Me arrepentí de inmediato el no decirle al
recepcionista que me pidiera un taxi. Pasear por una carretera desierta no me
pareció buena idea, pero de eso me di cuenta tarde, cuando llevaba diez minutos
caminando por la cuneta.
Saqué mi móvil del bolso mientras le
dirigía un rápido vistazo al bosque, al menos tenía toda una frondosa laguna
para esconderme, pero rápidamente recapacité y recordé que si tenía la suerte
de que algún perdido coche pasara por este inhóspito lugar, tendría una oportunidad
para librarme de una buena caminata.
Miré la pantalla y traté de desbloquearlo,
después me di cuenta de que lo había apagado ayer, al ver la insistencia de Ivan
con tanta llamada. Lo enchufé e inmediatamente mi mano fue atacada por la
insistente vibración del aviso de llamadas y mensajes.
Recé a todos los santos que conocía…
posiblemente cuatro y los dos últimos creo que me los inventé porque, cuando
comencé abrir sobrecitos vi con atención que, en tanto rezo algo había salido
mal…Y bien mal.
Dios, Ivan había pasado de ser un educado
hombre de respeto a un demencial lunático descontrolado.
¿De dónde sacaba a los hombres? ¿Del psiquiátrico?
Tras leer los cuatro primeros, me esperé,
de los cinco que me quedaban cualquier cosa preciosa que ese hombre podía
pensar de mí… Y no me equivoqué.
Mensaje uno:
Tú y tu manía de colgar
el teléfono. Necesito hablar contigo, por favor, es importante y sabes que odio
los inútiles mensajes de texto. No somos niños de doce años. Coge el teléfono y
habla como la gente madura y civilizada.
Mensaje dos:
Gaela, si estás
enfadada me da exactamente igual. Necesito arreglar unas cosas y me urge hablar
contigo. Coge el maldito teléfono.
Mensaje tres:
Genial, ahora lo apagas.
¡Eres una maldita zorra!
Gracias,
pensé.
Mensaje cuatro:
Maldita seas. Escóndete
bajo tierra por que como te coja…
Ese mensaje me dejó los
pelos de punta, Ivan ni siquiera lo había terminado.
Mensaje cinco:
Si esto es una de tus
estratagemas para olvidarte de mí y torcer lo planes de la boda, te informo de
que te olvides. Ya te lo dije; quieras o no, te casarás conmigo porque así lo
he decidido yo.
Apreté el teléfono entre las manos y leí
ese mensaje de nuevo. Odiaba la idea de que se pensara que ya era dueño de mi
vida y de todas mis decisiones. Me frené y salí de la bandeja de entrada para
introducirme en el archivo de salida, y contestar, en mayúsculas; que yo no era su esclava, pero al ver
como el dedo me temblaba cuando toqué la primera letra…Decidí dejar que mi
frustración se despejara con dos puntapiés a una piedra pequeña que había en
medio de mi camino. Después de hacer la tonta un poco, continué leyendo.
Mensaje seis:
No sé cuánto tiempo más
soportaré esto. No tengo ni idea de que hacer contigo. Me estás volviendo loco.
Mensaje
siete:
Me estás castigando
¿verdad? Por lo que pasó en la bodega… <<
Levanté la vista de la
pantalla y algo que reconocí como remordimiento se posó en mi estómago
regalándome una arcada.
¿Qué estaba haciendo?
Huía de mi futuro oscuro, para tener un
presente que se asemejaba mucho al filo de una Katana. Liam era la espada y tan
oscuro como Ivan, pero al menos el último no me había tomado el pelo ni se
había aprovechado de mí…
Desgraciadamente.
Ivan siempre me había dicho la verdad, sabía
a qué me enfrentaba, pero Liam, él no decía nada y lo poco que decía era en
cuenta gotas, además de añadirle que él no era algo serio, simplemente una
aventura pasajera que pronto olvidaría…
Sentí un intenso pinchazo en la cabeza y
reviví la imagen de ese torso desnudo, marcado de tinta negra y revistiendo la
mitad de su cuerpo, y mis dedos, llenos de antojos, surcar lentamente los soles
que tapaban otro enigma más.
Negué con la cabeza y bufé largo y tendido
hasta vaciar mis pulmones.
–Liam…te estoy cogiendo un asco –murmuré
mintiéndome a mí misma. Era patético, lo sé, porque ese hombre comenzaba a
gustarme mucho–. Mierda.
