BIOGRAFIA

Biografía Beatriz La Codorniz

(Apodo sacado por mi hermano, alias Carlota come cacota, a los seis años)

Fui una niña buena, obediente, ordenada, bailarina y muy imaginativa.

Fui una adolescente desobediente, discotequera, atrevida, mucho más imaginativa y enamoradiza a la vez que muy dura con los chicos.

¿A quién no le han roto el corazón alguna vez? A mí unas cuantas veces.

Creo que algunas de mis historias se han creado desde esos trozos hechos trapos. Al menos, han servido para algo.

Y ahora, que he madurado, lo he metido todo en una coctelera y he sacado un poco de todo eso, lo mejor y lo peor, por supuesto, ¿A quién le gusta la gente perfecta?

A mí no, porque si no, no tendría al chico malo de la ciudad a mi lado. ;)

Soy grosera y muy, muy sentida, así que, comentar, pero no seáis muy duras…

Es broma, podéis ser tan cabronas como mis protagonistas, yo me lo tomaré con filosofía.

En cuanto a mis historias -porque para mí son eso, historias-, nacen sin saber muy bien qué camino seguir. Creo sobre la marcha. Nuca sé cómo va a terminar, ni lo que sucederá.

Yo también me quiero sorprender. Y quiero disfrutar, como espero que lo hagan todos al leer un pedacito de mí.

P.D. Os preguntareis porque he cambiado mi biografía, pues bueno, solo decir que después de varios años sin sonreír, al fin he soltado una carcajada. Así que, me he dicho; Vuelvo a empezar. Vida nueva. Mente nueva. A la mierda la mierda de pasado y tola la mierda pasada.

Perdón, pero no os alarméis, ya os he dicho que soy una grosera.

Bueno, y ahora a disfrutar de historias que pueden conquistar vuestro corazón.

lunes, 29 de diciembre de 2014

CAPÍTULO 24 (Una fantasía de ojos negros)


 
   Cuando Liam me dejó, algo que le fue completamente imposible…
  –Morena, ponte guapa pero no te pases.
  –Tranquilo, lo especial lo guardaré debajo de la ropa. Había pensado en ponerme una túnica y un conjunto sexy de picardías…
  –No, ahórrate la túnica y…prefiero una de tus braguitas de Nenúco.
    Le dediqué una sonrisa y esa mano que tenía atrapada mi muñeca, tiró de mí para estamparme otro de sus besos.
    Dios, como me gustaba que me cortara el aliento, que me dejara temblando y que me besara, eso me encantaba mucho más.
    Gruñó y hundió su mano en mi cabello para mantenerme bien quieta, enredó sus dedos en los mechones y mis brazos se enroscaron en torno a su cuello. Liam deslizó sus manos por mi espalda despacio hasta mi trasero, tenía cada nalga en cada mano. Las estrujó con fuerza para pegarme completamente a su cuerpo y noté, con intensidad su torso aplastando mis pechos. Gemí descontrolada.
    De pronto, sin previo aviso, Liam apartó la boca. Lancé un gemido de protesta e intenté atraerle de nuevo, pero él trazó una línea de besos desde la mejilla a mi oreja.
  –Joder –susurró ronco–. Sabes tan bien–. Succionó el lóbulo de la oreja y lo atrapó con suavidad entre los dientes–. Deliciosamente bien –gruñó y presionó con fuerza sus manos en las nalgas.
  –Vas a dejar tus huellas marcadas en mi trasero –señalé ronca.
    Sentí el calor de sus jadeos desgarrados, que provocaron escalofríos en las sensibles espirales de mi oído.
  –Es mi punto débil. Me lo plantas en la cara y solo quiero que metérmelo en la boca.
    Jugueteó un poco más, no lo sé, había perdido la noción del tiempo y de todo cuanto nos rodeaba, pero, de improvisto se separó y cogiéndome de los brazos para que no me cayera, me brindó una mirada llena de gozo.
  – ¿Dejamos la cena y te llevo a otro lugar más tranquilo?
  – ¿A tu bungaló?
  –Más exactamente, a la ducha de mi bungaló, pero después… te dejaré en la cama desnudita y mojadita. Lo que no tengo muy seguro es si te dejaré tranquila–. Eso ya lo sabía–. He descubierto que hay zonas de tu cuerpo que aún no me he comido y tengo que remediar eso.
    Desde luego.
  –No creas que soy un buen bocado.
  –Permíteme estar en desacuerdo, dulcemeum; yo sé muy bien lo apetitosa que eres. Tú eres mi plato preferido.
    Él me miró con una sonrisa tan brillante que me cortó la respiración. Se acercó con la intención de volver a besarme. Antes de que me perturbara esa boca y esa loca lengua, me retiré, rozando el límite de la locura y coloqué mis manos en su pecho no para empujarlo, pero si para detenerlo.
  –Oh, no. Tranquilízate un poco, caníbal. Yo tengo hambre.
  –Y yo tengo algo para darte de comer.
    Soltó un leve pero erótico rugido animal mientras me dedicaba una mirada a todo el cuerpo. No pude evitarlo, me estremecí y la idea de adelantar todo no me parecía tan mala.
  –Siempre pensando en lo mismo…
    Las palabras no terminaron, se quedaron atascadas en mi garganta. Liam había conseguido evitar mi rechazo anterior y ahora me tomaba entre sus brazos. Su acelerada respiración se expandió por mi oreja y todo mi cuello.
  –Te sorprendería saber cómo me calientas –susurró contra el oído.
    Su sonrisa maliciosa hizo que me ruborizara y ese calor del que hablaba comencé a sentirlo por todas partes.
    Perturbado o no, me provocó dando toquecitos leves con sus labios contra los míos, no me besaba, solo me torturaba a su manera, y esas torturas eran las que más odiaba, cuando me ofrecía y la me quitaba… Me daban ganas de estrangularlo.
  –Liam –lo llamé sin voz. Él se retiró y me miró.
  –Anda vete, sino, terminaré violándote detrás de esa palmera –dijo.
    Escuché unas risitas a mi espalda. Al darme la vuelta me topé con un grupo de parejas con hijos que paseaban. Nos miraron y sonrieron, me ruboricé y me solté de Liam para salir de ese escrutinio de burlas antes de que ese hombre hiciera su amenaza real, para terminar escuchando como él soltaba una carcajada que me puso todos los pelos de punta.
 

