BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

domingo, 5 de octubre de 2014

CAPÍTULO 12 (Una fantasía de ojos negros)



  –No comprendo esta rutina. ¿Por qué el Béisbol?–pregunté.

    Nuestra tradición implicaba varios compromisos y esta era una de esas rutinas que se escribían en la agenda con permanente y que se repetía una vez al mes.

    Todo comenzaba con un partido de béisbol entre casados y solteros, después, una barbacoa en el barrio de Gina. Se celebraba una especie de Festival dedicado a la juventud, algo loco y de ritmos diferentes en todo lo largo de la calle y en una zona abierta que había más arriba.

    La tradición implicaba compromisos y ese, era nuestro compromiso más fijo. Jugar, reír, comer, beber, bailar y… todos los finales del día eran alternativos.

  –Porque necesitamos, de vez en cuando, un buffet libre de culos prietos– contestó Adriana, bajando sus gafas por el puente de la nariz para que viera el guiño pícaro que me dedicó.

  – ¿Sólo por los pantalones y los traseros en forma?– preguntando Gina, con sarcasmo y dirigiéndole una mirada graciosa.

  –Está claro porque le gusta tanto el deporte a Adri– me burlé sacándole la lengua.

  –Míralos y alégrate la vista– aconsejó dándome un golpe en el muslo–. Esos tíos usan los pantalones tan ceñidos que… mmm, mira el nueve, se lo comería todo, hasta la coquilla.

    Negué con la cabeza. La rubia se comportaba de una manera que podía ser mal interpretada, en ese momento, mostrando la dentadura delantera y lanzando mordiscos mientras, alargaba el cuello como si fuera posible atrapar entre sus dientes, desde las gradas, donde solo estábamos nosotras sentadas y tres parejas más, los culos a los que ella se refería.

  –Te romperías los dientes–dijo Gina.

  –Y otra cosa– insinuó Adriana meneando sus cejas de arriba abajo.

    Le di un empujón, de forma corriente, como un gesto de burla y ella me sacó la lengua. Un fuerte gritó llamó nuestras atención y nos centramos en una de las jugadas que se originaban en ese momento y el principal jugador, era Logan consiguiendo casi una carrera, sólo le faltó una base. Igualmente nos levantamos y aplaudimos la jugada. Nuestro equipo iba perdiendo y eso era lo mejor que habían conseguido los solteros.

  – ¿Pero que les darán de comer?

   Miré a Adri, y ella me miraba tan perpleja como seguramente me había quedado yo. Esa pregunta me la esperaría más de la salida de Adri que de la pelirroja.

  –Supongo que carne, mucha carne– contesté con doble intención.

    Ahora era Gina la que me miraba alucinando, pero que quería, me lo había puesto al alcance de las manos.

  –Te has fijado que ¿el que menos chicha tiene es Ete?

  –Tus habilidades para desnudar a los hombres fallan, Adri. Mi chico no está tan cachas como Logan y compañía, pero te aseguro–Gina sonrió con picardía y me guiñó un ojo antes de volver a dirigir su mirada a Adriana–, que mi hombre tiene mucha carne; dura y traviesa.

    Las tres saltamos en una enorme carcajada

  –Cambiando de tema–cortó Gina que fue la primera en calmarse mientras, agitaba las manos–. ¿Os quedáis en casa a dormir?

  –Como siempre– contestó Adriana dando un trago a su bebida especial–. Tengo todos mis pensamientos fijos en no privarme de nada hoy, y paso de coger el coche.

  –Yo también– dije tomando el vaso que Adriana me ofrecía–, pero cogeré el coche y lo aparcaré en tu casa–. Olí el contenido y me entró una arcada. No sabía lo que era, pero era una bomba de las fuertes sin condimentar con algo dulce. Dejé el vaso, sin probar, a mis pies–. Mañana tengo comida familiar.

  – ¿Mami o el Mohicano?– preguntó Gina. Ella fue más lista y le echó a su vaso casi toda la lata de limón.