Dejé a un lado mi deprimente estado y
continué leyendo algo mucho más deprimente.
>>…Bien, puede
que me lo merezca, pero tienes una maldita obligación conmigo, me debes
obediencia y sumisión, y me debes el mínimo respeto, aunque pienses que no.
>>
Vale, debería de haber terminado de leer
antes de venirme abajo.
–A ti también te estoy cogiendo asco, Ivan.
Lo malo de este es que, aparte de gustarme
mucho, me había enamorado… Pero si es que soy tonta.
Mensaje ocho:
Ya no puedo confiar en
ti.
Eso no era una novedad.
Mensaje
nueve:
Más te vale que la
tontería infantil se te pase pronto y que cuando estés localizable, me llames,
o te prometo que cuando te tenga delante, la cosa se complicará bastante para
ti.
Terminé de leer y me pasé la mano por el
pelo. Un discursito típica de Ivan era lo que menso necesitaba en ese momento.
Se me pasó al idea de llamarlo y ahórrame el detalle de tener ese cuerpo
delante de mí, con su postura de ser mejor que yo mientras me hunde más en la
mierda, pero no me apetecía hablar con él, no tenía fuerzas ni para escuchar su
voz, aunque fuera detrás de un altavoz.
De pronto, un coche se paró a mi lado en el
mismo momento que Ivan comenzaba a dar su toque de llamada. Me sobresalté al
notar la vibración en mi mano y miré la pantalla sin dar crédito a lo que veía.
Tenía que tener poderes, era imposible que supiera que ya estaba disponible…
Error.
Tienes cuarenta llamadas desde que le colgaste. Eso es de suponer.
El motor del coche que tenía a mi lado rugió
llamando mi atención. Era un coche viejo, antiguo en un color negro, tenía
tantas chapas de diferentes modelos que no supe diferenciar que clase era. La
música, un sonido que salía de unos altavoces súper potentes cesó cuando una
cara con unas gafas oscuras asomó por la ventanilla bajada.
–Hola guapa –saludó a la vez que sacaba un
brazo y lo dejaba caer por el metal de la puerta–. ¿Quieres que te llevemos algún
lado?
Lo miré a él y al resto, analizaba la situación
con la mente concentrada en el móvil que tenía en la mano, cuyo aparato no
cesaba de moverse entre mis dedos. Eran tres con unas pintas de esas que no les
obligaba a esforzarse mucho más para aparentar un peligro constante, pero no un
peligro sexy como el que Liam me inspiraba, esto se trataba de un peligro
diferente y del que tenía que huir.
Con una sonrisa educada lo miré de nuevo.
–No gracias. –Levanté el móvil y se lo
mostré–. Vienen a recogerme.
Inmediatamente descolgué y me puse el teléfono
en la oreja.
–Gaela –la estrepitosa forma de Ivan, en
llamarme me puso los pelos de punta y aceleró mi corazón–. ¿Se puede saber…?
–Ivan –interrumpí con una nota de pánico–.
Ahora no –me interrumpí por que la voz me temblaba y lo que menos deseaba en
ese momento es que él se pensara algo completamente erróneo. Me aclaré la
garganta, dándoles la espalda a los chicos y caminé hacia delante–. Ahora no
puedo hablar.
El coche aceleró un poco y se colocó a mi
lado, siguiendo mi ritmo sin detenerse.
–Venga guapa, sube al coche…No te vamos a
morder –ronroneó el conductor y, los tres soltaron una carcajada.
Ese sonido me cortó la respiración.
–Gaela, ¿qué pasa? ¿Quiénes son esos?
–Nadie –contesté, después me giré cara
ellos–, gracias, de verdad, pero ya vienen a por mí…
– ¿Dónde estás? –exigió saber Ivan, con una
voz cortante–. Gaela, no me dejes así. ¿Qué demonios está sucediendo?
–Nada –contesté delatando el miedo en mi voz.
–Muñequita, si no es molestia para nosotros –
insistió el conductor, golpeando más fuerte la chapa de la puerta y quitándose
las gafas con la otra mano–. Una mujer como tú no debería ir sola por estas
carreteras, hay mucho loco suelto.
No me digas.
Disimulé, otra de mis
sonrisas para no levantar sospechas y mostrar que me estaban asustando. Y sobre
todo, no dejé de caminar en ningún momento.