 
    Fui directa a mi habitación para cambiarme. Liam me esperaría en la zona de recepción, me había informado que tenía una sorpresa para mí y que no cenaríamos en el recinto. Acepté porque hoy había sido un día maravilloso, fantástico, se había merecido su medalla con incentivos, por eso, estas últimas horas del día, las esperaba de las mejores.
    Una media hora más tarde, mi vestido rojo y yo, esperamos en la zona del bar, un lugar que en esos momentos, por extraño que pareciera, estaba completamente vacío. Se me pasó por la cabeza pedir un licor fuerte, pero tenía ganas de probar la hipnosis completa con Liam y me apetecía ir serena para recordarlo todo. Igualmente, el temblor de mis dedos dejaba claro lo nerviosa que estaba.
 
 
 –Un margarita, por favor.
    Me giré hacia esa voz femenina, dulce y muy educada que se había puesto justo a mi lado. Su porte, era la de una famosa que se creía miss universo, con un desparpajo de diva que me ponía enferma.
    Había reconocido a esa rubia-pelirroja e incluso de lejos, y en el momento que le había dirigido una mirada a esos ojos azules, con una sonrisa de lado, supe, con anterioridad que este encuentro no era casual. Esa arpía tenía algo entre manos.
  –Bonita noche –indicó con voz seductora y arrastrando sus palabras.
    Bien, lo que tenía planeado iba a ser algo grande.
  –Fantástica –murmuré sin mucha convicción y devolviendo mi mirada a esa puerta para ver aparecer a Liam de una vez por ella.
  –Soy Sarella. –Vaya, y ahí tenía el nombre que encajaba con todo. Me giré y la miré. Sarella ya tenía su copa en las manos y jugaba con la pajita mientras me miraba de reojo–. Soy uno de los juguetes de Marlowe.
 
