las puertas se abrieron. Ivan, como todo un caballero, dejó mi mano y mi trasero en paz, por suerte ya no lo había pellizcado más, y me instó a caminar, subiendo su mano de nuevo a la parte trasera de mi espalda.
Salimos fuera y tomé la dirección de la salida, pero Ivan me empujó de nuevo dentro y me giró hacia la derecha para entrar al bar interno del edificio.
-¿Dónde vamos? –Pregunté atinando a caminar sin tropezar, por suerte Ivan me tenía bien cogida y me ayudo a encajar mis pasos en el suelo correctamente.
-Tengo que avisar de que me voy. –Me informó y el tono de su voz me mostró que las cosas no solo habían cambiado, sino que, parecían haber vuelto a la normalidad.
Entramos y me acompañó, como si fuera una niña pequeña hasta la barra, después me sentó en un taburete y, gracias al fácil movimiento de ese asiento de diseño sin respaldo, me giró cara él. Se encorvó un poco hacia mí, colocó sus manos en mis muslos y clavó sus ojos en los míos.
-Espera aquí, no te muevas. –Ordenó con la voz de controlador supremo.
-¿Dónde vas? –Pregunté frunciendo el ceño y recuperándome de todas las reacciones vividas.
Menos mal.
Mi cuerpo ya comenzaba a sentir la sangre correr por mis venas a la velocidad que tocaba y el aire ya entraba en mis pulmones sin que mi cabeza estuviese pendiente de mi sistema respiratorio.
-Tengo que despedirme de unos inversores. Estaba a punto de iniciar una comida de negocios cuando te he visto, ahora esa comida se ha fastidiado gracias a ti. –Sera cerdo. Y ahí estaba, la bestia había vuelto y el hombre petulante, controlador y toca huevos había despertado. -Tengo que dar mil explicaciones de porque tengo que retrasarla para otro día…
-Espera un momento. –Lo silencié con el dedo en alto y el rostro desfigurado por la rabia. –Yo no tengo la culpa, es más. –Lo empujé con la mano e Ivan se incorporé. Bajé del taburete de un saltó y me arreglé el vestido mientras continuaba: -No es preciso que te espere, tengo cosas que hacer. Continúa con tu reunión. –Dije con sarcasmo mientras le dibujaba unos morritos burlones. –Yo me voy a casa y luego te veo.
Atrapé con fuerza mi bolso de encima de la barra y quise pasar por su lado, pero Ivan me cogió del brazo con fuerza y me hizo retroceder hasta pegarme a su pecho. Su mirada y sus gestos se habían oscurecido y mi intención de largarme cuanto antes, había aumentado.
-No. –Rugió con la mandíbula tensa. –No me digas que debo hacer, ni se te ocurra. –Su voz salió afilada y me dejó muy callada. –Te aconsejo que no me provoques en este momento, Gaela. –La vena de su cuello estaba en pleno funcionamiento, marcaba el ritmo de su corazón y no me gustaba nada la forma en que levantaba su piel. –Puede ser peligroso para ti.
-Yo no he hecho nada…
Me atrapó los brazos con fuerza, marcando sus dedos en mi piel y me acercó un poco, pero nada seductor, la representación adecuada era rabia contenida.
-Has provocado que tu atuendo me humillara dentro del ascensor. Te has vestido así para provocar y has conseguido que ese gilipollas me falte al respeto en mis propias narices…
-No ha sido culpa mía…
-Cállate. –Me ordenó con los labios apretados.
Los dedos en mi carne se presionaron más y supe que, si Ivan trataba de dejar una marca en mí, lo estaba consiguiendo, me jugaba el cuello a que dentro de un par de horas, tendría unos moratones en los antebrazos con la forma de su mano. Me revolví un poco, pero lo único que conseguí fue que el amarre se hiciera más doloroso y me encogiera un poco.