–No…
–Sube con nosotros –interrumpió el copiloto,
un chico rubio, asomando la cabeza y dibujando una sonrisa maliciosa en su
boca–. No nos gustaría que algo horrible le sucediera a ese precioso culo.
Las piernas me temblaron y casi no supe
como conseguí dar los pasos que necesitaba para dejarlos atrás. Igualmente no
sirvió de nada, antes de dar la sexta zancada ya lo tenía otra vez a mi vera.
– ¡Gaela! –repetía Ivan, una y otra vez. Me
llamaba pero lo único que tenía en la mente era un plan de acción, lo malo es
que cualquier salto de fuga que se me ocurría tenía el mismo final terrible.
Sólo me quedaba rezar para que al final me
dejaran en paz.
–Mi novio vendrá en un par de minutos.
–Miraba hacia delante, recta como un palo y con una decisión suprema–. Ya lo he
avisado.
Los tres, de nuevo, soltaron otra carcajada
y escuché un murmullo que reconocí del copiloto, ya que, era el que tenía la
voz más dulce. Después, el piloto volvió a golpear la chapa de su puerta con el
puño.
–No nos lo estás poniendo fácil… Vamos sube
–insistió elevando su voz al final.
El coche aceleró hasta atravesarse en mi
camino ejecutando una maniobra de giro. Frenó y mi cuerpo se quedó helado
cuando el ocupante de atrás abrió la puerta y salió. Me giré y me topé con un imponente
tío de metro noventa con un enorme cuerpo de gorila. El tipo levantó un poco la
cabeza, haciendo que su cuerpo se ampliara más y sonrió mostrando un diente de
oro.
–Vamos princesita, ¿te vas a venir con
nosotros? –dijo, a la vez que se acercaba a mí.
–Oh. Mierda –dije asustada y retrocedí.
–Vamos, preciosa, anímate, te llevaremos a donde
nos pidas. –Este había sido el conductor y, detecté una nota de lascivia en su
forma de hablar.
Me di la vuelta y, esquivando el coche
comencé a caminar más deprisa. El gorila con el diente de oro me siguió y el
coche, marcando la gravilla a la rueda, salió detrás de nosotros.
–Dime que está pasando… ¿Estás en peligro?
–preguntó Ivan, con voz ansiosa–. Háblame, maldita sea. ¿Qué está sucediendo?
–No me cuelgues, por favor –le rogué.
–No, no, no lo voy hacer, pero dime dónde
estás e iré a por ti.
–No lo sé.
Escuché los pasos más cercanos, más
marcados, pisando fuerte como si se trataran de látigos contra mis hombros
tensos. Aceleré mi paso y la cagué.
– ¡Cógela, Tony! –rugió el conductor.
–Gaela… ¡Sal de ahí! –gritó Ivan dejándome
sorda, cosa que casi parecía imposible ya que mi corazón lanzaba un bombardeo
de miedo contra mis tímpanos.
Y salí corriendo.
Tras un grito que no llegué a entender, el
gorila que me había perseguido se abalanzó contra mí. Cogí una bocanada de
aire, que fue más como un grito cuando esos enormes brazos me rodearon el
cuerpo, atrapando en su abrazo la movilidad de mis brazos. El teléfono resbaló
de mis dedos al notar la fuerte presión contra las costillas, y cualquier
intento de volver a respirar escaseó.
Abrí la boca, pero lo único que produje
fueron meros gruñidos lastimeros antes de que esa mole me levantará en vilo y
me estampara contra el capo del coche, que de nuevo, se había colocado en
nuestro camino, torcido con el culo cara la carretera.
–Sí, déjala ahí, Tony.
Me liberó los brazos pero apoyó inmediatamente
una mano en el centro de mi espalda para mantenerme bien pegada y besando la
parte delantera del coche. Ladeé mi cabeza y me encontré con la cara del
conductor puesta, con una sonrisa asquerosa en sus labios, en nosotros.
El metal caliente y el rugir del motor se
filtraron en mis venas haciendo que la sangre me circulara a una velocidad de
vértigo.
Intenté luchar con mi cuerpo, apoyándome con
las palmas al capó y lanzando patadas al aire a mi espalda, acerté una, pero lo
único que conseguí fue enfadar al gorila.
–La muy zorra… Te vas a enterar.
Plass.
