–No comprendo esta rutina. ¿Por qué el Béisbol?–pregunté.
Nuestra tradición implicaba varios compromisos
y esta era una de esas rutinas que se escribían en la agenda con permanente y
que se repetía una vez al mes.
Todo comenzaba con un partido de béisbol
entre casados y solteros, después, una barbacoa en el barrio de Gina. Se celebraba
una especie de Festival dedicado a la juventud, algo loco y de ritmos
diferentes en todo lo largo de la calle y en una zona abierta que había más
arriba.
La tradición implicaba compromisos y ese,
era nuestro compromiso más fijo. Jugar, reír, comer, beber, bailar y… todos los
finales del día eran alternativos.
–Porque
necesitamos, de vez en cuando, un buffet libre de culos prietos– contestó
Adriana, bajando sus gafas por el puente de la nariz para que viera el guiño
pícaro que me dedicó.
– ¿Sólo por los pantalones y los traseros en
forma?– preguntando Gina, con sarcasmo y dirigiéndole una mirada graciosa.
–Está claro porque le gusta tanto el deporte a
Adri– me burlé sacándole la lengua.
–Míralos y alégrate la vista– aconsejó
dándome un golpe en el muslo–. Esos tíos usan los pantalones tan ceñidos que…
mmm, mira el nueve, se lo comería todo, hasta la coquilla.
Negué con la cabeza. La rubia se comportaba
de una manera que podía ser mal interpretada, en ese momento, mostrando la
dentadura delantera y lanzando mordiscos mientras, alargaba el cuello como si
fuera posible atrapar entre sus dientes, desde las gradas, donde solo estábamos
nosotras sentadas y tres parejas más, los culos a los que ella se refería.
–Te romperías los dientes–dijo Gina.
–Y otra cosa– insinuó Adriana meneando sus
cejas de arriba abajo.
Le di un empujón, de forma corriente, como
un gesto de burla y ella me sacó la lengua. Un fuerte gritó llamó nuestras atención
y nos centramos en una de las jugadas que se originaban en ese momento y el
principal jugador, era Logan consiguiendo casi una carrera, sólo le faltó una
base. Igualmente nos levantamos y aplaudimos la jugada. Nuestro equipo iba
perdiendo y eso era lo mejor que habían conseguido los solteros.
– ¿Pero que les darán de comer?
Miré a Adri, y ella me miraba tan perpleja
como seguramente me había quedado yo. Esa pregunta me la esperaría más de la
salida de Adri que de la pelirroja.
–Supongo que carne, mucha carne– contesté con
doble intención.
Ahora era Gina la que me miraba alucinando,
pero que quería, me lo había puesto al alcance de las manos.
–Te has fijado que ¿el que menos chicha tiene
es Ete?
–Tus habilidades para desnudar a los hombres
fallan, Adri. Mi chico no está tan cachas como Logan y compañía, pero te
aseguro–Gina sonrió con picardía y me guiñó un ojo antes de volver a dirigir su
mirada a Adriana–, que mi hombre tiene mucha carne; dura y traviesa.
Las tres saltamos en una enorme carcajada
–Cambiando de tema–cortó Gina que fue la
primera en calmarse mientras, agitaba las manos–. ¿Os quedáis en casa a dormir?
–Como siempre– contestó Adriana dando un
trago a su bebida especial–. Tengo todos mis pensamientos fijos en no privarme
de nada hoy, y paso de coger el coche.
–Yo también– dije tomando el vaso que Adriana
me ofrecía–, pero cogeré el coche y lo aparcaré en tu casa–. Olí el contenido y
me entró una arcada. No sabía lo que era, pero era una bomba de las fuertes sin
condimentar con algo dulce. Dejé el vaso, sin probar, a mis pies–. Mañana tengo
comida familiar.
– ¿Mami o el Mohicano?– preguntó Gina. Ella
fue más lista y le echó a su vaso casi toda la lata de limón.
