BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

lunes, 17 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 17 (Una fantasía de ojos negros)




    Su cuerpo comenzó a reptar por la cama, una rodilla detrás de la otra, una bestia sedienta, hambrienta de hincar el diente en la carne. Toda la piel se me puso de gallina. Verlo desnudo, dorado y brillando gracias a la luz del sol que entraba por la ventana fue una imagen impresionante. Ese hombre era impresionante por todas partes.

    Él mismo me abrió las piernas sin dejar de avanzar, completamente abiertas se colocó en el centro y apoyó la mitad de su peso sobre mí, después se quedó mirando.

  –La imagen que acabo de tener de ti, abierta, preparada y mirándome con deseo, no la olvidaré jamás. Casi haces me que corra. –Se balanceó y noté la prueba de aquello de lo que hablaba–. Siéntela… dura, lista para ti.

    Solté el aire y juro que escuché una obscenidad salir de mis labios, pero en mi cabeza latía el corazón y esa palabra solo fue escuchada por él, ya que, las comisuras de sus labios se abrieron y esa sonrisa me cortó el aliento.

  –Espero que sepas contener el dolor, porque no creo que pueda controlarme durante mucho más tiempo.

    No sé qué le dije, o si moví la cabeza para contestar a su ruego, pero sí que tuve que hacer alguna muestra de respuesta, porque inmediatamente Liam alargó el brazo hacia la mesa donde estaba la colección de condones y cogió uno. Lo rompió con los dientes para no perder el equilibrio y no tener la necesidad de apoyarse sobre su cuerpo. Después, se puso el plástico alrededor de su pene con rapidez.

    Al ver ese movimiento una parte de mí se entristeció por la poca carne que notaria e inmediatamente me arrepentí de no decirle que me tomaba la píldora, pero como mi vida era similar a mi desastre personal, también recordé que la última vez que me la había tomado era ya, hacia dos días, y fue porque Gina, en ese momento se la estaba tomando, delante de mí, en el trabajo.

    Con lo cual, y analizando ese detalle, decidí callármelo y memorizar, como nota mental: tomarme la píldora todos los días.

    Dejé el perfecto capullo envuelto en su impermeable, para deleitarme con su torso, las figuras de tinta negra que rodeaban su cuerpo y finalmente llegué a su rostro. Liam me miraba con ceño, pero bastó una de mis sonrisas para que se tensara y ese ceño desapareciera.

    Lentamente él subió, marcando un sendero con sus manos por mis piernas hasta llegar a los lazos de la braguita. Desató las tiras como si fuera una caja de regalo hasta dejar completamente la prenda suelta, no hizo falta menearme, él mismo, con la fuerza de su brazo rodeando mi cadera, me alzó lo mínimo para que mi ropa interior saliera de mi cuerpo, no vi donde la tiró y tampoco me preocupé mucho en saber si había recibido el mismo trato indeseado que mis pantalones, mi camiseta y el sujetador, simplemente me dediqué a mirarlo  él y la pericia calculada que se leía en cada palmo de su cara.

  –Jamás, en mi miserable vida había vista algo tan bello como a ti desnuda –ronroneó ronco, fascinado–. Mi memoria, mi mente enferma no te ha hecho justicia, eres como una maldita ninfa de los bosques, deslumbrante, bella y a la vez peligrosa.

    Me estremecí con sus palabras y me hizo sentir realmente poderosa, hermosa y sensual. Una mujer provocativa que podía tener lo que deseara con una simple mirada.

    Repasó de nuevo todo mi cuerpo haciendo que la sangre ardiera allí donde fijaba su azul y llegó hasta mis ojos.

  –Es difícil diferenciar la realidad de la ficción, porque en este momento me estoy volviendo loco.

    Él sí que me estaba volviendo loca a mí.

  –Ven –lo animé.

    Lo deseaba, lo necesitaba, mi cuerpo lo anhelaba como si no hubiera otra cosa en el mundo, como si necesitara más su contacto que el hecho de comer, beber o respirar.

   Únicamente lo necesitaba a él.