 
    Alzó la vista y me miró directamente a los ojos sonriéndome con completa satisfacción. Yo experimenté lo que se podía decir alucinaciones… ¿Acababa de decir que era su juguete?
    Tenía que darle un premio. Eso era asumirlo a lo grande.
  –Como tú –continuó y levanté las cejas–. Pero al menos yo lo sé. Sé lo que significo para él. No soy algo serio pero si la mujer con la que se acuesta cuando busca un buen polvo. Y te hablo de hace meses. Soy la mujer con la que más repite.
    Lo que eres es una zorra sin personalidad.
    El labio inferior me tembló, pero me recompuse y comencé a ser tan afilada y descarada como ella.
  –Creo que empiezo a entender. Estás dolida porque ahora no te hace ni caso.
    Ella chasqueó los labios y se retiró, con mucha lentitud una greña imaginaria de su cara para ponérsela detrás de la oreja.
  –No me subestimes, puedo tener a Marlowe cuando quiera, y sepas que terminara viniendo a mí cuando se aburra de ti.
    Hice una mueca de desprecio.
  –Supongo que es lo que le pasa a todos los niños –vacilé, exagerando mis gestos para dar más énfasis a mi burla–. Siempre suelen acordarse del juguete viejo y hecho una mierda que tienen debajo de la cama.
    Sarella sonrió falsamente y dejó su copa encima de la barra.
  –Muy graciosa. –ironizó–. Pero no estoy advirtiéndote de mí–. Comenzó a jugar con la pajita de su bebida, la removió y después se la llevó a los labios–. Te has encariñado de un hombre que te la pegará como lo hace con todas las mujeres cuando ellas se enamoran de él, oh…si no se cansa antes de ti–. Me miró, clavando sus ojos con maldad–. E incluso si le das todo lo que te pida para retenerlo, todo a lo que su mente enferma se le ocurra, todo lo que deseé, finalmente no conseguirás nada porque…terminará dejándote cuando ella aparezca.
    Bufé y me crucé de brazos.
    ¿De qué demonios iba todo esto?
  – ¿Otro juguete como tú que sabe que solo le puede dar placer sin compromiso?
    Se metió la pajita en la boca, la rodó y negó con la cabeza mientras intensificaba un siniestro suspense, pero lo que realmente estaba haciendo era provocarme un tic en el ojo.
  –No –dijo al fin–. Ella no es un juguete cualquiera. Ella es y será el amor de su vida.
     Eso fue un golpe que se estampó contra mi cuerpo y la emoción dolorosa se derramó por mi rostro. Ella tuvo que notar mis gestos ya que pareció hincharse tras mi postura y su juego con la pajita se intensificó.
    Esto ya no era divertido.
  –No sé mucho de esa mujer –comentó sin interés–, lo único que sé es que, cada vez que ella aparece en su vida, él mueve cielo y tierra para poder estar con ella. Es intocable, su predilecta, su génesis y…es preciosa. –Arrastró esa palabra con lentitud–. Solo la vi una vez pero supe porque Marlowe la ama tanto. Parece un ángel.
    Sentí un persistente dolor en el estómago.
  –Adivino –dije con el mismo sarcasmo que ella utilizaba–. Te jode que te lo haga a ti y quieres que me una a tu club de desechos para luchar en contra de ella.
    Sarella soltó una risa falsa y negó con la cabeza.
  –No hace falta –dijo con un tono que me plantó los pelillos del cogote–, tú eres quien terminara hecha un desecho cuando él te deje por ella, sin embargo, yo seré quien lo consuele cuando ella lo deje destrozado y abandonado como las dos últimas veces.
    Apreté los puños, bloqueando la idea de estamparle uno en la cara, pero la tentación era muy fuerte. Como no desapareciera de mi vista se iría calentita.
  – ¿Ahora el juguete es él?
  –Para ella sí. –Y continuaba con ese tono.
  –Supongo que todos tenemos una debilidad, pero te confundes con la mía, ten go muy pocas debilidades, pero un hombre no entra en ellas –aclaré aun sabiendo que la que se equivocaba era yo.
    Liam había despertado una gran sensibilidad en mí ese día.
  –No, no me confundo –dijo con desdén–. Se lo que significa el principio con Marlowe. Sé cómo te hace sentir, como provoca que todo tu cuerpo responda a ese hombre, y sé cómo termina cada pobre chica después de ver como el hombre del que se han enamorado se va detrás de otra mujer.
  –Tranquila, Barby hawaiana, –alargué el insultó, y para mi satisfacción, ese cuerpo se tensó y su sonrisa desapareció–, se lo que me hago. No te preocupes por mí.
  –Gaela –alargó tanto mi nombre que lo sentí como tirones en los pelillos de la nuca–. No me preocupo por ti, pero…Recuerda este nombre; Christine.
    Dejó la copa encima de la barra y se fue. No dije nada, me limité a quedarme allí rígida y temerosa. Pensé mil cosas para defender mi postura y de nuevo, me di cuenta que caía en otra historia más como la de Ivan.
    Me pasé los dedos por el rostro, planchando las arrugas de mi frente y solté el aire con lentitud, entonces escuché la ronca voz de Liam, de lejos y me di la vuelta para encontrarlo al pie de las escaleras.
    Observé que mantenía una conversación con un hombre que desconocía. Se apartó y se acercó con paso tranquilo y lento hacia mí. Tenía las manos en los bolsillos y buen aspecto. En realidad, más que bueno. Se había tomado enserio lo de ponernos elegantes. Él, aunque no vestía un traje, estaba perfectamente guapo con unos pantalones informales, zapatos cómodos y un jersey de punto del color media noche que contrastaba con su maravilloso bronceado.
 