  –Stefan, y no lo llames así, un día de estos se me escapará delante de él, y las consecuencias por ese apelativo serian de las malas, la peor.

  – ¿Cuáles?

  –Una noche en un calabozo.

    Mi hermano, el padre de Victoria y el mayor del rebaño de Olimpia, había pasado unos años en el servicio militar, su estrategia, en campo, había sido tan buena que retornó de esa jungla con una condecoración al valor, y decidió terminar su carrera en una de las ramas más legales que existía. Ahora era uno de los sargentos principales de su distrito, pero el peón de nivel más bajo de su casa. A parte de Victoria y su mujer Zoe, la casa estaba completamente gobernada por mujeres, ya que mi cuñada le había dado dos niñas más.

    Y ese era uno de los motivos por los que acudía todos los domingos a casa de Stefan a comer sus típicas hamburguesas de salsa secreta y a ver cómo, sus niñas lo toreaban a más no poder.

  – ¿Tú hermano sería capaz? –preguntó Adriana con voz juguetona.

    Seguramente por su mente enferma estarían pasando imágenes totalmente diferentes a la realidad.

  – ¿De encerarme para hacerse respetar y que todo el mundo viera, lo macho alfa que es en su casa? Sí.

  –Que exagerada –Anunció Gina.

  –Parece mentira que no lo conozcas– farfullé robándole el vaso… No estaba mal, al menos el alcohol era un fondo muy profundo.

  –Te aseguro que no me importaría conocer… muy bien, a tu hermano– la voz de Adriana fue como el sonido de una mosca pasando por delante de nuestros morros. Molesta y nada interesante.

  –Lo que parece mentira es que; Stefan no se lleve bien con tu madre, considerando lo iguales que son…–se silenció y abrió la boca. Ete había lanzado la bola casi fuera de la alambrada–. Ohhh. Mira eso– Gina se levantó de su asiento y comenzó a dar palmadas y gritos–. Venga, vamos– animó a Ete, quien corría como un maldito demonio pasando por encima de cada base–. ¡Animo!– gritó a pleno pulmón. Ete estaba a punto de conseguir la primera carrera del equipo.

    Entusiasmada tanto Adriana como yo nos levantamos y comenzamos animar al campeón.

  –Retiro lo dicho. Ete no está cachas pero tiene unas piernas que debería asegurar de inmediato.

    Don palillo consiguió la carrera perfecta, tan bien lograda que hasta los compañeros salieron al campo para felicitarlo. Sinceramente, desde que comenzó la temporada, era la mejor jugada que había hecho el equipo de los solteros.

   Parecía mentira viniendo de la nueva generación, aunque, nosotras lo achacábamos al exceso de trasnochar y no nos equivocábamos mucho, siempre que había un despistado en el centro a punto de lanzar, pero de espaldas al bateador era de nuestro equipo, vale, era gracioso, pero a la vez, muy penoso.

    El partido se terminó y tras esperar una media hora a que las mujeres (Ete y Logan) terminaran de ducharse y arreglarse, nos dispusimos a coger los coches, Gina se vino conmigo y quedamos con el resto en el Festival directamente.



    Esto era de locos, la calle estaba atestada de gente de todas las edades, desde críos corriendo mientras se arrojaban globos de agua, jóvenes que ya habían comenzado la fiesta por el final (directamente pasando de la comida y derramando las botellas en bidones mezclados con zumos dulces), hasta los mayores que si no estaban sacando bandejas de comida para exponerlas en las largas mesas, bailaban al son de la música en pareja como jóvenes enamorados.

    Ete nos esperaba al final, en una de tantas mesas alienadas, con parte de los primos de Gina. Cuando llegamos brindaban por la jugada que había efectuado. Nos sonrió y le dio un beso a Gina, saludé a los primos de mi amiga y agradecí los halagos obscenos a los que ya estaba más que acostumbrada. Finalmente, y con gran esmero, conseguí sentar mi culo en uno de los bancos de madera, delante de Ete y al lado de Gina.