   Liam no se hizo de rogar e inmediatamente arremetió contra mi boca, desenfrenado por absorber mi esencia a través de mis labios. Sus manos comenzaron a moverse por todas partes, explorando los esbeltos contornos de mi cuerpo como si jamás los hubiera tocado. Como un conquistador, con cada caricia parecía marcarme como suya. Sus movimientos eran bruscos, más duros y más desenfrenados que antes.




  –Estás ardiendo –dijo sin aliento.

    Deslizó los dedos entre nuestros cuerpos hasta llegar a mi pecho, los pezones se me endurecieron de tal manera que por un momento pensé que me explotarían. Cuando los torturó lo suficiente dejó mi boca para llevarse ese pezón torturado a los labios, chupó haciendo girar el palpitante botón entre los dientes y la lengua hasta que me retorcí de frustración.

    Pero él no se detuvo, lo soltó de un tirón y después pasó al otro mientras su mano comenzaba acariciarme las caderas. Me estremecía con el hormigueo de expectación despertado en cada sitio donde nuestros cuerpos se tocaban.

  –Nata, fresa, chocolate, canela o vainilla… a la mierda todo ese dulce, me gusta el sabor de tus pechos.

    Que hablara a la vez que me torturaba hacia que mi cuerpo se volviera cada vez más delicado a cualquier roce de su aliento o del mismo aire que pasaba en nuestros cuerpos cuando se movía.

    Sus labios volvieron a buscar mi boca mientras su mano subía audaz por la parte interior de mis muslos. Me tensé con el corazón desbocado.

    Por fin.

    Oh Dios, como me provocaba. Esas atormentadoras caricias me habían puesto los pelos de punta, los roces y toques habían aumentado lentamente la divina presión hasta hacerme temblar. Su lengua entraba y salía de mi boca como una espada atacando sin piedad, y de repente se detuvo.

    No. Grité mentalmente.

    Lo cogí del pelo, enredando mis dedos en cada fina enhebra oscura y tiré de él. Sentí la risa de Liam rebotar por el interior de mi boca y su mano, como obedeciendo mi ansia, subió hasta arriba.

    Gemí, deleitándome en la arrolladora oleada de alivio que sentí cuando su dedo se introdujo rápidamente en la humedad que había entre mis piernas.

  –Dios, que apretada estás. –Su voz sonaba tensa, como si sintiera dolor.

    Mi respiración se aceleró convirtiéndose en un jadeo mientras él continuaba con sus embestidas y caricias prohibidas con otro dedo en mi clítoris, despertando un escandaloso frenesí de necesidad.

    La presión creció en mi interior al ritmo que sus movimientos, estaba a punto de estallar, él lo sabía. Introdujo su dedo hasta el fondo, lo dejó haciendo círculos y masajeando mi punto más débil con el pulgar. Me tensé y finalmente me rompí en pedazos.

    –Relájate –murmuró sacando su dedo de mi interior y besándome en la oreja–, esto no ha terminado, ahora vas a saborear un placer mucho mejor.

    Me relajé con el simple sonido de su voz y abrí los ojos, pero Liam no estaba, en su lugar me encontré con unos turbios ojos grises mirándome con deseo. La respiración se me aceleró y presioné, con fuerza, los hombros que me tomaban para colocarme mejor.


  –Esto te dolerá al principio pero…

    Escuchaba a Liam de lejos, muy de lejos, pero tenía a Ivan encima de mí, con su torso completamente limpio, sin tatuajes.

  –No –susurré con la respiración agitada–. No…

  – ¿Te duele? –Era Liam, pero yo veía como las cejas de Ivan se levantaban–. Pero si aún no he metido ni la punta…

  –Liam. Liam. Liam. ¡Liam! –grité.

    Lo llamé, lo centré en mi cabeza…quería que Ivan se fuera. Yo sabía seguro que no estaba con él, estaba con mi jinete.

  – ¿Qué? ¿Qué cojones te pasa?

    La furiosa pregunta de Liam despejó mi mente y tras dos rápidos parpadeos, unas cuencas azules me miraron fijamente.

  –Eres tú… Liam.

  –Sí…

    En un arrebato loco por disipar la cara de Ivan, cogí del cabello a Liam y lo estampé con violencia contra mi boca.