 
    Se detuvo pausadamente junto a mí. Sus ojos no se apartaron de los míos ni un instante para mirar a nuestro alrededor.
  –Sabes que estás increíblemente buena –dijo a forma de saludo–. Echaba de menos el rojo en ti. Me has impresionado, morena. Estoy temblando.
    No dije nada y me aferré a las palabras de Sarella como si fueran un salvavidas. Liam entornó los ojos y me miró confundido.
  –De nada –insistió, tras mi silencio.
  –No te he dado las gracias –dije, despreocupada.
  –De nada, de todas formas.
    Era directo y su decisión completa. Agachó su cabeza con toda la intención de darme un beso. Me retiré.
  –Ni se te ocurra –le advertí.
    Liam se echó hacia atrás con las cejas alzadas y completamente sorprendido por mi reacción.
  –Vale, eso no me lo esperaba.
  –Por lo visto, hay muchas cosas que no te esperas.
    Su sexy sonrisa se plantó de nuevo en esos tentadores labios.
  –Viniendo de ti, todo lo que suceda es una sorpresa –ronroneó.
  –En tu caso, todo es un puzle terrorífico, algo que no pienso montar.
    Su sonrisa se borró automáticamente. Se metió las manos en los bolsillos y dio un paso hacia atrás, después me miró de arriba abajo, estudiando mi cuerpo y finalmente leyó en mi mirada. Me crucé de brazos y comencé a dar toquecitos en el suelo sin retirar mi mirada de la suya, enseñándole que yo también era fuerte.
  – ¿Qué mosca te ha picado?
  –La de la fiebre rubia-pelirroja –ironicé, con una sonrisa sin mostrar mis dientes.
  – ¿El qué?
  –Son venenosas, pero el macho que las mantiene es mucho peor –expliqué pasando por alto su confusión.
  –Me parece que no te sigo.
  –Me lo creo. Estás muy perdido.
    Sus cejas ya formaban una única ceja. Me miró detenidamente, con atención unos segundos, después de un tiempo en el que puso nerviosa sacudió la cabeza y el rostro más tranquilo volvió hablar.
  –Gaela. –Remarcó cada silaba–. Tengo toda una noche fascinante planeada para ti y para mí. Vas a disfrutar de un sexo impresionante con el hombre de tus sueños.
    Oh, Dios, pero si tenía ante mí a un tiburón.
  – ¿Cómo demonios has conseguido el teléfono de Will Smith?
    Bromeé para fastidiarlo pero ese hombre era impermeable, todo le resbalaba, ya que no mostró ningún rasgo.
  – ¿Ese es el hombre de tus sueños?
    Me encogí de hombros.
  –Uno de tantos –continué.
    Liam se mordió los labios.
  –Vale. Esto empieza a mosquearme –murmuró mientras se rascaba la cabeza–. Explícame que te sucede. Sin tonterías, se directa.
  –Tu querida amiga Sarella me ha hecho compañía y, es increíblemente agradable. –Completamente directa.
    El rostro de Liam se suavizó y su pecho por fin se movió de arriba abajo.
  – ¿Estás celosa?
  –No –espeté ofendida.
    Liam sonrió con dulzura. Se acercó unos pasos y agachó su vista para mirarme directamente a los ojos. Yo levanté el mentón tragándome cada una de las vibraciones que me provocaba su cercanía.
  –Que no te amargue esa petarda la noche, morena. Todo lo que sale de su boca suele ser mentira, le gusta hacer sentir mal a las personas y, te tiene celos.
    Eso también pensé yo al principio, pero cuando la conversación se terminó, mi pensamiento fue completamente diferente.
  – ¿Celos? –pregunté con sarcasmo. Liam no reaccionó a mi tono deliberado de voz.
  –No soporta ver como pierdo el culo detrás de ti –dijo, sonriendo de lado.
    Tan artista como Ivan. Impresionante.
  – ¿Quién es Christine?
    Se tensó de golpe y el movimiento me asustó, así que me quedé callada.
  –Alguien que no te interesa.
    Su voz sonó tan fría que me provocó un estremecimiento de los malos, pero su rostro estaba desprovisto de cualquier emoción.
  –Ella lo ha mencionado como…
  –No –cortó fríamente, y la sangre dejó de circularme–. No te metas en mi vida. No lo hagas, porque si no, comenzaré a meterme yo en la tuya y te joderé esa boda que se aproxima y que no debería celebrarse.
     Sus amenazas me dieron exactamente igual, pero su postura no. El demonio había vuelto, aun después de nuestro trato en que dejara a un lado la violencia, él me estaba atacando.
  –A Ivan le importara una mierda lo que tengas que decirle.
  –Y a mí me importa una mierda lo que piense él –dijo y dio un paso hacia delante, intimidando y con ese rostro vacío. Me asustó y retrocedí–. Ahora yo, tengo una pregunta para ti, ¿vamos a follar o vale la pena que me largue?
  –Vete a la mierda, Liam.
    Me di la vuelta y con la frente bien alta, salí disparada. Como siempre, salí corriendo para no perder la costumbre.
    Corrí durante diez minutos por un sendero de piedra casi a oscuras y en completo silencio mientras murmuraba un millón de maldiciones, hasta que un cuerpo enorme, tan enorme como el de Liam se posicionó delante. Exaltada y con los puños cerrados levanté la cabeza para enviar a la mierda al tío, pero me crucé con unos ojos claros que me miraron, primero analizadores y después, cuando se dio cuenta de quién era, brillaron de alegría.
  –Hola, morena –balbuceó, con tono seductor.
    Comenzaba a odiar ese apelativo.
  –Hola Louis.
 