–Stefan, y no lo llames así, un día de estos
se me escapará delante de él, y las consecuencias por ese apelativo serian de
las malas, la peor.
– ¿Cuáles?
–Una
noche en un calabozo.
Mi hermano, el padre de Victoria y el mayor
del rebaño de Olimpia, había pasado unos años en el servicio militar, su
estrategia, en campo, había sido tan buena que retornó de esa jungla con una
condecoración al valor, y decidió terminar su carrera en una de las ramas más
legales que existía. Ahora era uno de los sargentos principales de su distrito,
pero el peón de nivel más bajo de su casa. A parte de Victoria y su mujer Zoe,
la casa estaba completamente gobernada por mujeres, ya que mi cuñada le había
dado dos niñas más.
Y ese era uno de los motivos por los que acudía
todos los domingos a casa de Stefan a comer sus típicas hamburguesas de salsa
secreta y a ver cómo, sus niñas lo toreaban a más no poder.
– ¿Tú hermano sería capaz? –preguntó Adriana
con voz juguetona.
Seguramente por su mente enferma estarían
pasando imágenes totalmente diferentes a la realidad.
– ¿De encerarme para hacerse respetar y que
todo el mundo viera, lo macho alfa que es en su casa? Sí.
–Que exagerada –Anunció Gina.
–Parece mentira que no lo conozcas– farfullé
robándole el vaso… No estaba mal, al menos el alcohol era un fondo muy profundo.
–Te aseguro que no me importaría conocer… muy
bien, a tu hermano– la voz de Adriana fue como el sonido de una mosca pasando
por delante de nuestros morros. Molesta y nada interesante.
–Lo que parece mentira es que; Stefan no se
lleve bien con tu madre, considerando lo iguales que son…–se silenció y abrió
la boca. Ete había lanzado la bola casi fuera de la alambrada–. Ohhh. Mira eso–
Gina se levantó de su asiento y comenzó a dar palmadas y gritos–. Venga, vamos–
animó a Ete, quien corría como un maldito demonio pasando por encima de cada
base–. ¡Animo!– gritó a pleno pulmón. Ete estaba a punto de conseguir la
primera carrera del equipo.
Entusiasmada tanto Adriana como yo nos
levantamos y comenzamos animar al campeón.
–Retiro lo dicho. Ete no está cachas pero
tiene unas piernas que debería asegurar de inmediato.
Don palillo consiguió la carrera perfecta,
tan bien lograda que hasta los compañeros salieron al campo para felicitarlo.
Sinceramente, desde que comenzó la temporada, era la mejor jugada que había
hecho el equipo de los solteros.
Parecía mentira viniendo de la nueva
generación, aunque, nosotras lo achacábamos al exceso de trasnochar y no nos
equivocábamos mucho, siempre que había un despistado en el centro a punto de
lanzar, pero de espaldas al bateador era de nuestro equipo, vale, era gracioso,
pero a la vez, muy penoso.
El partido se terminó y tras esperar una
media hora a que las mujeres (Ete y Logan) terminaran de ducharse y arreglarse,
nos dispusimos a coger los coches, Gina se vino conmigo y quedamos con el resto
en el Festival directamente.
Esto era de locos, la calle estaba atestada
de gente de todas las edades, desde críos corriendo mientras se arrojaban
globos de agua, jóvenes que ya habían comenzado la fiesta por el final (directamente
pasando de la comida y derramando las botellas en bidones mezclados con zumos
dulces), hasta los mayores que si no estaban sacando bandejas de comida para
exponerlas en las largas mesas, bailaban al son de la música en pareja como
jóvenes enamorados.
Ete nos esperaba al final, en una de tantas
mesas alienadas, con parte de los primos de Gina. Cuando llegamos brindaban por
la jugada que había efectuado. Nos sonrió y le dio un beso a Gina, saludé a los
primos de mi amiga y agradecí los halagos obscenos a los que ya estaba más que
acostumbrada. Finalmente, y con gran esmero, conseguí sentar mi culo en uno de
los bancos de madera, delante de Ete y al lado de Gina.