    Como una enferma comencé a besarlo. Devorarlo. Centrarlo por todas partes para que la versión 0.0 de Ivan, no volviera aparecer jamás.

    Al principio, Liam, perplejo abrió la boca aceptando el beso pero sin participar. Mi arrebato lo había confundido, pero una vez introduje mi lengua en su interior para espabilarlo, él gruñó y comenzó a devolverme ese beso salido del infierno. No se limitó a corresponder ese beso, sino que asumió el control absoluto. Su beso estaba lleno de un hambre que bordeaba la inanición.

    Audaz y desenfrenado.

    Entre gemido y gemido la cosa se descontroló tanto que, colocó sus manos en mis caderas y con un fuerte empujón la metió entera. Sentí como se me rompía el himen, una pequeña molestia, como una punzada, y me tensé completamente evitando la invasión.

    Con el cuerpo completamente tenso y las venas marcando cada trozo de su piel, Liam se mantuvo quieto. Muy quieto.

  –Dios, que sensación –gimió.

    Presioné contra su pecho e hice el intento de quitármelo de encima. Me dolía, eso era muy grande y el muy cabrón había entrado a lo bestia.

  –Me duele…

    Cubrió mi queja con su boca.

  –Lo siento, Gaela. –Me besó de nuevo, mimándome, pidiendo perdón con la dulzura de sus besos–. No sabes cómo siento el daño que te he provocado, créeme, provocarte algún dolor no es lo que quiero, pero… Cuando te tengo cerca no sé controlarme, estoy perturbado ahora mismo, como loco por poseer hasta tú último aliento, por eso te pido que respires y te dejes llevar por mí. El dolor desaparecerá, te lo prometo.

    Traté de hacerlo, pero la molestia persistía. Me moví para poder tomar otra postura que no me fuera tan dolorosa, pero las manos de él, presionando mi cadera me frenaron quedamente.

  –Gaela, confía en mí. Relájate. Siénteme dentro de ti. Concéntrate en el sonido de mi voz, nota como se desliza por mi garganta y vibra por nuestra unión hasta desparramarse por tu cuerpo como una ola; cálida.

   Y así lo hice, dejándome llevar por los sonidos que efectuaba su garganta y la unión de nuestros cuerpos, finalmente el dolor desapareció y muy lentamente sentí como mi cuerpo cobraba vida de nuevo.

    La sensación de tenerlo dentro era completamente diferente a cualquier cosa buena que hubiera experimentado en mi vida.

    Empezó a moverse, entrando y saliendo con cuidado. Noté como volvía la fiebre cuando los movimientos se hicieron más rápidos.

  –Joder… estás tan estrecha, y esto es tan bueno…mmm…no puedo parar… es delicioso.

    Su voz era pecado envuelto en terciopelo. Dulce como la miel y picante como una guindilla.

    Levanté los brazos para cogerme a sus hombros, afirmándome contra su fuerte empuje. Instintivamente levanté las caderas para responder a sus ataques maestros, y ese simple movimiento hizo resurgir a la bestia que habitaba en su cuerpo.

  –Sí. ¡Joder! Así –gruñó enloquecido.

    Liam comenzó a martillear mucho más rápido, más fuerte y más hondo. La presión que se acumulaba en mi interior era mucho más intensa que antes. Nunca la había experimentado.

  – ¡Sí! –gritó como un animal.

    Mis tímpanos se llenaron de un estrepitoso rugido voraz, una tensión a mi alrededor que me engarrotó y noté como el pene de Liam dentro de mí se hinchaba, marcando los latidos de su corazón en esa última penetración, que se volvió bestial y más salvaje. Y explotó.

    ¿Qué?

    Sentí como se estremecía y directamente noventa kilos me cayeron encima, aplastándome contra el colchón. Liam se quedó inerte. Un peso muerto encima de mí. Un peso muerto e inútil.

    NO, no, no…

  – ¿Ya? –conseguí decir casi sin aliento.

    Liam se incorporó con rapidez y miró incrédulo mi cuerpo y el suyo, después, ese rostro adquirió un tono morado y finalmente el purpura.

    En ese momento todo se enfrió dentro de mí.

    No… ¡Todavía NO!