  – ¿Por qué hablar contigo siempre resulta tan difícil?– preguntó Ete, pasándome un vaso de plástico.

    Lo miré y con una sonrisa levanté una ceja.

  –Debería hacerte yo la misma pregunta.

    De repente, la seriedad cubrió su rostro.

  –No, de verdad, esto es muy serio.

    Dirigí mi mirada a mi lado y le eché un vistazo de soslayo a Gina. Ella, mucho más atenta que yo, se apoyaba con los codos en la mesa y mordía el pliegue del vaso mientras me miraba con atención.

  – ¿El qué?– pregunté dirigiéndome de nuevo a Ete.

  –Marlowe.

    Me tensé, completamente recta en un asiento que no tenía respaldo. Perfectamente, si Gina decidiera sentarse encima de mí, estaría completamente segura de no caerse por falta de equilibrio y desde luego, se encontraría mucho más cómoda.

  –Tú lo llamas…

  –Liam– terminé por él, en un suspiro–. ¿Qué pasa con él?– pregunté desinteresadamente pero la cosa estaba bastante fuera de parecerme poco importante.

  –Me ha estado haciendo muchas preguntas sobre ti de una forma intimidatoria.

    Ete parecía realmente molesto e incluso, asustado se rascaba la cabeza, desde la mitad de la cabellera hasta la nuca y vuelta a empezar.

  –No lo conocía tanto –continuó: –pasa muy poco tiempo en el club y nuestras conversaciones cuando no son a través de su secretaria, simplemente se basan en; yo hablo nervioso y el escucha como un mafioso bajo las sombras. Sinceramente, lo veía más como un inversor desinteresado que como un socio. Ni siquiera sabía que se llamaba Liam– dijo estupefacto–, y después de la insistencia que ha mostrado y como la ha mostrado, en querer saber de ti… ¡Coño! Me parece que no quiero conocerlo–. Sacudió la cabeza negando y de nuevo, se pasó las manos por la curvatura de su cabeza–. Prácticamente me arrebató el bolso de las manos cuando supo que era tuyo.

  – ¿Que ha estado preguntando de mí?

  –La pregunta más repetitiva era si estabas con alguien, el resto…chorradas. –Se adelantó un poco flexionando los brazos–. Le dije que si quería saber las respuestas que te las preguntará a ti directamente.

    Lo tomé de la mano que se apoyaba en la mesa para que se estuviera quieto, había comenzado de nuevo a rascarse, pero esta vez la mano alcanzó el hombro.

    Ese gesto me estaba poniendo de los nervios y como Gina, continuara mordiendo el vaso de esa manera, se llevaría un golpe en la frente.

  –Tranquilo, ya no te molestará.

    Mi amigo miró su mano, a Gina y a mí, respectivamente.

  –Lo dudo. Anoche me llamó, quería que le diera tu número de teléfono. Me exigió que se lo diera de una forma amenazante.

    Una corriente de aire me raspó la nuca como si cada soplo estuviese cargado de agujas puntiagudas. El cabello se me erizó y me estremecí sin poder disimular ese pequeño temblor.

    ¿Y ahora que quería?

    Recordé nuestro último encuentro y las palabras se repitieron en mi cabeza más que las imágenes. Me echó como una vulgar niñata salida que se había aprovechado de él, y en tal caso, yo fui de la que se aprovechó…

    Tú disfrutaste como una guarra.

    ¡Mierda! Mi mente retorcida tenía razón, pero es que no comprendía esa insistencia. Sentí cosquillas en mi estómago y las evité apretando mi barriga con fuerza. Cualquier rasgo de ilusión era una muestra de debilidad y ante ese hombre, eso era de todo, lo que menos podía permitirme.

  – ¿Se lo diste?– pregunté notando como me temblaba la voz.