– ¿Por qué hablar contigo siempre resulta tan
difícil?– preguntó Ete, pasándome un vaso de plástico.
Lo miré y con una sonrisa levanté una ceja.
–Debería hacerte yo la misma pregunta.
De repente, la seriedad cubrió su rostro.
–No, de verdad, esto es muy serio.
Dirigí mi mirada a mi lado y le eché un vistazo
de soslayo a Gina. Ella, mucho más atenta que yo, se apoyaba con los codos en
la mesa y mordía el pliegue del vaso mientras me miraba con atención.
– ¿El qué?– pregunté dirigiéndome de nuevo a
Ete.
–Marlowe.
Me tensé, completamente recta en un asiento
que no tenía respaldo. Perfectamente, si Gina decidiera sentarse encima de mí,
estaría completamente segura de no caerse por falta de equilibrio y desde
luego, se encontraría mucho más cómoda.
–Tú lo llamas…
–Liam– terminé por él, en un suspiro–. ¿Qué
pasa con él?– pregunté desinteresadamente pero la cosa estaba bastante fuera de
parecerme poco importante.
–Me ha estado haciendo muchas preguntas sobre
ti de una forma intimidatoria.
Ete parecía realmente molesto e incluso,
asustado se rascaba la cabeza, desde la mitad de la cabellera hasta la nuca y
vuelta a empezar.
–No lo conocía tanto –continuó: –pasa muy
poco tiempo en el club y nuestras conversaciones cuando no son a través de su
secretaria, simplemente se basan en; yo hablo nervioso y el escucha como un
mafioso bajo las sombras. Sinceramente, lo veía más como un inversor
desinteresado que como un socio. Ni siquiera sabía que se llamaba Liam– dijo
estupefacto–, y después de la insistencia que ha mostrado y como la ha
mostrado, en querer saber de ti… ¡Coño! Me parece que no quiero conocerlo–.
Sacudió la cabeza negando y de nuevo, se pasó las manos por la curvatura de su
cabeza–. Prácticamente me arrebató el bolso de las manos cuando supo que era
tuyo.
– ¿Que ha estado preguntando de mí?
–La pregunta más repetitiva era si estabas
con alguien, el resto…chorradas. –Se adelantó un poco flexionando los brazos–.
Le dije que si quería saber las respuestas que te las preguntará a ti
directamente.
Lo tomé de la mano que se apoyaba en la mesa
para que se estuviera quieto, había comenzado de nuevo a rascarse, pero esta
vez la mano alcanzó el hombro.
Ese gesto me estaba poniendo de los nervios
y como Gina, continuara mordiendo el vaso de esa manera, se llevaría un golpe
en la frente.
–Tranquilo, ya no te molestará.
Mi amigo miró su mano, a Gina y a mí,
respectivamente.
–Lo dudo. Anoche me llamó, quería que le
diera tu número de teléfono. Me exigió que se lo diera de una forma amenazante.
Una corriente de aire me raspó la nuca como
si cada soplo estuviese cargado de agujas puntiagudas. El cabello se me erizó y
me estremecí sin poder disimular ese pequeño temblor.
¿Y ahora que quería?
Recordé nuestro último encuentro y las
palabras se repitieron en mi cabeza más que las imágenes. Me echó como una
vulgar niñata salida que se había aprovechado de él, y en tal caso, yo fui de
la que se aprovechó…
Tú disfrutaste
como una guarra.
¡Mierda! Mi mente retorcida tenía razón,
pero es que no comprendía esa insistencia. Sentí cosquillas en mi estómago y
las evité apretando mi barriga con fuerza. Cualquier rasgo de ilusión era una
muestra de debilidad y ante ese hombre, eso era de todo, lo que menos podía
permitirme.
– ¿Se lo diste?– pregunté notando como me
temblaba la voz.