    Se había acabado ¡YA! No me lo podía creer, después de todo lo que había presumido, después de decir lo fantástico que me lo haría pasar… No había llegado ni a empezar a sentir el cosquilleo cuando sentí como él se desvanecía. Dios, no me había acostado con nadie, pero desde luego es que: Liam era el peor amante de la historia (ahora comprendía lo de rogar para que repitiera).

    ¿Qué había sucedido? ¿O es que la cosa era así?

    Eso por hacerte ilusiones.

    ¡NO! No podía ser. Que mala suerte, con lo bien que iba todo…

  –Mierda –ladró–, esto nunca en la vida me había sucedido –mencionó mirándose su vanagloriado pene con gesto alucinado y asustado.

    Bueno esa declaración y la muestra de horror que demostraba su rostro, me animó a pensar que se había dejado llevar por la misma locura enferma a la que yo había sido sometida, con la única diferencia de que él, era el más afectado y yo... No estaba; afectada ni satisfecha, al menos él, había llegado a la cumbre.

  –No pasa nada…

    Traté de animarlo, pero a don perfecto, su problema personal lo marcó como si fuera un toro fuera del mercado.

  –Nunca pierdo el control de esta manera–balbuceó incrédulo, muy afectado–. Nunca durante el sexo–. Hablaba solo. Yo estaba debajo de él, con las piernas abiertas y rodeándolo, con mi cuerpo demasiado pegado al suyo, pero sin embargo, no existía–. Aprendí a controlar mis emociones y la potencia de mi cuerpo a una edad muy temprana… ¡Joder! El control está arraigado a mi mente y a mi sangre, forma parte de mí y ahora–, Liam se interrumpió y me miró con atención, clavó sus ojos en mí de una forma tan profunda que me estremecí–, tú.

    En un movimiento violento y rabioso se arrancó el condón que cubría su pene y arremetió con otro paquete. Rompió el plástico con los dientes y se lo introdujo con gran facilidad.

    Antes de que me diera cuenta o antes de que se lo colocara del todo, me embistió de un solo empujón, metiendo toda su longitud en mi interior de un único golpe.

    Grité por la sorpresa y abrí la boca cuando él comenzó de nuevo el vaivén, Liam ahogó cualquier queja que salió de mis labios con uno de sus locos besos, me besó salvaje y apasionadamente, y con su cuerpo entero. Besaba como si nunca fuera a detenerse.

    Hasta que de pronto, paró y me dejó respirar. Pero ya no pude añadir una queja, Liam se había vuelto a inflamar. Lo notaba endurecerse en mi interior, hacerse todo lo grande que era y llenarme por completo, y sólo entonces, cuando disfruté de su rostro bello y resplandeciente bajo los rayos del sol...Decidí dejar de pensar y dedicarme a disfrutar de esta experiencia.

    Suspiré su nombre, acaricié su mejilla y enterré mis manos en su helado, húmedo y sedoso cabello como una lengua cálida. Su mirada se expandió con una emoción extraña que me traspasó el cuerpo entero regalándome un creciente cosquilleo. Y podría jurar que la habitación desapareció y en la oscuridad del techo que nos gobernaba se juntó un mar de estrellas brillantes. Todo se volvió más fuerte, más sensible y mucho más brillante.

    Sabía que algo me sucedía… Las alucinaciones, me recordó mi mente.

  –Yo soy real –indicó Liam fijando sus ojos en los míos.

    Tomó una intensa bocanada de oxígeno, un respiro que casi fue tacto, casi gusto, casi una visión, y daba más información que los tres. Se detuvo y simplemente me inspiró.

  –Te prometí algo bueno y te lo voy a dar –me indicó jadeante. 

    Cerré los ojos ante aquel dulce anheló y me dejé llevar…

  –Mírame Gaela. Quiero que me recuerdes –exigió dando una embestida.

    Lo miré, clavando mis ojos en él, aguantando el parpadeo y la necesidad de arquear mi cuello y echar la cabeza hacia atrás al sentir como salía de mí lentamente, haciéndome sufrir.

  –Buena chica.

    Cabrón.

    En ese mismo momento comenzó a moverse, saliendo y entrando como antes, incrementando de nuevo mi deseo. Las estrellitas que había en el techo se hicieron también borrosas y el frenesí subió desde mis pies hasta el estómago.