    Desde que formulé la pregunta hasta que mi amigo decidió contestar fue como si un largo y perpetuo silencio se metiera por el medio para rajarme la nuca con fuerza. Después de esta conversación le pediría el espejo que Gina guardaba en su bolso con los polvos, estaba segura que mi nuca estaría destrozado por culpa de ese maldito nervio.

  –No– contestó con gesto sorprendido y en un tono molesto, luego miró a su novia–. Gina me hubiera matado.

    Tiré toda la respiración y me sobresalté cuando noté el peso de la mano de Gina en mi hombro. Mi amiga retiró esa mano de inmediato tras sentir mi gesto, pero la dudosa mirada que me dedicó delató todas las vibraciones que había sentido.

  – ¿Estas bien?

  –Sí. Creo que estoy un poco a la defensiva desde lo de ayer– comenté y mi amiga se relajó.

  –Marlowe no es mejor que Ivan– indicó Ete, llamando mi atención mientras, se estiraba para arrancarme el vaso aplastado de mis manos y lo cambiaba por otro–. Tiene más conquistas que tú, números de teléfono en la agenda del móvil–. Me encogí de hombros con exageración porque el nervio que había jugado en mi nuca, ahora bajaba por la espina dorsal. Ete llenó el vaso con agua fría–. Mientras que cada noche yo me voy con Gina, o solo a casa, él se marcha, cuando le da la gana, con dos tías en su coche.

  – ¿Todas las noches?– preguntó Gina. Ete no contestó, simplemente levantó con sarcasmo una ceja.

  –Es arrogante y muy persuasivo, es un puto misterio de tío, nadie sabe nada de él, lleva tan escondida su vida que ni siquiera puedes reconocer cuál es su país de nacimiento.

  –Liam no tiene acento– expliqué mientras analizaba nuestros dos encuentros, y a parte de vivir recuerdos que me estremecieron, viví otros que me pusieron los pelos de punta, pero en todos ellos no noté nada fuera de lo común en su forma de hablar.

    Que yo recordara.

  –Lo escuchado hablar cuatro idiomas diferentes con una pronunciación perfecta.

  –Eso no significa nada– sentencié.

    De pronto me di cuenta de que lo estaba defendiendo, de que daba la cara por un hombre que me había tratado como una mierda. ¿Es que estaba idiota? ¿O es que era demasiado masoquista?

  –Gaela, creo que es muy peligroso– advirtió.

    La pausa que lo siguió sólo me sirvió para pasar de la confusión a la molestia. No me molestara que me advirtieran del hombre que me había acechado, me molestaba que me vieran como a un cordero que necesitaba salir del callejón sin salida. Era mayorcita, sabía lo que tenía que hacer.

  –Para decir que no lo conoces hablas con demasiada claridad de él– dije un poco tensa.

  –Soy hombre y tengo ojos, oídos y olfato. Has despertado su interés y un extraño juego macabro en su cabeza…

  –Ete…

  –No, déjame terminar– interrumpió con brusquedad–. Si no lo cortas antes de que todo dé comienzo, vas a salir escaldada.

   Bufé.

    Daba por sentado que, al jugar con el jinete -sí que aún estaba interesado en mí- me enamoraría y terminaría llorando por las esquinas como una destrozada mujer sin personalidad. Mi corazón, desgraciadamente ya estaba hecho pedazos y si quedaba algo que palpitara dentro de mí, era por causa de Ivan, en cuanto a Liam, no sentía nada más profundo a parte de la atracción física, algo bestial, pero nada más...

    O eso creía.

  –Deja tus preocupaciones a un lado– dije–, a Liam ya no le intereso.

  – ¿Estás segura?

  –Por supuesto. Está claro– los corté porque estaba un poco harta de que hablaran de mí con esa facilidad y mucho más, de que me contaran la agenda personal de Liam y sus revolcones con tanto aplomo. Y lo peor de todo es que, eso era lo que más me molestaba–. Ese hombre no me interesa–, eso era algo que debía memorizar para decírmelo a mí misma cuando de nuevo pensara en él y en esos ojos azules–, y tampoco le intereso, me trató de una forma penosa la última vez que me crucé con él… que si no llega a ser por la interrupción de ese tal Born le hubiera…

    Me mordí el labio por no soltar una blasfemia.