-Me haces daño…
-Te lo mereces. Y ahora siéntate, mantente calladita y no te menees hasta que yo vuelva.
Me soltó y nada más me sentí libre me acaricié la zona afectada. Ivan no dejó de mirarme en ningún momento hasta que, con gesto exagerado me tiré encima del taburete.
-Ale, vete y chúpale el culo a tus inversores, que yo me quedaré aquí esperándote. –Le dije irritada y sintiendo como me ardía la garanta por la rabia.
Ivan se tensó y bufó como si fuera un dragón soltando el humo de un fuego que estaba a punto de estallarme en la cara.
Estas mejor calladita Gaela.
-Con esa boca no me extraña que la gente no quiera mantener una conversación contigo. –A la gente que le se refería Ivan, era la realeza a la que mi madre siempre me había empujado, cosa que, no había funcionado y tampoco me importaba una mierda. Ellos se lo perdían. -Pero tranquila, -Continuó con su don de terminar con mis atributos educados. -yo me encargaré de mejorar esa actitud de colegiala infantil a mi manera.
-¿Cuál?
-No quieras saberlo.
-Quiero saberlo.
Cállate.
Ivan se acercó un poco y con una pose amenazante y completamente intimidadora, lanzó su segunda estocada.
-Se cuál es tu punto débil, lo conozco muy bien, y ese punto débil a mí me encanta, lo disfruto. Sé cómo, dónde y con quien hacerte daño, así que, si no quieres ver con tus propios ojos como me largó con otras mujeres… Haz algo por mejorar tu forma de hablar y de ser, sino, mis fugas serán continuas.
Ves, ya te dije que estabas mejor callada.
En el momento que había comenzado pensaba que se feria a otra cosa a una en la que yo formaba parte y de la que ya había sido participe en varias ocasiones, pero el muy cerdo sabia donde atacar.
-Eso no es un castigo. Si tú me lo haces a mí, yo también te lo haré a ti.
-Inténtalo, y verás que te sucederá. –Me amenazó con los dientes apretados.
Me dedicó una mirada de desprecio y el mentón en alto, después, dejándome hundida y con los nervios destrozados, se dio la vuelta y se marchó al interior, donde servían la comida.
Bufé, maldije y me di la vuelta cara la barra para apoyar los codos, pero terminé apoyando la cabeza y la mitad de mi cuerpo. De pronto me sentía agotada y perturbada.
¿Humillado él… Y yo que?
Ivan quería que yo me sintiera culpable, como si su repentino acercamiento fuese una obra mía. Era un imbécil, tenía excusa para todo. Él había comenzado, él era quien necesitaba sobresalir de todos, mostrar que nadie lo chuleaba, y los acontecimientos pasados solo eran una forma de demostrar que él era el macho alfa, el rey león de la manada.
Y para terminar esa estúpida amenaza. Maldita sea.
No me había engañado, sabía lo que se tramaba, y se equivocaba en una cosa. No lo temía y no me quedaría de brazos cruzados, estaba dispuesta a tirarme al primero que se me pusiera a tiro como él hiciese realidad su advertencia.
-Así que ese pretencioso es el motivo de que hayas salido corriendo.
Levanté, con rapidez, la cabeza al escuchar esa voz inconfundible y me di de lleno con unos ojos azules vacíos y fijos en mí.
Ni hecho a postas. Yo blasfemando y él aparece de la nada.
Pero con él no, este tío era tan cabrón como el que se acababa de ir.
Liam estaba a mi lado, con un brazo apoyado en la barra y el cuerpo un poco encorvado a un lado, su otra mano se escondía en su bolsillo y tanto sus ojos como su rostro eran indescifrables.
Traté de no mirarlo fijamente, de verdad que lo intenté con toda mi fuerza, pero como un volcán en plena erupción, mi cuerpo estaba al mismo nivel descontrolado. Esa obsesión de deseo irrefrenable por él era como una maldita piedra en el zapato, incrustada para toda la vida.