Sólo me habían dado azotes tres personas en
mi vida. Mi madre y mi padre me habían dejado el culo rojo, Liam ardiendo, pero
este cerdo me había dejado la marca de esa enorme mano. Lanzó otro azote, mucho
más fuerte y el grito que di estranguló cada rincón del bosque, haciendo saltar
la alarma de cada animal que nos rodeaba, e incluso los pájaros, una bandada
saltó al cielo con un sonido nervioso.
– ¿Qué hago con ella?
Hablaban de mí como si yo fuera un
animalillo que se habían encontrado en medio de la carretera.
–Pues arrancarle los pantalones –dijo el
conductor con arrogancia, como si ese tal Tony fuese tonto.
– ¿Lo vamos hacer aquí? –preguntó Tony,
incrédulo.
El corazón me latía con fuerza y me
temblaban las rodillas cuando vi la amplia sonrisa que me dedicaba el
conductor.
–Sí –contestó alargando esa simple letra–,
esa tía me ha puesto muy burro.
En el momento que noté su mano en la orilla
de mis pantalones, todo mi cuerpo reconoció la situación y comenzó a sacudirse
con violencia.
–Tranquila, princesita. Lo vamos a pasar
bien.
El terror me dominó y cada síntoma de miedo
me golpeó con una fuerza bestial.
– ¡No! –grité desesperada.
– ¡Hazlo! –gritó el conductor.
Pero, de pronto, el bestial rugido de unas
ruedas al frenar contra el asfalto nos dejó a todos completamente quietos y
atentos a ese violento sonido.
–Pero…
Me incorporé de una forma que pude ver lo
que ellos miraban con tanta atención, y la escena de un demonio que dejaba caer
su moto al suelo para salir corriendo en nuestra dirección, fue como una luz en
el horizonte, cálida y tranquila.
Me dio un vuelco el corazón al darme cuenta
de que era Liam, completamente loco, era un animal depredador y oscuro. Noté
más que vi esa amenaza, ese hombre estaba completamente fuera de sus cabales.
– ¡Soltarla! –bramó Liam, salvaje, irreal.
Tampoco les dio la oportunidad de hacerlo.
Antes de que el gorila retirara su mano de mi cuerpo, el puño de Liam caía a
una velocidad fugaz sobre su cara. La mole que me había azotado el culo con la
fuerza de un mazo, cayó al suelo como si fuera un tronco recién cortado. Inmediatamente,
tanto el conductor como de ocupante de atrás abrieron sus puerta.
Con un movimiento rápido y muy calculado,
Liam cerró la puerta de una patada, haciendo que el conductor se estampara
contra el metal y cayera, quejándose contra los sillones, después, esperó al
rubio, que ya se avecinaba a él, rodeando el coche, con una navaja en la mano.
–Aléjate de aquí, Gaela –me ordenó con la
misma voz salvaje.
Lo intenté, traté de dar un paso, pero mi cuerpo
estaba temporalmente congelado y no conseguí menearme.
Esquivó ese acero con una agilidad
sorprendente ladeándose hacia un lado y golpeando con un codo al agresor,
después tomó la muñeca que sujetaba la navaja y con el mismo codo, cuando este
se encorvó hacia delante por el dolor, arremetió, con la misma rapidez, otro
golpe en ese brazo.
Se me cortó la respiración y sentí por un
momento que ese hueso roto era el mío. El rubio maulló y se cayó de rodillas
mirándose incrédulo el hueso saliendo de su carne y su chaqueta. Liam, no
contento con ello, estampó su cabeza contra el metal con la fuerza de su mano
como si tan solo fuera plastilina, después, dio otra patada, con el talón, a la
puerta que el conductor abría de nuevo.
El grandullón, desorientado se levantó y cuando
recuperó algo de la conciencia fue a por Liam, pero mi demonio ya estaba
prevenido. Con un arte de movimientos fluidos, se agachó esquivando esos brazos
que iban en su dirección y arremetió dándole un puñetazo en sus partes.
Nunca en mi vida había escuchado gritar a
un hombre de esa manera, pero ese sonido que produjo su garganta consiguió
ponerme los pelos de punta.
Liam, como si no causara ningún efecto en
él, ver como dos hombres lloriqueaban de una forma espeluznante, dio media
vuelta y de una simple patada le rompió la pierna…
Dios, otro hueso. Me entraron arcadas.