    Él abrió sus ojos, sorprendido, al comprobar que recordaba su nombre. Para no recordarlo, si iba unido al hombre que me estaba volviendo loca, y como a él, todo lo que le rodeaba era muy difícil de olvidar.
  –Eras… mmm…Déjame que lo piense, –la lengua se le enredaba y su mano, que se había apoyado en la barbilla, se daba golpecitos tontos. Un dato que me indicó que estaba borracho. Genial, lo que me faltaba. Louis recitó un; mmm, na,na,nanana, na, y por fin los ojos se le iluminaron y me miraron–, Ala Mierda –dijo, realmente fascinado.
    Me reí. Que podía hacer, me hizo gracia. Lo bueno es que los nervios se esfumaron y por un segundo me pude relajar un poco.
  –Buena memoria –indiqué con mofa.
    Louis sonrió orgulloso consigo mismo y esa sonrisa me recordó a Liam. Dios, como se parecían estos dos, eran completamente dos gotas de agua.
  – ¿Qué haces sola por aquí, Ala? ¿Te importa que te llame, Ala?
    Sonreí más abiertamente y él me la devolvió.
  –Me llamo Gaela…
  –Lo sé, sé cómo te llamas, pero tenía que devolvértela.
    Louis soltó una carcajada que lo movió entero como si sufriera un terremoto interno y perdió el equilibrio. Se tropezó y lo cogí de la mano para que no se cayera, cuando consiguió mantener ambos pies en el suelo, mi cuerpo quedó muy pegado al suyo y su mirada no subió de mis pechos.
  –Tengo hambre –dijo, de repente. Abrí los ojos como platos porque parecía un bebé pidiendo que le dieran de mamar. Inmediatamente me retiré de él, Louis hizo el intento de acercarse y volvió a tropezar. Lo cogí del brazo y me coloqué a su lado, él, con una sonrisa de oreja a oreja me miró–. Ven a cenar conmigo, mi hermano no sabe disfrutar del postre tanto como yo. Te gustará.
    Como dos gotas de agua. Tal para cual.
  –No. ¿Qué tal si te acompaño…?
  –A ningún lado.
    La profunda voz de Liam se arrastró por mi cuerpo como si me acariciaran con cubitos de hielo.
    Su imponencia se marcaba como un marco de batallas antiguas, un guerrero preparado para el combate y con la mirada fija en el enemigo, que en ese momento era yo. Sus brazos, separados ligeramente de su cuerpo se incurvaban, con los puños cerrados, dándole un aspecto mucho más salvaje, pero lo peor era ese rostro y esa mirada.
 
    Me quemó, me ardió y me enfrió, todo en una sucesión en cadena. Peligrosa y aterradora, y a la vez sexy que te cagas.
  –Marlowe –lo saludó Louis.
  – ¿Te diviertes? –sugirió Liam, con un tono rabioso mientras clavaba sus ojos en mí.
  –Sí, mucho. –Aunque no estaba muy clara a quien le formulaba la pregunta ya que la furia lo consumía todo, Louis decidió contestar con tono alegre, exageradamente alegre–. Por fin disfruto de la mejor compañía de toda la isla.
    Liam pasó olímpicamente de su hermano y se acercó a nosotros alargando un brazo para cogerme.
  –Vámonos –ordenó.
  –Oh. No –gimoteó Louis, atrapando su mano con de la mía. Liam fijó su mirada en ese gesto y las venas de su cuello se hincharon–, hermano, yo la he invitado. Esta noche, Gaela es mi acompañante–, Louis se giró e hizo el intento de guiñarme un ojo, pero en su estado parecía que se hubiera quedado enganchado en un terrible tic.
    Me reí y todo para joder a Liam. Lo conseguí. Su cuerpo le dio un pequeño latigazo de temblor. Ese hombre parecía que fuera a saltar encima de nosotros.
  –Ven aquí, Gaela. Ahora –ordenó de una forma diabólica.
    Crispé los labios en una sonrisa amarga.
  –Tengo una oferta mejor. Tu hermano me quiere alimentar y yo, tengo hambre.
    Liam me miró con furia y en ese brazo se marcaron todas las venas. Yo le dediqué, con todo mi sarcasmo, el gesto de la nariz de gato <<morritos y besitos>> antes de girarme para dedicarle mi completa atención a Louis y su descarado (gracias a la borrachera que llevaba encima) comportamiento de acercamiento. Louis me pasó el brazo por la espalda y apoyó su mano, con la palma abierta en mi cadera, después se me arrimó a la oreja y…
    Bom. La bestia estalló como una gasolinera en llamas.
    Se desplomó contra mí con unos movimientos que no advertí. Noté una mano caliente en mi antebrazo, un fuerte tirón y después rodaba sobre mí misma, tal cual, como si fuera una bailarina. Dejé de dar vueltas, dos exactamente, que se habían convertido en algo completamente extraño y, me quedé mirando el camino de piedras y palmeras iluminado por unos farolillos colgados de pilares estrechos. Escuché un quejido de dolor a mi espalda y un fuerte golpe.
    Me giré y vi a Liam, torciendo el brazo de su hermano, a su espalda y con la boca pegada a su oreja. Louis, que momentos antes sonreía, ahora enrojecía de ira mientras, sacando algo de fuerzas, o equilibrio, trataba en balde, quitarse esa mole de encima. Liam insistió dando un tirón a ese brazo y presionando más sus labios contra el oído de su hermano.
    No escuché lo que le decía, pero por lo morado que se estaba volviendo Louis, era algo de lo más desagradable.
    De pronto, otro cuerpo corpulento tomó a Liam, con rapidez y lo alejó de su hermano de un empujón. Dirigí mi vista de Liam y esa furiosa mirada que le dedicaba al recién llegado, a esa misma persona.
    Era Tyler y miraba con las cejas alzadas a Liam. Se cruzó de brazos y me impresionó su tranquila postura, es más, por mucho que tratara de esconder el movimientos de sus labios, pude percibir que aguantaba una sonrisa.
 