  – ¿Born? ¿De qué me suena ese nombre?– meditó Gina mientras fijaba la vista en el vacío de la mesa.

  –Supongo que el apellido te sonará del Hotel Faery– contestó Ete.

    Un dato importante. No lo había pensado hasta ahora porque mi cabeza había tenido otras cosas en que pensar y de las que encargarse, pero… ¿Podía ser posible que hubiese conocido a uno de los famosos Born?

    Podía ser, pero que más me daba, no volvería a ese hotel ni loca, como tampoco volvería a comer en una terraza llena de lucecitas de colores, ni a bailar con un hombre de ojos azules.

    No has bailado con Liam…

    En mi imaginación SI, y en pelotas, así que deja de darme por saco hoy.

    Discutir conmigo mismo era tan inútil como patético. Mi madre tenía razón, estaba perdiendo la cabeza.

  –No, de eso no me suena– dijo Gina, metida de nuevo en sus pensamientos.

    De pronto, pareció que una bombilla se encendiera en su cabeza y descendieran hasta sus labios que se abrieron y se cerraron de golpe, esa misma bombilla se convirtió en horror cuando dirigió su mirada hacia la mía.

  –Y dices que ese tal Born, ¿es amigo de Marlowe?

  –Supongo– contesté sin interés, más preocupada por sus gestos que por el motivo de esa amistad–. Gina ¿Qué pasa?

    Mi amiga comenzó a negar con la cabeza con rapidez y se mordió los labios. Guardó las manos bajo la mesa pero antes de ese movimiento percibí que le temblaban.

  –Gina– la llamó Ete y ella levantó la vista de su regazo a él y negó de nuevo con la cabeza.


    Alargué mi brazo para pasarlo por sus hombros y animarla pero unos finos dedos me taparon la vista y un aliento cayó por mi oreja.

  –Si fuera hombre serias la primera de mi lista. –Adriana terminó mordiéndome la oreja.

    Me retiré soltando una escandalosa carcajada, al sentir el cosquilleo que me produjeron sus dientes al tocar la zona sensible del lóbulo. Mi amiga me empujó y se sentó a mi lado, abrazó mi cuerpo con fuerza y me dio un beso en la mejilla.

  –Hola plebe, ¿me echabais de menos?

    El buen humor de Adriana resultó ser bien recibido y contagioso.


  –Si fueras hombre, serias peor que Logan– dije observando a Logan. Él rodeó la mesa, se quitó la gorra para peinarse el pelo y se la colocó de nuevo–, tú tratarías de ligar con dos mujeres por día– continué con la broma y aunque sonreía de oreja a oreja, Logan tomó asiento al lado de Ete y no me miró.

  –Pues os adelanto a todos que mi record ha bajado a dos por semana– anunció el protagonista mientras levantaba la mano para saludar al fono norte, los primos de Gina vitorearon su nombre.

    Soltó una carcajada mientras bromeaba con el mayor, después golpeó la Espalda de Ete, y le guiñó un ojo a Gina, en el momento de pasar a mí… Simplemente pasó de largo. Me sentí invisible completamente invisible.

    Algo sucedía.

  –Una lástima– insistí poniendo mi hipótesis a prueba, y acerté. Logan pasaba de mi olímpicamente.

  –Por eso soy mujer– comentó Adriana robando risas de aquellos que me rodeaban. Ninguno notaba ni mi tensión ni el extraño compartimiento que tenía ese hombre conmigo–. Lo tengo mucho más fácil que tú–, señaló a Logan con el dedo, él al miró con una ceja alzada, después mi amiga se levantó de la mesa y señaló a nuestros compañeros–, y que todos vosotros.