Estaba completamente temblando y sentía las manos heladas. La mole terminó
besando el suelo de boca y pude ver como rebotaba contra el asfalto, que sentí
temblar bajo mis pies.
El jinete era una fiera, un ser sacado del
infierno preparado para matar; sin piedad, sin emociones en su rostro. Parecía
que hubiese nacido para ello, era perfecto, impecable en sus golpes y se
adelantaba a sus oponentes, sumiendo, de una forma increíble el control
absoluto que teína de cada perímetro que lo rodeaba y mucho más.
El sonido del motor me hizo retirar la
mirada de esa masa inútil que había en el suelo y fijarla en la cara de espanto
del conductor cuándo metió la marcha para salir de ahí. Me invadió el pánico al
ver como Liam, se daba la vuelta, con un gesto asesino en su mirada y veloz
como un poseído, metió la mano por la ventanilla y cogió al tipo por la
chaqueta con tal fuerza que lo sacó por ese mismo agujero y lo tiró al suelo
como si no pesara más que una pluma.
El chico se quejó y como pudo, se incorporó
sentado. Liam con las piernas abiertas y las manos convertidas en puños, lo
enfrentó. Al ver tal escena, el piloto se arrastró hacia atrás, tratando de
huir de algo imposible. Liam no lo iba a dejar en paz.
–Oye tío… No le íbamos hacer nada malo –el
chico levantó las manos en señal de rendición. Liam dio un paso más hacia
delante con el cuerpo completamente amenazante.
Unos pocos rayos de sol se reflejaron en su
barba incipiente y su mirada brilló con satisfacción al ver su trabajo.
–No deberíais de haberla tocado.
Tenía una voz firme, sin rasgo alguno de
alteración, como si fuera un caminante que estaba pidiendo indicaciones.
–Lo siento, de verdad… No…
–Liam –lo llamé e inmediatamente se giró.
Se me hizo un nudo en la garganta cuando me
topé con esos rasgos. Algo tuvo que ver en mis gestos porque su rostro se
suavizó.
–Espérame junto a la moto –pidió y al ver que
no me movía alargó una mano con los dedos estirados.
Con el pulso temblando estiré mi brazo y
tomé su mano. Liam tiró de mí y me acercó a él, inspiró llenándose las fosas
nasales con mi aroma y después, con mucha delicadeza, me empujó, animándome
para que comenzara a caminar. En el momento que le di la espalda y caminé hacía
de su moto, escuché el grito de dolor que dio el conductor.
No quise saber más de lo que había
sucedido. Me permití unos segundos para agacharme y recoger mis cosas del suelo
mientras aprovechaba en aclárame las ideas y meditar sobre la bestia que me
había salvado la vida de una forma muy loca… Y decidí, también, que no quería
pensar en ello.
Era una locura. Lo sucedido me superaba,
martilleaba contra mi cabeza sin explicación. Lo que acababa de ver solo pasaba
en las películas, esa forma de moverse, la agilidad de saber qué hacer, de cómo
leer a su oponente, de cómo acabar con tres hombres sin agotarse y sin ningún
rasguño en menos de diez minutos.
¿Quién demonios era ese hombre?
Me giré al escuchar los sonidos de unos
pasos. El cuerpo del jinete se agachaba para coger algo del suelo. Hasta que no
observé como rajaba las ruedas traseras no supe que se trataba de la navaja del
rubio. Después, la tiró al interior del bosque, lanzándola muy lejos, se limpió
las manos como si nada y se acercó a mí. Sin mirarme levantó la moto del suelo
y se subió en ella, luego, me miró a mí.
–Sube –Me sobresalté por la nota dulce que
había utilizado y antes de que me diera cuenta, estaba subiendo detrás de él.
Estaba completamente tensa, asustada y el
pulso se marcaba en mis dedos, temblaban violentamente y, mi respiración no me
tranquilizaba mucho más. Las tripas se me revolvían, no podía quitar de mi
cabeza la imagen de esos huesos fuera de sus sitios.
–Cógete Gaela, no quiero que te caigas.
Obedecí tac sativamente, pero mi postura no
era la de abrazarlo como a él le hubiera gustado. Lo cogía con miedo y eso provocó
que el cuerpo que tenía delante se tensara. Abrí la boca para pedirle que me
hablara, para que me soltara una de sus tonterías ofensivas y me quitara la
escena vivida de la cabeza, pero no conseguí pronunciar ni una sola palabra, y
para colmo, Liam iba callado, tenso y muy rápido.