 
  –Admirable –dijo Tyler–. Utilizar tu fuerza con un hombre que no se aguanta en pie…
  –Esto no se quedará así –amenazó Louis, dando un paso que frenó el brazo de Tyler.
  –No te metas en esto –farfulló Liam, con la mandíbula tensa y sin sentir absolutamente nada por la advertencia de su hermano.
  –Por supuesto, primo. –Tyler golpeó el pecho de Louis para que se estuviera quieto, y después, como si no sucediera nada, continuó–; Tú verás que haces con tus ataques, vamos a ver quién los aguanta…
    Liam le dio la espalda, se acercó a mí con paso firme y me tomó de la mano, después, tiró de mí a empujones mientras, Tyler gritaba a nuestra espalda su propia opinión, desagradable, por supuesto. Añadió una carcajada y un último comentario dedicado a mí:
  – ¡Gaela, métele una patada en los huevos de mi parte!
    Como respuesta Liam gruñó, y continuó tirando. Supe que lo más prudente sería darle tiempo para que recuperara el control de su genio. No hacía falta ser muy listo para saber que bajo aquella arrogancia, se escondía un monstruo aun peor.
    Pero el día había sido demasiado maravilloso, demasiado frágil y él lo había fastidiado todo, o tal vez yo y mi curiosidad, no obstante, me sentía inquieta, temeraria y ofendida, por no mencionar que su petulancia estaba empezando agotar mi poca paciencia.
    Poniendo bruscamente mi mano encima de la suya, la quité para quitármelo de encima. Aliviada al ver que me soltaba me frené. Liam también, se dio la vuelta y me miró.
  –Estoy harta de que me trates así –le informé, con más vehemencia de la que pretendía–. Si tienes una de tus rabietas yo no soy el foco de tu alivio…
  –Cuando te diga que te vengas conmigo, te vienes –interrumpió en tono frío.
    Respiré con furia al notar como me ardía el cuello.
  –Por supuesto, mi amo –dije con sarcasmo y poniéndole ojitos–. Y cuando me digas que me tire por un puente, yo te sonrío y voy corriendo a saltar.
    Esa bestia descontrolada, deslizó su mirada por todo mi cuerpo con lentitud, con mucha lentitud, casi pierdo el equilibrio por esa pasmosa forma de mirar. Sin embargo él, cuando sus ojos se detuvieron en mi rostro, continuaba tan alegremente expresivo como antes.
  –Temeraria, muy temeraria –advirtió, con tono helado.
  –Supongo que será que aún conservo la adrenalina de haber saltado de un avión…
  –No me refería a eso, –el sonido de su voz se había intensificado tanto que me encogí aterrada–, me refería a tu forma de incitar a un hombre que desea estampar el puño contra lo que sea.
    Un aura roja, brutal y de lo más escalofriante lo rodeó. Mi corazón saltó de mi pecho y casi me atraganté con mi propia voz cuando hablé.
  –Dijiste que nunca me harías daño –hablé con pánico y mirándolo con los ojos brillantes.
  –Y no lo haré, pero necesitas una lección –soltó con prepotencia.
    ¿Cómo?
    Él se acercó unos pasos hacia mí con la palma de su mano boca arriba, intentando el volver a cogerme con sumo cuidado. Me di cuenta de que estaba tratando de escabullirme moviéndome como los cangrejos mientras no dejaba de ver esa mano en alto.
  –Y tú una patada en esa boca –balbuceé, dando un paso más hacia atrás.
    No me gustó nada eso de; una lección.