    Gemía, gruñía, maullaba y gritaba algo que no podía identificar. Eso era un nuevo idioma para mí, pero por lo visto, Liam sí que hablaba esa lengua, porque escuché un: , rotundo, y la fiesta se animó.

    Subió las manos desde los muslos hasta mis caderas, me levantó un poco más, y comenzó a penetrarme con unas estocadas tan rápidas y profundas que clavé mis uñas en sus hombros, tratando de marcar su cuerpo del mismo modo que él lo hacía con el mío.

    Una frenética necesidad hacía que se me enrojeciera la piel, que me burbujeara la sangre. Liam estableció un veloz ritmo que me dejó sin aliento…

    Era un animal.

    Impulsó las caderas contra las mías, friccionando mi clítoris de tal manera que los pensamientos y las objeciones desaparecieron de mi mente. Tan pronto como las sensaciones se adueñaron de la situación, el deseo creció sin parar hasta que ya no pude respirar.

  –Liam…–Me aferré a las sabanas y gemí arqueando completamente mi cuerpo.

    Y vi el cielo abrirse.

    Exploté en un violento orgasmo. Estallé en miles de pedazos, como añicos de cristal lanzados por un precipicio. Mientras su boca encerraba con posesión cada grito que salía de mí.

    La habitación me daba vueltas, mi corazón resonó en mis tímpanos y casi no podía respirar cuando lo escuché gritar a él, al dar la última estocada tan profunda como si quisiera traspasar mi cuerpo.

    Liam se dejó caer encima de mí y por un momento ninguno de los dos nos meneamos, ninguno quiso deshacer esa concesión que nos unía en el sensual nido de un motel de carretera de mala muerte, pero que, en ese preciso momento me pareció el lugar perfecto y un sitio del cual no me apetecía irme.

  –Esto me marcará. Ahora las pesadillas serán más fuertes –murmuró Liam muy suave, casi no llegué a escucharlo, pero sentí un extraño aleteo en la boca del estómago.

  –Que no te deprima, siempre hay una primera vez en la que se pierde el control y uno se deja llevar de una manera loca.

    Liam se incorporó con el codo y me miró con una ceja alzada.

  – ¿Crees que puedes olvidar ese detalle?

  –Es difícil olvidar mi primera vez –me burlé.

    Liam sonrió, y ese gesto no lo comprendí.

  – ¿Qué? –pregunté alegremente.

  –Que no puedas olvidar tu primera vez significa que no te podrás olvidarte de mí tan fácilmente.

    El aleteo se hizo tan intenso que me estremecí, y el temblor se repartió por todo mi cuerpo hasta chocar con el de él, cosa que provocó que todo su cuerpo se contrajera y se tensara completamente, tanto que la sonrisa se le borró de los labios y sus dientes presionaron el ligero temblor que se le formó en el labio inferior.

  –No puede ser –balbuceó con la voz ronca, grabe y tensa.

    Abrí los ojos al notar como esa cosa se volvía a endurecer entre mis piernas y asustada lo miré. Estaba fascinada, jamás había imaginado que un hombre se recuperara de un orgasmo y que de nuevo necesitara otro con tanta rapidez.

    Yo era novata, pero tenía a toda una experta en el sexo como mejor amiga y esas cosas no se las había mantenido en secreto, es más, me había informado de como excitaba de nuevo al hombre para volver a trotar y que, a la segunda vez, siempre le había costado un poco más. Liam, sin embargo, se había recuperado exactamente en tres minutos, lo que yo había tardado en controlar la respiración.

    Tomó otro paquete, el tercero y actuó igual. Se quitó el que llevaba y se colocó el otro y de nuevo, se preparó para penetrarme.

    Me removí inquieta debajo de él, evitando esa intromisión y sentí como me dolían las caderas, los muslos y mi propio sexo.

  –No te muevas –me pidió tras escuchar las quejas que salieron de mi garganta. Lo miré y algo que vio en mi mirada suavizó sus gestos–. Tú la controlas, no soy yo el que la pone así – se defendió.

  –Otra vez no…

    La intromisión de su mano, que se movió entre mis piernas, me cortó la queja. Metió un dedo entre mis pliegues y gimió.