Liam podría adornar la portada de una revista de un pequeño pueblo y convertirla en una de mayor ventas con tan solo salir él en la portada, e incluso, si sacaran una foto de ese cuerpo tal y como iba vestido completamente, con tan solo los tres primeros botones de su camisa desabrochados mostrando ese mínimo trozo de piel, y la colocaran en un calendario para recoger dinero y donarlo a una causa benéfica, Dios, esa causa sacaría una buena tajada. No me costaba mucho imaginarme a Liam, con la americana y la camisa abierta, dejando a la vista un torso musculado, bronceado, su tableta de chocolate y una línea de vello, en forma de flecha en el vientre que llevaba a un paraíso… bueno, no me importaría ver lo que había justo en la punta de esa flecha…
Sacudí la cabeza y busqué el botón de parada automática de mi cerebro para eliminar cuanto antes esas imágenes, y me recordé que el petulante que tenía delante, me había echado por su segunda vez de una cita y me había dejado sin comer.
-¿Vienes a regodearte?
-¿De qué? ¿De dejarme plantado por ese tío? –Preguntó sin sentimientos y con la frente arrugada.
-Tú te has ido con tus amigos y me has dejado sola en un salón lleno de gente.
Le recordé con el mentón en alto. ¿Pero de que iba? Y encima se mostró ofendido, o eso me pareció a mí, ya que su rostro, en cuestión de segundos se volvió oscuro y más vacío que antes.
-Le dije al metre que te acompañara a la mesa que tenían preparada para nosotros, tenía que solucionar unas cosas, ¿y cuál ha sido mi sorpresa? –Su voz era casi tan oscura como su aspecto salvaje. –Que ya no estabas. Cuando ese besugo me informó de que te ibas, solo pensé en encontrarte, cogerte del pelo y arrastrarte de vuelta. Solo deseaba darte un escarmiento, hasta me imaginé que clase de castigo ponerte por atreverte a dejarme plantado sin decirme una mierda, casi golpeo al camarero por permitir que te fueras… -Apretó el puño con fuerza y supe que se controlaba, después bajó la mirada, una décima de segundo y cuando volvió a mirarme, el vacío de su cara y la serenidad de su cuerpo habían vuelto a él. –Solo por tu bien, no vuelvas a dejarme plantado por otro hombre.
Me quedé callada, meditando todo el discursito que había dicho, y una parte de mí se lo creyó, porque el recuerdo de su entrada en el ascensor, con su rostro lleno de ira, el móvil en la mano y sus palabras, aunque sonaran lejanas, se podía calificar de ser una llamada agresiva de busca y captura, antes no lo había comparado conmigo y ahora lo relacionaba.
-No te dejaba plantado por otro hombre. –Me excusé como si necesitara darle una explicación, su último tono me había despertado una sensación en el estómago muy extraña y esos ojos azules… eran hipnóticos, era como si me obligara a decir la verdad. Fue muy extraño. –Ivan ni siquiera sabía que estaba aquí… -Parecía no hablar yo y casi no llegaba a escuchar mi voz, era débil a comparación con el sonido reinante que nos rodeaba. -él… no suele saber nunca donde estoy y no suele llamarme, coincidí con el abajo y…
Me silencié, había dicho demasiado y no comprendía el motivo ni como había podido ser tan sumamente sincera, no obstante, una parte de mí se sintió aliviada y la otra decepcionada por ser tan bocazas, pero en ese momento me sentía como si me hubiesen inyectado el suero de la verdad.
Sacudí la cabeza y parpadeé bajando la mirada para poder centrarme. De pronto me sentía otra vez yo misma.
-Interesante.
Murmuró Liam para sí mismo y me animó a mirarlo de nuevo, solo que esta vez estaba más preparada y no me dejé llevar por el color de sus ojos, cuyo azul parecía fascinado a la vez que escudriñador.