  –Y la lista sigue –dijo, poniendo los ojos en blanco mientras meneaba la mano en un gesto exagerado–. Cada vez hay más delitos en tu contra. Que bien me lo voy a pasar con ese cuerpecito. –Alargó su boca en una sonrisa arrogante–. Y a ti, te encantará.
    Abruptamente me frené y sentí como la rabia me despertaba poco a poco.
  –Estás muy lejos de ponerme una mano encima.
  –Estoy más cerca de lo que te crees, mucho más cerca –dictó con arrogancia y esa mirada fija en la mía.
    Quise gritar de pura rabia, pero tan solo pude soltar mi frustración con una patada en el suelo.
  –Sabes qué, no eres más que un capullo.
    Liam se echó un poco hacia atrás para mírame de arriba abajo con gesto insolente.
  –Y tu una niña malcriada, estúpida e ignorante, que seguro todavía no ha salido de la billetera de papá para poder solucionar su propia vida, y eso no tiene remedio.
    Odié la idea de que pensara eso de mí.
    Vale, mi padre me había regalado mi precioso coche y mi fantástico apartamento de lujo, pero el resto, mi empresa había sido gracias a unos préstamos que pagábamos gracias a nuestro magnífico trabajo en GzG, le dedicaba todo mi tiempo para que saliera a flote y me mataba a trabajar soportando imbéciles como el que tenía delante. Eso me lo había ganado. Y mi vida, comencé a solucionarla yo misma el día que me emancipé, y sobre todo: No les había pedido ayuda a mis padres desde entonces.
  –No soy así.
  –Lo eres –señaló con energía–. Tu expresión corporal, esa forma de desafiar, tu forma de pedir las cosas y dar órdenes, lo obstinada que eres. Estoy seguro de que tus papis te han dado en esta vida todo lo que has pedido.
    El pecho estaba a punto de salir del cobijo del escote del vestido de cómo me iba la respiración.
  –No me conoces.
  –Te conozco mejor de lo que te imaginas.
    Exploté.
  –Capullo, arrogante, patán, calvinista cavernícola, reprimido…
    Liam alzó una ceja de golpe.
  –Tan viperina como siempre. Muy lógica morena, pero, a ver si nos aclaramos. ¿Soy un reprimido o un maniaco sexual degenerado?
    Concentrada en el irónico gesto de esa ceja morena y con el labio temblando, pasé por alto que la ira se iba acumulando en esos pozos azules oceánicos. Con la cara ardiendo y el corazón palpitante, contesté a gritos:
  – ¡Las dos cosas! ¡Todo! ¡Cerdo arrogante! ¡Mamón!
    Liam alargó los brazos antes de que lo pudiera detener y me tomó con sus manazas, me levantó hasta ponerme de puntillas y acercó su rostro al mío con clara belicosidad.
  –Pues resulta que, tú mejor que nadie debería saber que no tengo problemas con las mujeres.
    Levanté mi barbilla, con desafío y dirigí mi mirada hacia la expresión malhumorada de sus labios, antes de alzarla de nuevo hacia esos ojos furiosos. El corazón me martilleaba tan deprisa y tan fuerte que era increíble que no me diera un infarto.
  –Lo que tienes es un problema con el control de aguantar antes de que la mujer llegué al…
    Liam acalló mi insulto con un fuerte gruñido.
  –No tomes ese camino, morena, y controla esa lengua o te la arrancaré con mis propios dientes.
  – ¿Me estás amenazando?
    Un músculo de su mandíbula tembló tan fuerte que pensé que se rompería los dientes y los huesos le crujirían. Pero contuvo el ataque e inmediatamente me soltó. Supuse que, tenerme tan cerca en ese momento, sería demasiado tentador para hacer realidad lo de dejarme sin lengua.
 