  – ¿Te das cuenta de cómo tu cuerpo me desea? –Se inclinó para besarme–. Ya vuelves a estar húmeda para mí.

    Eso de dar su versión de la realidad me jodió bastante. Bien, mi cuerpo ya estaba ardiendo y reclamando que le dieran placer, pero también me encontraba un poco dolorida por la bestial actuación de Liam en ser bueno.

    Y una buena mierda. Había sido duro… pero… tenía que reconocer que me había encantado.

    ¿Era masoca? ¿Es que a hora, aparte de gustarme los tíos duros también me gustaba el sexo duro?

    Sí, y por lo visto…MUCHO.

    Mis pensamientos quedaron anulados tras el meneo de él para colocarse mejor entre mis piernas, ya preparado con el pene en la misma entrada. Apoyé una mano en su pecho para frenarlo.

  –Si la metes de nuevo, te aseguró que no saldré viva…

    Liam eligió ese preciso momento para restregarla por toda mi abertura. Me mordí los labios para no volver a gritar.

    Seguramente mañana estaría afónica.

  –Si no te la meto, tú me mataras a mí hoy.

    Hizo el mismo movimiento, de arriba abajo y me estremecí encogiendo los dedos de los pies.

  –Liam –gruñí.

  –Seré suave esta vez –suplicó atragantándose con su propia voz y meneándose hacia arriba, trepando por mi cuerpo.

    Me removí, evitando ese roce y lo que conseguí, gracias a la mierda de fuerza que me quedaba ya en el cuerpo fue meterme la punta yo misma. Me quedé completamente quieta y tensé las piernas alrededor de sus caderas, lo que provocó que su pene entrara un poco más.

    Liam contuvo la respiración, parecía poseído por el demonio y esa imagen me derritió por dentro cada neurona sana que me quedaba.

    Lo deseaba, para que negar lo evidente.

    Las sensaciones me inundaron dejándome débil. Por favor, que me hacia ese hombre…Solo tenía que tocarme un momento y yo ya me mareaba. Apreté los puños contra la cama, tirando de la sabana.

    Liam introdujo dos dedos entre los dos y rozó levemente mi clítoris castigado y ultra-sensible.

  –Así–canturreó dulcemente–. Mojada. Mojada de nuevo para mí.

    Estaba preparada para él, a pesar de estar algo inflamada por la reciente actividad, ya era consciente de nuevo que mi vagina lo quería dentro.

    Amoldó su boca a la mía y una vez más me besó con una voracidad que me robó el aliento. Me dejé llevar de nuevo y apreté mi cuerpo al suyo, aceptando cualquier cosa que me diera, y mi mente fue arrollada por un torrente de impecable deseo, un momento después, entró completamente dentro de mí y me cabalgó tan enfermo como antes, sin detenerse, sin dejar que respirar. Entraba y salía hasta que ambos llegamos al orgasmo en un grito atroz que nos rompió en dos.

    Esta vez Liam cayó a mi lado, boca arriba. Trató de recuperarse y una vez se encontró en sus cabales, se incorporó y completamente desnudo se paseó por la habitación hasta entrar al baño, dándome otra visión de infarto e inflamando un poco mi dolorido sexo. Salió con una toalla pequeña en las manos y antes de que le dijera nada, él mismo me limpió con cuidado.

    Me quejé al sentir el frescor, pero agradecí que remojara esa tela en agua fría. Después la tiró encima de la mesa que acompañaba la cama y cogió la sabana para taparnos a ambos. Cuando se aseguró de que esa tela nos cubría completamente se tumbó cara mí y comenzó acariciarme una mecha de pelo que se repartía por la almohada.


  – ¿Por qué te casas con Ivan? –preguntó de repente. Me giré y lo miré–. Sé que por dinero no es, al tarugo, debo reconocer que no le va mal económicamente, y tu familia es una de las más potenciales y ricas. Así que le dinero no es el motivo.

  –Sabes mucho de mi dinero.

    Solté un bostezo y Liam miró fijamente el movimiento de mis labios.

  Google, es una fuente de información muy amplia si quieres saber algo.