  –Tú siempre lo tienes fácil Adri, sólo tienes que abrir la boca, soltar uno de tus coquetos y refinados comentarios y… Los tendrás enterrados entre las piernas en un abrir y cerrar de ojos– comentó Gina dándole un trago a su bebida.

    No podía quitar la mirada de Logan, mi amigo miraba la mesa, a Adri y a Gina y evitaba cualquier cruce de miradas conmigo.

– ¿Eso es sarcasmo o me estas halagando?– preguntó Adriana.

  –Puedes interpretarlo como quieras.

    Adriana lo pensó con exagerados gestos, finalmente sonrió.

  –Voy a decidirme por la envidia– dijo antes volver a sentarse.

   –No te amargues– le dijo Ete a Logan, rompiendo las miradas de Gina y Adri mientras, le daba una palmada comprensiva en la espalda–. Amigo mío, tal vez elegiste el lugar inadecuado y la presa incorrecta, esa misma que quiere; anillo en su dedo, casa en el campo y cunas en cada una de las habitaciones.

    Usando todos los métodos disimulados que sabía para llamar la atención de Logan, opté por ir un paso más y le di un puntapié, Logan se sobresaltó, miró por debajo de la mesa y después, al ver mis pies estirados me miró a mí.

    Su ceño se frunció sin comprender y su mentón se levantó en un gesto de pregunta silenciosa un tanto petulante que me chocó, aun así, después de sentir como se me encogía el estómago, vocalicé un: que te pasa, mientras movía los hombros. Él negó con la cabeza en un gesto educado, pero había, además, una dureza desconocida en su expresión que percibí con gravedad antes de que él me retirara la mirada con la misma facilidad que se la quitaba a una hormiga en la cera.

  –O que otros tienen más suerte que yo– murmuró estirando el cuello y buscando algo por encima de la mesa.

    Desconcertada, me encogí de hombros. A la mierda, yo ya lo había intentado, ya se le pasaría… Lo que tenía.       

  – ¿Lo dices por ese tal Marlowe? –preguntó Adriana

    Tras escuchar ese nombre me giré abruptamente cara ella, mi amiga, con un amplia y descarada sonrisa en los labios observaba a Logan.

  –Por empezar en alguien– contestó él con una voz vacía.

    La conversación entre ellos me resultó mucho más interesante que la presión del pasotismo de Logan en mis hombros. En el momento que Adriana había pronunciado el nombre de mi jinete, mi cuerpo se tensó y el corazón comenzó a golpear fuerte y con energías contra mi pecho.

  –Aun no me has dicho que te dijo anoche cuando se te acercó.

    Miré a Logan intentando no abrir mucho la boca.

    Sentí la mano de Gina encima de mi muslo, haciendo presión como si la historia fuera con ella y temiera que nuestra amiga descubriera nuestros secretos.

  –Te dije que se había confundido– murmuró Logan, con tono helado.

    Dudaba mucho que la respuesta que acababa de dar fuese verdad, pero eso no lo sabría, no por parte de él. Maldita sea, me moría de ganas por preguntar, por saber que había sucedido, por saber que le había dicho Liam a Logan.

  – ¿Lo conoces?– preguntó Ete, sorprendido.

  –Personalmente no, hasta ayer– contestó Logan apropiándose de una de las cervezas que habían en un cubo con hielo encima de la mesa–, pero he oído hablar de todos ellos.

  – ¿Ellos?– insistió curiosa Adriana.

    Sentí el impuso de agradecerle en silencio tanta insistencia ya que yo deseaba preguntar lo mismo, pero eso delataría muchas cosas.

  –Son tres hermanos– contestó–. Tres buenas piezas.

  – ¿Tres hermanos? No lo sabía– murmuró Ete.

    Yo tampoco. Prácticamente no sabía nada de Liam.