 –Si supiera que mis amenazas sirven de algo contigo, me parece que estarías más mansita.
  –Ya te gustaría.
    Ya no sabía si le temblaba el labio de arriba, el de abajo o los dos a la vez.
  – ¿Que te comportaras como una mujer y no como una niña? Me encantaría –pronunció entre dientes.
  –Yo en tu lugar cambiara de actitud, Liam.
  –Y yo en tu lugar cerraría el pico de una maldita vez –bramó.
   Su cuerpo daba unas pequeñas y peligrosas sacudidas. No lo conocía bien, pero sabía cuándo un hombre estaba al límite, es más, esos gestos los había visto en el último encuentro con Ivan, y desgraciadamente, Stefan no estaba aquí.
 –Si pudieras me pegarías, ¿verdad? –provoqué sin darme cuenta. Estaba cabreada y ya no controlaba mi voz.
  –Con una sonrisa de oreja a oreja.
    Sentí como la indignación ardía en mis venas.
  –Pues yo te rajaría de arriba abajo –espeté.
    Liam arrugó su frente y me brindó una sonrisa falsa.
  – ¿Y me llamas a mi violento o loco? Coño, pero si tú eres una sádica.
  –No más que tú, psicópata.
    Din. Le di en un punto débil.
    Su enorme cuerpo se tensó y la oscuridad cubrió su rostro de nuevo. Después, pegó su cara a la mía, y su aliento caliente me golpeó la boca, la nariz y las mejillas.
  –De tantas veces que lo has dicho comienzo a considerar esa acusación acertada. –Tragué saliva porque hasta su cara plasmó esa idea–. Y en vez de relajarme no haces más que hinchar la vena con ese comportamiento.
  –No me pienso comportar como un corderito.
  –Saca las garras cuanto quieras, pero si te piensas que vas a poder conmigo, es que no te puedes imaginar la clase de hombre que soy a las malas.
  –Tampoco me gusta la clase de hombre que eres a las buenas…
    Mi voz murió cuando esa mano se prensó a la fuerza sobre mi piel.
  –Se acabó el juego –dijo secamente–. Has agotado mi paciencia al máximo. –De pronto sus pestañas negras entrecerraron sus ojos–. Ahora te daré tu merecido.
  –En tus sueños.
    Me di la vuelta, para comenzar a caminar como las personas normales y dejar de retroceder como un crustáceo. Pasé de dos pasos a una carrera al escuchar un gruñido procedente de mi espalda, pero los pasos se vieron interrumpidos, prácticamente cuando había cogido marcha, por su brazo y esa feroz barrera de solido hierro que se enroscó cual serpiente asesina en mi cintura.
  –Salir corriendo –gruñó–. Bonita forma de enfrentarte a los problemas –susurró contra mi oído con afinada voz–. Como siempre.
  –No huyo del problema, siempre huyo de ti y…
    Me interrumpí automáticamente porque clavó sus dedos en mi carne, con intención, y me dio la vuelta para que lo mirase a la cara.
    Noté como una mano se deslizaba por la parte de atrás de mi vestido, hacia abajo, como queriendo que nuestros cuerpos se ajustaran más y me sujetó con una fuerza innecesaria. Ya me había quedado completamente inmóvil en el momento que me había cruzado con ese azul plagado de emociones malas.
  –No, morena, esta noche no te me escaparas.
    Lo miré fijamente a los ojos.
  –Dame una oportunidad y te dejaré tus testículos colgando.
    Liam sonrió de lado de forma maliciosa y mostrando un reto en su mirada.
  –Prueba si tienes lo que hay que tener para volver a golpearme.
    Su amenaza fue súbita y se caló entre mi ropa enfriando, a la vez que calentaba mi cuerpo. Finalmente, soltó mi cuerpo con gran facilidad y me terminó arrastrando como si fuera una maldita ex presidiaria que se acaba de escapar de la cárcel, por el medio de ese precioso paraje que se convirtieron en senderos oscuros y tenebrosos.
    Cada mujer, hombre y niño con el que nos cruzábamos nos miraba con atención, algunos con lástima y otros con desconcierto, pero el numerito era exagerado; Yo me quejaba y trataba de deshacerme de esa mano, mientras él, en pleno silencio y con todo el cuerpo tenso, tiraba de mí con más fuerza e insistencia. Lo único que soltó, fue algún que otro gruñido a forma de queja cuando le clavaba las uñas. Punto.
    Llegamos a mi quinta en menos tiempo de lo normal. Cuando pisé la madera de la pasarela ya me encontraba mejor, pero solo porque a mitad de camino me había cansado y finalmente lo había dejado en paz, como si no existiera.
    Lo malo es que ahora existía y su perturbado comportamiento continuaba igual.
    Sin pedirme las llaves le hizo algo a la cerradura que me dejó con la boca abierta y asomó la cabeza, luego, me empujó dentro, sin cuidado, aunque era de esperar, después de cómo me había traído, eso quedaba descartado. Él, entró detrás de mí.
    Cerró la puerta de una patada y se colocó como si fuera un secuestrador en medio de la instancia, con el rostro completamente inexpresivo se cruzó de brazos.
    Con la sensación de opresión contra el pecho, me giré cara él para enfrentarlo.
  –No sé lo que tienes planeado, pero me da exactamente igual, yo no pienso participar. Y si te atreves a tocarme, gritaré tanto que vendrán todos los habitantes de la isla en mi ayuda.
    Liam me miró fijamente en silencio, casi cortándome con aquellos ojos penetrantes. Contuve el miedo y me adelanté dispuesta a salir de la quinta para empezar a correr lo más rápido posible y poner una distancia entre esa bestia y yo. Pero él me bloqueó la salida.
  –No vas a ningún lado.
    Lo miré con atención. Liam mostraba una expresión de furia y lujuria que me hizo retroceder.
    Ese jinete del Apocalipsis que conocí el primer día, ese hombre de rasgos endemoniados y peligrosos, estaba de vuelta.
  –Te lo advierto…
  –Cállate –ordenó tranquilamente sin menear casi sus labios–. Quítate las bragas y ponte a cuatro patas encima de la cama.
 
 
 
Continuará.......Hasta el próximo lunes.
 
 
 
 
 

4 comentarios:

  1. Me encanta esta novela. No se como voy a aguantar hasta el miércoles que viene... Te deseo feliz año 2015

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  2. cuan do subes capp ya no puedo esperar por otro capi...esta muy buena tu novela

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  3. EStamos deseperadas!!!! Cuando hay Mas capitulos. Pleaseeeeeee!!!!

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