Desde que formulé la pregunta hasta que mi
amigo decidió contestar fue como si un largo y perpetuo silencio se metiera por
el medio para rajarme la nuca con fuerza. Después de esta conversación le
pediría el espejo que Gina guardaba en su bolso con los polvos, estaba segura
que mi nuca estaría destrozado por culpa de ese maldito nervio.
–No– contestó con gesto sorprendido y en un
tono molesto, luego miró a su novia–. Gina me hubiera matado.
Tiré toda la respiración y me sobresalté cuando
noté el peso de la mano de Gina en mi hombro. Mi amiga retiró esa mano de inmediato
tras sentir mi gesto, pero la dudosa mirada que me dedicó delató todas las
vibraciones que había sentido.
– ¿Estas bien?
–Sí. Creo que estoy un poco a la defensiva
desde lo de ayer– comenté y mi amiga se relajó.
–Marlowe no es mejor que Ivan– indicó Ete,
llamando mi atención mientras, se estiraba para arrancarme el vaso aplastado de
mis manos y lo cambiaba por otro–. Tiene más conquistas que tú, números de teléfono
en la agenda del móvil–. Me encogí de hombros con exageración porque el nervio
que había jugado en mi nuca, ahora bajaba por la espina dorsal. Ete llenó el
vaso con agua fría–. Mientras que cada noche yo me voy con Gina, o solo a casa,
él se marcha, cuando le da la gana, con dos tías en su coche.
– ¿Todas las noches?– preguntó Gina. Ete no
contestó, simplemente levantó con sarcasmo una ceja.
–Es arrogante y muy persuasivo, es un puto
misterio de tío, nadie sabe nada de él, lleva tan escondida su vida que ni siquiera
puedes reconocer cuál es su país de nacimiento.
–Liam no tiene acento– expliqué mientras
analizaba nuestros dos encuentros, y a parte de vivir recuerdos que me
estremecieron, viví otros que me pusieron los pelos de punta, pero en todos
ellos no noté nada fuera de lo común en su forma de hablar.
Que
yo recordara.
–Lo escuchado hablar cuatro idiomas diferentes
con una pronunciación perfecta.
–Eso no significa nada– sentencié.
De pronto me di cuenta de que lo estaba defendiendo,
de que daba la cara por un hombre que me había tratado como una mierda. ¿Es que
estaba idiota? ¿O es que era demasiado masoquista?
–Gaela, creo que es muy peligroso– advirtió.
La pausa que lo siguió sólo me sirvió para pasar
de la confusión a la molestia. No me molestara que me advirtieran del hombre
que me había acechado, me molestaba que me vieran como a un cordero que necesitaba
salir del callejón sin salida. Era mayorcita, sabía lo que tenía que hacer.
–Para decir que no lo conoces hablas con
demasiada claridad de él– dije un poco tensa.
–Soy hombre y tengo ojos, oídos y olfato. Has
despertado su interés y un extraño juego macabro en su cabeza…
–Ete…
–No, déjame terminar– interrumpió con
brusquedad–. Si no lo cortas antes de que todo dé comienzo, vas a salir
escaldada.
Bufé.
Daba por sentado que, al jugar con el
jinete -sí que aún estaba interesado en mí- me enamoraría y terminaría llorando
por las esquinas como una destrozada mujer sin personalidad. Mi corazón,
desgraciadamente ya estaba hecho pedazos y si quedaba algo que palpitara dentro
de mí, era por causa de Ivan, en cuanto a Liam, no sentía nada más profundo a
parte de la atracción física, algo bestial, pero nada más...
O eso creía.
–Deja tus preocupaciones a un lado– dije–, a
Liam ya no le intereso.
– ¿Estás segura?
–Por supuesto. Está claro– los corté porque
estaba un poco harta de que hablaran de mí con esa facilidad y mucho más, de
que me contaran la agenda personal de Liam y sus revolcones con tanto aplomo. Y
lo peor de todo es que, eso era lo que más me molestaba–. Ese hombre no me
interesa–, eso era algo que debía memorizar para decírmelo a mí misma cuando de
nuevo pensara en él y en esos ojos azules–, y tampoco le intereso, me trató de
una forma penosa la última vez que me crucé con él… que si no llega a ser por
la interrupción de ese tal Born le hubiera…
Me mordí el labio por no soltar una
blasfemia.