  –Son unos auténticos cabrones– añadió–. Pero el mayor no se corta, Marlowe es más celoso de su vida privada pero igualmente muestra sus pelotas con una impecable seguridad en sí mismo– mencionó delatando un terrible asco en la voz–. Y el pequeño, que ni siquiera sé cómo se llama, aunque aún no le ha dado tiempo a rellenar la lista de mujeres que tienen sus hermanos, sigue los pasos de ambos–. Le dio un trago largo a su botellín y negó en la cabeza al tiempo que dejaba ese cristal encima de la meso con un golpe seco–. Todo se pega.

  –No me importa. Quiero conocerlo igual– Adriana cogió de las manos a Logan y tiró un poco de él–. Preséntamelo.

    Logan levantó la mirada y la miró con frialdad. Mi amiga no se dio cuenta.

  –Es un cerdo, Adri, a ese hombre no le gusta repetir con la misma mujer más de dos veces.

  –Yo puedo hacer que cambie de idea.

  –Lo dudo mucho– indicó Logan con un resoplido. Adriana lo miró y él simplemente le dio un trago a su cerveza.

  –Venga ya, todos los hombres tenéis un punto débil, y yo soy una especialista en localizarlo y ejecutar mi maniobra de tortura.

  –Este no, es inmune al amor y a las mujeres. Las ve como simples objetos a los que quitar el polvo y devolver a la tienda.

  –Enternecedor– murmuró Gina de fondo dedicándome una mirada baja.

  –La que ve que le gusta– continuó Logan con voz afilada–, la pesca con la misma facilidad que echar el anzuelo en una charca llena de peces de colores.

  –Yo soy un pez fácil de pescar… Venga, preséntamelo, Logan…

  –Adri– cortó severamente Logan con la voz, de pronto, muy fría–, te digo que no tienes nada que hacer. Marlowe ya ha soltado la caña y ha fijado su mirada en una nueva pesca–. Logan lo dijo mirándome a mí fijamente y manteniendo la misma voz oscura y fría–. Sólo falta ver si el pez cae en la trampa y se come el anzuelo.

    Le dio un trago a su bebida sin retirarme la mirada. Se me pasó por la cabeza preguntarle a que se debía esa mirada y la metáfora que acababa de utilizar, pero inevitablemente, mi estómago y mi cabeza se revolvieron mostrándome que la respuesta la tenía ante mí y sus últimos comentarios.

    La mesa se había contagiado de la tensión y aunque los primos de Gina formaban un jaleo de acuerdo con la fiesta que se organizaba a nuestro alrededor, el silencio estaba muy presente en cada uno de nosotros, y se me hizo insoportable.

    Retiré mi mirada de Logan y me levanté de la mesa.

  – ¿Dónde vas?– preguntó Gina tomándome de la mano.

  –A por algo de beber, la cerveza no me gusta– contesté.

    Gina me soltó aceptando con un movimiento de cabeza y salí disparada de ese entorno incomodo sin mirar atrás. No dejé de caminar hasta que la distancia entre la mesa y yo era lo suficiente larga como para permitirme el lujo de pensar en que no me encontrarían.

    Decidí quedarme en la primera barra que me crucé. Estaba tan llena como todas con las que me había cruzado. Me interpuse entre un grupo de chicos jóvenes, que comenzaban una pelea de aguante bebiendo desde una enorme jarra a través de un tuvo transparente, un contenido en color naranja, el líquido subía a gran velocidad al tiempo que los gritos de sus amigos se producían con más intensidad.

    Me coloqué a un lado de ellos y con disimulo llegué hasta la barra.

  – ¿Qué te pongo?– preguntó la camarera echándoles una mirada de aburrimiento al grito que dieron el grupo de chicos cuando el ganador lo terminó todo.

  –Algo fuerte, pero dulce– mi voz había sonado apagada y ese volumen atrajo la atención de la chica a mí. Ladeó su cara y sonrió con compresión.

  – ¿Mal día?

  –Mala semana– respondí.

  –Se lo que necesitas– dijo alegremente y se fue en busca de esa especial dosis.