  –Odio las redes sociales –murmuré más para mí misma pasándome la mano por la cara.

  –Bueno, a mí tampoco me gustan mucho. Pero dime; sí tu familia es una de las más prosperas en el país, ¿por qué te casas con ese tío?

  –Porque así lo decidieron nuestras familias cuando él tenía once años y yo siete.

    La cara de poquer de Liam lo decía todo. Para él, al igual que para cualquier persona que se le mencionaba esa clase de matrimonios era como hablarles en un idioma que no comprendían.

  –Entiendo. –Mentira. No entendía una mierda, pero me daba igual, estaba agotada, lo único que quería es que terminara con esta conversación y me dejara dormir–. Un matrimonio de contrato. ¿Por qué? –insistió–. ¿Le debéis un favor a la familia Toscana, u os lo debe ella a vosotros? ¿Tal vez es la forma de firmar una tregua en una guerra familiar antigua? ¿O es que quieren una unión financiera que se llevará a cabo después de vuestras nupcias?

  –No.

  –No, ¿a qué? –Bufó.

  –No a todo –contesté con un bostezo y cerré los ojos.

  –No, morena, no te duermas. –Liam me sacudió un poco y al ver que no obedecía, deslizó su mano dentro de la sabana y la metió entre mis piernas. Nada más sentí sus dedos en mis labios vaginales, gemí de dolor y presioné las piernas juntándolas…Eso fue mucho peor. Gruñí de nuevo.

  –Liam…

  –Dime cual es el motivo real de tu matrimonio.

    Lo miré directamente a los ojos mostrándole lo furiosa y magullada que estaba, él insistió y comenzó acariciar mi clítoris. Me removí inquieta, sintiendo como el dolor se mezclaba con el maldito placer.

  –Basta, por favor –rogué.

  –Dímelo –ordenó con su típica voz autoritaria.

  –Por la tradición familiar. Desciendo de un linaje antiguo Romaní, y mi madre quería continuar con esa tradición.

    Liam frenó las caricias pero no quitó la mano, luego me miró incrédulo.

  – ¿Me estás diciendo que lo que te obliga a casarte con ese payaso es un estilo de vida? Y una mierda. –Sus dedos se presionaron y las caricias aumentaron en una tortura tan horrible como ardiente. Comencé a quejarme y no sabía si era de dolor o de placer.

  –Liam, te lo ruego, déjalo ya…no…no…no puedo más.

  –Pues tenemos un problema –indicó contra mi oreja de una forma pasmosa y ronca–. Yo la tengo otra vez dura, así que dime la verdad… o juro que esta vez te la meteré hasta al fondo, con violencia y no me detendré hasta que no gastemos todos los condones que he traído.

  –Te he dicho la verdad.

    La lástima se leía en mi voz, pero ese salido mental no tuvo piedad de mí, y lo peor es que, aunque intentara menarme, no tenía fuerzas ni para quitar esa mano de mi cuerpo.

  –Pues añade otros tres polvos más al día de hoy.

    Antes de que llegara a quejarme, arrancó la sabana de mi cuerpo y se montó encima de mí. Me abrió las piernas con dos golpes de sus rodillas y se colocó en posición, preparado para el ataque. Y era cierto, esa bestia estaba tan dura y tiesa como una piedra.

    Mierda.

  –Te lo prometo, te digo la verdad –insistí, implorando con la vista nublada y sin aliento al notar la punta ya preparada en mi entrada, y lo peor de todo es que yo también estaba lista para recibirlo. Liam había hecho un buen trabajo con sus dedos.

  – ¿Y porque no anulas ese matrimonio?

  –Por qué no puedo. – ¿Estaba lloriqueando?

  – ¿No puedes, o no quieres? –farfulló con desdén.

  –Sería una deshonra para ambas familias, no es tan fácil como crees.

    Su pene insistió en entrar en mí, arrastré mi cuerpo para negar esa invasión y ese movimiento provocó que la mandíbula de él se tensara.

  –No puede ser tan difícil, hay algo más.

  –Te estoy diciendo la verdad.

    Se quedó quieto, con los brazos tensos a cada lado de mi cuerpo. Mis manos, de algún modo habían llegado a su pecho, y los dedos se enroscaba de una forma que mis uñas estaban clavadas a su piel.