– ¿Born? ¿De qué me suena ese nombre?– meditó
Gina mientras fijaba la vista en el vacío de la mesa.
–Supongo que el apellido te sonará del Hotel Faery– contestó Ete.
Un dato importante. No lo había pensado
hasta ahora porque mi cabeza había tenido otras cosas en que pensar y de las
que encargarse, pero… ¿Podía ser posible que hubiese conocido a uno de los
famosos Born?
Podía ser, pero que más me daba, no volvería
a ese hotel ni loca, como tampoco volvería a comer en una terraza llena de
lucecitas de colores, ni a bailar con un hombre de ojos azules.
No has bailado con Liam…
En mi imaginación SI, y en pelotas, así que
deja de darme por saco hoy.
Discutir conmigo mismo era tan inútil como
patético. Mi madre tenía razón, estaba perdiendo la cabeza.
–No, de eso no me suena– dijo Gina, metida de
nuevo en sus pensamientos.
De pronto, pareció que una bombilla se encendiera
en su cabeza y descendieran hasta sus labios que se abrieron y se cerraron de
golpe, esa misma bombilla se convirtió en horror cuando dirigió su mirada hacia
la mía.
–Y dices que ese tal Born, ¿es amigo de
Marlowe?
–Supongo– contesté sin interés, más
preocupada por sus gestos que por el motivo de esa amistad–. Gina ¿Qué pasa?
Mi amiga comenzó a negar con la cabeza con
rapidez y se mordió los labios. Guardó las manos bajo la mesa pero antes de ese
movimiento percibí que le temblaban.
–Gina– la llamó Ete y ella levantó la vista
de su regazo a él y negó de nuevo con la cabeza.
Alargué mi brazo para pasarlo por sus hombros
y animarla pero unos finos dedos me taparon la vista y un aliento cayó por mi
oreja.
–Si fuera hombre serias la primera de mi
lista. –Adriana terminó mordiéndome la oreja.
Me retiré soltando una escandalosa
carcajada, al sentir el cosquilleo que me produjeron sus dientes al tocar la
zona sensible del lóbulo. Mi amiga me empujó y se sentó a mi lado, abrazó mi
cuerpo con fuerza y me dio un beso en la mejilla.
–Hola plebe, ¿me echabais de menos?
El buen humor de Adriana resultó ser bien
recibido y contagioso.
–Si fueras hombre, serias peor que Logan–
dije observando a Logan. Él rodeó la mesa, se quitó la gorra para peinarse el
pelo y se la colocó de nuevo–, tú tratarías de ligar con dos mujeres por día–
continué con la broma y aunque sonreía de oreja a oreja, Logan tomó asiento al
lado de Ete y no me miró.
–Pues os adelanto a todos que mi record ha
bajado a dos por semana– anunció el protagonista mientras levantaba la mano
para saludar al fono norte, los primos de Gina vitorearon su nombre.
Soltó una carcajada mientras bromeaba con el
mayor, después golpeó la Espalda de Ete, y le guiñó un ojo a Gina, en el
momento de pasar a mí… Simplemente pasó de largo. Me sentí invisible
completamente invisible.
Algo sucedía.
–Una lástima– insistí poniendo mi hipótesis a
prueba, y acerté. Logan pasaba de mi olímpicamente.
–Por eso soy mujer– comentó Adriana robando
risas de aquellos que me rodeaban. Ninguno notaba ni mi tensión ni el extraño
compartimiento que tenía ese hombre conmigo–. Lo tengo mucho más fácil que tú–,
señaló a Logan con el dedo, él al miró con una ceja alzada, después mi amiga se
levantó de la mesa y señaló a nuestros compañeros–, y que todos vosotros.