  –Hola.

    Me giré cara esa voz dulce, alegre y me tomé con una chica jovencita, de unos veinte años, apoyada en la barra, a mi lado y mirándome con una sonrisa feliz. Tenía el pelo castaño, tirando a oscuro en algunas zonas, y sus ojos, en contraste con su cabello parecían pasar del marrón al tono miel cuando la los volantes de la carpa que cian se balanceaban y luz le daba en la cara.


    Analicé la lista de mis amigos comparándolos con esa cara, pero no sabía quién era, no entraba dentro de mi círculo amistoso.

  –Hola– susurré dudosa y con el ceño marcando el centro de mis cejas.

  –Lo siento, ¿no sabes quién soy?– preguntó con cariño e incluso sorprendida.

  –No, perdona, tu cara me suena pero… no sé de qué.

    Se incorporó colocándose cara mí y levantó una mano.

  –Me llamo Petunia, pero puedes llamarme Nina.

    No, no me sonaba, un nombre así era difícil de olvidar.

  –Encantada, Nina – pronuncié al tiempo que estrechaba esa mano–, yo me llamo…

  –Gaela– terminó ella por mí con gesto admirable

    Me sobresalté y retiré con gesto alucinado mi mano de la suya.

  –Vaya, eso hace que me sienta mucho peor por no recordarte.

    Nina hizo un gesto para quitarle importancia y colocó una mano encima de la mía.

  –Tranquila, no nos han presentado– alcé las cejas. Esto me parecía cada vez más raro–. He oído hablar de ti, por eso se tu nombre…

  – ¿Quién te ha hablado de mí?

  –Mi primo.

   – ¿Quién es tu primo?

    Nina levantó la mano y señaló hacia delante, la otra parte de la caseta. Mi mirada barrió esa zona de la barra de rincón a rincón, hasta toparme con una pareja, en una de las esquinas. Él estaba apoyado en uno de los pilares de metal con su brazo rodeando la cintura de la mujer rubia, ella sonreía y echaba la cabeza hacia atrás después de meterle en la boca lo que parecía de lejos una cereza. Ella mantuvo el rabo cogido y él dio el tirón, le sonrió y se giró hacia delante para tomar la copa que había encima de la barra, entonces vi claramente quien era.

    Lima-Marlowe.

    El cuerpo me regaló un intenso y delicioso cosquilleo por todo el cuerpo. Su presencia aun de lejos era impactante. Me faltó la respiración, sentí aturdimiento, preocupación y una extraña diversión, todo al mismo tiempo.
    Nada más esos ojos me vieron el corazón comenzó a latirme tan frenético contra el pecho que sentí por un momento que se me iba de la cabeza. Él ladeó al cabeza sin ningún rasgo de sentimientos que reflejara ese rostro inexpugnable al verme. Me estremecí de pies a cabeza como si lo tuviera delante de mí. Su efecto era algo a lo que nunca podía acostúmbrame, mi cuerpo reaccionaba de una forma catastrófica cuando él estaba cerca de mí, parecía que un conducto de electricidad nos rodeara.
    Me agarré a la barra, al verlo incorporarse y hablar, contra la oreja, con la mujer que lo había mantenido entretenido, después, me miró de nuevo y se dio la vuelta para comenzar a caminar, alrededor de la barra y sin quitarme la mirada de encima, en mi dirección.
    No, no puede ser… No dejes que se te acerque.
    Me gritó mi mente con desesperación, pero no podía hacer nada…
    Alguien dio me dio un tirón al cabello y al girarme y ver a Victoria rodeaba por una luz blanca, supe que ella había sido mi salvación.
  –Vienes a bailar…
 –Sí.
    No la dejé terminar, salí disparada detrás de ella dejando a ese hombre a mi espalda.
CONTINUARÁ................












1 comentario:

  1. me gusta mucho esta historia, la estaba leyendo en wattpad, pero aqui esta mas adelante asi que me pase.
    espero que publiques pronto

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