Se me pasó por la cabeza la imagen de un
accidente bestial…
–Para, para –le pedí.
De pronto, sentí una gran ansiedad.
Necesitaba bajar, necesitaba pisar tierra.
–No –dijo rotundamente.
–Para, por favor –mi voz crispada lo tensó
mucho más.
Liam aceleró más.
–He dicho que no.
– ¡Que pares!
Presioné su cuerpo, sufriendo una leve claustrofobia.
Liam perdió el control de su moto y, las ruedas dieron una sacudida que hizo
que el vehículo diera un violento tirón. Consiguió, entre maldiciones,
mantenerla recta y se detuvo completamente en el arcén.
– ¿Qué demonios ha sido eso? –me culpó con
tono rabioso.
Me bajé de la moto y comencé a
hiperventilar mientras mis pies formaban un círculo de arena a mí alrededor
siguiendo un circuito continuo de camino.
– ¿Estás loca? –continuó.
Me giré y lo miré con los ojos abiertos
como platos.
– ¿Loca yo? –pregunté con cara de poquer.
Bajó de la moto clavando al suelo el
caballete y caminó en mi dirección. Sus pasos aumentaron la presión de mi pecho
y la ansiedad subió un tono más. No era temor, era algo similar a la locura y
al nervio mental.
Vi, en un refilón de sombra el brazo de
Liam alzarse, tomando la decisión de tocar mi hombro. Me retiré de un salto. Él
miró ese gesto con una ceja alzada.
– ¿Me temes?
Lo observé con atención. Parecía un hombre
normal en ese preciso momento, con miles de pensamientos, de sentimientos y emociones
reflejados en su rostro y con el cuerpo tenso, quieto, esperando, casi sin
parpadear mi respuesta.
No le tenía miedo, verdaderamente no lo temía,
y eso era algo completamente ilógico. Debía reconocer la vena loca que le
asaltaba en sus momentos, pero gracias a esa vena, a mí no me había sucedido nada
y a él… Bueno, Liam estaba muy entero.
No
obstante, temía todo lo que le envolvía en una nube oscura, tapando cosas raras;
incógnitas y preguntas sin responder, y lo mucho que me afectaba su mirada, me sumía
en un dominio de manipulación completa.
–Estoy buscando la forma de asumir todo lo
sucedido, pero es demasiado para mí y para un solo día, estoy desbordada
–expliqué con voz nerviosa e inmediatamente le di la espalda para retirarme el
pelo de la cara.
–No te voy hacer daño a ti –murmuró débilmente.
–No sé qué pensar –murmuré para mí misma.
Noté instantáneamente la presencia de Liam
detrás de mí.
–Déjame ayudarte, Gaela, yo puedo hacer que
desaparezca todo –susurró con suavidad como si me ofreciera una cura rápida.
Giré con un suspiro ahogado. Estaba muy,
pero que muy cerca.
– ¿Tu don? –Él asintió–. No tengo ni idea de
lo que me estás haciendo, pero me estás provocando un enorme lío mental.
Liam insistió y dio otro paso más. En sus
ojos solemnes asomó una sombra de compasión.
–Puedo entenderlo, yo también comparto ese
sentimiento.
–Pero yo no te estoy haciendo nada.
Liam tomó su mano con la mía y presionó,
ofreciéndome el calor que necesitaba mi cuerpo.
–No conscientemente –añadió con voz leve–,
pero inconscientemente has provocado una enorme brecha en mi vida. Has
revolucionado todo lo que rodea.
–Tus normas –dije entre suspiro y suspiro.
Me sentía vulnerable, débil, mareada y
profundamente enganchada a su voz, a su tacto y a su mirada, y él lo sabía, se estaba
aprovechando de la situación.
–Mis reglas, mis pensamientos, mi rutina, todo
a sufrido un giro inesperado, y… muchas más cosas que ahora no te puedo decir.
Lo miré a los ojos directamente y me ahogué
en sus profundidades. Como siempre.
– ¿Por qué?
–Porque cuanto menos sepas de mí, mejor. Confórmate
con lo que te puedo dar y no intentes averiguar más.
– ¿Y si quiero saber?
–Será un problema y me obligaras a tomar una decisión
que, ahora mismo ni deseo, ni quiero tomar.