–Tú siempre lo tienes fácil Adri, sólo tienes
que abrir la boca, soltar uno de tus coquetos y refinados comentarios y… Los tendrás
enterrados entre las piernas en un abrir y cerrar de ojos– comentó Gina dándole
un trago a su bebida.
No podía quitar la mirada de Logan, mi
amigo miraba la mesa, a Adri y a Gina y evitaba cualquier cruce de miradas
conmigo.
–
¿Eso es sarcasmo o me estas halagando?– preguntó Adriana.
–Puedes interpretarlo como quieras.
Adriana lo pensó con exagerados gestos,
finalmente sonrió.
–Voy a decidirme por la envidia– dijo antes volver
a sentarse.
–No te
amargues– le dijo Ete a Logan, rompiendo las miradas de Gina y Adri mientras,
le daba una palmada comprensiva en la espalda–. Amigo mío, tal vez elegiste el
lugar inadecuado y la presa incorrecta, esa misma que quiere; anillo en su
dedo, casa en el campo y cunas en cada una de las habitaciones.
Usando todos los métodos disimulados que
sabía para llamar la atención de Logan, opté por ir un paso más y le di un
puntapié, Logan se sobresaltó, miró por debajo de la mesa y después, al ver mis
pies estirados me miró a mí.
Su ceño se frunció sin comprender y su
mentón se levantó en un gesto de pregunta silenciosa un tanto petulante que me
chocó, aun así, después de sentir como se me encogía el estómago, vocalicé un: que te pasa, mientras movía los hombros.
Él negó con la cabeza en un gesto educado, pero había, además, una dureza
desconocida en su expresión que percibí con gravedad antes de que él me
retirara la mirada con la misma facilidad que se la quitaba a una hormiga en la
cera.
–O que otros tienen más suerte que yo–
murmuró estirando el cuello y buscando algo por encima de la mesa.
Desconcertada, me encogí de hombros. A la
mierda, yo ya lo había intentado, ya se le pasaría… Lo que tenía.
– ¿Lo dices por ese tal Marlowe? –preguntó
Adriana
Tras escuchar ese nombre me giré
abruptamente cara ella, mi amiga, con un amplia y descarada sonrisa en los
labios observaba a Logan.
–Por empezar en alguien– contestó él con una
voz vacía.
La conversación entre ellos me resultó
mucho más interesante que la presión del pasotismo de Logan en mis hombros. En
el momento que Adriana había pronunciado el nombre de mi jinete, mi cuerpo se
tensó y el corazón comenzó a golpear fuerte y con energías contra mi pecho.
–Aun no me has dicho que te dijo anoche
cuando se te acercó.
Miré a Logan intentando no abrir mucho la boca.
Sentí la mano de Gina encima de mi muslo,
haciendo presión como si la historia fuera con ella y temiera que nuestra amiga
descubriera nuestros secretos.
–Te dije que se había confundido– murmuró
Logan, con tono helado.
Dudaba mucho que la respuesta que acababa de
dar fuese verdad, pero eso no lo sabría, no por parte de él. Maldita sea, me
moría de ganas por preguntar, por saber que había sucedido, por saber que le
había dicho Liam a Logan.
– ¿Lo conoces?– preguntó Ete, sorprendido.
–Personalmente no, hasta ayer– contestó Logan
apropiándose de una de las cervezas que habían en un cubo con hielo encima de
la mesa–, pero he oído hablar de todos ellos.
– ¿Ellos?– insistió curiosa Adriana.
Sentí el impuso de agradecerle en silencio
tanta insistencia ya que yo deseaba preguntar lo mismo, pero eso delataría muchas
cosas.
–Son tres hermanos– contestó–. Tres buenas
piezas.
– ¿Tres hermanos? No lo sabía– murmuró Ete.
Yo tampoco. Prácticamente no sabía nada de
Liam.