Fue algo raro, pero desapareció tan rápido como una estrella fugaz. Y antes de que su fuerza erótica ejerciera más sobre mí, cambié de tema y reanudé la conversación anterior.
Mi fuga y destacar sobre todo su forma de afrontarlo. Los dos teníamos que estar a la misma altura
-Así que, me has seguido, aun rompiendo con tu norma principal, has salido detrás de mí, y ahora, buscas, de nuevo, que te pida perdón.
Al mismo tiempo que lo dije una parte de mí se sintió poderosa, era como si yo lo controlara, como si yo ejerciera tanta fuerza en ese hombre como para que saliera detrás de mí. Y eso me gustó.
¿A quién no le gustaba sentirse tan poderosa delante de un hombre que hacía que besaras el suelo que él pisaba?
-Eso lo discutiremos luego. –Comentó seguro de sí mismo.
-Yo creo que no.
-Oh sí. –Dijo con voz grabe y cortando mi respiración cuando sus ojos se clavaron en los míos fijamente. -Tenemos una conversación pendiente.
-No tenemos nada. –Murmuré.
-Morena, ahora estoy más calmado. No la cagues. –Me amenazo con una mirada fría. -Verte en el ascensor y ver que, aun estando él, tu mirada se desviaba hacia mí… ha sido muy productivo.
Lo dijo con mofa y me tensé al pensar en todo lo sucedido, el recuerdo y las imágenes vinieron sin más y la vergüenza me tiñó los mofletes de rojo pasión.
¿Y ahora que quería? ¿Burlarse de mí?
Giré mi cabeza y miré hacia delante, fijando mi mirada en la línea de botellas de alcohol de buena marca que había en una de las estanterías, pensando que tal vez, al ver mi actitud pasota, lo disuadiera en quedarse.
-Te gusta juntarte con chicos malos,… te gusta la adrenalina. –Ronroneó sin piedad y arrastrando las palabras de una forma seductora.
Mis manos temblaron cuando el murmullo tentador de sus palabras acarició mi cuerpo. La verdad es que no se equivocaba, si echaba un vistazo a mi pasado y a mi corta lista de conquistas, todos eran unos cabrones empedernidos, y no sabía elegir cuál de todos era el peor…bueno, tenía que reconocer que los dos últimos superaban los límites de mi cordura, así que, o Ivan o Liam, encabezaban la lista de mis números uno en decisiones: malas, peligrosas y masoquistas.
Dejé mis pensamientos en las nubes y no contesté a su afirmación, me mantuve firme con la vista aun en una botella de licor de melocotón y me agarré a la barra cuando lo sentí acercarse un poco.
-Está claro que sí. –Continuó. Por lo visto mis esfuerzos de parecer desinteresada fracasaban y Liam lo sabía, su voz había adquirido un tono ronco. –Lo que no entiendo es lo que ves en él. –Dijo con desdén y chulería. Me giré y lo miré, estaba muy cerca, tanto que si me encorvaba hacia delante tendría su pecho en mis labios y podía meter mi nariz en ese trozo de piel morena que se asomaba en la parte de arriba de su camisa. Era demasiado tentador, pensé en hacerlo, hasta incluso sacar mi lengua y lamerlo…
Para. Me grité y apreté los puños con fuerza, después bajé mi mirada para no mirarlo a él. Liam continuó al mismo nivel:
-Está claro que lo sucedido en el ascensor no era para nada tenso, a tu novio no le preocupa que un hombre te mire, le preocupa más su ego, lo que le convierte en un idiota. –Levanté la vista y lo miré incrédula, pero al cruzarme con sus ojos… sentí ese estremecimiento que me provocaba su mirada, era radiactiva. -Su comportamiento, desde luego no ha sido muy acertado, más bien lo ha convertido en un patético payaso. Ha tratado de engañarme cuando te ha metido los dedos en el culo, vale, reconozco que en ese momento… Bueno, me ha engañado, pero no mucho. –Sacó la mano de su bolsillo y bajó su cabeza, a mí mismo nivel de altura para poder intensificar su mirada sobre la mía, después, cuando continuó, bajó el tono de su voz: -Porque, si fueras mía, me aseguraría de saber dónde estás las veinticuatro horas del día y con quién quedas, de conocer bien al individuo y sobre todo, si observara que puedes correr peligro, yo mismo te acompañaría a esa reunión. –Sus labios se alargaron con picardía. –Y desde luego que nuestros encuentros en un ascensor no serían ni meramente parecidos. Yo juego en una liga superior, no me van los juegos de pinypon. –Se separó y se encogió de hombros. –Pero quizás solo se haga el fuerte y muestre una indiferencia a base de controlarte, en cuyo caso, me parece un imbécil igualmente por no permitirse el lujo de sobar, bien sobada a la mujer con la que se va a casar.