Me quedé sin aliento y cerré los ojos. Oh, Dios.
–Dime al menos una cosa –pedí débilmente, al
cerrar los ojos todo se había sensibilizado lo notaba con gran intensidad–,
¿estás en el lado bueno, o el lado malo?
–He tenido una vida que me ha empujado al
lado malo para poder sobrevivir, pero…intento ser bueno.
Sabía a qué se refería, lo había visto en
varias ocasiones, es más, la primera vez que me había cruzado con su mirada,
tuve ante mí a un ser sacado del infierno. Aunque su comportamiento juguetón me
perturbara en ocasiones, el halo de misterio y el cartel de cuidado con la
bestia, estaba presente en él, en cada movimiento, en cada palabra y en cada
mirada.
–Ya sé que eres peligroso…
–No, no tienes ni idea –murmuró con voz
apagada y seca–. Pero, tranquila, conmigo estarás siempre en buenas manos –dijo
a solo unos centímetros de mí, su aliento me agitó el pelo.
Abrí los ojos de golpe cuando me cogió por
los codos. Me quedé inmóvil. Esperaba que mi instinto cobrara vida con un
destello de furia, pero no pasó nada. Liam estaba hechizándome otra vez con la
intensidad de sus ojos. Una absurda parte de mí le gustó, y como una idiota, no
hice nada cuando debería haberle dicho que me soltara, que saliera cagando
leches de aquí y que no se acercara a mí.
Pero, era imposible. Liam estaba
francamente guapo allí plantado y a mí no dejaban de atormentarme los recuerdos;
imágenes del primer día que lo conocí, después, sus brazos alrededor de mi
cuerpo en aquella terraza simulando a la Toscana, la sala de los cristales con
él detrás de mi cuerpo, acariciando mi trasero, nuestros cuerpos desnudos,
sudados, ansiando sentirlo y que me sintiera entera…la chispa con la que me
atravesaron sus ojos cuando dejó a los matones tirados en la calle, la
agresividad de su tacto cuando me había empotrado contra los azulejos de aquel
Motel de carretera…
Retrocedí unos pasos, pero para cuando me
di cuenta el tiempo había pasado y Liam, había desaparecido de mi cercanía para
caminar directo a la moto.
–Vámonos, te llevaré a casa de tu amiga.
Sentí el golpe seco del agua fría contra mi
cuerpo. El soplo del aire acariciando mi piel y la sensación de caer de las
nubes al suelo. La realidad me golpeaba.
–Gaela, se me hace tarde. –Liam arrancó y me
miró con una ceja alzada.
Parpadeé. Tuve la sensación de que había pasado
una hora, una hora que se había perdido ya que yo no me había enterado de lo que
había sucedido. Liam volvía a ser el que era y yo, volvía a sentir el rencor,
la rabia y las ganas de estamparle la suela de mis deportivas en toda la cara.
¿Cómo podía ser?
–Gaela. –Se estaba impacientando y su tono
prepotente solo consiguió darme un guantazo en toda la cara para terminar de
despertarme.
–Prefiero caminar todo el día para llegar a
casa, antes de volver a subir contigo en esa moto.
Su cuerpo se tensó y los rasgos suaves que
había enseñado desaparecieron para mostrarme a la persona vacía y fría que
había conocido.
–Que subas –exigió.
–No –repetí hincando los talones en el suelo.
–Sube, oh…
– ¿Oh, qué? –Interrumpí con chulería–. ¿Me
vas a dar la misma paliza que a ellos?
–Es posible –dijo, tranquilamente cruzándose
de brazos.
¿Sería capaz?
Viniendo de él me esperaría cualquier cosa.
–E-eso simplemente me anima a salir corriendo
lo más rápido posible –mierda, me temblaba la voz.
–Y sé que correrías deprisa, soy testigo de ello
pero, te agradecería que subieras en la moto y no te metieras en más líos.
El recuerdo de lo sucedido me animó a
cambiar de idea. Otro encuentro más con otros mercenarios que, terminaría en
una catástrofe de sangre y huesos fuera del cuerpo me empujó a dar unos pasos
hacia delante.
Me quedé a un metro de distancia, mirando
la moto y al hombre que estaba montado en ella y… Se me ocurrió otra idea mucho
mejor.
–Déjame conducir a mí. –Liam, sorprendido, arrugó
la frente–. Será la única forma de que vuelva a montar otra vez contigo.