–Son unos
auténticos cabrones– añadió–. Pero el mayor no se corta, Marlowe es más celoso
de su vida privada pero igualmente muestra sus pelotas con una impecable
seguridad en sí mismo– mencionó delatando un terrible asco en la voz–. Y el
pequeño, que ni siquiera sé cómo se llama, aunque aún no le ha dado tiempo a
rellenar la lista de mujeres que tienen sus hermanos, sigue los pasos de ambos–.
Le dio un trago largo a su botellín y negó en la cabeza al tiempo que dejaba
ese cristal encima de la meso con un golpe seco–. Todo se pega.
–No me importa. Quiero conocerlo igual–
Adriana cogió de las manos a Logan y tiró un poco de él–. Preséntamelo.
Logan levantó la mirada y la miró con
frialdad. Mi amiga no se dio cuenta.
–Es un cerdo, Adri, a ese hombre no le gusta
repetir con la misma mujer más de dos veces.
–Yo puedo hacer que cambie de idea.
–Lo dudo mucho– indicó Logan con un
resoplido. Adriana lo miró y él simplemente le dio un trago a su cerveza.
–Venga ya, todos los hombres tenéis un punto
débil, y yo soy una especialista en localizarlo y ejecutar mi maniobra de
tortura.
–Este no, es inmune al amor y a las mujeres.
Las ve como simples objetos a los que quitar el polvo y devolver a la tienda.
–Enternecedor– murmuró Gina de fondo
dedicándome una mirada baja.
–La que ve que le gusta– continuó Logan con
voz afilada–, la pesca con la misma facilidad que echar el anzuelo en una
charca llena de peces de colores.
–Yo soy un pez fácil de pescar… Venga,
preséntamelo, Logan…
–Adri– cortó severamente Logan con la voz, de
pronto, muy fría–, te digo que no tienes nada que hacer. Marlowe ya ha soltado
la caña y ha fijado su mirada en una nueva pesca–. Logan lo dijo mirándome a mí
fijamente y manteniendo la misma voz oscura y fría–. Sólo falta ver si el pez cae
en la trampa y se come el anzuelo.
Le dio un trago a su bebida sin retirarme
la mirada. Se me pasó por la cabeza preguntarle a que se debía esa mirada y la
metáfora que acababa de utilizar, pero inevitablemente, mi estómago y mi cabeza
se revolvieron mostrándome que la respuesta la tenía ante mí y sus últimos
comentarios.
La mesa se había contagiado de la tensión y
aunque los primos de Gina formaban un jaleo de acuerdo con la fiesta que se
organizaba a nuestro alrededor, el silencio estaba muy presente en cada uno de
nosotros, y se me hizo insoportable.
Retiré mi mirada de Logan y me levanté de la
mesa.
– ¿Dónde vas?– preguntó Gina tomándome de la
mano.
–A por algo de beber, la cerveza no me gusta–
contesté.
Gina me soltó aceptando con un movimiento
de cabeza y salí disparada de ese entorno incomodo sin mirar atrás. No dejé de caminar
hasta que la distancia entre la mesa y yo era lo suficiente larga como para
permitirme el lujo de pensar en que no me encontrarían.
Decidí quedarme en la primera barra que me
crucé. Estaba tan llena como todas con las que me había cruzado. Me interpuse
entre un grupo de chicos jóvenes, que comenzaban una pelea de aguante bebiendo
desde una enorme jarra a través de un tuvo transparente, un contenido en color
naranja, el líquido subía a gran velocidad al tiempo que los gritos de sus
amigos se producían con más intensidad.
Me coloqué a un lado de ellos y con disimulo
llegué hasta la barra.
– ¿Qué te pongo?– preguntó la camarera
echándoles una mirada de aburrimiento al grito que dieron el grupo de chicos
cuando el ganador lo terminó todo.
–Algo fuerte, pero dulce– mi voz había sonado
apagada y ese volumen atrajo la atención de la chica a mí. Ladeó su cara y
sonrió con compresión.
– ¿Mal día?
–Mala semana– respondí.
–Se lo que necesitas– dijo alegremente y se
fue en busca de esa especial dosis.