Me dejó alucinada y muy sorprendida, pero mi orgullo herido y bastante inflamado me despertó a una defensa, y no solo por mí, sino porque nunca me había gustado que me señalaran mi error o la mierda de relación que mantenía con Ivan. Mis amigos me juzgaban u opinaban continuamente, y eso me molestaba, pero que un desconocido, aunque tuviese razón, opinara o se atreviera a valorarlo, era por encima de todo, insostenible.
-Vaya, que bueno eres ¿no? Acabas de desperezar mi relación con un monologo de mierda. Seguro que esto te funciona con todas las tías.
El canalla tuvo la cara de sonreír, y esa sonrisa consiguió que me temblaran las piernas, pero ahora no era momento de ponerme revoltosa.
Aguanta Gaela y ponle los puntos sobre las “i”.
-Déjame decirte una cosa yo a ti ahora. –Le pedí. Se pasó la mano por la barbilla y me indicó, con el dedo que continuará. –Eres un cazador que está acostumbrado a encontrar presas fáciles y lo suficientemente juguetonas como para lidiar con tus problemas personales, pero ahora estas aburrido y quieres darle emoción a tu vida, así que, aquí estas, buscando un plan difícil, tipo reto conmigo porque verdaderamente a quien le gusta la adrenalina y el riesgo es a ti.
-Puede. –Reconoció sin cambios en su humor.
-Y encima tienes un plan. Sueltas un rollo intenso, erótico, provocador y muy claro para dejar impresionada a tu presa, cuya mujer queda babeando y parpadeando por tu plena sinceridad. –Se atrevió a sentirse halagado. Esa sonrisa y su superioridad me lanzaron al vacío y no pude mantener un nivel de voz adecuado, pasé a atacar en vez de hablar. -Es un buen plan, pero no te funciona conmigo porque yo te veo con la pinta de ser un tío al que le van los revolcones de un día con juguetes de por medio. Que se cree el creador del Kamasultra y fanfarronea de saber de mujeres con un ego envidiable, pero si supieras algo sobre las mujeres o sobre mí, sabrías que, estoy capacitada para elegir mis propios amantes, y tú, no eres uno de mi elección.
Si me esperaba una felicitación por mi perfecta descripción bien podía esperar sentada, al igual que, mi descaro a la forma de hablar bien valía la pena disfrutarla, porque antes de que cerrara los ojos de nuevo, las cosas habían cambiado y la electricidad, proveniente de su cuerpo, me arrasó cuando ese cuerpo se incorporó recto y me mostro una imagen de lo más sexy, cuando se cruzó de brazos, pero a la vez dominante.
-Te has equivocado en una cosa. No soy un santo Gaela Lee, pero no voy por ahí de caza furtiva. Limito mis posibilidades con mujeres solteras, exceptuando contigo. He deseado echarme a un lado y no joder el supuesto compromiso que tienes, pero aparte de que… No dejo de pensar en cómo sería follar contigo en todas las posiciones, ahora, me he dado cuenta de que ese tío, con el que estás comprometida, no merece mi respeto, así que, no desistiré.