–Debo admitir que esto no me lo he visto
venir.
– ¿Eso significa que no?
– ¿Necesitas un chute de adrenalina? –Asentí
y pensé, al mismo tiempo que estaba loca–. Ven aquí.
Me dejó un hueco delante, aguantando el
equilibrio de la moto y me senté delante de él. Inmediatamente se apegó a mi
espalda y pasó los brazos por mi cintura para llegar al depósito de gasolina y
apoyarlas ahí.
– ¿Sabes llevarla? –preguntó contra mi oreja.
–He montado en bici.
–Morena, esto no es una bicicleta –ronroneó
contra mi oreja–. Las…
–Lo sé, se acelera con el manguito, –coloqué
una mano encima–, y se frena con la manivela–. Coloqué la otra encima del
hierro en media luna–. No es un rompecabezas.
–Bien. Y las marchas están en los pedales.
Mierda, eso no lo sabía.
–Vaya, la gallita no es tan lista. –Puede
sentir la sonrisa de sus labios contra mi oreja.
–Oye –me quejé.
–Tranquila, se me ha ocurrido una idea. Pon
los pies en los hierros que sobresalen de delante. –Busqué los que hierros se refería
y los encontré casi al instante. Puse mis pies encima–. Bien– aludió, colocando
un pie encima de uno de los pedales–. Yo te cambiaré de marchas y te indicaré
cuando apretar el embrague, y tú, te encargaras de marcar el rumbo y el paseo.
¿Te parece bien?
–Bien.
–Vale. Dale al contacto.
Giré la llave de contacto y tras escuchar
el rugir de la bestia que tenía entre mis piernas, la loba que había en mi
interior maulló. Aceleré sin darme cuenta y la moto se revolucionó.
–La has puesto muy caliente, morena… como a
mí.
Sus manos cayeron en mis muslos y las piernas
comenzaron a temblarme, el volante, que sufrió el mismo trato fue amparado por
la rapidez de Liam, en actuar para que no volcara el primer metro de trayecto,
luego, venciéndose sobre mí, frenó.
–Me parece que esto no es muy buena idea…
–Quita tus manos de encima de mi cuerpo y no
pasará nada.
–Me pides un imposible.
–No…
Mis quejas fueron interrumpidas porque, el
loco que tenía detrás ya había tomado una decisión, Cortarme el rollo. Con un
brazo de hierro alrededor de mi cintura, me pasó detrás de él. En dos segundos
había pasado de pilotar a ser un paquete detrás.
Lo golpeé en la espalda con frustración y
con ganas de estrangularlo. Me había tomado el pelo de nuevo.
–Eres un cabrón –escupí y me retiré de él
para minimizar ese contacto.
–Demasiada provocación y… –Liam se interrumpió
porque su teléfono comenzó a sonar.
Sacó un aparato negro, pequeño y muy
extraño del bolsillo y se lo colocó en la oreja. Después, arrancó y le dio al
acelerador pasando olímpicamente de mí. Había dejado de existir.
–Marlowe –respondió secamente–. ¿Ahora?–preguntó
incrédulo y esperó a que la otra persona continuara–. ¿Estás seguro?–. Liam se
tensó y sentí como una ola de rabia se repartía por su cuerpo al escuchar con
atención lo que le decían–. ¡Joder! Esa zorra quiere matarme. No le basta con
castigarme sino que… –se interrumpió bruscamente, yo me tensé pero decidí que,
los problemas personales de Liam y sus conquistas eran suyos, fuera quien
fuese, lo estaba mosqueando así que…allá ella. Moviéndose incómodo en el
asiento, bajó el tono de su voz–. Tyler, ahora luego te llamo, no estoy solo
–Tyler lo interrumpió–. Sí –contestó y de nuevo, fue cortado. Liam soltó un
bufido–. Ahora mismo estoy hasta el cuello, así que, imagínate la respuesta–.
Soltó una maldición y aceleró un poco más. Me cogí como pude al sillón colocando
mis manos por debajo de mi trasero–. Voy a dejar mi paquetito en casa y, ahora
te veo.
No vi sus gestos pero sí noté la violencia
con que se quitó el auricular de la oreja y lo guardó de nuevo en su bolcillo.
A partir de ahí, no dijo nada más.
Ya no sólo había desaparecido, sino que,
había dejado de existir para él.
Continuará.........................................................................
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