–Hola.
Me giré cara esa voz dulce, alegre y me
tomé con una chica jovencita, de unos veinte años, apoyada en la barra, a mi
lado y mirándome con una sonrisa feliz. Tenía el pelo castaño, tirando a oscuro
en algunas zonas, y sus ojos, en contraste con su cabello parecían pasar del marrón
al tono miel cuando la los volantes de la carpa que cian se balanceaban y luz
le daba en la cara.
Analicé la lista de mis amigos comparándolos
con esa cara, pero no sabía quién era, no entraba dentro de mi círculo
amistoso.
–Hola– susurré dudosa y con el ceño marcando
el centro de mis cejas.
–Lo siento, ¿no sabes quién soy?– preguntó
con cariño e incluso sorprendida.
–No, perdona, tu cara me suena pero… no sé de
qué.
Se incorporó colocándose cara mí y levantó
una mano.
–Me llamo Petunia, pero puedes llamarme Nina.
No, no me sonaba, un nombre así era difícil
de olvidar.
–Encantada, Nina – pronuncié al tiempo que
estrechaba esa mano–, yo me llamo…
–Gaela– terminó ella por mí con gesto
admirable
Me sobresalté y retiré con gesto alucinado
mi mano de la suya.
–Vaya, eso hace que me sienta mucho peor por
no recordarte.
Nina hizo un gesto para quitarle importancia
y colocó una mano encima de la mía.
–Tranquila, no nos han presentado– alcé las
cejas. Esto me parecía cada vez más raro–. He oído hablar de ti, por eso se tu
nombre…
– ¿Quién te ha hablado de mí?
–Mi primo.
– ¿Quién
es tu primo?
Nina levantó la mano y señaló hacia
delante, la otra parte de la caseta. Mi mirada barrió esa zona de la barra de rincón
a rincón, hasta toparme con una pareja, en una de las esquinas. Él estaba
apoyado en uno de los pilares de metal con su brazo rodeando la cintura de la
mujer rubia, ella sonreía y echaba la cabeza hacia atrás después de meterle en
la boca lo que parecía de lejos una cereza. Ella mantuvo el rabo cogido y él
dio el tirón, le sonrió y se giró hacia delante para tomar la copa que había
encima de la barra, entonces vi claramente quien era.
Lima-Marlowe.
El cuerpo me regaló un intenso y delicioso
cosquilleo por todo el cuerpo. Su presencia aun de lejos era impactante. Me
faltó la respiración, sentí aturdimiento, preocupación y una extraña diversión,
todo al mismo tiempo.
Nada más esos ojos me vieron el corazón
comenzó a latirme tan frenético contra el pecho que sentí por un momento que se
me iba de la cabeza. Él ladeó al cabeza sin ningún rasgo de sentimientos que
reflejara ese rostro inexpugnable al verme. Me estremecí de pies a cabeza como
si lo tuviera delante de mí. Su efecto era algo a lo que nunca podía acostúmbrame,
mi cuerpo reaccionaba de una forma catastrófica cuando él estaba cerca de mí, parecía
que un conducto de electricidad nos rodeara.
Me agarré a la barra, al verlo incorporarse
y hablar, contra la oreja, con la mujer que lo había mantenido entretenido, después,
me miró de nuevo y se dio la vuelta para comenzar a caminar, alrededor de la
barra y sin quitarme la mirada de encima, en mi dirección.
No,
no puede ser… No dejes que se te acerque.
Me gritó mi mente con desesperación, pero
no podía hacer nada…
Alguien dio me dio un tirón al cabello y al
girarme y ver a Victoria rodeaba por una luz blanca, supe que ella había sido
mi salvación.
–Vienes a bailar…
–Sí.
No la dejé terminar, salí disparada detrás de
ella dejando a ese hombre a mi espalda.
CONTINUARÁ................
me gusta mucho esta historia, la estaba leyendo en wattpad, pero aqui esta mas adelante asi que me pase.
ResponderEliminarespero que publiques pronto