La piel se me erizó y el musculo que tenía entre las piernas vibró al escuchar lo que ese hombre deseaba meterse en ella. Era halagador, provocador, pero entonces, ¿porque me sentía aterrada a la vez que súper excitada?
-Eres codicioso. –Afirmé sin voz y sin fuerza.
-Lo somos todos, antes o después todos codiciamos aquello que no podemos tener. Yo, por suerte, solo codicio tu cuerpo. –La tenacidad de sus palabras estaban cargadas de intenciones y promesas.
Por fin me daba cuenta. El jinete del apocalipsis había vuelto, y la oscuridad que lo rodeaba era lo que me arrollaba a mí.
Una lástima… Hubiese deseado disfrutar un poco más de su faceta juguetona.
-Y sigues insistiendo. Debe de ser un infierno para ti escuchar la negación de mi boca.
No tenía fuerzas para hablar. Era frenético perder mi propio sonido de voz, sentir con intensidad como su efecto caía poico a poco encima de mí y eso de todavía no se había mostrado como realmente era.
-No lo niego. Y me excita que me digas que no, y más, cuando después de mirarme con esos ojos hambrientos, continúas rechazándome. –Se silenció, a lo mejor esperaba que contestara, pero… ¿Cómo? Ese hombre me abrumaba, me confundía y me escandalizaba a l desear muchas cosas malas. –Será mejor que continuemos esta conversación en otro lugar más íntimo.
Con todo el derecho del mundo y como si creyera mi amo, me cogió de la mano y tiró de mí. Caí del taburete por que, por lo visto no solo mi voz había perdido fuerzas, sino que mi cuerpo copió el mismo comportamiento, pero Liam, por suerte me cogió y me apretó a su cuerpo.
Eso ya fue demasiado. El local entero comenzó a darme vueltas y tanto mi respiración, como mi latido o la electricidad reinante, se revolucionaron.
-Ivan…
Murmuré buscando cualquier excusa que me alejara de ese hombre ya que yo misma no tenía intenciones de quitarme de encima tanta masa muscular.
-Ivan tardará, y podrás vigilarlo desde el lugar donde te voy a llevar. –Cortó con autoridad, indiscutible.
-No.
-No me hagas llevarte a la fuerza, Gaela.
Lo miré a los ojos y antes de que pudiese recapacitar en las locura que estaba haciendo, lo estaba siguiendo apretando su manso con la mía. Pero no salimos del restaurante, nos introducimos en un pasillo y después torcimos a la derecha. Liam se frenó al llegar a una puerta cerrada, la a abrió y se echó a un lado para dejarme pasar. Miré ese cuarto oscuro y mi corazón dio un brinco.
Si entras ya no podrás salir.
Me recordó mi conciencia que estaba tan aturdida emocionalmente como yo.
-Gaela, no te vas a negar a mí, porque ya has dado un gran paso para llegar hasta aquí, así que, entra de una vez. –Me ordenó mientras alargaba un brazo y me tomaba de la mano.
Otro error más para añadir a la lista.
Entré dentro, Liam entró detrás y encendió las luces, después cerró la puerta y el sonido del portazo me tensó y antes de mirar donde me encontraba me giré cara él. Su postura era de depredador, un demonio a las puertas del propio infierno con una apariencia más salvaje que nunca.
¿Dónde te has metido?
Liam se quitó la americana con una lentitud total, dejando que cayera por esa grade espalda, que resbalara por sus fuertes brazos y la dejó encima de una de las sillas que había bien colocada al lado de la puerta, luego se giró con el rostro decidido y sus pupilas dilatadas.
-El juego se ha terminado, ahora hablaremos de nuestros asuntos.
Mierda, había caído en una trampa.
Dios!! Amo esta historia
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