  – ¿Y porque acabas de follar conmigo, y no lo has hecho antes con él? –preguntó entre dientes con el rostro deforme por soportar el control de su cuerpo.

  – ¡Porque él no me quiere!

    Cerré la boca abruptamente tras mi feroz grito.

    Sí Liam no era muy tonto -cosa que dudaba- me acaba de delatar ante él expresando mis sentimientos en voz alta. No obstante, o era un mago increíble tapando sus sentimientos o sus opiniones ante esa declaración le daban exactamente igual porque su rostro permaneció pasivo, completamente vacío. Al menos conseguí relajarme, al fin y al cabo, me importaba una mierda lo que él pensara.

    Me iba a casar con Ivan, con él simplemente acaba de echar un polvo, bestial e inolvidable, pero nada más. Liam no significaba nada para mí.

  –Ves que fácil habría sido comenzar por ahí.

    Sonrió de una forma espeluznante, luego se quitó de encima, cogió las sabanas para volver a taparnos y se tiró en la cama justo a mí lado.

  –Tus padres firmaron un contrato legal cuando tú ni siquiera podías oponerte a nada, –reanudó, explicando. Me giré sobre la almohada y lo miré. Con un brazo sobre su estómago desnudo y otro bajo su cabeza miraba el techo con un rostro frío y completamente astuto–, el problema es que cuando decidiste poner fin a esas cadenas, lo conociste y te encantó que halagara cada parte de ti–, que ironía, no podía estar más equivocado en eso–, te dejó tan deslumbrada y babeando, que terminaste enamorándote de ese idiota que no te merece. Es más, eres demasiado para él.

  –Estás muy equivocado en tu versión de los hechos y…

  –Morena –interrumpió pronunciando ese apelativo con cinismo–, no me importa, es tu vida y no me implicaré mientras me dediques unos días a mí.

    Me hirvió la sangre.

  –No pienso darte más –farfullé rabiosa.

  –Sí que lo harás, porque ahora que sé lo que le hace tu cuerpo al mío, no pienso dejarte en paz. –Liam se giró y me miró, sus ojos habían adoptado la oscuridad de una noche sin estrellas y llena de nueves grises–. Ni en tus sueños.

    Me estremecí al escuchar el tono salvaje de su voz.

  –No busco un amante.

  –Y lo has encontrado.

  –Menuda suerte entonces –dije con un débil sarcasmo–. Mi amante es tan frágil que se corre antes que yo y…

  –Sshuu –siseó al tiempo que posaba dos dedos en mi boca y se cernía sobre mi cuerpo con gesto intimidante. Me miró directamente a los ojos y su penetrante ira me caló hasta los huesos–, morena, aún sigo caliente, no hagas que me arrepienta de perdonarte esta vez–, su voz y su aspecto se asemejaba completamente al del mismísimo demonio–, porque si esa boquita tuya vuelve a mencionar otra queja, otra pulla de las tuyas o un simple gesto ofensivo, te montaré como a una yegua hasta que me ardan los huevos.

    Tentador, muy tentador...

    Inmediatamente recordé los tres condones que quedaban encima de la mesa sumado con las dolorosas punzadas que recibía cada quince segundos en la entre pierna, me quité la idea de la cabeza y decidí que por hoy, mi acoso verbal podía irse al garete un rato.

  –Puedes quitarte de encima. –Habría deseado que saliera de mis labios con la fuerza de una orden, pero salió con la penosa respuesta de una súplica.

    Para mi sorpresa, algo alucinante, Liam me dio un beso en la frente y se tumbó de nuevo a mi lado, solo que esta vez, me llevó con él y me apoyó a su pecho, hasta, como si fuera una muñeca, tomó mi mano y la dejó encima del latido de su corazón, único.

  –Cierra los ojos y duerme –murmuró a forma de orden–. Yo cuidaré de ti.

    ¿Pero qué…?

    Inexplicablemente y tras escuchar el leve sonido de una campanilla, los párpados me pesaron una tonelada. Mi cuerpo se relajó y me sentí completamente resguardada de todo entre sus brazos, protegida…Y me dormí sin más.





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